Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura

diciembre 8, 2023

Ante otras miradas sobre nuestra historia: Reflexión

  • Dra. Mayra Rosario Urrutia
  • Historiadora

Prólogo del libro de Mario R. Cancel Sepúlveda (2023) Indóciles: nueva visita al laberinto. San Juan: Ediciones Laberinto: 276 págs.

Como lectora de esta recopilación de cinco ensayos, los mismos me han convocado a recuperar olvidos, a cuestionar posturas interpretativas vigentes o dadas como finales, a discernir y a hacer algo que forma parte de mis diálogos cotidianos con los estudiantes.  Se trata de las posibilidades de identificar y abordar nuevos temas de investigación para emprender otras reflexiones y hacerlas vigentes. Se trata de que la historia nos recuerda a cada instante que es una inacabada en el mejor sentido del reto y de la palabra.

En este caso, la lectura del libro nos remonta al siglo XIX y parte del siglo XX y a figuras que se analizan más allá de las apologías literarias. Recorremos por la insurrección de Lares de 1868, por los trayectos de la política separatista y nacionalista de la época, por el amplio pensamiento social de Eugenio María de Hostos Bonilla, su tránsito dual por la peregrinación de Bayoán y por esa multifacética y cambiante mirada que Hostos, inserto en sus vivencias, desarrolla sobre España. Veremos en Hostos, como bien señala el autor, una discursiva que alude a la razón, aunque la misma esté “en pugna con el sentimiento”.  Todo esto, sin dejar atrás nuestras miradas como lectores de las estrategias narrativas a las que recurre Mario Cancel-Sepúlveda para articular estos escritos de una forma coherente, amena, profunda y, sobre todo, retante para el lector.

Un primer ejemplo, se trata del monólogo, como estrategia narrativa, que emprende en el caso de su reflexión sobre la insurrección de Lares. Si hacemos junto al autor el recorrido por historias sobre este tema, las cuales transitan ya sea por la derrota del evento, la admiración, el desprecio o la crítica, nos enfrentamos a una meta que lo guía en términos de su escritura.  Y es que para él: “Saberla una y otra vez desde cada presente es parte de la aventura.”  Desde ese presente, y desde ese monólogo, señala primero, la perspectiva teórica de la historia en términos del cambio que confronta su narrativa dependiendo de quién, de cuándo y a través de cómo nos acerquemos a los temas. Lares, para el autor, aún es “un proyecto en construcción”.

Sus reflexiones en este caso se adentran a repensar el comienzo de la insurrección, el contexto y los cuestionamientos que se han hecho a la temática, así como algunos de los líderes e ideólogos sobre este movimiento.  Argumenta quiénes eran los separatistas y los visualiza como un amplio sector que incorpora diversidades.  Igualmente, nos enfrenta a las estrategias de vigilancia del Estado hacia los separatistas y cómo todo esto incide eventualmente, en la disminución de la presencia de esos sectores.  Además, incorpora temas como el espionaje que lanza el Estado, esta vez representado por La Madrid. El autor tampoco obvia la ineludible violencia por parte de la metrópoli que ocasionaría un intento de separación por parte de la colonia. Este escrito, me parece que ofrece diversas alternativas que contestan su pregunta inicial. ¿Cómo interesar a la gente del presente en un evento ocurrido hace 160 años?

Sigue la trayectoria narrativa un amplio y detallado ensayo dedicado al “Separatismo y nacionalismo en el tránsito del siglo 19 al 20: una propuesta interpretativa”.  Este escrito va mucho más allá de una exposición cronológica de unos hechos y de sus protagonistas.  Se trata de un análisis y de una profunda explicación sobre la propuesta del autor que consiste en: abordar la transformación de “…las concepciones políticas que el Caribe tuvo de sí mismo durante el siglo 19 y los primeros años del siglo 20 y establecer cómo durante las primeras décadas de ese último siglo, dichas posturas se manifestaron de manera análoga en Cuba y en Puerto Rico.”

Este análisis transcurrirá sin descartar el poder que la metrópoli mantuvo sobre ambas islas, no empecé a los diferentes cambios políticos que tanto Cuba como Puerto Rico confrontaron en esos comienzos del siglo 20.  Mas, ¿cuáles son algunos de los temas y de los personajes que se desarrollan al respecto?

En el ensayo, nos encontraremos con las visiones y acciones de varias figuras – dirigidas a explicar las prácticas políticas en esa construcción de lo que se conocería como una “confederación solidaria”.   Solo algunas de ellas fueron: Ramón E. Betances Alacán, Eugenio María de Hostos Bonilla y José Martí Pérez. Cancel explica en principio que utilizará las concepciones, “continentalista (desde afuera) como la caribeñista (desde adentro)” para discutir esas prácticas políticas que se emprenden.  Pero la historia sobre las diversas vertientes de ese tránsito independentista se irá explicando en contextos políticos configurados por la invasión estadounidense de 1898 y se adentrará en un siglo 20 inserto en los cambios políticos que inciden durante esos años.

El pensamiento social en la narrativa de “Eugenio María de Hostos Bonilla: encuentros y desencuentros entre el krausopositivismo y la literatura” es el tema de su tercer ensayo.  Un valioso y reflexivo escrito en el cual dilucida paso a paso gran parte de esa amplia diversidad del conocimiento y los posicionamientos teóricos de Hostos, así como un análisis de la necesidad de adentrarse tanto en los géneros literarios como en los “científicos” que Hostos desarrolló sin establecer dualidades en cuanto a su valor. Toda esta argumentación, me recuerda el escrito de Eugenio Fernández Méndez en 1965, en el cual señala que ese pensamiento social de Hostos, “no ha sido visto todavía en su impresionante magnitud y significación por sus biógrafos…”. Mas el trabajo de Cancel y su acercamiento a un Hostos de múltiples facetas a través de sus escritos cumple con esa colaboración tan necesaria.  Me parece un texto fundamental para acercarse a esa figura y sobre todo a esa “coexistencia inevitable del autor y del artista en el pensador social y sociólogo mayagüezano.”

Para poder entender las posturas hostosianas, Cancel también nos recuerda la amplitud de su formación académica y varias de sus experiencias personales por donde divagan y cobran sentido sus posturas contextualizadas en el siglo en el que vive y actúa.  Este señalamiento es fundamental ya que incorpora aspectos como: “las particularidades psicológicas de una personalidad fuerte y compleja, …su formación en derecho, su interés en la pedagogía, su trasfondo filosófico positivista y krausista por medio de la síntesis krausopositivista…”.

Además de ir explicando al lector el significado de cada una de estas tendencias en su narrativa, también alude al exilio de Hostos y a su carácter retante hacia “las instituciones dominantes”.  Otros temas que Cancel desarrolla en este escrito, en adición a las posturas sociológicas, para entender el pensamiento social hostosiano son los de la literatura y la narrativa creativa, así como las fuentes utilizadas en las mismas.

Luego, el ensayo dirigido al análisis de la novela de Eugenio María de Hostos, “La Peregrinación de Bayoán”, es un ejercicio que se adentra al mundo antillano de la época y también se adentra al Hostos que habita en la misma presencia de Bayoán.  Según Cancel, Hostos se mira a sí mismo cuando desarrolla su argumentación y esa trayectoria que emprende Bayoán, como “el sociólogo, el filósofo y el humanista”.

Cancel señala acertadamente el krausismo como una de las opciones teóricas en las que se inserta Hostos para explicar los personajes protagonistas y sus acciones en su novela. En el ensayo anterior, había definido y explicado el concepto, su significado para Hostos.  La escritura de “La peregrinación…”, la hace en un momento de su vida en el que se encaminaba hacia una meta que era, “la independencia como alternativa política para sus Amadas Antillas y la lucha armada como único medio para obtenerla.”  Este señalamiento es vital para poder entender la vida que les otorga a los personajes cuando los personifica como representantes de las Antillas mayores hacia esa España conocida como la “Madre Patria”.

Estos conocidos personajes serían, Bayoán, Guarionex y Marién.  Y vemos que, en esta obra, Hostos convierte la representación y acciones de esas Antillas en “personas sociales” con “personalidad”, como establece el krausismo. También se puede apreciar el análisis de Cancel sobre la relación de Bayoán con ambos sin descartar los variados sentimientos humanos.

Por último, en su ensayo sobre “España en el pensamiento de Eugenio María de Hostos Bonilla”, Cancel se acerca nuevamente a la complejidad de esa figura con esa forma usual que se aleja de las posturas monolíticas y estáticas frente a los personajes.   En cambio, vuelve a presentar su diversidad y una serie de múltiples facetas: “como pensador político, como pensador social, como literato y crítico, como maestro, educador y revolucionario…”.  De esa forma, persiste en romper en este escrito con las tendencias que homogenizan a los personajes históricos como si éstos no tuvieran cambios a través del tiempo tanto en sus gestiones políticas como en la toma de decisiones frente al Estado y la población.

Presenta a un Hostos, como bien dice, “en pugna con el sentimiento”.  Un Hostos, que frente a esa España, (país en donde adquirió gran parte de su formación y con la cual desarrolló unos lazos indiscutibles), a través del tiempo y a la luz de la consolidación de su meta por la política española lo habían radicalizado”.  Cabe señalar que este recorrido por la España en el pensamiento y acciones de Hostos, nos invita a repensar y a no obviar en nuestros estudios las razones para explicar los cambios, los movimientos y los procesos que influyen en las formaciones ideológicas dirigidas a la liberación nacional en diversos contextos.

Considero este libro como una invitación al tránsito por novedosos y sólidos caminos historiográficos que se insertan en una narrativa atractiva para los lectores.  Igualmente, como una serie de reflexiones en las que identificamos un tránsito desde el separatismo hacia el independentismo en esa época. Esta compilación, nos ofrece nuevas rutas para pensar, comparar e investigar de la mano de otras posibilidades para incursionar, transitar por las mismas y fortalecer cada día nuestra producción histórica. Espero su lectura.

Publicado en Revista Siglo22 (Octubre de 2023)

diciembre 2, 2023

Acerca de la Nueva Visita de Cancel al Laberinto

  • Dr. José Anazagasty Rodríguez
  • Sociólogo

Reseña de: Cancel-Sepúlveda, Mario R. (2023). Indóciles: Nueva Visita al Laberinto. San Juan: Ediciones Laberinto.

El historiador Mario R. Cancel revisitó el laberinto para brindarnos su libro Indóciles: Nueva Visita al Laberinto.  Este nuevo libro, como su antecesor El Laberinto de los Indóciles, es el producto de un profundo estudio de mucho tiempo, revelando una vez más la extraordinaria dedicación de su autor con la investigación de la historia cultural de la política puertorriqueña. Es también una contribución meritoria a la historia intelectual puertorriqueña, a la historia de las ideas políticas en la colonia. Específicamente, Indóciles es una valiosa historia de la cultura política de los separatistas, nacionalistas e independentistas puertorriqueños, de sus ideas y pensamiento político y social, así como de sus memorias y prácticas mnemónicas.

Este nuevo libro de Cancel auna cinco ensayos sobre la historia cultural de la política puertorriqueña entre las postrimerías del siglo diecinueve e inicios del siglo veinte, aunque en la discusión sobre el separatismo y el nacionalismo comenta eventos hasta los sesenta. Indóciles se concentra en la cultura política de los separatistas puertorriqueños, incluyendo a los separatistas anexionistas e independentistas del siglo diecinueve y los independentistas y nacionalistas puertorriqueños del siglo veinte.

El libro comienza con un monólogo del historiador referente a la Insurrección del Lares en 1868. Es el soliloquio de un historiador, una autorreflexión respecto a un problema específico de investigación histórica, el de la Insurrección de Lares. Para Cancel el problema es cómo animar el interés de los puertorriqueños de hoy por un evento que ocurrió hace más de dos siglos atrás; por un acontecimiento que como este advierte es “un hecho emborronado al paso del tiempo”; de un suceso que ha sido significado de diversas formas por diversos actores sociales y políticos. Si la Insurrección de Lares ha sido desacreditada, desautorizada, omitida, deformada y caricaturizada por muchos, también ha sido celebrada, idealizada, homenajeada y hasta consagrada por muchos otros. Cancel, quien ha estudiado la insurrección desde los ochenta, asumió el reto. Lo hizo primero tomando distancia de su objeto de estudio para “jugar un poco a la extrañeza” y volver con una “imagen fresca” de la insurrección.  Para hacerlo tuvo que enfrentar dos problemas teóricos: establecer los antecedentes u orígenes de la insurrección, que Cancel vincula al abolicionismo clandestino, y cotejar la identidad de los separatistas que, como demuestra, fue un grupo mucho más heterogéneo de lo que comúnmente se piensa.  Pero para Cancel todavía nos queda mucho por saber de la insurrección, la que, si se relata desde el presente, como toda historia, entonces, y como concluyó este: “Saberla una y otra vez desde cada presente es parte de la aventura” (28).

El monólogo es seguido de una extraordinaria y abarcadora “ojeada” a la mutación de las concepciones políticas que los puertorriqueños tuvieron sobre sí mismos entre la segunda mitad del siglo diecinueve y las primeras décadas del siglo veinte, concepciones también presentes en el resto del Caribe. En el segundo ensayo, una obra maestra, Cancel destaca las estrategias y tácticas ideológicas y retóricas de diversos actores políticos en el campo de los separatistas, independentistas y nacionalistas, incluyendo su manejo de la memoria e historia de la Insurrección de Lares de 1868 y sus usos de los protagonistas, monumentos y fuentes de información con respecto a esta. Es la identificación de esas pericias, tácticas y usos uno de los grandes logros de Cancel en Indóciles.

Las contribuciones de este ensayo son varias. Cancel demuestra que el separatismo puertorriqueño desde sus orígenes hasta nuestros días constituye un grupo político heterogéneo, tanto en términos ideológicos como tácticos. En el Laberinto de los Indóciles Cancel estableció y comprobó los matices y gradaciones del separatismo y el integrismo en el Puerto Rico del siglo diecinueve. En Indóciles el historiador reafirma los matices del separatismo y el nacionalismo en el tránsito del siglo diecinueve al veinte y ya adentrado en este último. El reconocimiento de esa diversidad contrarresta la tendencia a homogenizar y comprimir las corrientes políticas puertorriqueñas, la propensión a ocultar su variedad o modalidades. Cancel demuestra que el separatismo no solo ha sido diverso, sino que ha cambiado mucho a través de la historia. Estos matices y cambios, como confirma él en su libro implican diversas interpretaciones, representaciones o construcciones de la Insurrección de Lares.

Otra aportación meritoria de Cancel es su atención a la dimensión espacial y geopolítica del separatismo puertorriqueño y caribeño. En el siglo diecinueve el separatismo se configuró en términos de una concepción continentalista del Caribe, que como afirma Cancel, “… fue la mirada que impuso y legitimó en el lenguaje político de la intelectualidad rebelde de las islas la noción de antillanidad” (33). Esto es cierto para las dos vertientes generales del separatismo, la anexionista y la independentista, que articularon sus respectivos proyectos confederacionistas en términos continentalistas. Por esto concluye Cancel que el origen y desarrollo del movimiento confederacionista caribeño no estaban vinculados a proyectos separatistas independentistas, ciertamente no al independentismo como lo imaginamos hoy. Para los separatistas anexionistas confederacionistas la separación o independencia de España que reclamaban, equivalía a la anexión a una potencia continental, fuese a Estados Unidos o la Gran Colombia. Por otro lado, para los separatistas independentistas confederacionistas la separación de España no tenía, demuestra Cancel, que culminar en la nación-estado soberana que hoy asociamos con la independencia. La Confederación Antillana que defendieron Betances, Hostos, Luperón y Martí pretendía la institución de una sola comunidad antillana, es decir la integración de las Antillas a una entidad espacial más amplia que disolvería las diferencias entre las partes a favor de una identidad común internacional. Esto implica para Cancel que el independentismo nacionalista, tal y como lo concebimos hoy, se encuentra en una época posterior al siglo diecinueve, después de la Guerra Hispanoamericana de 1898.

Uno de los grandes logros del segundo ensayo de Indóciles es precisamente su delineación de las transformaciones del separatismo desde finales del siglo diecinueve y durante las primeras seis décadas del siglo veinte. Por ejemplo, si en el siglo diecinueve los conflictos entre separatistas anexionistas e independentistas no impidieron su colaboración, estos ya no colaborarían después de la Guerra Hispanoamericana. Esta guerra tuvo como secuela la anexión forzada de Puerto Rico a Estados Unidos, por lo que el separatismo anexionista desaparecería y el estadoísmo que surgió después de 1898 se convertiría en la némesis del nacionalismo independentista emergente. Este último fue heterogéneo y también vivió transformaciones:

El siglo 20, el periodo posterior a la invasión y presencia estadounidense en el Caribe, forzó la revisión de los contextos ideológicos de la soberanía. No se puede hablar del “nacionalismo” como un todo singular e inequívoco. Como se ha demostrado, aquel fue un fenómeno de múltiples significados que tuvo que ajustarse a la senda, si cabe la metáfora, que la historia del proceso entre siglos le impuso. Las respuestas al problema nacional urdidas para el siglo 19, no respondieron todas las preguntas ante un poder hegemónico distinto como era Estados Unidos (80).

Otro aspecto importante del segundo ensayo de Indóciles es su atención a la pluralidad de las interpretaciones, representaciones o construcciones sociales de la Insurrección de Lares, de las memorias acerca de esta. Cancel demuestra que la insurrección siempre ha sido un hecho abierto a reinterpretaciones, por lo que tenemos no una sino varias memorias de la insurrección, todas configuradas en el contexto de la interacción y el conflicto entre diversos grupos con variados intereses, aun en el campo de los separatistas, nacionalistas e independentistas.  Cancel nos regala una interesantísima y hábil aproximación a la Insurrección de Lares de 1868 en la memoria colectiva de los separatistas, independentistas y nacionalistas, así como a las memorias de Betances sobre el acontecimiento y a las representaciones de este prócer en la memoria colectiva, incluyendo su imagen después del regreso de sus restos a Puerto Rico en 1920. Cancel demuestra que diversos actores políticos puertorriqueños, incluyendo, por supuesto, a los independentistas y nacionalistas, reinventaron la imagen y memoria de la insurrección y de Betances con diversos propósitos políticos. Por ejemplo, en algunas de estas memorias Betances dejó inclusive de ser una figura amenazante y era todo un admirador de los logros estadounidenses. En efecto, en los veinte Betances fue caricaturizado y la Insurrección de Lares domesticada al servicio de los proponentes y defensores de la autonomía y la estadidad.

Cancel también nos proporciona una aproximación original a las representaciones de Betances y la Insurrección de Lares en la memoria de los nacionalistas e independentistas de la década de los treinta, de cómo estos les rescataron y reinventaron. Para Cancel se trató de una (re)mitificación bien pensada y articulada. En la nueva “mitología retrospectiva” de la Insurrección, Betances y los veteranos como Vélez Alvarado y Méndez fueron celebrados como parte de un pasado memorable y glorioso, dignos de respeto, admiración, emulación y culto nacionalista. Cancel examina las proclamas nacionalistas, las que contribuyeron a la (re)mitificación de la insurrección y sus protagonistas. La de 1935 reiteró la tesis de la independencia como restauración y llamado a las armas.

Finalmente, Cancel nos provee un análisis de la memoria y retórica nacionalista de la Insurrección en su centenario en la década de los sesenta, en un periodo marcado por la represión y censura del nacionalismo, consecuencia de la insurrección nacionalista de 1950. Pero fue también la época del surgimiento de la nueva lucha por la independencia.  En esta memoria la Insurrección de Lares de 1868 marcó el origen de la progresión de la República y conmemorarla, asistir a un Lares consagrado, era deber de los patriotas, una muestra de devoción. Se trataba de un homenaje dirigido a convocar a los patriotas a la acción, de convertir sus prácticas mnemónicas en acciones políticas.

Para Cancel la historia de la pluralidad del independentismo nacionalista de las primeras décadas del siglo veinte, su cultura política y su memoria colectiva todavía está por escribirse. Cualquiera que intente escribirla debe, por supuesto, leer este ensayo de Cancel, que precisamente nos exhorta al análisis, debate y revisión profunda de esa historia, cultura y memoria.

El segundo ensayo de Indóciles es seguido de una innovadora y aguda reflexión acerca de la relación entre la escritura creativa y la sociológica en la obra de Eugenio María de Hostos Bonilla. En el 2017, como director del Centro de Investigación Social Aplicada, afiliado al Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, invité a Cancel a ofrecer una conferencia sobre Hostos, que se realizó el 4 de abril de ese año. Fue esa conferencia la que se convirtió en el ensayo “El Pensamiento Social en la Narrativa de Eugenio María de Hostos Bonilla”, incluido en Indóciles.  Se trata, como señalé antes, del análisis de la relación entre la escritura creativa y la sociológica en la obra de Eugenio María de Hostos Bonilla. Cancel, rechazando la tendencia a examinar la obra literaria y sociológica de Hostos por separado las examina en su compleja relación. Para él:

Hostos Bonilla, como se sabe, fue un escritor capaz de enfrentar una diversidad de medios y géneros de expresión literaria y científica con soltura, imprimiéndole a cada uno de ellos su poderosa, apasionada y contradictoria personalidad. En ello reside, desde mi punto de vista, una porción considerable de su originalidad y grandeza. (177)

Cancel demuestra que las narrativas creativas y los escritos sociológicos de Hostos fueron formadas por varios elementos.  Fueron primero moldeadas por la propria psicología del sociólogo mayagüezano—fuerte, apasionada, contradictoria y compleja—y por su biografía, una “atropellada vida de exiliado, viajero y activista en el marco de una praxis marcada por el valor de la indocilidad y la disposición a retar las instituciones dominantes” (177). Su formación intelectual en derecho y sociología krausopositivista y su interés en la pedagogía también formaron sus narrativas literarias y sociológicas.  Como demuestra Cancel, aunque Hostos pretendió convertirse en un novelista o escritor, su activismo político y radicalización ideológica, así como su adopción del krausopositivismo, lo llevaron a revisar sus prioridades y su relación con la narrativa creativa.  Desde entonces Hostos se orientaría hacia el rol de lo que Cancel llama el “sociólogo artista” y la “escritura comprometida,” así como hacia a una narrativa para la familia, el reforzamiento de esa institución social, aunque desde una perspectiva patriarcal.  El propósito de sus novelas y cuentos serían primordialmente morales y educativos, en ese sentido, una literatura al servicio del cambio social. Por eso concluye Cancel que: “Por otro lado, en general el lector se encontrará con una narrativa reflexiva y comprometida literariamente cuidadosa en donde lo didáctico y lo estético son capaces de convivir en el marco de los reclamos de un siglo como aquel.” (242)

Este ensayo es seguido por un apéndice que incluye dos discursos sobre Hostos y que lo complementan. El primero trata la concepción del cosmos antillano en las novelas del intelectual puertorriqueño, particularmente en La Peregrinación de Bayoán. Muchos de los elementos identificados por Cancel con respecto a la relación entre literatura y sociología en la obra de Hostos están presentes en esa novela, como expone Cancel en este primer discurso del apéndice.  Este afirma que: “Es una novela de marcada estirpe romántica en donde brillan los planteamientos del más armonioso clasicismo, el idealismo moral y el más progresista positivismo. Es la narración de un moralista que pretende sintetizar en su dilema íntimo, el destino de las Américas en particular las Antillas.” (261-262)

El último discurso destaca las transformaciones de las concepciones sobre España en el pensamiento de Hostos. España fue uno de los principales imperativos en la vida intelectual del sociólogo y literato puertorriqueño.  Aunque España fue para Hostos un país de contrastes, señalado por él por su despotismo y el colonialismo, él se sentía español, español-americano señala Cancel.  Pero Hostos, eventualmente decepcionado con España y los republicanos españoles, reafirmaría su juicio severo de España e imaginaría el futuro de la Antillas como una confederación separada de la metrópolis. El sociólogo indócil se había radicalizado.

Indóciles es un libro magnífico, producto de un erudito ingenioso y novedoso, un historiador que conoce muy bien, con maestría, las arduas pero fascinantes rutas del complejo laberinto de los indóciles puertorriqueños.  Los invito a visitarlo de la mano guía de Mario R. Cancel.  Este historiador los llevará, como concluye Mayra Rosario Urrutia en su prefacio a Indóciles, por rutas alternativas para cavilar, contrastar e inquirir el laberinto y nuestra historia, a dilucidar la maraña de nuestra cultura política.

El autor es Catedrático de Sociología  en la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez. Publicada otiginalmente en Claridad-En Rojo (15 de agosto de 2023)

noviembre 30, 2023

Visitando el laberinto de Mario Cancel-Sepúlveda (2)

  • Guarionex Padilla Marty
  • Historiador

Conversatorio en la Librería El Candil de Ponce, 18 de noviembre 2023

Las renovaciones historiográficas y el avance en el conocimiento del pasado, desde la mirada crítica contemporánea y sus interpretaciones, pasan por el trabajo investigativo y ensayístico del profesor Mario Cancel-Sepúlveda en su nueva visita al laberinto de los indóciles. En términos generales, la historiografía es un continuo proceso de revisión, interpretación y (re)interpretación, y eso es precisamente lo que Cancel-Sepúlveda hace con su más reciente publicación Indóciles: nueva visita al laberinto. El estudio de la escritura histórica y su caracterización asumen un papel determinante en esta nueva entrega que polemiza las visiones de un proyecto nacional improbable.

Los profesores Mario R. Cancel y Guarionex Padilla Marty (2023)

La construcción de una identidad nacional es siempre un ejercicio de memoria selectiva. Los olvidos u omisiones son intencionados. A través de cinco ensayos, Cancel-Sepúlveda navega por las peripecias interpretativas en torno a la Insurrección de Lares, el pensamiento hostosiano y el vaivén ideológico que caracterizó a Hostos, y nos invita reflexionar sobre el uso público de la historia y la memoria. Si la historia ha sido siempre tan aleccionadora y revolucionaria, ¿por qué la historiografía puertorriqueña, en su conjunto, ha sido tan conservadora a la hora de pensar e interpretar el pasado? ¿Por qué la tendencia ha sido a homogenizar, simplificar o mitificar sucesos históricos? Una visita a la producción intelectual decimonónica, como a la producida durante la primera mitad del siglo XX, nos permite adentrarnos en las interpretaciones que sustentaron las distintas representaciones sobre Lares, Betances, Hostos y el proyecto nacional, a la luz de distintos intereses de clase y, por consiguiente, ideológicos. Estas representaciones, escrudiñadas por Cancel, aún vigentes dentro del independentismo puertorriqueño, son la materia de reflexión de este trabajo.

En la estructura de toda sociedad de clases hay fisuras profundas, pero también hay interesantes contradicciones que nos permiten comprender la complejidad del tejido social y de la política. Puerto Rico, con la cuestión nacional aún sin resolver, no está exento de eso. En ese sentido, lejos de abrazar las teorías dominantes dentro de la historiografía, Cancel-Sepúlveda apuesta por revisar minuciosamente las dinámicas sociales y las ideologías, que pueden ser contradictorias entre sí, pero surten al conocimiento histórico. El primer ensayo titulado “Lares: monólogo de un historiador” se centra en los separatismos y, por lo tanto, en los entendimientos que se construyeron en torno a la Insurrección de Lares durante las últimas décadas del siglo XIX y a lo largo de la primera mitad del siglo XX.

El asunto es mucho más complejo. Cancel-Sepúlveda, por usar un término contemporáneo, desenmoña los topos del nacionalismo puertorriqueño en su ensayo “Separatismo y nacionalismo en el tránsito del siglo 19 al 20: una propuesta interpretativa”. Lo que hace Cancel-Sepúlveda, pese a su renuencia, pero como buen cristiano -como lo somos todos aquí, queramos o no-, es visitar los distintos orígenes de la Insurrección de Lares para realizar una aproximación a las concepciones sobre Lares que se elaboraron desde el anexionismo, el autonomismo y, naturalmente, el nacionalismo dieguista y albizuísta, que se convirtió en hegemónico en el campo intelectual puertorriqueño durante la década de 1970 y que, pese a los cuestionamientos en El país de cuatro pisos o en Nación Postmortem todavía predomina en el discurso nacionalista e independentista del Puerto Rico contemporáneo. Así que, Cancel-Sepúlveda, a partir de un examen crítico a la visión homogeneizadora y simplificadora, desarrollada por la intelectualidad de finales del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX, nos transporta al espacio político de los separatismos durante la Insurrección de Lares. La finalidad de esta tarea es demostrar cómo las distintas narraciones y caracterizaciones históricas en torno a la Insurrección de Lares tenían una función ideológica que repercutió (y repercute) en el significado de Lares y en el campo discursivo del nacionalismo que se construyó en torno a una mirada romántica de los sucesos revolucionarios de septiembre de 1868.

Aquí las figuras de José de Diego y Pedro Albizu Campos serán claves, pero no las únicas, para comprender los significados actuales de Lares, pero sobre todo lo que respecta a la nación y el proyecto inconcluso de la independencia. En ese sentido, muestra la complejidad y la diversidad política del separatismo del Puerto Rico decimonónico y cómo esta fue simplificada, ocultada y (re)interpretada para construir una narrativa acomodaticia conforme a los intereses de diversos sectores políticos después de 1868 hasta la primera mitad del siglo XX. Lo cierto es que la figura de Betances fue controversial. Para incondicionales, liberales, y autonomistas, la Insurrección de Lares fue mal vista. Si bien había matices, los lugares comunes eran innegables como también las continuidades y (des)continuidades entre los diversos sectores políticos, incluido el separatismo en su conjunto.

Con la invasión estadounidense y la instauración de un nuevo régimen político, la intelectualidad autonomista y el separatismo anexionista encontró en Estados Unidos unas garantías de progreso y modernidad, ideas a las que después de todo habían aspirado desde finales del siglo XIX. La figura de Betances fue rescatada y (re)valorizada conforme al nuevo régimen, por lo que el mito de la gesta de Betances sobrevivió las primeras dos décadas del siglo XX. No así Lares, cuya interpretación en esos primeros años del nuevo régimen seguía siendo heterogénea y, por lo tanto, conflictiva que había que selectivamente olvidar.

Sin embargo, las bases del imaginario betancino que construyeron principalmente autonomistas y anexionistas entre 1898 y 1930, no se sustentaron por mucho tiempo. Especialmente porque no tenían cabida dentro del revisionismo nacionalista que realizaron De Diego y Albizu. Para el nacionalismo, la hispanofilia jugó un papel determinante en la (re)invención de la identidad puertorriqueña. Esta tergiversación intencionada traicionaba el propio pensamiento político de Betances.

Grosso modo, el nacionalismo puertorriqueño miró con nostalgia el pasado colonial español y valorizó positivamente las últimas décadas del siglo XIX. Tanto el nacionalismo dieguista como albizuísta caracterizaron a la conquista y colonización española, evangelización incluida, como un salto histórico civilizatorio. Por lo tanto, en estas interpretaciones la nación puertorriqueña se reducía a la hispanidad y cómo se encontraba amenazada por el coloso del norte. Esta interpretación que hace el nacionalismo debemos situarla en el contexto del Puerto Rico americano de la primera mitad siglo XX, cuya finalidad fue antagonizar al separatismo anexionista y articular un imaginario nacional que borraba las opresiones del régimen español. Llama la atención este ejercicio revisionista en la lectura porque Lares, producto precisamente de las opresiones del régimen español y que ahora -de forma intencionada- el nacionalismo lo convertía en tolerable, se contradecía con el hecho de que los nacionalismos habían trazado hasta la Insurrección de Lares la génesis de la identidad nacional puertorriqueña. Esto es importante porque nos permite comprender las antilogías entre el pensamiento betanciano y las representaciones que hicieron José de Diego y Pedro Albizu Campos, sobre Lares y el separatismo independentista. Estas reformulaciones chocaban con el pensamiento político de Ramón Emeterio Betances -un anticlerical y antimonárquico, y con la heterogeneidad que caracterizó siempre al separatismo.

Las concepciones en torno a la Insurrección de Lares, desarrolladas a finales del siglo XIX, pero sobre todo en las primeras décadas del siglo XX, construyeron con rigidez el patriarcado de la patria puertorriqueña. Betances, por ejemplo, un heterodoxo en todo el sentido de la palabra fue tergiversado y transformado en una figura monolítica y elevada al pedestal con el rango del Padre de la Patria. A la altura de la primera mitad del siglo XX, tanto autonomistas como anexionistas contribuyeron grandemente a la imagen positiva de Betances, pues después de todo Betances había sido antiespañol y no antiestadounidense. La imagen idílica y romántica que se erigió en torno a Betances y a Eugenio María de Hostos claramente respondió a una función ideológica que vació de todo contenido revolucionario el pensamiento de estos y lo ajustó a las nuevas necesidades discursivas de los sectores afines al nuevo régimen político. Los revisionismos que construyeron los nacionalismos, tanto dieguista como albizuístas durante el siglo XX sobre Betances, Hostos y la Insurrección de Lares, diferían de los esbozados por el autonomismo, el anexionismo y la historia oficial. Las nuevas representaciones sobre Lares y Betances respondían a la desesperación histórica del momento y a la impotencia para enfrentarse a la irrupción del capitalismo imperialista estadounidense sobre Puerto Rico. Ante esa situación, la respuesta del nacionalismo fue antagonizar al anexionismo y centrarse en la amenaza cultural que suponía el avance del anexionismo para nuestra “hispanidad”.

Dicho eso, Indóciles… es también una revisión del pensamiento hostosiano y su producción intelectual. El pensamiento hostosiano y la reflexión en torno al trabajo literario de Eugenio María de Hostos -que realiza Cancel-Sepúlveda- no es otra cosa que la genealogía de la transformación ideológica de Hostos durante la segunda mitad del siglo XIX. Para ello, Cancel revisa y reflexiona sobre las aportaciones a la sociología de Hostos y cómo este, a través del recurso literario, expone sus ideas sobre la sociología, su aplicabilidad en la sociedad y, por consiguiente, su visión de lo que debía ser el proyecto confederacionista de las Antillas.

La peregrinación de Bayoán es central en el análisis del discurso que hace Cancel-Sepúlveda. Y es que, través de dos ensayos y un apéndice, Cancel traza el desarrollo del pensamiento político de Hostos, desde su visión como español Antillano, reflejado principalmente en La peregrinación de Bayoán, hasta su radicalización respecto al futuro político de Puerto Rico. En ese sentido, el estudio de la obra literaria de Hostos nos muestra que el sociólogo siempre supeditó su literatura a su compromiso con el cambio social.

Los comentarios en torno a Betances y Hostos que realiza el profesor Cancel-Sepúlveda en esta serie de ensayos, de alguna manera me hacen pensar en que esta nueva visita al laberinto es también una autobiografía propia del profesor. Digo todo esto porque Betances, como Hostos, fueron adelantados a su tiempo, y por ende unos incomprendidos. Y es esa figura, la de los incomprendidos, la que le interesa a Mario Cancel-Sepúlveda. Pero también la de (des)esperanza y pesimismo, sobre todo el de Betances, que es un aspecto en común que comparte el caborrojeño con Cancel-Sepúlveda. Después de todo, la realidad no deja de ser pesimista y gran parte de este trabajo no es otra cosa que un diálogo entre Cancel-Sepúlveda, Betances y Hostos.

Como nos decía el maestro Fernando Picó, no hay una historia definitiva y esa es precisamente la lección que nos da el trabajo historiográfico del profesor Mario Cancel-Sepúlveda en Indóciles: nueva visita al laberinto. Ciertamente, la lectura de Indóciles es una provocativa y se da un contexto histórico que me parece significativo apuntar. Me refiero a la ausencia de discusión y de debate intelectual en Puerto Rico. Lo cierto es que existe una crisis en el campo intelectual puertorriqueño y no debe caber duda de que el profesor Cancel-Sepúlveda es parte de lo que posiblemente sea la última generación de intelectuales en todo el sentido de la palabra.

Después de todo, no es lo mismo pensar a Puerto Rico desde Puerto Rico que pensarlo desde una geografía lejana, sobre todo por las implicaciones que ello tiene, pues no todos los intelectuales están dispuestos al calentón que supone cuestionar y revisar ciertas narrativas e interpretaciones dentro del campo discursivo del nacionalismo independentista que ya son hegemónicas en la historiografía puertorriqueña. En ese sentido, Indóciles: nueva visita al laberinto es un trabajo comprometido que nos invita al cuestionamiento y a la reflexión profunda sobre la narración y los usos de la historia, pero también Mario Cancel-Sepúlveda me (re)afirma el pensar de que la historia está todavía en construcción y que nos falta muchísimo al respecto.

Visitando el Laberinto de Mario Cancel-Sepúlveda (1)

  • Gary Gutiérrez
  • Sociólogo

Conversatorio en la Librería El Candil de Ponce, 18 de noviembre 2023

Salud y resistencia para todos y todas.

Hace unas décadas, en medio de una entrevista o conversación sobre el arte de juntar cosas y así rescatar y preservar la memoria histórica, el maestro Quique Ayoroa Santaliz me recordó que, si bien el coleccionar objetos es bueno o importante, mejor es coleccionar amigos. Desde aquel momento he tratado de seguir esa máxima.

Uno de esos amigos coleccionados durante mi paso por este mundo es el compañero Mario Cancel, a quien, si la memoria no me traiciona conocí en la década de los ’80 cuando estudiaba bachillerato y se perfilaba como el académico que es hoy. Aun en la distancia física y temporal, Cancel es uno de los que uno sabe que están disponible para aclarar dudas y arrojar luz sobre nuestros procesos históricos. Así, hace unos 18 meses, el maestro Cancel me convocó a esta Sala, que lleva el nombre del amado Reinaldo Millán Quiñones, para que comentara su publicación: El Laberinto de los Indóciles; Estudios sobre la historiografía puertorriqueña del siglo 19. Maravillosa publicación que me abrió los ojos a la complejidad socio política que definió el siglo 19 en Puerto Rico.

Gracias al trabajo de Cancel, lo que el currículo de historia del Departamento de [des]Educación del país había construido como un periodo simple cuando unos cuantos soñadores descontentos fracasaron en su intentona de independizarse de los abusadores españoles que colonizaron el país, se revela ahora como parte de un complejo proceso y entramado político.

Si bien, esa publicación anterior, El Laberinto de los Indóciles; Estudios sobre la historiografía puertorriqueña del siglo 19, me abrió la mente a esas complejidades, este nuevo libro de Cancel Sepúlveda, no solo nos adentra en la maraña de las tendencias políticas del siglo 19, también va explicando la interacción de esos sectores. Indóciles: Nueva visita al laberinto, actores y sujetos, que cohabitaron el ecosistema político del Puerto Rico del siglo 19 y principios del 20.

En esta nueva publicación, el autor nos lleva a mirar como esos sectores anteriormente detallados, miraron, construyeron y redefinieron los procesos históricos que les forjaron como sujetos políticos y eventualmente históricos. Así, las páginas de Indóciles: Nueva visita al laberinto nos muestra unos prohombres humanizados que durante su vida y sobre todo al final de misma, miraron, reconstruyeron y sobre todo recontextualizaron los eventos y procesos históricos que forjaron sus vidas y sobre todo las narrativas decimonónicas en la Isla y el Caribe.

Así, las páginas de Indóciles: Nueva visita al laberinto documenta, desde la aguda perspectiva de Cancel, como aquellos monocromáticos «próceres» y «prohombres» que nos mencionaron en los salones del Departamento de [Des]Educación del País, en realidad fueron y son seres llenos de matices y colores que miraban sus procesos y los contextualizaban en la corriente histórica que les tocó vivir.

En ese sentido, el trabajo de Cancel nos explica como gigantes, como Betances y Hostos, cumplirán sin saberlo con el llamado que un siglo más tarde hiciera el historiador Fernando Picó, “El Viejo” como amorosamente le llaman sus estudiantes, quien predicaba que cada generación debía recontextualizar su historia.

De esa manera la lectura de Indóciles: Nueva visita al laberinto se convierte en una conversación donde el maestro Cancel, como abuelo sabio que cuenta a sus nietos la vida de sus amigos y compañeros del pasado, nos narra la humanidad de estos personajes, sus penumbras y alegrías, sus aciertos y desencantos. Claro con su narrativa, el autor va igualmente recontextualizando y reconstruyendo su visión sobre las gestas libertarias, y sobre estos protagonistas. Después de todo, la historia siempre es “un proyecto en construcción”.

En fin, como bien detalla la catedrática Mayra Rosario Urrutia, cuya reflexión sobre este trabajo sirve de una especie de prólogo al mismo, Indóciles: Nueva visita al laberinto de Mario Cancel surge como respuesta a la pregunta; ¿Cómo interesar a la gente del presente en un evento ocurrido hace 160 años?

En mi caso, como lego y mal educado por el estado en la historia, esta nueva visita guiada al laberinto decimonónico me ayuda a repensar los procesos políticos actuales. Esfuerzos como como la posible alianza electoral contra el bipartidismo, por ejemplo. Pues esta visita al laberinto durante el final del siglo 19 y comienzo del 20, me ayuda a entender que las realidades y procesos políticos de los pueblos son siempre complejos y rara vez lineales. Igual me recuerda que quienes dirigen esos procesos son humanos con sus buenos y malos matices. Sobre todo, me ayuda a tener presente que caminamos por el mismo laberinto por donde se movieron Hostos y Betances. El mismo laberinto aun cuando parezca estar siempre cambiando.

Para terminar, agradezco el trabajo del maestro Cancel ya que, tanto El Laberinto de los Indóciles; Estudios sobre la historiografía puertorriqueña del siglo 19 como Indóciles: Nueva visita al laberinto me dio la oportunidad de cumplir con la máxima sobre recontextualizar la historia que sentenció el maestro Picó, “el Viejo”.

Pero, precisamente para seguir cumpliendo con esta máxima, y escuchar cómo otra nueva generación reconstruye su historia, convocamos a Guarionex Padilla Marty, maestro de escuela, para que nos comparta sus experiencias visitando el laberinto del Maestro Mario Cancel Sepúlveda.

septiembre 28, 2023

Lares: luces y sombras

  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Historiador

Voy a comenzar esta reflexión con un planteamiento obvio. Los puertorriqueños que se alzaron durante la Insurrección de Lares del 23 de septiembre de 1868, tenían un programa concreto y complejo para confrontar el régimen español. La percepción, propia de sus adversarios liberales reformistas y autonomistas, de que el levantamiento había sido resultado de la desesperación y la irracionalidad, es insostenible.  Si bien es cierto que algunos trastornos ambientales y naturales, un terremoto y un huracán, pudieron predisponer emocionalmente a una parte de los involucrados para tomar las armas, ello no significa que aquella fuese una propuesta ilegítima o sin sentido. Los procesos históricos, como sugiere un conocido clisé entre los aficionados de la historia, siempre son “más complejos” y no pueden se reducidos a un monocausalismo simplificador.

Discursos

En un sentido más general, el de la teoría política de vanguardia o moderna, Lares protestó contra una forma del estado, la monarquía autoritaria colonial, a fin de favorecer un orden republicano.  Reformar o demoler un régimen monárquico considerado retrógrado y enemigo del progreso, estaba detrás de la discursividad de numerosos activistas. El hecho de que en los documentos del caso se indicara que los “vivas a (Juan) Prim” se mezclaban con los “vivas” a la libertad y la independencia, sugiere que los objetivos no eran los mismos para todos los involucrados. Esas disonancias son comunes en procesos en los cuales la racionalidad y la intuición, las posturas de las elites dirigentes y las de la base militante, se combinan a la hora de la articulación del acto rebelde.

El uso de aquel lenguaje estaba ligado al sentido que la Revolución Francesa  había dado a aquellos conceptos durante el complejo periodo anterior al Imperio de Napoleón Bonaparte (1789-1804).  Traducía la retórica de 1792 que condujo a la constitución de la Primera República. Pero del mismo modo proyectaba, por su apelación al “abajo social” con ciertas particularidades, la retórica del 1848 considerada  la “Primavera de las Revoluciones” que atestiguó el despertar del cuarto estado o la clase obrera. Aquellas experiencias estaban presentes en algunos de sus ideólogos en el exilio más significados como Ramón E. Betances Alacán y, probablemente, en  una parte de su liderato dentro de la isla. La lectura de las proclamas revolucionarias del 23 de septiembre no deja lugar a dudas al respecto. La aludidas  “vivas” a Prim, estaban más bien vinculadas al imaginario de la Asamblea Nacional Constituyente de 1791, a los girondinos y la derecha revolucionaria francesa y, con toda probabilidad, al recuerdo del 1812 español. Con todo no parecen haber sido lo suficientemente influyentes como para determinar la ruta del proceso revolucionario: el septiembre puertorriqueño y el español acabaron en lugares opuestos del espectro político.

La Francia de 1791, la monarquía constitucional que reconocía los derechos civiles y naturales, otra parte importante de la herencia del 1789, siguió siendo el sueño de los reformistas y los autonomistas mimetizado en el mito del “doceañismo” y el “especialismo”. Aquellos  sectores siempre resintieron (y temieron) los efectos políticos del brote separatista de 1868 no por su discurso jurídico liberal y modernizante sino por la definición política que daban a la libertad la cual asociaban con la separación y la independencia. El disgusto de los liberales reformistas y los autonomistas respecto a la insurrección de 1868 superó incluso al de los conservadores e incondicionales. El miedo a la modernidad política, que para el español medio era representada por Francia, se impuso.

La fidelidad y la hispanidad de bien de los sectores pro-españoles y los peninsulares (conservadores e incondicionales), nunca iba a ser cuestionada por cuenta de los eventos de Lares. Pero la fidelidad de los liberales y los autonomistas siempre estuvo en entredicho por cuenta del levantamiento y, de acuerdo con figuras como Francisco Mariano Quiñones y Salvador Brau Asencio, minó las posibilidades de que la Monarquía Española estuviese dispuesta a gobernar la colonia a través de ellos. Para los liberales y los autonomistas, demostrar que eran españoles bona fide requería una expresión abierta y constante de su antiseparatismo, tarea en la cual fueron muy eficaces.

Motivaciones

Las motivaciones de la Insurrección de Lares fueron numerosas. En la explicación de cualquier evento complejo, la legitimación racional siempre está abierta a nuevas explicaciones producto del presente que las invoca. Los historiadores sabemos que es así por lo que ningún juicio revisionista nos sorprende ni nos atribula por mucho tiempo. En lo político, el golpe infructuoso expresó el disgusto de ciertos sectores educados y politizados con la monarquía autoritaria y el gobierno militar español. El poco respeto que mostraban los Gobernadores y Capitanes Generales hacia las autoridades locales y ante  cualquiera que los retara pública o privadamente era innegable. Que el gobernador de turno citara a Betances Alacán o a Segundo Ruiz Belvis directamente por actos “inconvenientes” cometidos durante sus gestiones respectivas como Médico Titular o Síndico Procurador de la Ciudad de Mayagüez, era una nota común. La conexión de las autoridades municipales con las estatales dibujaba un peculiar y eficaz panoptikon.

Detrás de los reclamos liberales de figuras como aquellas había una protesta precisa  contra la centralización administrativa. Aquella queja expresaba la necesidad de un segmento de la clase criolla adinerada de ratificar los “fueros” (si uso el lenguaje del derecho feudal)  o las autonomías locales ante los gobernadores como representantes de la monarquía.  Por eso uno de los escenarios ideales para la práctica del reto al centralismo autoritario fueron los ayuntamientos municipales y la estructuras de poder local. La vida civil y la disposición para conspirar que desplegaron, en el marco de la burocracia del Ayuntamiento de Mayagüez, profesionales como Betances Alacán, Ruiz Belvis y José Francisco Basora, no deja lugar a duda al respecto.

Al autoritarismo de los gobernadores se unían los prejuicios etnoculturales del régimen que no veía a los criollos como iguales a los españoles,  y sospechaba que todos su reclamos encubrían alguna conjura separatista (con fines independentistas o anexionistas) contraria a España y la hispanidad. Que una porción significativa de los líderes que promovieron la conjura de 1868 eran antiespañoles y despreciaban la hispanidad como un ente retrógrado era innegable. Betances Alacán habló varias veces de la necesidad de “desespañolizar” a Puerto Rico, Ruiz Belvis utilizaba el modelo abolicionista estadounidense para atizar al abolicionismo hispano en 1867, y Basora defendía la separación de España y la futura integración a Estados Unidos. Ni Ruiz Belvis ni Basora fueron parte de la insurrección, pero aquellas posturas hablan de la complejidad de las motivaciones de un proceso revolucionario concreto.

Aquella diversidad y riqueza ideológica, olvidada hoy por muchos de los que miran, por lo regular de soslayo, a la Insurrección de Lares de 1868 amparados en una peculiar “memoria rota”, dificultaba a las autoridades españolas distinguir entre el liberalismo revolucionario de los separatistas, un proyecto radical, y el de los liberales reformistas y los autonomistas, un proyecto conservador e integrista poco amenazante en realidad. La actitud aplanadora del discurso del estado colonial,  propendía a representar a los liberales reformistas y los autonomistas como aliados potenciales y prospectivos de la subversión cuando en realidad eran enemigos de aquella. La actitud  propensa a igualar el carácter “amenazante” de Betances Alacán y el de Luis Muñoz Rivera, por ejemplo, no correspondía con la realidad de su tiempo. También es frágil cuando se le mira desde el presente.

Aquellos  procesos de homogeneización estimulados por el oficialismo español, dificultaron la apropiación de una parte del laberinto de aquellos procesos históricos. La censura del pensamiento liberal y autonomista sobre la base de que eran parte del activismo separatista justificó la persecución consistente de sus proponentes mediante el recurso a las multas, la cárcel o el destierro casual. Pero las posibilidades de que aquellos se reintegraran a la vida política y económica local eran siempre mejores que las que tenía un independentista o un anexionista. Betances Alacán nunca regresó. El exilio perpetuo era un castigo apropiado para separatistas que difícilmente se aplicó a los perseguidos vinculados al liberalismo reformista o al autonomismo quienes pudieron medrar en el interior del régimen a pesar del encono que sentían contra sus injusticias.

La historiografía política tradicional ha explicado la situación que se vivió en 1868 como una llena de tensiones. Para los sectores liberales reformistas y autonomistas, España había incumplido una promesa hecha en 1837: la de reformar su relación política con la colonia en el marco de unas “leyes especiales”. Esa fue la tesis que alimentó, por ejemplo, una concepción moderna de la historia de Puerto Rico escrita desde el independentismo que tuvo en Loida Figueroa Mercado y Germán Delgado Pasapera sus principales voces en las décadas de 1970 y 1980. Pero lo cierto había sido que para los cabecillas de Lares las “leyes especiales” habían dejado de significar algo hacía tiempo.

Poder material

En lo económico la situación era igual de complicada. Los rebeldes protestaban contra el poder excesivo de los comerciantes españoles y su control del crédito agrario, comercial e industrial sobre la base de altos intereses. Las deudas (privadas o públicas) siempre han sido un dolor de cabeza para sus víctimas. El mecanismo de la refacción, usual en Puerto Rico, no era “moderno”  por lo que la creación de fuentes crediticias de vanguardia como los bancos, era considerado un progreso legítimo. Nadie pensaría hoy, y esto es una ironía, que el desarrollo de la  banca sea un objetivo de cambio revolucionario bueno para el abajo social.  

Pero también protestaban por el hecho de que el autoritarismo del gobierno militar y los altos costos de su mantenimiento, validaran un régimen contributivo criminal que metía la manos en sus bolsillos de los contribuyentes de manera  viciosa. Las tasas contributivas (sobre la propiedad y la ganancia) y arancelarias (sobre el comercio interior y exterior), tenían que ser  muy altas a fin de pagar los gastos del  Estado. Conflictos tributarios de aquella naturaleza habían justificado el levantamiento de las 13 Colonias Británicas y la declaración de independencia de 1776. Aquella era una protesta que no tenía nada de romántico por cierto, pero era capaz de movilizar al capital local contra las autoridades hispanas.

Otra queja económica fundamental era por el subdesarrollo material de Puerto Rico y la precariedad y poca competitividad de los sectores criollos. En vista de ello, a nadie debería sorprender el espíritu empresarial de Betances Alacán con la industria médica para lo cual se asoció con Bonocio Tió Segarra, entre otros;  o sus entusiasmo con producir bebidas nitrogenadas energizantes. Tampoco debería escandalizar la premura del liberal reformista José Julián Acosta Calbo, asociado con el conservador Marqués de la Esperanza, por fundar un banco moderno garantizado con  los bonos emitidos por España en compensación por la abolición de la esclavitud. A Betances Alacán la gestión de Acosta y Calbo le parecía un acto nebuloso, pero casi nadie habla de esos asuntos cuando se trata de la historia sociopolítica del siglo 19.

En lo social lo que más preocupaba a los rebeldes era el régimen de la esclavitud negra y la libreta de jornaleros. Criticaban su carácter deshumanizador y la forma en que esos sistemas devaluaban, desde la perspectiva del libre mercado, el trabajo libre al convertirlo en una actividad obligatoria: aquella era un situación antinatural. La abolición de ambos regímenes y la institucionalización del trabajo libre eran parte de la revolución soñada. La panacea del trabajo libre era un emblema de modernidad incuestionable: los trabajadores deberían, estos es otra ironía, tener el derecho a escoger a sus explotadores. A la ausencia del trabajo libre achacaban la  pobreza de los obreros rurales y urbanos, así como la incómoda situación de los pequeños propietarios, campesinos o jíbaros.  

Otra queja esencial giraba alrededor de la poca inversión que hacía el gobierno español en la educación de los puertorriqueños y en las obras públicas, renglones de los cuales dependía el progreso de la economía del país y el crecimiento del capital criollo. La gestión pública concreta de Ruiz Belvis como Síndico Procurador de la Ciudad de Mayagüez no deja dudas al respecto. El mismo Ruiz Belvis, asociado con Betances Alacán intentaron sin éxito en 1866, crear una empresa educativa lucrativa, un Colegio de Segunda Enseñanza en la ciudad de Mayagüez, para enfrentar el problema de la educación de la mano del capital privado en ausencia de un interés genuino del capital público en ese renglón.

Signos

En lo cultural los ideólogos más articulados de la insurrección, resentían el desprecio que expresaban  los españoles hacia  los puertorriqueños a quienes veían como personas inferiores por su origen insular. El racismo institucional español era un componente de la incomodidad, sin duda, aunque ello no autoriza a interpretar que el abolicionismo era una propuesta antirracista.  En el plano cultural, la Insurrección ayudó a crear un rico lenguaje simbólico. El componente de que una bandera de combate, hecho que un libro de Joseph Harrison Flores ha revisitado recientemente, coexistiera con  una bandera roja y una bandera blanca, otra tradición francesa en la retórica revolucionaria y sus representaciones,  es parte de esa herencia.

Recordar y olvidar selectivamente los detalles ha sido crucial para la figuración de una Insurrección de Lares que nunca ha sido un valor compartido por “todos” los puertorriqueños. El sueño de la identidad homogénea siempre ha sido una pesadilla. Además, el hecho de que la revuelta se asociara a un himno adjudicado a Lola Rodríguez de Tió, y a numerosas canciones populares que celebraban la insurrección también. Se trataba de los signos de una nación-estado que se movía entre la tradición y la modernidad que no se gestó por completo.

El levantamiento había sido señalado para el 29 de septiembre. En el Santoral Católico, ese era el día de Gabriel, Miguel y Rafael, arcángeles que anuncian a Jesús, apartan la roca de su tumba y  destierran a Lucifer, el arcángel de los caídos,  al infierno. La selección de la fecha debió estar relacionada con esa tradición católica, sin duda.  Sin embargo, una vez descubierta la conjura, la misma fue adelantada para el 23 de septiembre, día del Equinoccio de Otoño que, en todo calendario mágico, sugiere la voluntad igualadora de la naturaleza. El hecho de que buena parte del liderato rebelde estuviese ligado a la masonería podría explicar la elección de la nueva fecha así como la existencia de un conflicto ideológico no indagado entre los rebeldes.

Combates

La jefatura militar de la revuelta quedó en manos del hacendado cafetalero venezolano-puertorriqueño Manuel Rojas Luzardo, quien tuvo a su disposición un ejército compuesto por civiles armados. La tropa se organizó en su hacienda “La Esperanza”, avanzó hasta la zona urbana de Lares y, tras tomarla sin mucha resistencia, proclamó la república por medio de un decreto sencillo. En esto consiste el “Grito” o declaración formal de la república. La elección de Francisco Ramírez como Presidente, y la sacralización del acto mediante un Te Deum, voluntaria o no es en este caso indistinto, completó el ritual. Los rebeldes querían la aprobación de Dios por medio de la Iglesia, cosa que Betances Alacán no habría visto con buenos ojos. Los rituales del Grito y la misa de acción de gracias servirían para dar legitimidad política y moral a la acción y asegurar el compromiso de la gente común.

La primera decisión militar de Rojas fue dirigirse a San Sebastián del Pepino. La meta era la toma de la plaza pública, el escenario del pueblo y, a la vez, el centro en donde convergían el poder civil y el religioso. La comunidad y los cuerpos de milicianos de El Pepino los estaban esperando. El hecho de que fracasaran dos veces en tomar el objetivo, unido al temor de que llegaran los refuerzos de la Tropa Veterana de Aguadilla, un cuerpo profesional del ejército español, hizo que se retiraran. En cierto modo, la línea de mando fue rota por un acto de indisciplina. Rojas recomendó la ejecución de una tercera avanzadilla, pero su gente insistió en la negativa y, en cierto modo, se insubordinó. La actitud parece propia de un ejército de civiles con poco entrenamiento militar.

A su regreso a Lares, la tropas se reunieron en la hacienda de Rojas a esperar noticias de otros actos rebeldes, o del desembarco de Betances  Alacán con el mítico barco “El Telégrafo” que había sido armado en las Antillas Menores y esperaban arribara desde Santo Domingo. El barco había sido ocupado por las autoridades dominicanas encabezadas por el presidente Buenaventura Rodríguez Méndez, alias “El Jabao” quien, casualmente, murió en Hormigueros en 1884, lugar desde el cual redacto esta reflexión.  En ausencia de los mismos, se dispersaron por los montes de las Lomas de Lares en guerrillas o bandas pequeñas. Todo parece indicar que su capacidad de resistencia fue poca.

Una ola de arrestos de sospechosos caracterizó los meses de septiembre a diciembre de 1868. De acuerdo con el historiador Delgado Pasapera, 545 personas de todas las clases, profesiones y razas fueron puestas bajo arresto. Los convictos eran liberales, autonomistas, independentistas y anexionistas. La razia fue eminentemente igualadora en ese sentido. Todo parece indicar que las autoridades utilizaron la insurrección como una excusa para “limpiar la casa” y someter a la disciplina o “componer” a las mentes aviesas e inconformes que alentaron el levantamiento. Lo mismo sucedió con la ola de arrestos de 1887, conocido como los “Compontes”; y con la confección de “Listas de subversivos” a la manera macartysta auspiciada por el populismo desde 1948.

A Lares se le conmemora reconociendo su diversidad, disfrutando sus esguinces, sus luces y sus sombras, sus fisuras, sus contradicciones. Como todo episodio histórico, la representación de la Insurrección de Lares es la suma de los que se recuerda y se olvida, de lo que se destaca y se suprime. Pero la humanidad de aquel esfuerzo, así lo afirmo en esta tarde lluviosa de Hormigueros, no puede ser cuestionada: le pertenece a todos los que lo miren desde cualquier presente.

Publicado originalmente en “Lares: luces y sombras” (21-27 de septiembre de 2023) en Claridad-En Rojo 3656: 9, 12-14.

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