Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura

diciembre 2, 2023

Acerca de la Nueva Visita de Cancel al Laberinto

  • Dr. José Anazagasty Rodríguez
  • Sociólogo

Reseña de: Cancel-Sepúlveda, Mario R. (2023). Indóciles: Nueva Visita al Laberinto. San Juan: Ediciones Laberinto.

El historiador Mario R. Cancel revisitó el laberinto para brindarnos su libro Indóciles: Nueva Visita al Laberinto.  Este nuevo libro, como su antecesor El Laberinto de los Indóciles, es el producto de un profundo estudio de mucho tiempo, revelando una vez más la extraordinaria dedicación de su autor con la investigación de la historia cultural de la política puertorriqueña. Es también una contribución meritoria a la historia intelectual puertorriqueña, a la historia de las ideas políticas en la colonia. Específicamente, Indóciles es una valiosa historia de la cultura política de los separatistas, nacionalistas e independentistas puertorriqueños, de sus ideas y pensamiento político y social, así como de sus memorias y prácticas mnemónicas.

Este nuevo libro de Cancel auna cinco ensayos sobre la historia cultural de la política puertorriqueña entre las postrimerías del siglo diecinueve e inicios del siglo veinte, aunque en la discusión sobre el separatismo y el nacionalismo comenta eventos hasta los sesenta. Indóciles se concentra en la cultura política de los separatistas puertorriqueños, incluyendo a los separatistas anexionistas e independentistas del siglo diecinueve y los independentistas y nacionalistas puertorriqueños del siglo veinte.

El libro comienza con un monólogo del historiador referente a la Insurrección del Lares en 1868. Es el soliloquio de un historiador, una autorreflexión respecto a un problema específico de investigación histórica, el de la Insurrección de Lares. Para Cancel el problema es cómo animar el interés de los puertorriqueños de hoy por un evento que ocurrió hace más de dos siglos atrás; por un acontecimiento que como este advierte es “un hecho emborronado al paso del tiempo”; de un suceso que ha sido significado de diversas formas por diversos actores sociales y políticos. Si la Insurrección de Lares ha sido desacreditada, desautorizada, omitida, deformada y caricaturizada por muchos, también ha sido celebrada, idealizada, homenajeada y hasta consagrada por muchos otros. Cancel, quien ha estudiado la insurrección desde los ochenta, asumió el reto. Lo hizo primero tomando distancia de su objeto de estudio para “jugar un poco a la extrañeza” y volver con una “imagen fresca” de la insurrección.  Para hacerlo tuvo que enfrentar dos problemas teóricos: establecer los antecedentes u orígenes de la insurrección, que Cancel vincula al abolicionismo clandestino, y cotejar la identidad de los separatistas que, como demuestra, fue un grupo mucho más heterogéneo de lo que comúnmente se piensa.  Pero para Cancel todavía nos queda mucho por saber de la insurrección, la que, si se relata desde el presente, como toda historia, entonces, y como concluyó este: “Saberla una y otra vez desde cada presente es parte de la aventura” (28).

El monólogo es seguido de una extraordinaria y abarcadora “ojeada” a la mutación de las concepciones políticas que los puertorriqueños tuvieron sobre sí mismos entre la segunda mitad del siglo diecinueve y las primeras décadas del siglo veinte, concepciones también presentes en el resto del Caribe. En el segundo ensayo, una obra maestra, Cancel destaca las estrategias y tácticas ideológicas y retóricas de diversos actores políticos en el campo de los separatistas, independentistas y nacionalistas, incluyendo su manejo de la memoria e historia de la Insurrección de Lares de 1868 y sus usos de los protagonistas, monumentos y fuentes de información con respecto a esta. Es la identificación de esas pericias, tácticas y usos uno de los grandes logros de Cancel en Indóciles.

Las contribuciones de este ensayo son varias. Cancel demuestra que el separatismo puertorriqueño desde sus orígenes hasta nuestros días constituye un grupo político heterogéneo, tanto en términos ideológicos como tácticos. En el Laberinto de los Indóciles Cancel estableció y comprobó los matices y gradaciones del separatismo y el integrismo en el Puerto Rico del siglo diecinueve. En Indóciles el historiador reafirma los matices del separatismo y el nacionalismo en el tránsito del siglo diecinueve al veinte y ya adentrado en este último. El reconocimiento de esa diversidad contrarresta la tendencia a homogenizar y comprimir las corrientes políticas puertorriqueñas, la propensión a ocultar su variedad o modalidades. Cancel demuestra que el separatismo no solo ha sido diverso, sino que ha cambiado mucho a través de la historia. Estos matices y cambios, como confirma él en su libro implican diversas interpretaciones, representaciones o construcciones de la Insurrección de Lares.

Otra aportación meritoria de Cancel es su atención a la dimensión espacial y geopolítica del separatismo puertorriqueño y caribeño. En el siglo diecinueve el separatismo se configuró en términos de una concepción continentalista del Caribe, que como afirma Cancel, “… fue la mirada que impuso y legitimó en el lenguaje político de la intelectualidad rebelde de las islas la noción de antillanidad” (33). Esto es cierto para las dos vertientes generales del separatismo, la anexionista y la independentista, que articularon sus respectivos proyectos confederacionistas en términos continentalistas. Por esto concluye Cancel que el origen y desarrollo del movimiento confederacionista caribeño no estaban vinculados a proyectos separatistas independentistas, ciertamente no al independentismo como lo imaginamos hoy. Para los separatistas anexionistas confederacionistas la separación o independencia de España que reclamaban, equivalía a la anexión a una potencia continental, fuese a Estados Unidos o la Gran Colombia. Por otro lado, para los separatistas independentistas confederacionistas la separación de España no tenía, demuestra Cancel, que culminar en la nación-estado soberana que hoy asociamos con la independencia. La Confederación Antillana que defendieron Betances, Hostos, Luperón y Martí pretendía la institución de una sola comunidad antillana, es decir la integración de las Antillas a una entidad espacial más amplia que disolvería las diferencias entre las partes a favor de una identidad común internacional. Esto implica para Cancel que el independentismo nacionalista, tal y como lo concebimos hoy, se encuentra en una época posterior al siglo diecinueve, después de la Guerra Hispanoamericana de 1898.

Uno de los grandes logros del segundo ensayo de Indóciles es precisamente su delineación de las transformaciones del separatismo desde finales del siglo diecinueve y durante las primeras seis décadas del siglo veinte. Por ejemplo, si en el siglo diecinueve los conflictos entre separatistas anexionistas e independentistas no impidieron su colaboración, estos ya no colaborarían después de la Guerra Hispanoamericana. Esta guerra tuvo como secuela la anexión forzada de Puerto Rico a Estados Unidos, por lo que el separatismo anexionista desaparecería y el estadoísmo que surgió después de 1898 se convertiría en la némesis del nacionalismo independentista emergente. Este último fue heterogéneo y también vivió transformaciones:

El siglo 20, el periodo posterior a la invasión y presencia estadounidense en el Caribe, forzó la revisión de los contextos ideológicos de la soberanía. No se puede hablar del “nacionalismo” como un todo singular e inequívoco. Como se ha demostrado, aquel fue un fenómeno de múltiples significados que tuvo que ajustarse a la senda, si cabe la metáfora, que la historia del proceso entre siglos le impuso. Las respuestas al problema nacional urdidas para el siglo 19, no respondieron todas las preguntas ante un poder hegemónico distinto como era Estados Unidos (80).

Otro aspecto importante del segundo ensayo de Indóciles es su atención a la pluralidad de las interpretaciones, representaciones o construcciones sociales de la Insurrección de Lares, de las memorias acerca de esta. Cancel demuestra que la insurrección siempre ha sido un hecho abierto a reinterpretaciones, por lo que tenemos no una sino varias memorias de la insurrección, todas configuradas en el contexto de la interacción y el conflicto entre diversos grupos con variados intereses, aun en el campo de los separatistas, nacionalistas e independentistas.  Cancel nos regala una interesantísima y hábil aproximación a la Insurrección de Lares de 1868 en la memoria colectiva de los separatistas, independentistas y nacionalistas, así como a las memorias de Betances sobre el acontecimiento y a las representaciones de este prócer en la memoria colectiva, incluyendo su imagen después del regreso de sus restos a Puerto Rico en 1920. Cancel demuestra que diversos actores políticos puertorriqueños, incluyendo, por supuesto, a los independentistas y nacionalistas, reinventaron la imagen y memoria de la insurrección y de Betances con diversos propósitos políticos. Por ejemplo, en algunas de estas memorias Betances dejó inclusive de ser una figura amenazante y era todo un admirador de los logros estadounidenses. En efecto, en los veinte Betances fue caricaturizado y la Insurrección de Lares domesticada al servicio de los proponentes y defensores de la autonomía y la estadidad.

Cancel también nos proporciona una aproximación original a las representaciones de Betances y la Insurrección de Lares en la memoria de los nacionalistas e independentistas de la década de los treinta, de cómo estos les rescataron y reinventaron. Para Cancel se trató de una (re)mitificación bien pensada y articulada. En la nueva “mitología retrospectiva” de la Insurrección, Betances y los veteranos como Vélez Alvarado y Méndez fueron celebrados como parte de un pasado memorable y glorioso, dignos de respeto, admiración, emulación y culto nacionalista. Cancel examina las proclamas nacionalistas, las que contribuyeron a la (re)mitificación de la insurrección y sus protagonistas. La de 1935 reiteró la tesis de la independencia como restauración y llamado a las armas.

Finalmente, Cancel nos provee un análisis de la memoria y retórica nacionalista de la Insurrección en su centenario en la década de los sesenta, en un periodo marcado por la represión y censura del nacionalismo, consecuencia de la insurrección nacionalista de 1950. Pero fue también la época del surgimiento de la nueva lucha por la independencia.  En esta memoria la Insurrección de Lares de 1868 marcó el origen de la progresión de la República y conmemorarla, asistir a un Lares consagrado, era deber de los patriotas, una muestra de devoción. Se trataba de un homenaje dirigido a convocar a los patriotas a la acción, de convertir sus prácticas mnemónicas en acciones políticas.

Para Cancel la historia de la pluralidad del independentismo nacionalista de las primeras décadas del siglo veinte, su cultura política y su memoria colectiva todavía está por escribirse. Cualquiera que intente escribirla debe, por supuesto, leer este ensayo de Cancel, que precisamente nos exhorta al análisis, debate y revisión profunda de esa historia, cultura y memoria.

El segundo ensayo de Indóciles es seguido de una innovadora y aguda reflexión acerca de la relación entre la escritura creativa y la sociológica en la obra de Eugenio María de Hostos Bonilla. En el 2017, como director del Centro de Investigación Social Aplicada, afiliado al Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, invité a Cancel a ofrecer una conferencia sobre Hostos, que se realizó el 4 de abril de ese año. Fue esa conferencia la que se convirtió en el ensayo “El Pensamiento Social en la Narrativa de Eugenio María de Hostos Bonilla”, incluido en Indóciles.  Se trata, como señalé antes, del análisis de la relación entre la escritura creativa y la sociológica en la obra de Eugenio María de Hostos Bonilla. Cancel, rechazando la tendencia a examinar la obra literaria y sociológica de Hostos por separado las examina en su compleja relación. Para él:

Hostos Bonilla, como se sabe, fue un escritor capaz de enfrentar una diversidad de medios y géneros de expresión literaria y científica con soltura, imprimiéndole a cada uno de ellos su poderosa, apasionada y contradictoria personalidad. En ello reside, desde mi punto de vista, una porción considerable de su originalidad y grandeza. (177)

Cancel demuestra que las narrativas creativas y los escritos sociológicos de Hostos fueron formadas por varios elementos.  Fueron primero moldeadas por la propria psicología del sociólogo mayagüezano—fuerte, apasionada, contradictoria y compleja—y por su biografía, una “atropellada vida de exiliado, viajero y activista en el marco de una praxis marcada por el valor de la indocilidad y la disposición a retar las instituciones dominantes” (177). Su formación intelectual en derecho y sociología krausopositivista y su interés en la pedagogía también formaron sus narrativas literarias y sociológicas.  Como demuestra Cancel, aunque Hostos pretendió convertirse en un novelista o escritor, su activismo político y radicalización ideológica, así como su adopción del krausopositivismo, lo llevaron a revisar sus prioridades y su relación con la narrativa creativa.  Desde entonces Hostos se orientaría hacia el rol de lo que Cancel llama el “sociólogo artista” y la “escritura comprometida,” así como hacia a una narrativa para la familia, el reforzamiento de esa institución social, aunque desde una perspectiva patriarcal.  El propósito de sus novelas y cuentos serían primordialmente morales y educativos, en ese sentido, una literatura al servicio del cambio social. Por eso concluye Cancel que: “Por otro lado, en general el lector se encontrará con una narrativa reflexiva y comprometida literariamente cuidadosa en donde lo didáctico y lo estético son capaces de convivir en el marco de los reclamos de un siglo como aquel.” (242)

Este ensayo es seguido por un apéndice que incluye dos discursos sobre Hostos y que lo complementan. El primero trata la concepción del cosmos antillano en las novelas del intelectual puertorriqueño, particularmente en La Peregrinación de Bayoán. Muchos de los elementos identificados por Cancel con respecto a la relación entre literatura y sociología en la obra de Hostos están presentes en esa novela, como expone Cancel en este primer discurso del apéndice.  Este afirma que: “Es una novela de marcada estirpe romántica en donde brillan los planteamientos del más armonioso clasicismo, el idealismo moral y el más progresista positivismo. Es la narración de un moralista que pretende sintetizar en su dilema íntimo, el destino de las Américas en particular las Antillas.” (261-262)

El último discurso destaca las transformaciones de las concepciones sobre España en el pensamiento de Hostos. España fue uno de los principales imperativos en la vida intelectual del sociólogo y literato puertorriqueño.  Aunque España fue para Hostos un país de contrastes, señalado por él por su despotismo y el colonialismo, él se sentía español, español-americano señala Cancel.  Pero Hostos, eventualmente decepcionado con España y los republicanos españoles, reafirmaría su juicio severo de España e imaginaría el futuro de la Antillas como una confederación separada de la metrópolis. El sociólogo indócil se había radicalizado.

Indóciles es un libro magnífico, producto de un erudito ingenioso y novedoso, un historiador que conoce muy bien, con maestría, las arduas pero fascinantes rutas del complejo laberinto de los indóciles puertorriqueños.  Los invito a visitarlo de la mano guía de Mario R. Cancel.  Este historiador los llevará, como concluye Mayra Rosario Urrutia en su prefacio a Indóciles, por rutas alternativas para cavilar, contrastar e inquirir el laberinto y nuestra historia, a dilucidar la maraña de nuestra cultura política.

El autor es Catedrático de Sociología  en la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez. Publicada otiginalmente en Claridad-En Rojo (15 de agosto de 2023)

septiembre 29, 2023

Indóciles: nueva visita al laberinto: una presentación

  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Historiador

Comparto el rico diálogo que tuve con la Dra. Mayra Rosario Urrutia (UPR-CEAPRC) y el Dr. José Anazagasty Rodríguez (RUM) en torno a mi libro Indóciles: nueva visita al laberinto (Ediciones Laberinto, 2023) auspiciado por el Centro de Investigación Social Aplicada (CISA) y el Departamento de Ciencias Sociales del RUM el martes 26 de septiembre de 2023

septiembre 9, 2023

Acerca de la Nueva Visita de Cancel al Laberinto

Dr. José Anazagasty Rodríguez

Reseña de: Cancel-Sepúlveda, Mario R. (2023). Indóciles: Nueva Visita al Laberinto. San Juan: Ediciones Laberinto. Publicado originalmente en Claridad-En Rojo (25 de agosto de 2023)

El historiador Mario R. Cancel revisitó el laberinto para brindarnos su libro Indóciles: Nueva Visita al Laberinto.  Este nuevo libro, como su antecesor El Laberinto de los Indóciles, es el producto de un profundo estudio de mucho tiempo, revelando una vez más la extraordinaria dedicación de su autor con la investigación de la historia cultural de la política puertorriqueña. Es también una contribución meritoria a la historia intelectual puertorriqueña, a la historia de las ideas políticas en la colonia. Específicamente, Indóciles es una valiosa historia de la cultura política de los separatistas, nacionalistas e independentistas puertorriqueños, de sus ideas y pensamiento político y social, así como de sus memorias y prácticas mnemónicas.

Este nuevo libro de Cancel aúna cinco ensayos sobre la historia cultural de la política puertorriqueña entre las postrimerías del siglo diecinueve e inicios del siglo veinte, aunque en la discusión sobre el separatismo y el nacionalismo comenta eventos hasta los sesenta. Indóciles se concentra en la cultura política de los separatistas puertorriqueños, incluyendo a los separatistas anexionistas e independentistas del siglo diecinueve y los independentistas y nacionalistas puertorriqueños del siglo veinte.

El libro comienza con un monólogo del historiador referente a la Insurrección del Lares en 1868. Es el soliloquio de un historiador, una autorreflexión respecto a un problema específico de investigación histórica, el de la Insurrección de Lares. Para Cancel el problema es cómo animar el interés de los puertorriqueños de hoy por un evento que ocurrió hace más de dos siglos atrás; por un acontecimiento que como este advierte es “un hecho emborronado al paso del tiempo”; de un suceso que ha sido significado de diversas formas por diversos actores sociales y políticos. Si la Insurrección de Lares ha sido desacreditada, desautorizada, omitida, deformada y caricaturizada por muchos, también ha sido celebrada, idealizada, homenajeada y hasta consagrada por muchos otros. Cancel, quien ha estudiado la insurrección desde los ochenta, asumió el reto. Lo hizo primero tomando distancia de su objeto de estudio para “jugar un poco a la extrañeza” y volver con una “imagen fresca” de la insurrección.  Para hacerlo tuvo que enfrentar dos problemas teóricos: establecer los antecedentes u orígenes de la insurrección, que Cancel vincula al abolicionismo clandestino, y cotejar la identidad de los separatistas que, como demuestra, fue un grupo mucho más heterogéneo de lo que comúnmente se piensa.  Pero para Cancel todavía nos queda mucho por saber de la insurrección, la que, si se relata desde el presente, como toda historia, entonces, y como concluyó este: “Saberla una y otra vez desde cada presente es parte de la aventura” (28).

El monólogo es seguido de una extraordinaria y abarcadora “ojeada” a la mutación de las concepciones políticas que los puertorriqueños tuvieron sobre sí mismos entre la segunda mitad del siglo diecinueve y las primeras décadas del siglo veinte, concepciones también presentes en el resto del Caribe. En el segundo ensayo, una obra maestra, Cancel destaca las estrategias y tácticas ideológicas y retóricas de diversos actores políticos en el campo de los separatistas, independentistas y nacionalistas, incluyendo su manejo de la memoria e historia de la Insurrección de Lares de 1868 y sus usos de los protagonistas, monumentos y fuentes de información con respecto a esta. Es la identificación de esas pericias, tácticas y usos uno de los grandes logros de Cancel en Indóciles.

Las contribuciones de este ensayo son varias. Cancel demuestra que el separatismo puertorriqueño desde sus orígenes hasta nuestros días constituye un grupo político heterogéneo, tanto en términos ideológicos como tácticos. En el Laberinto de los Indóciles Cancel estableció y comprobó los matices y gradaciones del separatismo y el integrismo en el Puerto Rico del siglo diecinueve. En Indóciles el historiador reafirma los matices del separatismo y el nacionalismo en el tránsito del siglo diecinueve al veinte y ya adentrado en este último. El reconocimiento de esa diversidad contrarresta la tendencia a homogenizar y comprimir las corrientes políticas puertorriqueñas, la propensión a ocultar su variedad o modalidades. Cancel demuestra que el separatismo no solo ha sido diverso, sino que ha cambiado mucho a través de la historia. Estos matices y cambios, como confirma él en su libro implican diversas interpretaciones, representaciones o construcciones de la Insurrección de Lares.

Otra aportación meritoria de Cancel es su atención a la dimensión espacial y geopolítica del separatismo puertorriqueño y caribeño. En el siglo diecinueve el separatismo se configuró en términos de una concepción continentalista del Caribe, que como afirma Cancel, “… fue la mirada que impuso y legitimó en el lenguaje político de la intelectualidad rebelde de las islas la noción de antillanidad” (33). Esto es cierto para las dos vertientes generales del separatismo, la anexionista y la independentista, que articularon sus respectivos proyectos confederacionistas en términos continentalistas. Por esto concluye Cancel que el origen y desarrollo del movimiento confederacionista caribeño no estaban vinculados a proyectos separatistas independentistas, ciertamente no al independentismo como lo imaginamos hoy. Para los separatistas anexionistas confederacionistas la separación o independencia de España que reclamaban, equivalía a la anexión a una potencia continental, fuese a Estados Unidos o la Gran Colombia. Por otro lado, para los separatistas independentistas confederacionistas la separación de España no tenía, demuestra Cancel, que culminar en la nación-estado soberana que hoy asociamos con la independencia. La Confederación Antillana que defendieron Betances, Hostos, Luperón y Martí pretendía la institución de una sola comunidad antillana, es decir la integración de las Antillas a una entidad espacial más amplia que disolvería las diferencias entre las partes a favor de una identidad común internacional. Esto implica para Cancel que el independentismo nacionalista, tal y como lo concebimos hoy, se encuentra en una época posterior al siglo diecinueve, después de la Guerra Hispanoamericana de 1898.

Uno de los grandes logros del segundo ensayo de Indóciles es precisamente su delineación de las transformaciones del separatismo desde finales del siglo diecinueve y durante las primeras seis décadas del siglo veinte. Por ejemplo, si en el siglo diecinueve los conflictos entre separatistas anexionistas e independentistas no impidieron su colaboración, estos ya no colaborarían después de la Guerra Hispanoamericana. Esta guerra tuvo como secuela la anexión forzada de Puerto Rico a Estados Unidos, por lo que el separatismo anexionista desaparecería y el estadoísmo que surgió después de 1898 se convertiría en la némesis del nacionalismo independentista emergente. Este último fue heterogéneo y también vivió transformaciones:

El siglo 20, el periodo posterior a la invasión y presencia estadounidense en el Caribe, forzó la revisión de los contextos ideológicos de la soberanía. No se puede hablar del “nacionalismo” como un todo singular e inequívoco. Como se ha demostrado, aquel fue un fenómeno de múltiples significados que tuvo que ajustarse a la senda, si cabe la metáfora, que la historia del proceso entre siglos le impuso. Las respuestas al problema nacional urdidas para el siglo 19, no respondieron todas las preguntas ante un poder hegemónico distinto como era Estados Unidos (80).

Otro aspecto importante del segundo ensayo de Indóciles es su atención a la pluralidad de las interpretaciones, representaciones o construcciones sociales de la Insurrección de Lares, de las memorias acerca de esta. Cancel demuestra que la insurrección siempre ha sido un hecho abierto a reinterpretaciones, por lo que tenemos no una sino varias memorias de la insurrección, todas configuradas en el contexto de la interacción y el conflicto entre diversos grupos con variados intereses, aun en el campo de los separatistas, nacionalistas e independentistas.  Cancel nos regala una interesantísima y hábil aproximación a la Insurrección de Lares de 1868 en la memoria colectiva de los separatistas, independentistas y nacionalistas, así como a las memorias de Betances sobre el acontecimiento y a las representaciones de este prócer en la memoria colectiva, incluyendo su imagen después del regreso de sus restos a Puerto Rico en 1920. Cancel demuestra que diversos actores políticos puertorriqueños, incluyendo, por supuesto, a los independentistas y nacionalistas, reinventaron la imagen y memoria de la insurrección y de Betances con diversos propósitos políticos. Por ejemplo, en algunas de estas memorias Betances dejó inclusive de ser una figura amenazante y era todo un admirador de los logros estadounidenses. En efecto, en los veinte Betances fue caricaturizado y la Insurrección de Lares domesticada al servicio de los proponentes y defensores de la autonomía y la estadidad.

Cancel también nos proporciona una aproximación original a las representaciones de Betances y la Insurrección de Lares en la memoria de los nacionalistas e independentistas de la década de los treinta, de cómo estos les rescataron y reinventaron. Para Cancel se trató de una (re)mitificación bien pensada y articulada. En la nueva “mitología retrospectiva” de la Insurrección, Betances y los veteranos como Vélez Alvarado y Méndez fueron celebrados como parte de un pasado memorable y glorioso, dignos de respeto, admiración, emulación y culto nacionalista. Cancel examina las proclamas nacionalistas, las que contribuyeron a la (re)mitificación de la insurrección y sus protagonistas. La de 1935 reiteró la tesis de la independencia como restauración y llamado a las armas.

Finalmente, Cancel nos provee un análisis de la memoria y retórica nacionalista de la Insurrección en su centenario en la década de los sesenta, en un periodo marcado por la represión y censura del nacionalismo, consecuencia de la insurrección nacionalista de 1950. Pero fue también la época del surgimiento de la nueva lucha por la independencia.  En esta memoria la Insurrección de Lares de 1868 marcó el origen de la progresión de la República y conmemorarla, asistir a un Lares consagrado, era deber de los patriotas, una muestra de devoción. Se trataba de un homenaje dirigido a convocar a los patriotas a la acción, de convertir sus prácticas mnemónicas en acciones políticas.

Para Cancel la historia de la pluralidad del independentismo nacionalista de las primeras décadas del siglo veinte, su cultura política y su memoria colectiva todavía está por escribirse. Cualquiera que intente escribirla debe, por supuesto, leer este ensayo de Cancel, que precisamente nos exhorta al análisis, debate y revisión profunda de esa historia, cultura y memoria.

El segundo ensayo de Indóciles es seguido de una innovadora y aguda reflexión acerca de la relación entre la escritura creativa y la sociológica en la obra de Eugenio María de Hostos Bonilla. En el 2017, como director del Centro de Investigación Social Aplicada, afiliado al Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, invité a Cancel a ofrecer una conferencia sobre Hostos, que se realizó el 4 de abril de ese año. Fue esa conferencia la que se convirtió en el ensayo “El Pensamiento Social en la Narrativa de Eugenio María de Hostos Bonilla”, incluido en Indóciles.  Se trata, como señalé antes, del análisis de la relación entre la escritura creativa y la sociológica en la obra de Eugenio María de Hostos Bonilla. Cancel, rechazando la tendencia a examinar la obra literaria y sociológica de Hostos por separado las examina en su compleja relación. Para él:

Hostos Bonilla, como se sabe, fue un escritor capaz de enfrentar una diversidad de medios y géneros de expresión literaria y científica con soltura, imprimiéndole a cada uno de ellos su poderosa, apasionada y contradictoria personalidad. En ello reside, desde mi punto de vista, una porción considerable de su originalidad y grandeza. (177)

Cancel demuestra que las narrativas creativas y los escritos sociológicos de Hostos fueron formadas por varios elementos.  Fueron primero moldeadas por la propria psicología del sociólogo mayagüezano—fuerte, apasionada, contradictoria y compleja—y por su biografía, una “atropellada vida de exiliado, viajero y activista en el marco de una praxis marcada por el valor de la indocilidad y la disposición a retar las instituciones dominantes” (177). Su formación intelectual en derecho y sociología krausopositivista y su interés en la pedagogía también formaron sus narrativas literarias y sociológicas.  Como demuestra Cancel, aunque Hostos pretendió convertirse en un novelista o escritor, su activismo político y radicalización ideológica, así como su adopción del krausopositivismo, lo llevaron a revisar sus prioridades y su relación con la narrativa creativa.  Desde entonces Hostos se orientaría hacia el rol de lo que Cancel llama el “sociólogo artista” y la “escritura comprometida,” así como hacia a una narrativa para la familia, el reforzamiento de esa institución social, aunque desde una perspectiva patriarcal.  El propósito de sus novelas y cuentos serían primordialmente morales y educativos, en ese sentido, una literatura al servicio del cambio social. Por eso concluye Cancel que: “Por otro lado, en general el lector se encontrará con una narrativa reflexiva y comprometida literariamente cuidadosa en donde lo didáctico y lo estético son capaces de convivir en el marco de los reclamos de un siglo como aquel.” (242)

Este ensayo es seguido por un apéndice que incluye dos discursos sobre Hostos y que lo complementan. El primero trata la concepción del cosmos antillano en las novelas del intelectual puertorriqueño, particularmente en La Peregrinación de Bayoán. Muchos de los elementos identificados por Cancel con respecto a la relación entre literatura y sociología en la obra de Hostos están presentes en esa novela, como expone Cancel en este primer discurso del apéndice.  Este afirma que: “Es una novela de marcada estirpe romántica en donde brillan los planteamientos del más armonioso clasicismo, el idealismo moral y el más progresista positivismo. Es la narración de un moralista que pretende sintetizar en su dilema íntimo, el destino de las Américas en particular las Antillas.” (261-262)

El último discurso destaca las transformaciones de las concepciones sobre España en el pensamiento de Hostos. España fue uno de los principales imperativos en la vida intelectual del sociólogo y literato puertorriqueño.  Aunque España fue para Hostos un país de contrastes, señalado por él por su despotismo y el colonialismo, él se sentía español, español-americano señala Cancel.  Pero Hostos, eventualmente decepcionado con España y los republicanos españoles, reafirmaría su juicio severo de España e imaginaría el futuro de la Antillas como una confederación separada de la metrópolis. El sociólogo indócil se había radicalizado.

Indóciles es un libro magnífico, producto de un erudito ingenioso y novedoso, un historiador que conoce muy bien, con maestría, las arduas pero fascinantes rutas del complejo laberinto de los indóciles puertorriqueños.  Los invito a visitarlo de la mano guía de Mario R. Cancel.  Este historiador los llevará, como concluye Mayra Rosario Urrutia en su prefacio a Indóciles, por rutas alternativas para cavilar, contrastar e inquirir el laberinto y nuestra historia, a dilucidar la maraña de nuestra cultura política.

El autor es Catedrático de Sociología  en la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez.

octubre 25, 2022

De Laberintos, Centro Vacilantes y Objetos Esquivos: Un Comentario sobre El Laberinto de los Indóciles

  • José Anazagasty Rodríguez

El Laberinto de los Indóciles es el fruto de un metódico y minucioso análisis de muchos años. Este manifiesta, con gran éxito, el tremendo compromiso y dedicación de Mario R. Cancel con el estudio de lo que él describe como un esquivo objeto de estudio: la historiografía puertorriqueña del siglo 19. No podíamos esperar menos de un historiador de la altura de Cancel, a quien Gary Gutiérrez llamó recientemente el “maestro Cancel”.  Y qué mucho hemos aprendido del historiador-maestro, en este caso mucho acerca de la historiografía, la historia, la política y las identidades colectivas puertorriqueñas del siglo 19.

El libro expone que los integristas y los separatistas, y las historiografías que inspiraron, pretendían liberar a Puerto Rico de un orden que pensaban retrógrado para encaminarlo hacia el progreso. Por esto concluye que estos compartían las metas, pero diferían en la selección de los medios o tácticas para realizarlas. Divergían, por supuesto, en cuanto a su posicionamiento en relación con España, con los reformistas y los autonomistas en el campo integrista, y los independentistas y anexionistas en el campo separatista. Estos grupos, aparte de sus diferencias sobre si querían separarse o integrarse a España, discrepaban también respecto al papel de la violencia en el proceso de liberación. Sólo los separatistas estaban dispuestos a la violencia revolucionaria. También diferían en su articulación de la identidad puertorriqueña. Estas posturas político-ideológicas eran, a pesar de sus convergencias, posiciones enfrentadas.

El integrismo ganó la contienda. Cancel revela en su nuevo libro el dominio de la historiografía y proyecto político integrista, cuyas corrientes—asimilismo, especialismo, y autonomismos moderados y radicales—mantenían posiciones teóricas y políticas similares. Estos eran integristas pro-españoles que pretendían con sus discursos y relatos disminuir las tensiones que producía una relación política y cultural que valoraban mucho, pero cuya fragilidad admitían. Este consenso estaba, por supuesto, presente en la historia regional del siglo 19, pues como explica el autor, los integristas, en todas sus variantes, y quienes trazaron la “historia regional,” coincidían en ver la relación con España como una garantía para la modernización de la colonia. Se trata del predominio y hegemonía de eso que Cancel llama el “centro vacilante”.

En efecto, los integristas fueron relativamente efectivos en su desplazamiento de “los proyectos políticos e ideológicos derrotados,” los de los separatistas anexionistas o independentistas. El carácter hegemónico de la historia y política integrista no se debe únicamente a su condena efectiva del separatismo, sino además a su fijación y afianzamiento de la integración misma como fin político, no importa a que cuerpo político, fuese a España, la Confederación Antillana o más tarde a los Estados Unidos. Incluso algunas corrientes separatistas anhelaban tras la separación de España integrarse a otras comunidades, como a Estados Unidos después de 1898, por ejemplo. El integrismo dominó la cultura política del siglo 19, aunque en contienda con el separatismo.

El Laberinto de los Indóciles es una extraordinaria y relevante reflexión de la cultura política del siglo 19, particularmente de la expresada en la escritura histórica de entonces, expresiones que, entre el consentimiento y la resistencia, debatieron el frágil e irresoluto concepto de la identidad puertorriqueña. Pero si esta es una aportación importantísima del libro también lo es su método, técnica o modo de investigar el elusivo objeto de estudio.

El texto de Cancel, un análisis textual y discursivo profundo, implicó el análisis de las fuentes usadas por los historiadores del siglo 19, su marco de referencia, lo que le permitió identificar las bases intelectuales de su legitimación ideológica. El registro de esas fuentes, de las autoridades intelectuales a las que estos apelaron, es una valiosa aportación de El Laberinto de los Indóciles. Entre estas fuentes está Historia geográfica, civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico del fray Agustín Íñigo Abbad y Lasierra, si se quiere un texto fundacional de la historia regional puertorriqueña. Cancel le dedica varias páginas a la relación entre ese texto y la historia regional puertorriqueña.

Cancel también revela la relación entre las justificaciones ideológicas de los historiadores del siglo 19 y su trasfondo social. El propósito de esto último era conocer desde cual posición social en la nación imaginada o anhelada, puertorriqueña o española, hablaban. Otro propósito era conocer qué aspectos de la identidad nacional o comunidad imaginada sirvieron de fundamento para sus planteamientos políticos y narraciones históricas. Esto le permitió además a Cancel examinar sus pericias ideológicas y discursivas y sus estrategias retóricas, así como su manipulación de la memoria y la historia, en nombre de sus respectivos proyectos políticos y sociales. Es precisamente la identificación de esas pericias, estrategias y manipulaciones uno de los grandes logros de El Laberinto de los Indóciles.

Cancel establece y comprueba los matices y gradaciones del integrismo y del separatismo en el Puerto Rico del siglo 19, vinculados, pero no iguales, a las modalidades y gamas políticas de hoy. También ubica esos matices en un continuo desde el asimilismo y las propuestas de integración, como el especialísmo y los autonomismos moderados y radicales, hasta a los distintos separatismos independentistas, anexionistas y confederacionistas.  El reconocimiento de esa diversidad contrarresta la tendencia a homogenizar y comprimir las corrientes políticas del país, a ocultar sus deviaciones y heterogeneidad interna.

Además, el autor se aproxima a la historia e historiografía del siglo 19 desde los extremos de ese continuo político-ideológico, disolviendo el centro, contrarrestando la tendencia dominante a narrar la historia puertorriqueña desde el “centro vacilante.” Para este, como ya indiqué, el relato histórico, tanto en el campo de la historia oficial como en el de la académica, ha sido acoplado y narrado desde ese centro inestable. Desde ese centro irresoluto los extremos han sido construidos como parciales y subjetivos, y por esto marginalizados y despachados. Pero la mirada de Cancel, desde los bordes de la historiografía y del centro político contribuye a la disolución de esa médula, a la descentralización de la historiografía integrista. Ubicarse en los extremos le permite al autor dilucidar las vacilaciones, ambigüedades, omisiones y contradicciones del centro y articular un relato alternativo y contestario respecto al centro, sin que esto implique obviar las indecisiones, rodeos, contradicciones y mutismos de los extremos derrotados.

El método de Cancel también indaga las ideologías y discursos historiográficos y políticos en términos de identidades relacionales. El autor demuestra que la historia regional, y con esta sus ideologías políticas, fueron articuladas en términos de identidades puertorriqueñas definidas en relación con España, de la relación imaginada y anhelada con la metrópolis. Así demuestra que la historia regional diferenciaba a los puertorriqueños de los españoles a la vez que recurría a equivalencias entre ambos grupos. El reclamo de una hispanidad compartida, típico de los integristas, implicaba una paridad con los españoles, cierta simetría política y cultural entre los españoles y los puertorriqueños, estos últimos imaginados como parte de la comunidad española. Los separatistas, por su parte, afirmaron las diferencias para justificar la separación, aunque algunos independentistas y nacionalistas del siglo 20 afirmarían las equivalencias culturales con España.  Los asimilistas afirmaban la equivalencia entre las identidades. Así, estas y las otras corrientes políticas examinadas por Cancel, incluyendo a los anexionistas, involucraron juicios de equivalencia y diferenciación al justificar sus proyectos.

La aproximación de Cancel es además comparativa en tanto que contrasta las corrientes historiográficas y políticas develando sus convergencias y divergencias. Por ejemplo, podemos encontrar consensos teóricos y políticos entre los diversos integrismos, manifiestos en la historia regional del siglo 19. Estos convenían en la necesidad de la modernización en el marco de la relación con España, definiendo esa unión como un resguardo necesario para el progreso de la colonia. Estos inclusive profesaban que Puerto Rico había avanzado como consecuencia de las políticas del reformismo ilustrado del siglo 18. Y todos concordaban en el protagonismo que le achacaron a la industria azucarera. Por otro lado, Cancel señala convergencias entre todas las corrientes políticas. Los liberales reformistas, los autonomistas, los separatistas independentistas y los anexionistas aspiraban todos a liberar a Puerto Rico de un orden anticuado para encaminarlo hacia el progreso. Coincidan asimismo en muchos de sus fundamentos filosóficos y compartían sus intereses de clase. Pero, también divergían en otros asuntos. Discrepaban, como mencioné antes, con respecto a la identidad colectiva y con relación a las tácticas políticas.  Sus relatos históricos reflejan además diferentes interpretaciones de eventos y procesos históricos, como el Grito de Lares. Cancel le dedica varias secciones de su libro a las distintas interpretaciones de ese evento.

El análisis del autor también subraya la inconsistencia de los discursos historiográficos, develando sus fisuras y contradicciones.  Por ejemplo, la presencia histórica de Sotero Figueroa, que ofreció, nos dice el autor, lo más cercano a una historiografía separatista, encierra una contradicción: que fuese un autonomista radical el que esparciera la semilla de la historiografía del separatismo independentista. Cancel también apunta a lo contradictorio de la pasividad de los liberales reformistas y autonomistas, quienes toleraron, a pesar de sus reclamos de libertad, la severidad de una relación desigual y autoritaria con España porque confiaban en mejorarla sobre la base de su culto a la hispanidad. Como nos demuestra, era asimismo paradójico o contradictorio que Salvador Brau Asencio recurriera a la racionalidad de la sociología positivista para evaluar la Hispanidad, pero que apelara a economías morales, ciertamente subjetivas, para describir a los puertorriqueños.

Cancel nos provee además una interpretación o lectura sintomática de las fuentes examinadas. Señala sus silencios, omisiones y ocultaciones. Su intención, la que logró, era elaborar un registro de esos silencios para examinar las intenciones y estrategias retóricas de los historiadores del siglo 19. Cancel notó, por ejemplo, el curioso silencio de Betances con respecto a varias protestas de la sociedad civil y acerca de las injusticias sufridas por los trabajadores, producto de una formación colonial que este pretendía erradicar. El historiador también encontró omisiones reveladoras en la obra de Salvador Brau Asencio, quien pasó por alto la esclavitud y el trabajo forzado, así como la desigualdad que emanó de las condiciones vinculadas al momento posterior a la Real Cédula de Gracias de 1815.  Cancel también notó que este obvió mencionar que el reclamo de abolición firmado por Segundo Ruiz Belvis, José Julián Acosta Calbo y Francisco Mariano Quiñones había sido la antesala de la insurrección de Lares.

Esos silencios apuntan, en efecto, a la retórica o la persuasión, y más aún hacia las cualidades ideológicas de la escritura histórica del siglo 19. El autor de un relato histórico, por ejemplo, y al que Cancel le reconoce cierto “espacio de autonomía”, escoge como representar una condición ideológica desde cierta perspectiva en un contexto histórico-social específico, entrelazando compromisos, interpretaciones y su imaginación. Esto es lo que Dominick LaCapra, inspirado en Martin Heidegger llamó, los aspectos “worklike” de un texto, una labor que, aunque reproduce ideologías y discursos también introduce variaciones, alteraciones, y transformaciones de estas, lo que muchas veces requiere silencios y omisiones. Se trata de cierta poiesis, lo que César A. Salgado, basado en Severo Sarduy, describe como la “capacidad creadora para imaginar, forjar y formar otros mundos.” Hacer historia es, al final, y como dirían los críticos marxistas, un modo de producción. La representación de la condición ideológica es entonces un producto relativamente singular. Estas variaciones también responden al hecho de que como afirmaba Pierre Macherey es imposible para un relato cualquiera reproducir la totalidad de una ideología; solo una aprensión parcial de esta es posible. La representación de la ideología en un texto es siempre inacabada, imperfecta, es decir, una variación. Los silencios, decía este crítico literario, muchas veces parten de allí, de la aprensión y producción parcial de la ideología. Se trata de la articulación insuficiente de lo que es una relación imaginaria con la ideología y con la historia, y que puede ser incluso contradictoria, a lo que apuntaba no solo Macherey sino además Louis Althusser, Terry Eagleton y Frederic Jameson. Cancel apunta precisamente a la importancia de advertir y evaluar esos silencios, omisiones y contradicciones en la escritura histórica del siglo 19.

La aproximación de Cancel a las diversas fuentes que examinó presupone la porosidad de los textos respecto a su con-texto. Esto le permite dos cosas: no perder de vista las relaciones dinámicas entre la cultura material y la inmaterial y visibilizar la relación, también dinámica, entre las normas y convenciones que rigen la elaboración de los textos, discursos e ideologías, muchas institucionales, y la agencia o autonomía del sujeto. Esas relaciones facilitan, pero igualmente regulan la producción y reproducción de textos, o lo que se expresa o no en estos. Esto, por supuesto, nos ayuda también a indagar los mencionados silencios y omisiones. Por otro lado, la ubicación social de los narradores, como su posición de clase, vinculada a cierto habitus, como diría Pierre Bourdieu, y su identificación como criollos, influenció sus relatos históricos. Los casos discutidos por Cancel, incluyendo los de Betances y Brau, son ilustrativos de esa relación.

Finalmente, el método de Cancel es reflexivo, lo que es ciertamente refrescante. Reconoce que esos sujetos relativamente autónomos, incluyendo a los historiadores, y entre estos él mismo se incluye, también oscilan, dependiendo de las circunstancias contextuales, entre la racionalidad y objetivación de un fenómeno y la irracionalidad y la subjetividad.  Esto requiere que el investigador, el historiador en nuestro caso, se monitoree a sí mismo y admita no sólo sus sesgos sino además la singularidad del lugar desde el que habla o escribe. Al historiador esto le requiere, entre otras cosas, la dificilísima tarea de no confundir el presente y el pasado. Cancel, por ejemplo, evita presuponer que las aspiraciones de los movimientos a favor de la independencia o la anexión en el siglo 19 sean iguales a los del siglo 20 o los del siglo 21.

El método propuesto por Cancel constituye a su vez la base metodológica de su propuesta para una nueva historia política, otra contribución importante de su nuevo libro. Se trata de una historia cultural de la política. Con esta nueva historia política-cultural Cancel continúa, pero renueva y extiende, desde una perspectiva mucho más crítica, y desde la historia cultural, la historia política propuesta por Fernando Picó y que respondía a su vez a las propuestas para la historia política puertorriqueña de Gervasio García. En efecto, la historia cultural de la política propuesta por Cancel precisa los compromisos con la modernidad de las corrientes políticas del país, a lo que exhortó Picó, anhelos de modernidad presentes en las corrientes historiográficas del siglo 19, como bien demuestra Cancel, y que eran parte de su cultura política.

Aunque Cancel no lo propone así, me parece, que este también ha echado las bases no únicamente de una historia cultural de la política sino además de una historia cultural de la intelectualidad, una renovada historia intelectual puertorriqueña, una que escapa el culto a las personalidades de la tradicional historia política e intelectual.  El libro de Cancel es de muchas formas una historia de las ideas liberales y del pensamiento político y social moderno en Puerto Rico. Y es ciertamente una historia cultural-intelectual de la historiografía puertorriqueña del siglo 19.

En fin, El Laberinto de los Indóciles es otro excelente libro de Cancel, un estupendo y excepcional mapa del laberinto historiográfico y político del siglo 19, una elusiva y confusa maraña afortunadamente desentrañada por Cancel. Pero ese laberinto es uno de los muchos laberintos alojados dentro de ese aún más amplio, enmarañado e inconstante laberinto de nuestra historia. Esos otros laberintos contienen sus propias historias políticas, culturales e intelectuales que aún tenemos que comprender. Aceptemos la exhortación de Cancel y examinemos la historia de sus culturas políticas e intelectuales.

Publicado originalmente en 80 Grados-Cultura-Historia

abril 22, 2018

El separatismo independentista y las izquierdas en el contexto del siglo 19: el papel de Ramón E. Betances Alacán

  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Historiador y escritor

Entre la discursividad separatista independentista y la anticapitalista existía un abismo que no se resolvería de alguna manera sino después de la Segunda Guerra Mundial. La antipatía de los activistas antisistémicos con cualquier expresión cercana al nacionalismo, incluyendo el activismo criollo, era enorme.  El socialismo amarillo que se movía entre el anarquismo y el sindicalismo y que encontró un espacio legal de acción en el marco de la autonomía de 1897 y tras la invasión de 1898, fue un aliado de Estados Unidos y de los propulsores del estadoísmo.

Las razones para ello tenían que ver con que los teóricos y militantes anarquistas y socialistas franceses que miraban la lucha de las Antillas en contra del colonialismo no identificaban el concepto “independencia” con la idea de la “libertad”. Para los anarquistas la separación e independencia no garantizaba la eliminación de la coerción de una estructura artificial como el Estado sobre el productor directo al cual consideraban el protagonista de los procesos sociales.

Para los socialistas aquella solución política sólo le quitaba el poder a una clase explotadora extranjera para dársela a otra clase explotadora local por lo que, de ninguna manera, redimía de la explotación del capital. En ese sentido, para aquellas dos tradiciones antisistémicas la independencia hacía un buen servicio a las clases explotadas. La independencia era una forma de continuarla y de perpetuar la explotación del hombre por el hombre. Partiendo de aquellos supuestos interpretativos, nada justificaba el reconocimiento de legitimidad a la causa independentista de Cuba o de Puerto Rico.

 

Ramón E. Betances Alacán en el Album Mariani (1892)

Una mirada de la izquierda europea al asunto de las Antillas

Lo innovador del conflicto de 1895 a 1898 en Cuba era que, como la lucha de Armenia, Macedonia o Creta, la misma se podía popularizar entre las izquierdas si se la concebía como la expresión de una ofensiva secular contra dos imperios religiosos retrógrados y decadentes como lo eran la España católica y la Turquía islámica, y se hacía hincapié en su potencial modernizador o progresista. Llamo la atención sobre el hecho de que ese fue el tono dominante en la discursividad de una muestra significativa en los escritores estadounidenses al evaluar y justificar la toma de Puerto Rico por las fuerzas estadounidenses en 1898, según hemos comentado el sociólogo José Anazagasty Rodríguez y el que suscribe en dos volúmenes de ensayos recientes. La insistencia en el carácter retrógrado y feudal del Reino de España por cuenta de su catolicismo fetichista fue constante. El apoyo tácito de las izquierdas a los proyectos separatistas, secesionistas o independentistas se sostenía si se interpretaba a aquellos como expresiones de resistencia de raíces populares y no por su regionalismo, criollismo o proto-nacionalismo.

En el contexto europeo el anti-islamismo de los separatistas armenios, macedonios o cretenses era una fuerza que se apoyaba en el cristianismo ortodoxo. De igual manera, el carácter secular de los rebeldes antillanos sigue siendo una impresión cuestionable que deriva del hecho de que una parte del liderato más visible eran anticlericales. Ese es el caso de Ramón E. Betances Alacán. Pero en Cuba la guerra no se hacía contra el catolicismo español ni prometía una renuncia al mismo después de la independencia. De hecho, muchos de los rebeldes eran católicos como lo habían sido algunos de los iconos separatistas de México y como lo serían muchos nacionalistas cubanos y puertorriqueños en el siglo 20.

El balance entre lo religioso y lo político en el separatismo independentista de fines del siglo 19 es un asunto que valdría la pena investigar dada la costumbre de asociar esa propuesta con el anticlericalismo y el secularismo modernos. Lo cierto es que la modernidad es mucho más compleja que eso y no puede interpretarse desde una estrecha postura dualista. Betances Alacán era un pensador anticlerical y secular que convergía con anarquistas y socialistas franceses sin participar activamente de aquellas ideologías. Dadas las condiciones concretas de su lucha, tampoco desechaba una alianza productiva con un icono del catolicismo como los fue el Padere Fernando Arturo Meriño quien llegó a ser presidente de la República Dominicana. Los socialistas y los anarquistas franceses podían simpatizar con el separatismo independentista a pesar de los choques obvios con sus esquemas teóricos. El principio de la utilidad y el realismo político parece dominar la actitud de ambos extremos.

 

Una variedad de formas de colaboración

Varias situaciones favorecieron la colaboración de anarquistas y socialistas franceses con el separatismo independentista. De una parte, la evolución del fenómeno del capitalismo industrial a otro modelo en el cual los sectores financieros dominaban el panorama, el desarrollo de monopolios, trust y grandes conglomerados de capital que ubicaban la explotación en un nuevo nivel. De otra parte, el fenómeno del imperialismo de fines del siglo 19 y su voracidad con aquellas zonas que no había sido controladas del todo por los poderes más avanzados de Europa, hecho que excedía el colonialismo nacido en los siglos 15 y 16. Y, por último, el hecho intelectual de que la mayor parte de las certezas de la cultura decimonónica comenzaban a derrumbarse a fines de aquel periodo.

En aquel contexto la separación de un territorio pequeño del imperio que lo sojuzgaba podía interpretarse como un proyecto progresista. Lo era porque hipotéticamente debilitaba las redes del capital internacional y servía para dejar atrás formas caducas de coloniaje. Algunos anarquistas podían conjeturar que con ello se adelantaría el fin estratégico de la “fraternidad universal”. Los socialistas, por su parte, podían imaginar que el derrumbe de los viejos sistemas coloniales allanaría el camino a la “sociedad sin clases” y la rehumanización del ser enajenado. Ambas actitudes se apuntalaban en una concepción progresista de la historia y en la confianza en su telos o meta de libertad.

La solidaridad de anarquistas y socialistas franceses y del resto de Europa con los movimientos separatistas en Europa o las Antillas era también la expresión de cuestiones más concretas, por ejemplo, el carácter de sus luchas en el seno de las naciones estado en que se movían: Francia, Italia o España. Las tensiones dentro de las naciones estado favorecían la toma de posición respecto a los separatismos de todo tipo a la luz de consideraciones de táctica y estrategia. Naturalmente, favorecer a Cuba, Armenia, Macedonia o Creta significaba oponerse al estado coercitivo o a las burguesías y las clases dominantes de uno u otro imperio retrógrado. En el caso de las posesiones del Imperio Turco, la separación las devolvería a la ruta europea según se interpretó la liberación de Grecia entre 1821 y 1832. Las consideraciones de política nacional resultan cruciales para comprender la solidaridad y la ausencia de ella. A fines del siglo 19 Eugenio María de Hostos Bonilla se quejaba de la falta de apoyo a la causa de Cuba en el Cono Sur y explicaba la actitud a la luz de la intensas relaciones económicas y diplomáticas de aquellos países con España.

La separación, por cierto, no siempre condujo a la independencia. En el caso de Creta la llevó a integrarse a Grecia en 1908; Armenia permaneció entre la influencia de turcos y rusos hasta 1918; y Macedonia acabó integrándose a Serbia en 1912. Es importante llamar la atención de que la separación no equivalía siempre a la independencia y que, por el contrario, las arrastró a la dependencia de otros poderes hegemónicos o regionales. Para los territorios pequeños, separarse era la precondición para cambiar las relaciones de dependencia arreglándose a una tradición que se presumía valiosa. Pero la independencia de los territorios pequeños era inadmisible y Cuba y Puerto Rico encajaban de algún modo en aquel prejuicio desde la perspectiva de los poderosos observadores europeos.

La situación de Cuba y las Antillas, territorios coloniales pequeños, era distinta por el hecho de que había otros actores en el escenario, el más importante Estados Unidos. Separarse de España los dejaría al alcance de aquel poder sin que nadie pudiese impedirlo a la altura del 1890. La evaluación que hicieron anarquistas y socialistas del papel de Estados Unidos en el conflicto cubano y antillano puede parecer paradójica pero poesía una lógica extraordinaria en el contexto de su tiempo. Una de las fuentes más precisas para comprender ese laberinto son los escritos de la fase francesa Betances Alacán del historiador Paul Estrade

 

La imagen de Estados Unidos ante la izquierda europea

En el caso de los anarquistas el juicio sobre la función de Estados Unidos en el conflicto no era uniforme, generaba fricciones con los separatistas independentistas y, en ocasiones, favorecía a los anexionistas. Algunos parecían favorecer el separatismo independentista pero otros lo rechazaban. Anarquistas como Louise Michel (1830-1905), maestra, poeta, trabajadora de la salud y uno de los emblemas de la Comuna de París, activista blanquista y una de las figuras más influyentes entre intelectuales y estudiantes socialistas franceses de fines de siglo 19, veía en los estadounidenses que agredían a España una fuerza libertadora y emancipadora. La idea de que los “americanos no tienen otro objetivo que apoderarse de Cuba” era consideraba falsa porque “el pueblo americano sabría impedirlo” opinión, por otro lado, compartida por Hostos Bonilla en 1899.  Michel daba por buena la versión del “Destino Manifiesto” y la concepción de la “inocencia americana”.

Sebastién Fauré (1858-1942), escritor socialista hasta 1888 y anarquista desde ese momento en adelante, también veía en los estadounidenses un aliado lícito para los cubanos y no un enemigo. Su lógica era la de un republicano progresista: Estados Unidos ayudaría a “expulsar de su territorio el ejército real”. La intervención de ese país en el conflicto entre cubanos y españoles también fue aplaudida por J. R. Brunet como un acto de apoyo a la liberación de Cuba y no como un acto imperialista agresivo. Aquel conjunto convergía con el separatismo anexionista pero no con el independentista: entendían que la presencia de Estados Unidos en el futuro de Cuba y de Puerto Rico, a la larga, cumpliría un papel progresista y no retardatario como sugerían los independentistas.

En socialista Paul Lafargue (1842-1911), cubano y yerno de Carlos Marx, veía en la independencia el nicho de otra república burguesa por lo que se resistía a favorecer la lucha cubana. En buena parte de los casos, según el citado Estrade, prefirieron no expresarse con respecto al tema. Este investigador sostiene que la Segunda Internacional demuestra “su incomprensión del problema colonial”. En realidad es que aquellos teóricos comprendían el asunto de un modo muy europeo y hasta ortodoxo que luego fue revisado en el contexto de la Gran Guerra (1914-1918).  Betances Alacán, que era independentista y antiseparatista convencido, debía sentir cierta incomodidad ante aquella lógica teórica.

 

Una “incomprensión” que es “comprensible”

Las posturas de los anarquistas y socialistas franceses sobre el separatismo independentista y anexionista, el papel de Estados Unidos, el futuro de Cuba, en respaldo o rechazo a la insurrección, es determinante para comprender a Betances Alacán.  En Cuba y en Puerto Rico el movimiento obrero emergente nacido de la era de las aboliciones, tomó una actitud paralela a la de los modelos antisistémicos europeos. Influidos por las doctrinas anarcosindicalistas y socialistas filtradas a la España decimonónica, se resistieron a apoyar a los separatistas independentistas y vieron con buenos ojos la presencia de Estados Unidos en el escenario post-invasión. La contradicción es comprensible a la luz de sus respectivas perspectivas teóricas. La distancia entre la clase obrera y el independentismo puertorriqueño del siglo 20, un fenómeno que preocupó muchísimo a la nueva historia social de los años 1970, extiende sus raíces hasta aquel escenario. Los desencuentros entre productores directos y los líderes nacionalistas en el siglo 20 (en 1904, 1922 y 1934) son tres modelos extraordinarios. La Unión, la Alianza y el Nacionalismo, pasaron por una experiencia similar.

El socialismo y el anarquismo teóricos y prácticos de fines del siglo XIX no estaban preparados intelectualmente para comprender las problemáticas particulares de Cuba y Puerto Rico. A eso se refiere estrada cuando semana “su incomprensión del problema colonial”. Me temo que tampoco estaban dispuestos a hacer el esfuerzo por “comprenderlo”. Después de todo, aquellas eran interpretaciones formuladas por pensadores europeos para entender problemas europeos propios de una sociedad capitalista avanzada que se movía orgullosamente en el marco del imperialismo y seguía mirando con ojeriza a los pueblos no europeos. La opinión del socialismo y el anarquismo teóricos y prácticos sobre el tema antillano, no dejaba de ser otra expresión propia del eurocentrismo dominante en su militancia.

Las excepciones están allí también presentes, según lo confirma la lectura de las investigaciones de Estrade. El escritor anarquista Charles Malato (1857-1938), el geógrafo Elisée Reclu (1830-1905), el artesano y teórico Jean Grave (1854-1939), entre otros; y socialistas procedentes de las tendencias blanquistas y guesdistas, ambas  de influencia marxistas,  apoyaran la causa de Cuba porque la valoraban como una propuesta antimonárquica y anticlerical ejecutada contra un imperio decadente y retrógrado. Todas las opiniones se vertían mirando hacia Cuba. Puerto Rico, sin una resistencia armada activa, hecho del cuál Betances Alacán se quejaba en 1898, era invisible en la discusión internacional. Después del 1898 la relación entre el separatismo independentista reformulado en independentismo o nacionalismo cultural, y las izquierdas sería reformulada. El asunto fue más complejo de lo que parecía.  Para madurar ese nuevo discurso también tuvieron que reinventar a Betances Alacán. Una cosa era esta figura bajo España y otra fue bajo Estados Unidos.

Publicado originalmente en 80 Grados-Historia el 18 de febrero de 2018

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