Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura

diciembre 8, 2023

Ante otras miradas sobre nuestra historia: Reflexión

  • Dra. Mayra Rosario Urrutia
  • Historiadora

Prólogo del libro de Mario R. Cancel Sepúlveda (2023) Indóciles: nueva visita al laberinto. San Juan: Ediciones Laberinto: 276 págs.

Como lectora de esta recopilación de cinco ensayos, los mismos me han convocado a recuperar olvidos, a cuestionar posturas interpretativas vigentes o dadas como finales, a discernir y a hacer algo que forma parte de mis diálogos cotidianos con los estudiantes.  Se trata de las posibilidades de identificar y abordar nuevos temas de investigación para emprender otras reflexiones y hacerlas vigentes. Se trata de que la historia nos recuerda a cada instante que es una inacabada en el mejor sentido del reto y de la palabra.

En este caso, la lectura del libro nos remonta al siglo XIX y parte del siglo XX y a figuras que se analizan más allá de las apologías literarias. Recorremos por la insurrección de Lares de 1868, por los trayectos de la política separatista y nacionalista de la época, por el amplio pensamiento social de Eugenio María de Hostos Bonilla, su tránsito dual por la peregrinación de Bayoán y por esa multifacética y cambiante mirada que Hostos, inserto en sus vivencias, desarrolla sobre España. Veremos en Hostos, como bien señala el autor, una discursiva que alude a la razón, aunque la misma esté “en pugna con el sentimiento”.  Todo esto, sin dejar atrás nuestras miradas como lectores de las estrategias narrativas a las que recurre Mario Cancel-Sepúlveda para articular estos escritos de una forma coherente, amena, profunda y, sobre todo, retante para el lector.

Un primer ejemplo, se trata del monólogo, como estrategia narrativa, que emprende en el caso de su reflexión sobre la insurrección de Lares. Si hacemos junto al autor el recorrido por historias sobre este tema, las cuales transitan ya sea por la derrota del evento, la admiración, el desprecio o la crítica, nos enfrentamos a una meta que lo guía en términos de su escritura.  Y es que para él: “Saberla una y otra vez desde cada presente es parte de la aventura.”  Desde ese presente, y desde ese monólogo, señala primero, la perspectiva teórica de la historia en términos del cambio que confronta su narrativa dependiendo de quién, de cuándo y a través de cómo nos acerquemos a los temas. Lares, para el autor, aún es “un proyecto en construcción”.

Sus reflexiones en este caso se adentran a repensar el comienzo de la insurrección, el contexto y los cuestionamientos que se han hecho a la temática, así como algunos de los líderes e ideólogos sobre este movimiento.  Argumenta quiénes eran los separatistas y los visualiza como un amplio sector que incorpora diversidades.  Igualmente, nos enfrenta a las estrategias de vigilancia del Estado hacia los separatistas y cómo todo esto incide eventualmente, en la disminución de la presencia de esos sectores.  Además, incorpora temas como el espionaje que lanza el Estado, esta vez representado por La Madrid. El autor tampoco obvia la ineludible violencia por parte de la metrópoli que ocasionaría un intento de separación por parte de la colonia. Este escrito, me parece que ofrece diversas alternativas que contestan su pregunta inicial. ¿Cómo interesar a la gente del presente en un evento ocurrido hace 160 años?

Sigue la trayectoria narrativa un amplio y detallado ensayo dedicado al “Separatismo y nacionalismo en el tránsito del siglo 19 al 20: una propuesta interpretativa”.  Este escrito va mucho más allá de una exposición cronológica de unos hechos y de sus protagonistas.  Se trata de un análisis y de una profunda explicación sobre la propuesta del autor que consiste en: abordar la transformación de “…las concepciones políticas que el Caribe tuvo de sí mismo durante el siglo 19 y los primeros años del siglo 20 y establecer cómo durante las primeras décadas de ese último siglo, dichas posturas se manifestaron de manera análoga en Cuba y en Puerto Rico.”

Este análisis transcurrirá sin descartar el poder que la metrópoli mantuvo sobre ambas islas, no empecé a los diferentes cambios políticos que tanto Cuba como Puerto Rico confrontaron en esos comienzos del siglo 20.  Mas, ¿cuáles son algunos de los temas y de los personajes que se desarrollan al respecto?

En el ensayo, nos encontraremos con las visiones y acciones de varias figuras – dirigidas a explicar las prácticas políticas en esa construcción de lo que se conocería como una “confederación solidaria”.   Solo algunas de ellas fueron: Ramón E. Betances Alacán, Eugenio María de Hostos Bonilla y José Martí Pérez. Cancel explica en principio que utilizará las concepciones, “continentalista (desde afuera) como la caribeñista (desde adentro)” para discutir esas prácticas políticas que se emprenden.  Pero la historia sobre las diversas vertientes de ese tránsito independentista se irá explicando en contextos políticos configurados por la invasión estadounidense de 1898 y se adentrará en un siglo 20 inserto en los cambios políticos que inciden durante esos años.

El pensamiento social en la narrativa de “Eugenio María de Hostos Bonilla: encuentros y desencuentros entre el krausopositivismo y la literatura” es el tema de su tercer ensayo.  Un valioso y reflexivo escrito en el cual dilucida paso a paso gran parte de esa amplia diversidad del conocimiento y los posicionamientos teóricos de Hostos, así como un análisis de la necesidad de adentrarse tanto en los géneros literarios como en los “científicos” que Hostos desarrolló sin establecer dualidades en cuanto a su valor. Toda esta argumentación, me recuerda el escrito de Eugenio Fernández Méndez en 1965, en el cual señala que ese pensamiento social de Hostos, “no ha sido visto todavía en su impresionante magnitud y significación por sus biógrafos…”. Mas el trabajo de Cancel y su acercamiento a un Hostos de múltiples facetas a través de sus escritos cumple con esa colaboración tan necesaria.  Me parece un texto fundamental para acercarse a esa figura y sobre todo a esa “coexistencia inevitable del autor y del artista en el pensador social y sociólogo mayagüezano.”

Para poder entender las posturas hostosianas, Cancel también nos recuerda la amplitud de su formación académica y varias de sus experiencias personales por donde divagan y cobran sentido sus posturas contextualizadas en el siglo en el que vive y actúa.  Este señalamiento es fundamental ya que incorpora aspectos como: “las particularidades psicológicas de una personalidad fuerte y compleja, …su formación en derecho, su interés en la pedagogía, su trasfondo filosófico positivista y krausista por medio de la síntesis krausopositivista…”.

Además de ir explicando al lector el significado de cada una de estas tendencias en su narrativa, también alude al exilio de Hostos y a su carácter retante hacia “las instituciones dominantes”.  Otros temas que Cancel desarrolla en este escrito, en adición a las posturas sociológicas, para entender el pensamiento social hostosiano son los de la literatura y la narrativa creativa, así como las fuentes utilizadas en las mismas.

Luego, el ensayo dirigido al análisis de la novela de Eugenio María de Hostos, “La Peregrinación de Bayoán”, es un ejercicio que se adentra al mundo antillano de la época y también se adentra al Hostos que habita en la misma presencia de Bayoán.  Según Cancel, Hostos se mira a sí mismo cuando desarrolla su argumentación y esa trayectoria que emprende Bayoán, como “el sociólogo, el filósofo y el humanista”.

Cancel señala acertadamente el krausismo como una de las opciones teóricas en las que se inserta Hostos para explicar los personajes protagonistas y sus acciones en su novela. En el ensayo anterior, había definido y explicado el concepto, su significado para Hostos.  La escritura de “La peregrinación…”, la hace en un momento de su vida en el que se encaminaba hacia una meta que era, “la independencia como alternativa política para sus Amadas Antillas y la lucha armada como único medio para obtenerla.”  Este señalamiento es vital para poder entender la vida que les otorga a los personajes cuando los personifica como representantes de las Antillas mayores hacia esa España conocida como la “Madre Patria”.

Estos conocidos personajes serían, Bayoán, Guarionex y Marién.  Y vemos que, en esta obra, Hostos convierte la representación y acciones de esas Antillas en “personas sociales” con “personalidad”, como establece el krausismo. También se puede apreciar el análisis de Cancel sobre la relación de Bayoán con ambos sin descartar los variados sentimientos humanos.

Por último, en su ensayo sobre “España en el pensamiento de Eugenio María de Hostos Bonilla”, Cancel se acerca nuevamente a la complejidad de esa figura con esa forma usual que se aleja de las posturas monolíticas y estáticas frente a los personajes.   En cambio, vuelve a presentar su diversidad y una serie de múltiples facetas: “como pensador político, como pensador social, como literato y crítico, como maestro, educador y revolucionario…”.  De esa forma, persiste en romper en este escrito con las tendencias que homogenizan a los personajes históricos como si éstos no tuvieran cambios a través del tiempo tanto en sus gestiones políticas como en la toma de decisiones frente al Estado y la población.

Presenta a un Hostos, como bien dice, “en pugna con el sentimiento”.  Un Hostos, que frente a esa España, (país en donde adquirió gran parte de su formación y con la cual desarrolló unos lazos indiscutibles), a través del tiempo y a la luz de la consolidación de su meta por la política española lo habían radicalizado”.  Cabe señalar que este recorrido por la España en el pensamiento y acciones de Hostos, nos invita a repensar y a no obviar en nuestros estudios las razones para explicar los cambios, los movimientos y los procesos que influyen en las formaciones ideológicas dirigidas a la liberación nacional en diversos contextos.

Considero este libro como una invitación al tránsito por novedosos y sólidos caminos historiográficos que se insertan en una narrativa atractiva para los lectores.  Igualmente, como una serie de reflexiones en las que identificamos un tránsito desde el separatismo hacia el independentismo en esa época. Esta compilación, nos ofrece nuevas rutas para pensar, comparar e investigar de la mano de otras posibilidades para incursionar, transitar por las mismas y fortalecer cada día nuestra producción histórica. Espero su lectura.

Publicado en Revista Siglo22 (Octubre de 2023)

junio 26, 2023

Una cruz y un laberinto: una metahistoria de nuestra historia decimonónica. Apuntes sobre El laberinto de los indóciles de Mario Cancel

“Ante la proliferante masa de información y datos, hoy las teorías son más necesarias que nunca. Impiden que las cosas se mezclen y proliferen. Y de este modo reducen la entropía. La teoría aclara el mundo antes de explicarlo.”

-Byung-Chul Han, La agonía del Eros, p. 87.

  • Iliaris A. Avilés-Ortiz
  • Departamento de Humanidades
  • Recinto Universitario de Mayagüez

Nota de: CANCEL SEPÚLVEDA, Mario. El laberinto de los indóciles. Estudios sobre historiografía puertorriqueña del siglo 19, Cabo Rojo, Editora Educación Emergente, 2021, 198 pp.

Lecturas (no tan) accidentales

Seamos honestos: la historia que se enseña en nuestras escuelas no supera la bucólica versión del taíno jugando en su batey, el africano esclavizado de sus múltiples vicisitudes y penurias, y el blanco conquistando y colonizando medio planeta. Toda una caricatura que reproducimos cada noviembre en las malogradas “Noches de la puertorriqueñidad”. Si hay suerte y tiempo en la escuela, del relato de las «tres razas», damos un salto cuántico a la emblemática fecha de 1898 que inaugura un intrincado siglo XX, donde se pierde el ritmo de lo que sucede.  Es lo que aprendí en los noventa y comienzos del presente siglo (1998-2007), cuando aún vagaba sobre nosotros el espíritu de Víctor Fajardo, es lo que aprendí tanto en el sistema público como privado de enseñanza de la colonia. Sí, soy millennial y hablaré como tal, pues no quiero que esta reseña pase como un mero escrito de carácter académico, sino como una honesta invitación a leer y pensar. Claro, ya sé que al autor que me propongo a reseñar prefiere poner en paréntesis todo aquello que tenga que ver con las manías o eslóganes generacionales que nos dividen para darle el paso al diálogo constructivo y desvelador, como pretendía Ortega y Gasset en El tema de nuestro tiempo.

A los 13 años, mi padre me había regalado el libro de historia de Puerto Rico de Francisco Scarano al que apenas hice caso hasta cumplidos los 20 años, sola y lejos de casa. En Madrid, me hicieron (sí, con carácter de ineludible acato) volver la mirada hacia Puerto Rico, su historia y, por supuesto, a aquel libro que había recibido en unas navidades muchos años atrás y que hoy se encuentra lleno de anotaciones y tachaduras. Con él, comencé a conocernos.

Conocí a Fray Íñigo Abbad y Lasierra (1745-1813) mientras investigaba para una monografía que debía entregar para un curso de maestría titulado Pensamiento geográfico español (whatever that means!). Tendríamos que hablar de los discursos en torno al determinismo geográfico y Fray Íñigo se mostró como fuente de un relato interesante, pero rebosante de estereotipos y comentarios sesgados por una visión racista, paternalista y eurocéntrica sobre lo que vio y vivió en su estancia en Puerto Rico durante la década de 1780. Me divertí leyéndolo, no lo niego. Podía encontrar alguna relación entre la narración de Abbad y Lasierra y autores como Francis Willoughby en A Relation of a Voyage Made Through Spain (1673) o los diarios de Alexander von Humbdolt (recopilados entre finales del siglo XVIII y mediados del XIX) que tuve que leer para el mentado curso. Mientras leía a Fray Íñigo no dejaba de pensar en los textos de religiosos y políticos protestantes que utilizaban una narrativa similar cuando se referían a los pueblos del mediodía europeo o a los de origen ibérico alimentando—a su vez—la «Leyenda Negra».

Luego, vinieron otras lecturas y relatos. Dejé al fraile español en el olvido hasta hace unos meses cuando cayó en mis manos El laberinto de los indóciles. Estudios sobre historiografía puertorriqueña del siglo 19 del profesor Mario R. Cancel Sepúlveda, publicado a finales del 2021 por Editora Educación Emergente. De la pluma de Cancel había leído ensayos y algunas de sus bitácoras en-línea. Este siempre ha sido un referente en muchos de mis trabajos sobre el devenir del pensamiento puertorriqueño. Entiendo que la filosofía no puede desgajarse de la historia y la literatura que la alimentan (recordando también que las segundas, a su vez, se alimentan de la primera). Y esto queda muy claro en la obra del profesor de Hormigueros.

Ahora bien, en el texto que nos ocupa—El laberinto de los indóciles—Cancel nos presenta una metahistoria. Es decir, un análisis historiográfico de la historia política del siglo XIX puertorriqueño que puede, muy bien, leerse aderezada de otros textos publicados por el mismo autor en Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura y, sobre todo, aquellos publicados en 80 grados a lo largo del 2020 y 2021, donde presenta sus reflexiones sobre la crisis y pertinencia de la historiografía en el presente siglo.

En arroz y habichuelas, ¿qué es eso de la metahistoria? ¿Por qué nos concierne?

Vivimos en un mundo lleno de datos. Cuando dicto algún curso de historia de la filosofía los estudiantes se preocupan mucho por las fechas. Les encanta escribir datos, pero no (re)pensarlos, ni interpretarlos. Por eso, los exámenes les toman por sorpresa.  No hay duda de que los datos son importantes; sin embargo, muchas veces no nos damos cuenta de que esos datos son aprehendidos, sentidos, analizados y abstraídos en un relato interno que nos hacemos sobre el mundo y la realidad en la que estamos inmersos. Esos datos los tomamos de los acontecimientos, de nuestras observaciones sobre el mundo que nos rodea, de nuestros estados anímicos, de la literatura, de la cultura popular y demás manifestaciones del ser humano. De ahí, comenzamos a narrar y, por consiguiente, darle sentido y coherencia al mundo. Como homo narrans, nos alimentamos del relato.

En Sobre la historia (2007), el filósofo francés de origen polaco, Krzysztof Pomian, arguye que la historia como llega a nosotros se encuentra vinculada a un problema epistemológico; entiéndase, al problema del qué y cómo podemos conocer. Los libros de historia, los ensayos, la poesía, las novelas y el resto de las manifestaciones literarias nos regalan una interpretación del mundo, una narración que nace y se alimenta del sujeto que escribe, de sus condiciones materiales y experiencias. Cuando leemos libros de historia, ensayos o novelas, estamos heredando y reproduciendo categorías epistémicas, políticas y éticas con las que evaluamos el mundo. Sin embargo, corresponde al historiador desvelar lo que hay detrás de esos relatos que asumimos como ciertos. Por esta razón, se dice que aquel especialista que se interesa por realizar estudios historiográficos lo que escribe es una historia de la historia o una metahistoria: disecciona el constructo cognitivo-existencial de quienes nos precedieron. En otras palabras, la historiografía estudia cómo los historiadores (académicos o no) han leído el pasado y cómo ese pasado ha llegado a nosotros en forma de discurso.

Precisamente, eso es lo que hace Mario Cancel en su libro: contestar qué visiones de mundo, sociales, estéticas, morales y políticas han alimentado la construcción del relato histórico ideológico-político del Puerto Rico decimonónico, cómo estas se han ido arrastrando y extrapolando hasta el presente (y cómo afectan nuestro incierto panorama político actual). De ahí, el guiño que hace el autor al sempiterno debate literario e intelectual puertorriqueño en el título: la mención a la (in)docilidad del boricua. ¿Es el puertorriqueño dócil o indócil? Pero, ante todo, ¿cómo se ve y qué quiere este? La respuesta nos lleva, irremediablemente, por un intrincado laberinto.

Un laberíntico objeto de estudio

El objetivo o fin de Cancel es claro, aunque el objeto de estudio no lo sea, como él mismo reconocerá a lo largo del ensayo. El historiador y profesor del Recinto Universitario de Mayagüez pretende analizar cómo ha ido evolucionando desde el siglo XIX la retórica en torno a nuestro pasado colectivo y cómo esta nos ha llevado a un contradictorio, conflictivo e incierto presente. Para lograrlo, el autor desmenuzará los discursos esgrimidos desde los extremos del espectro político del país: el integrismo y el separatismo en el siglo XIX, y el estadoísmo e independentismo en el siglo XX. Estos binomios ideológicos serán analizados desde la discursividad de los diversos “yo”-colectivos y la alteridad constituida por los poderes imperialistas coloniales que nos han poseído (España y Estados Unidos). ¿Pueden estas visiones tan complejas, como contradictorias y diversas, ayudarnos a escribir una nueva historia política? Cancel se lo cuestiona; sin embargo, adelanto que este será parco sobre el porvenir y nos advertirá que entender nuestro pasado histórico con los ojos del presente (y con la esperanza de tener más luces de cara el futuro) puede resultar ambiguo y hasta contraproducente.

Las fuentes de las que se alimenta Cancel son variadas: cartas, ensayos, cortes de periódico, memorias, testimonios, novelas, artículos, ponencias y demás. Con estas, crea un marco teórico-interpretativo para evaluar la intrincada historia de Puerto Rico y legarnos una especie de “tesauro” con el que entender el devenir ideológico del país y cómo este se trastocó tras la emblemática fecha de 1898.  El autor tampoco pierde de vista que el siglo XIX es clave para la construcción de los relatos históricos nacionales tanto en América como Europa y su análisis nos mantendrá en saludable contexto para entender mejor lo que dijeron y pensaron nuestros escritores y pensadores en su momento.

La memoria histórica y el poder

La reflexión historiográfica de Cancel se alimenta—principalmente—de tres figuras dispares: Fray Íñigo Abad y Lasierra, Alejandro Tapia y Rivera y Ramón Emeterio Betances. Los discursos, las lecturas y las respuestas generados por estos en relación con los centros de poder nos ayudan a desplazarnos por las encontradas visiones del panorama político decimonónico: qué se apropió, qué se desdeñó y cómo estos discursos generaron una marca ideológica que incide en nuestra lectura del pasado y en la construcción de un relato identitario (sin mencionar el ponernos de acuerdo para la construcción de un proyecto de país).

Cancel no se limita a los autores mencionados, sino que su propuesta la robustece con otros personajes menos canónicos para probarnos cómo los discursos y narraciones se convierten en dispositivos o instrumentos de y por el poder. De esta manera, el autor presenta cómo la concepción de la historia (oficial) y de la memoria histórica es ideológica y, por tanto, maleable, dinámica, pero también peligrosa si no se maneja con cuidado. Es decir, los relatos históricos presentados en la obra del historiador hormiguereño son en todo el sentido de la palabra políticos: gestan y manejan el poder, pues también emanan de él, de los privilegios de clase y aspiraciones de quiénes los enunciaron sin importar su ubicación dentro del espectro político local decimonónico.

Un aspecto interesante del texto de Cancel lo podemos encontrar en los primeros epígrafes en los que este elabora sobre Abbad y Lasierra. En Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico (1788), texto fundacional de nuestra historiografía y redactado bajo el calor de la Ilustración europea, Abbad y Lasierra marca la alteridad como eje discursivo en la construcción del relato histórico insular (y también como punto de partida para la concepción de una identidad). Cancel, muy asertivamente, nos señala el “yo”-europeo enunciado por el fraile benedictino versus la alteridad del insular que está siendo enunciada por este a través de su mirada y descripción de “lo distinto”. A nuestro entender, esta disyunción—más adelante—se presentará como la fisura que alimentará de forma constante el uso del discurso en torno a la hispanidad que Cancel identifica como punto de encuentro entre los diversos relatos ideológicos del país. La relación con el otro es una munición, una herramienta-arma de poder: amor y odio. No hay duda de que los discursos hispanófilos (amor) e hispanofóbicos (odio) profesados por nuestros prohombres y esgrimidos en momentos bien concretos de nuestra historia encuentran su origen en esa relación con el otro que nos define, posee y que vemos explicitado en la obra del fraile español. 

Teseo en el laberinto: contribuciones

Más allá de los datos, Cancel nos hace entender cómo las narraciones históricas son instrumentos ideológicos (desde los sujetos ubicados en un espacio y tiempo condicionado por estructuras ambientales, materiales y sociales) que surten efecto en el devenir de los acontecimientos (en los hechos, lo que pasó). Por tanto y como lo hace sutilmente en “¿Qué pasa en la historiografía? Después del Giro Cultural, ¿qué?” (junio, 2021), Cancel se ubica contra las teorías historiográficas que reducen las narraciones históricas a meras estructuras biológicas (perspectiva esgrimida por Alex Rosenberg) y reafirma que los conocimientos históricos también se alimentan de dinámicas sociales que pueden ser contradictorias.

A lo largo de su exposición diádica-dialéctica, Cancel realiza una revisión histórica de los acontecimientos emblemáticos del siglo XIX puertorriqueño. Nos invita a pensar históricamente, concretamente, a ponernos nuevos lentes para leer y entender las reacciones ante el Grito de Lares (1868), la abolición de la esclavitud (1873), la concesión de la Carta Autonómica (1897) y el cambio de soberanía (1898). Igualmente, con el ensayo podemos entender mucho mejor cómo y porqué el discurso separatista en el siglo XIX e independentista en el pasado siglo XX han tenido dificultades para cuajar y prevalecer.

Se agradece que el texto exponga sin sesgos románticos las posturas reformistas, autonomistas y separatistas que conforman nuestro pasado. Sobre todo, se agradece que el texto se distancie del acostumbrado relato metrocentrista y canónico, y le dedique epígrafes completos a pensadores del oeste pobremente trabajados como los hermanos Quiñones. Igualmente, nos parece enriquecedor que el autor—desde su experiencia y conocimientos—señale nuevos enfoques y áreas dignas de estudiar a fondo como son la obra de Elzaburu y el Betances emprendedor.

Otra virtud del ensayo es su diafanidad. El texto es fluido, como si se conversara con el autor, quien conoce el tema y sabe bien lo que va a escribir y cuál es su intención. De esta manera, no nos perdemos en el laberinto, sino que la prosa de Cancel surte el mismo efecto que el hilo regalado por Ariadna a Teseo. Cancel nos lleva por los recovecos de aquellos que escribieron nuestra historia siempre teniendo presente que estos relatos no corresponden al Volksgeist o espíritu del pueblo, sino al de las élites ilustradas de nuestra tierra. El autor, igualmente, es cuidadoso con la semántica, el uso y significación de las palabras en el tiempo y su polisemia. De esta manera, también nos invita a poner en paréntesis las propias nociones de libertad y progreso.

Sin duda, El laberinto de los indóciles contribuye significativamente al estudio historiográfico del país y refresca el panorama, invitándonos a nuevas lecturas y metodologías. Alimenta el espíritu crítico y el deseo de verdad que mueve al historiador, al científico social y al filósofo. Sería adecuada e interesante ver una continuación que realice el mismo ejercicio con la historiografía del siglo XX (del cual el autor ha escrito tendido) y, sobre todo, del siglo XXI; que evalúe y piense lo que se escribe. Sabemos que la tarea es ardua, pero la esperamos.

Nos parece que el ensayo que nos lega Cancel es de consulta necesaria para todo aquel interesado en la historia, pensamiento y literatura de nuestro país, ya que no solo nos hace bajar del pedestal a los personajes que escribieron la historia que vivimos y padecemos, sino que nos hace conscientes de que los relatos—reales o no—construyen realidades tan pesadas como muros infranqueables. Cancel nos da la lección con pelos y señales: los libros de historia cambian según el relator. Ahora nos corresponde ser críticos y leer por igual, y con pinzas, a vencedores y vencidos.

Referencias

ABBAD y LASIERRA, I. (1788) Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Isabel Gutiérrez del Arroyo, ed. (1979). Río Piedras: Editorial Universitaria.

CANCEL SEPÚLVEDA, M. (2021). “¿Qué pasa en la historiografía? Después del Giro Cultural, ¿qué?”, 80 grados, URL: https://www.80grados.net/que-pasa-en-la-historiografia-despues-del-giro-cultural-que/

—. (2020). “¿Qué pasa en la historiografía puertorriqueña? Retornos…”. URL: https://www.80grados.net/que-pasa-en-la-historiografia-puertorriquena-retornos/

—. (2011). ¿Qué pasa en la historiografía puertorriqueña?”. URL: https://www.80grados.net/%C2%BFque-pasa-en-la-historiografia-puertorriquena/

—. Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura. URL:https://puertoricoentresiglos.wordpress.com/

HAN, B.C. (2020). La agonía del eros. Barcelona: Herder.

POMIAN, K. (2007). Sobre la historia. España: Cátedra.

Publicada originalmente en Revista Siglo 22 (Octubre de 2022)

junio 21, 2023

Memoria de un asesinato: un texto de Enrique Ramírez Brau

  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Catedrático de Historia

Notas al documento Enrique Ramírez Brau (Febrero 2023) “El asesinato de Riggs y el de Beauchamp y Rosado, sus matadores” en Revista Siglo 22

El texto, tres personajes y su ubicación

El escrito que me ocupa es “El asesinato de Riggs y el de Beauchamp y Rosado, sus matadores”, tomado de las Memorias de un periodista de Enrique Ramírez Brau (1894-1970) publicadas en 1968. Ramírez Brau fue un periodista educado en San Juan y Nueva York, poeta caracterizado por la retórica neorromántica con notas modernistas que reflejaba bien el estilo de sus modelos José De Diego Martínez (1866-1918), Gaspar Núñez de Arce (1832-1903), Amado Nervo (1870-1919) y Rubén Darío (1867-1916), entre otros. Como periodista laboró para El Boletín Mercantil, primero en su librería y luego en la redacción, así como El Imparcial, La Democracia, El Mundo, todos de San Juan, y El Día de Ponce para el cual escribía cuando ocurrieron los hechos aludidos. Aquel foro era propiedad desde 1928 de Guillermo Vivas Valdivieso (1881-1965) abogado, periodista, empresario y exalcalde de Ponce (1925-1928), figura de pasado autonomista que fue testigo de la Masacre de Ponce el Domingo de Ramos de 1937.

Desde mediados de la década de 1930 Ramírez Brau se interesó por la genealogía histórica y por figuras como el pirata Roberto Cofresí (1791-1825), bandido romántico puertorriqueño, de quien produjo una genealogía, así como por la época colonial hispana y el escudo de armas de Puerto Rico[1]. La personalidad de su abuelo materno Salvador Brau Asencio (1842-1912) y la preocupación de los intelectuales del 1930 por la identidad, debate abierto por la revista Índice (1929-1931) uno de cuyos editores era Antonio S. Pedreira Pizarro (1899-1939), explican el giro en sus intereses intelectuales. Sobre su abuelo escribió un valioso testimonio publicado en 1957. Ramírez Brau fue un creador y pensador híbrido que arrastró consigo pautas de la mirada romántica y modernista a las corrientes regeneracionistas de la llamada Generación del 1930.

Durante aquella década, según el  sociólogo Ángel G. Quintero Rivera, “dos vertientes del nacionalismo” germinaron en Puerto Rico [2]. El tránsito del nacionalismo ateneísta al revolucionario, y del liberalismo al populismo o de “bolero” como le designa Quintero, fueron su expresión más acabada. En aquella década la Gran Depresión, una fuerza exógena, empeoró la ya golpeaba la sociedad puertorriqueña desde la década del 1920. Ramírez Brau no militó en ninguno de las dos vertientes. Sin embargo, como muchos intelectuales de su tiempo, compartió cierta veneración por el pasado señorial hispano de su país.

Ramírez Brau fue capaz de elaborar curiosos retos al sistema. Durante las elecciones del 6 de noviembre de 1928, tras emitir su voto en el colegio número 16 del Precinto Primero de Ponce, “se negó a entintarse la punta del dedo pulgar de su mano derecha con la solución química” según indicaba la ley electoral,  por considerarlo una indignidad.[3] Su representante legal en el pleito del cual luego fue absuelto, fue José Tous Soto (1874-1933), legislador del Partido Republicano Puertorriqueño entre 1917 y 1924 y uno de los fundadores de la Alianza Puertorriqueña.

Tous Soto llama la atención por otra disonancia: su condición de estadoísta marginal. El abogado, admirador de l Pedro Albizu Campos (1891-1965), tuvo el valor de abandonar el estadoísmo republicano para proponer la defensa de una suerte de “Estado Especial” autónomo, cercano al lenguaje del proyecto del representante republicano de Kansas, Phillip P. Campbell (1862-1941) en 1922. Con ello ratificaba el reconocimiento de que la estadidad no sería concedida al país en mucho tiempo. En aquel momento la estadidad y la autonomía del siglo 19 eran propuestas que, para las mentes de algunos intelectuales estadoístas, eran difíciles de diferenciar. La idea del “Estado Especial” fue pensada para sustituir el “Estado Pleno” que el Congreso, al no incorporar el país en 1900 a pesar de la anexión, ni en 1917 a pesar de la ciudadanía estadounidense, le negaba a los puertorriqueños que la pedían. Uno de los comentaristas más valiosos del concepto fue el líder republicano Luis Sánchez Morales (1867-1934)[4].

La crisis material de la década de 1930 provocó en la intelectualidad expresiones contradictorias en torno al pasado y el futuro del país. Distintos grados de nostalgia por la hispanidad y sus valores, salvo contadas excepciones, marcaron el discurso de intelectuales de todas las tendencias. El hecho es importante porque demuestra que la hispanofilia no fue el pecado sólo de los nacionalistas y de los populistas moderados o radicales. Aquella actitud fue compartida por un segmento de las elites intelectuales estadoístas desde la década de 1910 como respuesta al colapso de las expectativas que se tenían desde 1900 con respecto al compromiso estadounidense con incorporar a Puerto Rico a la unión en igualdad de condiciones con los demás estados. Los viejos separatistas independentistas confederacionistas y los anexionistas, así como los nuevos nacionalistas y los estadoístas, habían visto traicionada su confianza. La promesa de libertad, progreso y democracia, interpretada como estadidad o independencia, no estaba en los planes estadounidenses para el territorio.

Dadas aquellas condiciones la invención de un relato histórico colectivo regido por el imaginario del progreso y el optimismo resultaba problemático. Puerto Rico era un país que en 1898 había visto rota la culminación de la promesa española de modernización en la Carta Autonómica de 1897; y desde antes de 1929 y de la Gran Depresión, resultaba innegable que la promesa de progreso, democracia y libertad expresada en una proclama tampoco se cumpliría. Puerto Rico poseía dos historias incompletas y truncas, dos progresiones amputadas que la colocaban, si uso la metáfora del progresismo, al margen de la historia.  El problema no era el acontecer o el polvo de la historia, sino la excesiva confianza depositada por muchos en el ensueño del progreso como una fuerza ínsita u orgánica cuyos rasgos, buenos para explicar el desarrollo de las potencias europeas, no servían para aclarar la nuestra.

Elisha Francis Riggs (1887-1936), nació en Georgetown, Distrito de Columbia en una poderosa familia ligada a la banca y las finanzas y estudió en la Universidad de Yale.  Su padre Elisha Francis Riggs, Sr. (1851-1910), fue socio del banco “Riggs & Co.” (1876-1896) incorporado luego al “Riggs National Bank”. Durante la Gran Guerra (1914-1918), Riggs Jr. fungió como Attaché (agregado) Militar Auxiliar del Consulado de Estados Unidos en Petrogrado de 1916 a 1918 con rango de Capitán. Desde aquella posición colaboró en la campaña contra la emergente Unión Soviética y el comunismo rojo en medio de la guerra civil entre rojos y blancos iniciada en 1917 y culminada en 1923, esfuerzo que animó el “red scare” de los años 1920 que también tocó a Puerto Rico.

Estuvo Riggs activo en la concertación de las paces en el frente del este de Europa de cara a lo que luego sería la Unión Soviética, y trabajó en el Departamento de Inteligencia Militar en Washington. En 1920 abandonó las Fuerzas Armadas, con rango de Teniente Coronel, e invirtió en Prince George County, Maryland. Poco después fue nombrado Jefe de la Insular Police de Puerto Rico por Blanton Winship (1869-1947) quien gobernó con mano dura entre 1934 y 1939 durante lo peor de la crisis económica. Al momento de su arribo a la isla era presidente de la junta de la “Arundel Mortgage Company”, entidad asociada al “Federal Land Bank of Baltimore”, ambas presentes en el mercado crediticio agrario en Puerto Rico.[5]

Riggs, como Winship, era una figura emblemática del nacionalismo estadounidense para el cual ideologías como el comunismo o el nacionalismo, que en Puerto Rico avanzaron durante la década de 1930 a 1939 en las entidades del Partido Nacionalista (1930), Afirmación Socialista (1934) y el Partido Comunista Puertorriqueño (1936), resultaban amenazantes. Ni Riggs ni Winship eran funcionarios de poca monta o escasos de talento que viniesen a Puerto Rico a cobrar un favor político. La presencia de personalidades de su rango en el gobierno territorial ratificaba la relevancia que tenía el mercado insular para el capital y el valor geopolítico que representaba para la Marina de Guerra estadounidense. La preservación de su enclave en el Caribe bajo la condición de territorio no incorporado y sujeto a los poderes plenos del Congreso era fundamental. El patente desprecio cultural a la cultura hispano-puertorriqueña no negaba el valor de la posesión de este país.

La memoria de Ramírez Brau

La notas de Ramírez Brau abren con una interpretación convencional de la historia puertorriqueña entre el 1898 y el magnicidio del 23 de febrero de 1936. Los 38 años de presencia estadounidense han redundado en un “cambio radical” que no ha sido producto de azar sino expresión de las «señales del destino». Lo que el autor sugería era que nada hubiese podido evitar que Puerto Rico se convirtiera en posesión de Estados Unidos.  El autor validaba su afirmación citando a De Diego Martínez en un poema de 1916 que, mirando el 1898,  remitía al lector a otro arribo, el de Juan Ponce de León (¿?-1521) en 1508 también por Guánica. “Por el mismo sitio y en opuesto bando, / entraron los exóticos riendo, / salieron los nativos sollozando”[6]

Cada arribo o invasión había sido un acto providencial, es decir, producto de la permisividad de Dios y, en consecuencia, benéfico para los encontrados o los invadidos. El texto del poeta estaba alterado: “¡Por allí mismo, y en opuesto bando, / entraron los exóticos riendo / y salen los nativos sollozando!” La emoción, el tiempo verbal y el lenguaje, fueron revisados porque Ramírez Brau probablemente escribía de memoria. La cita provenía de un poema en seis sonetos endecasílabos que rememoraban el evento del 1898 como obra de Dios, actitud propia del nacionalismo providencialista y moderado que postulaba el poeta de Aguadilla. Estados Unidos era “un pueblo poderoso y justo”, que ofrecía “otra luz, otra patria, otros altares” pero, a la vez, impedía que “el derecho” y “la ley” desembarcasen con sus fuerzas armadas. Desde 1913 la esperanza del 1898 se había trocado para de Diego en desilusión por la negación de la independencia.

Ramírez Brau añadía sal a la herida: aceptaba que las libertades se habían conseguido a “jalones” y por la fuerza, es decir, contra la resistencia del “otro”. Sin embargo, a pesar de todo, aquellos logros eran una experiencia que “nunca el pueblo había conocido” en tiempos de España, argumento que los comentaristas estadounidenses habían reiterado una y otra vez desde el 1898 en el Congreso, la prensa y sus libros en torno a la expansión ultramarina.

La evocación del 1898 como un acto de liberación era un lugar común entre los sectores comprometidos en perpetuar la relación entre Puerto Rico y Estados Unidos. En cierto modo, constituía la base de una historia oficial en proceso de construcción que puede intuirse en historias de Puerto Rico como la de Rudolph A. Van Middeldyk (1903) o la de Salvador Brau Asencio (1904)[7]. Un educador de Guayanilla Francisco Rodríguez López (1881-1958)[8], autor del prólogo a un libro de Juan B. Huyke, Comisionado de Instrucción, invitaba a la lectura de la colección de relatos para niños con la siguiente afirmación: “Desde el 1898 (…) los habitantes de esta isla querida tenemos la doble personalidad de puertorriqueños y americanos”[9]. La teoría del trauma o la ruptura no representaba un problema para la intelectualidad colaboracionista con el nuevo poder y, por el contrario, el doppelganger o la duplicidad identitaria era celebrado con una retórica que adelantaba el nacionalismo cultural del populismo moderado del 1950 y el 1960.

Ramírez Brau veía en la Carta Autonómica de 1897 desde la perspectiva de los asimilistas del siglo 19 como los nacionalistas: el decreto equivalía a “la realización de(l) ansiado ideal” de los autonomistas moderados de ser reconocidos como “provincia de España”. Sobre aquella base acusaba a Luis Muñoz Rivera (1859-1916) de que como “premier (ministro de gobierno) no hizo un gesto para que los invasores respetaran la recién adquirida autonomía.” Se equivocaba, en efecto el premier lo negoció pero no fue escuchado por la autoridades militares. Su síntesis histórica continuaba con la evaluación del panorama partidario en el cual el peso de la retórica del siglo 19 era visible. La nominación de “separatistas” a los “independentistas” era un remedo del lenguaje que se usó para designar a los sureños secesionistas durante la Guerra Civil (1861-1864) y a los movimientos antiespañoles antillanos durante el siglo 19.

El magnicidio de Riggs y el asesinato de sus ejecutores Elías Beauchamp de Utuado e Hiram Rosado de Ciales, ocurrió en la calle Allen “a una cuadra del Correo de San Juan” cerca de la entrada del Callejón del Gámbaro y terminó  “en el cuartel de la calle San Francisco”. Era el domingo 23 de febrero de 1936 y Riggs salía de la misa de la catedral. Ramírez Brau se aseguró de demostrar el carácter personal de su relación con el funcionario quien vivía en los apartamentos San Cristóbal en la zona de Escambrón:  “Me llamó”, dice, “como acostumbraba”. La familiaridad articulada por la narrativa, el detalle de la gallinita y la alusión a María la hija del periodista, servirían para producir un fuerte contraste con el cruento episodio.

De vuelta de su casa al correo de Recinto Sur, Ramírez Brau escuchó las detonaciones, se acercó de prisa a la escena la cual describe del siguiente modo: “en el asiento posterior del vehículo, se hallaba (Riggs) con la cabeza reclinada sobre el espaldar del asiento anterior. De la cabeza le salía un borbotón de sangre y de masa encefálica. Tenía a los pies el libro de misa”. El detalle entre morboso y piadoso trataba de reforzar la sevicia del acto cometido por los matadores. La escena descrita, sin embargo, no coincide con la narrada por la historiadora Marisa Rosado en un volumen sobre el tema. Esta investigadora, amiga inseparable del detalle, colocaba a Riggs en el asiento delantero del pasajero de un Packard descapotado que guiaba el policía Ángel Álvarez.[10]

De acuerdo con el relato de Ramírez Brau, Beauchamp e Rosado fueron trasladados al “Negociado de La Detective” ubicado en el cuartel de la calle San Francisco. Aquella división fue trasladada entre 1937 y 1938 a Puerta de Tierra al edificio en el cual ubicaba el “San Juan Stadium”. El local fue remodelado para esos efectos con fondos legislativos y de la Puerto Rico Reconstruction Administration (PRRA). Aseguraba haber sido testigo del momento en que el “policía (Francisco) Velázquez quien traía preso a Beauchamp” y venía detrás de él,  “sentaba a Beauchamp en una silla, junto a otra silla que ocupaba Rosado”. Como aquel “prolongaba su conversación con los dos asesinos”, desde la sala del retén alguien le pidió que saliera. Entonces ocurrió la tragedia: “Yo me había parado sobre una mesa y por el enrejillado vi la ejecución de Beauchamp y Rosado”. En el acto tomaron parte cuatro policías.

Ramírez Brau reconocía lo complicado de su situación y, cuando bajaba de la mesa, “uno de los guardias se colocó de rodillas y con la escopeta o tercerola me apuntó para matarme. Lo único que le dije fueron estas palabras: Lo único que te falta es matarme, y así habrás concluido tu obra, dándole muerte a un periodista. Bajó el agente la tercerola y corrió hacia la calle disparándola contra una guagua”.

Los acusados por el asesinato de Beauchamp y Rosado fueron el jefe José Ramón Vázquez, el cabo Federico Cabán y los guardias Jacinto Barbosa, Américo Ortiz, Fernando Losada y el citado Velázquez. El Capitán (Ramón) Martínez Chapel y el cabo José Escobar fueron acusados de negligencia.[11] Alfonso Lastra Chárriez (1887-1946), abogado vinculado al Partido Unión y luego al Partido Liberal Puertorriqueño, fue el defensor de los 4 acusados. El juicio comenzó el 19 de enero de 1937. Lastra Charriez fue una figura clave en el retorno de los restos de Betances Alacán a Puerto Rico en 1920, cuando era vicepresidente de la Cámara de Representantes y un ideólogo cuya creciente moderación política entre 1920 y 1940 merecería una investigación cuidadosa.[12]

En su memoria Ramírez Brau confiesa que se negó a identificarlos porque temía por su vida: “se habían transfigurado y todos parecían gemelos”, alegó metafóricamente. Aparte de ello aseguraba que tenía una “deuda” con Lastra Chárriez quien había defendido a una prima suya «que dio muerte a su esposo” de apellido García de Quevedo también primo suyo. Lo único claro es que el instinto de supervivencia lo forzó a no delatar a los asesinos. La escena demuestra que Puerto Rico vivía bajo un orden del miedo en el cual la coerción policiaca silenciaba a los testigos.

Su testimonio en el juicio no coincide con la versión de las memorias. Rosado detalla que durante su interrogatorio Ramírez Brau alegó que llegó al cuartel cuando escuchó el primer disparo, y que vio por la rejilla como “se profanaban los cuerpos de los heridos, que fueron golpeados con los pies por una persona vestida de paisano”[13]. Al preguntársele si podía señalar a alguno de los acusados del crimen como responsable de ello indicó que “…ninguno de ellos estaba dándole a los heridos. Era una persona alta, vestida de paisano”. Ramírez Brau no exculpaba a los policías con su versión. Sólo confirmaba que aquellos no profanaron los cuerpos de Beauchamp y Rosado. Sus declaraciones fueron eliminadas del expediente del caso.

La ejecución de Riggs escandalizó al poder colonial y a sus colaboradores en el territorio y todo sugiere que aceleró la citación del liderato nacionalista por un Gran Jurado. De igual forma, preocupó a algunos sectores defensores de la independencia de Puerto Rico que consideraban que el acto no favorecía sus luchas. Ejemplo de ello es la opinión de José Lanauze Rolón (1893-1951) médico negro y militante comunista, que favoreció la colaboración de los comunistas con el Partido Nacionalista mientras la política de los “frentes populares” de la III Internacional Comunista, diseñada para enfrentar el ascenso del fascismo, lo permitió. A la luz del magnicidio de Riggs, Lanauze Rolón, citando a Lenin y ajustándolo a la situación puertorriqueña,  afirmaba que “por el camino del terror anarquista, no podría realizarse la obra emancipadora”, expresiones que incomodaron sobremanera a los nacionalistas.

En la poco estudiada “Carta…a Irma Solá” José Monserrate Toro Nazario, abogado, militante nacionalista y favorecedor como Lanauze Rolón de la colaboración con los socialistas y los comunistas, citaba dos artículos del 25 y el 26 de febrero de 1936 tomados del foro comunista Daily Worker. En aquellos se denunciaba “el régimen de terror” iniciado por la policía como respuesta al magnicidio y añadía que la Marina de Guerra se movía “hacia Puerto Rico para respaldar el terrorismo oficial”.[14] Para los comunistas la “muerte del coronel Riggs, Jefe de la policía en Puerto Rico, no ayuda en nada al movimiento de liberación”. Si el magnicidio no adelantaba el levantamiento popular, las posibilidades de que se generalizara su imagen como un acto de terror aumentaban.

Para los comunistas el acto era, siguiendo a Lenin, una expresión de “terrorismo individual” y un “asesinato político”. Con ello lo equiparaban a una conjura propia de ácratas.  Su preocupación era que se iba a usar el hecho para “para pedir la disolución del Partido nacionalista de Puerto Rico” como en efecto sucedió. Estados Unidos vacilaba: “¿Buen Vecino? Buenos linchadores…”. Ramírez Brau solo mereció un comentario de Toro Nazario: “Por lo que pueda hacer al caso, en el curso de esta carta, es bueno que sepa que Ramírez Brau es fascista, por confesión propia. Es uno de los más fervientes admiradores con que cuenta Mussolini en Puerto Rico”[15]. La ejecución, según Ramírez Brau, había retrasado además la salida de Winship de Puerto Rico para mal de todos.

El propósito de esta lectura cruzada no es otro que plantear viejo y nuevos problemas interpretativos a la luz de un hecho criminal o revolucionario que, como todos, posee muchos rostros. El debate ha sido planteado. Espero anime a otros a evaluar de manera innovadora  estos lugares por el bien de la historiografía puertorriqueña.

Publicado originalmente en Revista Siglo 22 (Febrero de 2023)

Notas


[1] Josefina Rivera de Álvarez (1972) “Ramírez Brau, Enrique” en Diccionario de literatura puertorriqueña. Tomo II. Vol. 2 (San Juan: ICP) 1293-1295.

[2] Ángel G. Quintero Rivera (2022) Bases sociales de la transformación ideológica del Partido Popular Democrático en la década de 1940-50: Economía política de Puerto Rico en la primera mitad del siglo XX (San Juan: Callejón) 158-172.

[3] Pueblo v. Ramírez Brau, 42 P.R. Dec. 80 (1931)March 31, 1931 · Supreme Court of Puerto Rico · No. 4129

42 P.R. Dec. 8 en Caselaw Access Project. Harvard Law School. URL: https://cite.case.law/pr-dec/42/80/

[4] Gonzalo F. Córdova (1991) Luis Sánchez Morales servidor ejemplar (San Juan: Editorial Académica): 128, 145, 148.

[5] “Col. Elisha Francis Riggs Jr.” en Find a Grave URL : https://es.findagrave.com/memorial/3241210/elisha-francis-riggs . Ver también Guillermo Iranzo Berrocal (2016) E.F. Riggs, la revolución Bolchevique y el nacionalismo revolucionario puertorriqueño: ajustician al capitán (Veracruz: Letras de Pasto Verde) 11-13. 

[6] El poema publicado en Cantos de rebeldía (1916) puede consultarse en José de Diego, “Ante la Historia”

[Poema – Texto completo.] Ciudad Seva URL: https://ciudadseva.com/texto/ante-la-historia/

[7] R. A. van Middeldyk (1903) The History of Puerto Rico. (New York: D. Appleton and Company); y Salvador Brau (1904) Historia de Puerto Rico (New York: D. Appleton and Company).

[8] Debo el dato a la gestión del doctorando en historia y amigo José Edgardo Velázquez Ruiz. Más información en Otto Sievens (1994) Catálogo biográfico de hijos de Guayanilla (Guayanilla: Guaynía) 162-166.

[9] Francisco Rodríguez López, “Prólogo” en Juan B. Huyke (1926) Cuentos de Puerto Rico (Chicago/Nueva York: Rand McNally y Compañía) v.

[10] Marisa Rosado (2007) El nacionalismo y la violencia en la década de 1930 (San Juan: Puerto) 58.

[11] Ibid, 85.

[12] Mario R. Cancel Sepúlveda (2021) “Otros Betances: representaciones de un revolucionario en la prensa de principios del siglo 20” en Puerto Rico entre siglos. URL:  https://puertoricoentresiglos.wordpress.com/2021/09/24/otros-betances-representaciones-de-un-revolucionario-en-la-prensa-de-principios-del-siglo-20/ ; y  Claridad-En Rojo URL: https://claridadpuertorico.com/otros-betances-representaciones-de-un-revolucionario-en-la-prensa-de-principios-del-siglo-20/

[13] Rosado, Op. Cit. 88.

[14] José Monserrate Toro Nazario (1939) “Carta de José Monserrate Toro Nazario a Irma Solá”. Colección Puertorriqueña. UPR-Río Piedras. Partido Nacionalista. Documentos. Epigrafía, transcripción y edición a cargo de Rafael Andrés Escribano: 100-101.

URL: https://documentaliablog.files.wordpress.com/2016/05/albizu_carta_irma_escribano.pdf

[15] Loc. Cit. 3.

Fuentes

Brau, Salvador (1904) Historia de Puerto Rico. New York: D. Appleton and Company.

“Col. Elisha Francis Riggs Jr.” en Find a Grave URL : https://es.findagrave.com/memorial/3241210/elisha-francis-riggs .

Córdova, Gonzalo F. (1991) Luis Sánchez Morales servidor ejemplar. San Juan: Editorial Académica.

De Diego, José “Ante la Historia” [Poema – Texto completo.] Ciudad Seva URL: https://ciudadseva.com/texto/ante-la-historia/

Iranzo Berrocal, Guillermo (2016) E.F. Riggs, la revolución Bolchevique y el nacionalismo revolucionario puertorriqueño: ajustician al capitán. Veracruz: Letras de Pasto Verde. 

Pueblo v. Ramírez Brau, 42 P.R. Dec. 80 (1931)March 31, 1931 · Supreme Court of Puerto Rico · No. 4129 42 P.R. Dec. 8 en Caselaw Access Project. Harvard Law School. URL: https://cite.case.law/pr-dec/42/80/

Quintero Rivera, Ángel G. (2022) Bases sociales de la transformación ideológica del Partido Popular Democrático en la década de 1940-50: Economía política de Puerto Rico en la primera mitad del siglo XX. San Juan: Callejón.

Rodríguez López, Francisco. “Prólogo” en Juan B. Huyke (1926) Cuentos de Puerto Rico. Chicago/Nueva York: Rand McNally y Compañía: v -x

Ramírez Brau, Enrique (1968) Memorias de un periodista. San Juan y Luis A. Ferrao (2009) Puertorriqueños en la Guerra Civil española. San Juan: EDUPR. URL:  https://puertoricoentresiglos.files.wordpress.com/2014/08/1158_pac_prensa_episodios.pdf

Rivera de Álvarez, Josefina (1974) “Ramírez Brau, Enrique” en Diccionario de literatura puertorriqueña. Tomo II. Vol. 2. San Juan: ICP: 1293-1295.

Rosado, Marisa (2007) El nacionalismo y la violencia en la década de 1930. San Juan: Puerto.

Sievens, Otto (1994) Catálogo biográfico de hijos de Guayanilla. Guayanilla: Guaynía: 162-166.

Toro Nazario, José Monserrate (1939) “Carta de José Monserrate Toro Nazario a Irma Solá”. Colección Puertorriqueña. UPR-Río Piedras. Partido Nacionalista. Documentos. Epigrafía, transcripción y edición a cargo de Rafael Andrés Escribano. URL: https://documentaliablog.files.wordpress.com/2016/05/albizu_carta_irma_escribano.pdf

Van Middeldyk, R. A. (1903) The History of Puerto Rico. New York: D. Appleton and Company.

junio 20, 2023

Volver a pensar el nacionalismo en un libro de José Manuel Dávila Marichal

  • Mario R. Cancel-Sepúlveda
  • Catedrático de Historia

José Manuel Dávila Marichal (2022) Pedro Albizu Campos y el Ejército Libertador del Partido Nacionalista de Puerto Rico (1930—1939). San Juan: Ediciones Laberinto: 307 págs.

Un comentario historiográfico

Lo primero que debo destacar es el carácter innovador de este libro de José Manuel Dávila Marichal. La transformación del Partido Nacionalista en una fuerza política agresiva a la luz de la reorganización de sus juventudes no había sido evaluada antes con tanta precisión antes. El hecho de que esa metamorfosis correspondiese con la militarización de sus estructuras ha constituido un tabú. El peso que tuvieron las confrontaciones entre los comandos nacionalistas y la Policía Insular durante la década de 1930, junto a la campaña de descrédito articulada por el Partido Popular Democrático y su líder Luis Muñoz Marín, en especial a partir de 1947, explica el rechazo a ese rostro del nacionalismo.

La investigación sosegada de su militarización ha estado llena de escollos que han confluido en el callejón sin salida de un maniqueísmo interpretativo que no abona a su comprensión. Desde un extremo, el hecho ha sido la espina dorsal de una leyenda heroica; desde el otro, ha sido censurado con una retórica pacifista pontificadora. El libro de Dávila Marichal es un intento de producir una mirada balanceada entre los dos extremos.

Lo segundo que debo destacar es que el Partido Nacionalista fue el mayor desafío interpuesto a Estados Unidos y a la cultura política puertorriqueña como respuesta a un siglo repleto de ilusiones y promesas quebrantadas. En eso Dávila Marichal no se equivoca. Tanto el siglo 20 como el siglo 21 cronológicos, abrieron con una “promesa” incumplida. El sabor amargo que ello dejó en una parte de la comunidad puertorriqueña es innegable. La desazón, aclaro, no fue privativa de independentistas y autonomistas. También los estadoístas tuvieron que ajustarse al rechazo hacia sus aspiraciones de incorporación a la unión.[1] La vulneración de la polisémica “promesa” de libertad aplanó a las elites políticas coloniales que, en general, habían celebrado el 1898 como la ventana hacia un futuro mejor.

La revalorización del Partido Nacionalista, una aporía en medio del ambiente intelectual de fines del siglo 20 y principios del 21, sirve bien a la hora de justipreciar dos momentos emblemáticos de aquella organización: el 1922 y el 1930. En 1922, cuando la Alianza Puertorriqueña maduró como resultado de las componendas entre el Partido Unión y el Partido Republicano Puertorriqueño en favor de la autonomía, el nacionalismo insistió en la independencia “en pelo”, es decir, sin el protectorado de Estados Unidos que predominaba en el discurso unionista.

Dos factores propiciaron el entendido entre sectores del unionismo y el estadoismo. Uno fue la imposibilidad de culminar la anexión del 1898 incorporando Puerto Rico como el futuro Estado 49. El territorio poseía una cultura que lo excluía del proceso y, entre 1912 y 1959, la incorporación e integración de estados se lentificó evitando la incorporación de miembros a la unión. Otro fue que la República con Protectorado, el plan de José de Diego desde el Partido Unión (1904-1922); o “en pelo”, el plan de Rosendo Matienzo Cintrón desde el Partido de la Independencia (1911-1914), tampoco se materializaron. La liberación de territorios no incorporados también se frenó desde 1902, cuando se fundó la Cuba plattista a pesar del reclamo de anexión de los cubanos, hasta 1946 cuando se admite la soberanía de Filipinas.

El Partido Nacionalista de 1922 surgió en un escenario paradójico: un “tiempo muerto” para la descolonización que coincidía con la formalización del principio de autodeterminación en el marco de las paces de la Gran Guerra (1914-1918). Cuando la organización adopta la independencia “en pelo” matienzista abandona la lógica unionista y dieguista. Matienzo Cintrón Con ello impugnaba el coloniaje desde el antillanismo cultural decimonónico con la lógica dieguista, a la vez que dejaba a un lado el lenguaje socialista moderado que caracterizó al Partido de la Independencia.[2]  

La revolución ejecutada fue doble. De un lado, rompió con el discurso de Luis Muñoz Rivera que apelaba a la independencia como “refugio” último de la dignidad. De otro lado, rompió con el independentismo de De Diego que negociaba una República con Protectorado o plattista marcada por mito de “Cuba y Puerto Rico son…” disfuncional tras los hechos del 1898.  A pesar de ello el Partido Nacionalista de 1922 rechazó la impugnación al coloniaje desde el socialismo moderado y profundizó la conexión con el antillanismo cultural decimonónico y la tradición geopolítica de las paces de la Gran Guerra. En esa dirección es que mira la investigación de Dávila Marichal en este volumen.

En 1930 la originalidad del Partido Nacionalista radicó en su antiimperialismo y su voluntad de autodeterminación, en el espíritu de Woodrow Wilson y Vladimir Lenin. Pero también en su liberalismo filosófico radical que veía la libertad como un derecho natural, teleológico o inevitable sobre la base de lo que el Zygmund Bauman llamaría una retrotopía:  la revaloración del pasado hispano.

La táctica discursiva no fue inventada por el nacionalismo. El clisé de la hispanofilia, un hijo putativo del regeneracionismo español de 1898, sirvió a pensadores como José Luis González, entre otros, para tildar al nacionalismo de reaccionario. El discurso de Dávila Marichal es una refutación directa a ese pensamiento. El rechazo a la hispanofilia de figuras canónicas como González dificulta la apropiación serena de la experiencia nacionalista: en aquel discurso lo cultural y lo político se superpusieron de manera incómoda. Los que vieron en la hispanofilia una tendencia retrógrada, partían de una concepción convencional del “progreso”, artefacto interpretativo puesto en entredicho desde 1920 por intelectuales como John B. Bury. Aquellos detractores asumían que el “progreso” solo podía tener una cara en Puerto Rico y que el nacionalismo hispanófilo se equivocaba al mitificar el pasado alrededor de la retrotopía de la “gran familia” rota por el “trauma” del 1898.

La originalidad del Partido Nacionalista en 1930 en medio de la Gran Depresión, y aquí se detiene Dávila Marichal en su reflexión, radicó en la retórica de la “acción inmediata”, es decir, en el sentido de urgencia que adjudicó a la independencia, actitud ausente en el unionismo y el dieguismo. El reclamo de dejar atrás el retoricismo ateneísta del nacionalismo de 1922, una herencia del romanticismo tardío y el modernismo literario, fue clave del nuevo nacionalismo. En este renglón es donde el libro de Dávila Marichal hace su mayor aportación. La militarización animada por Albizu Campos, entendida como un proceso disciplinar, era una de las zapatas del nuevo nacionalismo.  

Tanto 1922 como en 1930 el nacionalismo respondió a amenazas políticas concretas. En 1922, fue al auge del autonomismo negociador de la Alianza Puertorriqueña y del proyecto Phillip Campbell de 1921. En 1930, el estadoísmo nucleado alrededor de la Coalición Puertorriqueña, emanación de la Alianza disuelta entre 1929 y 1932. Entre 1922 y 1930, no cabe duda, la representación de Estados Unidos dentro de los nacionalismos cambia de potencial aliado a la de enemigo franco de Puerto Rico libre. El desenvolvimiento de la Asociación Patriótica de Jóvenes Puertorriqueños (1931) y su transformación en Ejército Libertador (1936), el tema mayor de Dávila Marichal, es el mejor laboratorio para entender aquel proceso. Como he sugerido antes, Albizu Campos es un “desencaje” y el Partido Nacionalista un “disloque” difíciles de ensamblar en el relato histórico dominante.[3]

Lo tercero que debo destacar tiene que ver con el presente. El libro de Dávila Marichal traduce el interés en la recuperación crítica del nacionalismo más allá del Partido Nacionalista en el siglo 21 tras el visible retroceso de esa ideología a nivel global. El desprestigio del nacionalismo tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), así como el debate sobre el posfascismo en medio de la crisis del orden neoliberal desde 2015, imponen un reto intelectual formidable. El efecto de la vinculación, asumida como forzosa, entre esa ideología y extremismos como el fascismo y el nazismo, no son fáciles de evadir. Dávila Marichal lo sabe, pero confía en la posibilidad de una comprensión abierta del tema.

Debo señalar que el telos del nacionalismo como objeto de estudio convergió con el del socialismo (realmente existente) a fines del siglo 20: ambas experiencias fueron demonizadas en el proceso de maduración del orden neoliberal. Ese no ha sido el único obstáculo. En Puerto Rico, los prejuicios en torno al nacionalismo desarrollados durante la era del Nuevo Trato, el dominio del Partido Popular Democrático y el ascenso del movimiento estadoísta (1933-1968), funcionaron como una censura tácita para la discusión serena del tema cuya cima no fue otra que las Conferencias Godkin en la residencia oficial de Muñoz Marín en 1959.[4]

Un libro y un tema

El libro de Dávila Marichal abre con una introducción en la cual establece los parámetros de la discusión. Su meta es problematizar de forma menos unidireccional la relación entre el militarismo nacionalista y el fascismo europeo en el contexto del siglo 20. El autor está consciente de que las interpretaciones desde el estadoismo y el autonomismo, así como aquellas elaboradas desde la historia social y económica y el materialismo histórico, han dependido mucho de insistir en un connubio que, desde mi punto de vista, está lleno de puntos ciegos.

El capítulo 1 ofrece un panorama de la transformación del nacionalismo bajo el dominio estadounidense centrado en la figura jurídica del partido en sus dos fases (1922 y 1930) y en su líder Albizu Campos. El autor se encarga de llamar la atención en torno a la relación de aquel con el nacionalismo irlandés, un modelo de resistencia social y política que también había influido al autonomismo radical y las sociedades del boicot desarrolladas en el Puerto Rico español a partir de la crisis económica de 1886. Se trata de una relación ideológica entre la matriz autonomista radical y la nacionalista en general poco discutida.[5]

En el núcleo del libro, los capítulos segundo, tercero y cuarto, Dávila Marichal revisa la transformación promovida por una criatura de Albizu Campos: la militarización fue la impronta más significativa que dejó el abogado en el partido que comenzó a dirigir en mayo de 1930. El desplazamiento del liderato ateneísta durante la asamblea que lo eligió presidente puede ser interpretada como una expulsión simbólica de los otros mercaderes del templo, como en el texto evangélico.

La reorganización marcial de la juventud, universitaria y preuniversitaria, cumplió la función de semillero para el nuevo nacionalismo en el marco de la “acción inmediata”, pero tenía sus antecedentes en la imaginación de otro puertorriqueño del cambio de siglo: Eugenio María de Hostos.[6] Una lectura de los documentos de Madre Isla que describen las bases de la “Liga de Patriotas” y los que pormenorizan la petición de la “Primera Comisión de Puerto Rico en Washington”, ratifican la afirmación. Dado que Puerto Rico era “un pueblo enfermo” (26), Hostos sugería programas de educación física en los cuales los “ejercicios corporales (…) culminen en una enseñanza militar completa” (37). Los “ejercicios militares” serían parte de la “Enseñanza intuitiva” (39) de la “Liga…”. El respeto a la disciplina militar como una actividad sanadora y el organicismo positivista que veía a Puerto Rico como una expresión de los “pueblos niños” (76), justificó que la “Comisión…” negociadora pidiera una “Reducción de la guarnición militar de la isla (…) y (la) formación de la milicia indígena” (85) que actuara durante el proceso posinvasión. Dávila Marichal afirma que esa era una las virtudes que Albizu Campos reconocía a la militarización del nacionalismo.

El gran tema del volumen de Dávila Marichal es la transformación de la Asociación Patriótica de Jóvenes puertorriqueños, el Cuerpo de Cadetes de la República, las Hijas de la libertad, el Cuerpo de Enfermeras de la República y el Ejército Libertador en el fundamento de una milicia nacional disciplinada capaz de la tarea de la libertad según la soñó Hostos en 1899 y Albizu Campos desde su regreso a Puerto Rico en 1921.

La capacidad de producir otra mirada

Los estudios de este tipo han navegado contra viento y marea. Reprimidos por los vientos de los tiempos, la memoria oficial y el discurso del poder, la historiografía pertinente ha adoptado una retórica defensiva. En una serie de seminarios subgraduados y graduados sobre esos temas que dicté entre el 2007 y el 2019, hice hincapié en que la problematización del Partido Nacionalista, el nacionalismo y Albizu Campos se debía practicar con el fin de comprenderlos en el sentido que Marc Bloch dio a ese concepto:  no salvarlos ni condenarlos. Siempre me pareció que el diálogo académico lleno de tensiones entre las perspectivas nacionalistas y las socioeconómicas, materialistas históricas y culturales sobre la base de un terreno común era posible y enriquecería la elucidación del fenómeno. 

Las miradas al nacionalismo, Dávila Marichal lo reconoce, han tendido al proceratismo. La historiografía ha privilegiado la figura y el discurso público, siempre capturado de manera oblicua, de Albizu Campos. Con ello se han oscurecido las fisuras ideológicas comunes en toda organización militante, manifiestas en este caso en 1927, 1930, 1934 y 1939. Cuando se mira hacia los nudos de conflictividad que atravesaron al nacionalismo, se llama la atención sobre las confrontaciones que tuvo con el orden colonial e imperial tales como el proceso del Gran Jurado de 1936, la Masacre de Ponce de 1937 y la Insurrección de 1950, entre otros. Aquellos eran episodios cónsonos con la concepción heroica y el martirologio animados por el nacionalismo tradicional.

El compromiso de Albizu Campos con la defensa de la gran y mediana burguesía puertorriqueña a la luz de la inserción del capital estadounidense bajo condiciones de privilegio, me refiero a un pleito contra el capital azucarero ausentista y otro contra Sears Roebuck y sus ventas por catálogo, no han llamado la atención de los investigadores al presente. Otros aspectos cruciales para la apropiación de un Albizu Campos “total” tales como su juventud en Ponce, Vermont y Harvard, su vida privada, su vida militar en el seno del ejército de Estados Unidos, su breve vida política en el Partido Unión y la Alianza Puertorriqueña antes de ingresar al Partido Nacionalista, el periodo carcelario en Atlanta, su vida en Nueva York tras su liberación, han sido poco investigados.

De igual forma, seducidos por los esplendores de su vida pública en el contexto de la “acción inmediata”, asuntos como la historia electoral y las políticas de alianzas del Partido Nacionalista antes y después de las elecciones del 1932, tampoco han llamado la atención. Un asunto medular ligado a la trabazón con el autonomismo radical decimonónico como la percepción albizuísta del papel libertador que podían cumplir los poderes municipales soberanos en el marco del Proyecto Myllard Tydings de 1936 pasa inadvertido. Las afinidades de los nacionalistas con los demócratas liberales en Estados Unidos, el caso más conocido es el de Vito Marcantonio, o con el otro adversario devaluado por los avances del liberalismo novotratista, el movimiento estadoísta, a la luz de la contienda electoral de 1932, tampoco se han abordado con propiedad. Con ello lo único que se ha conseguido es suprimir la rica heterogeneidad ideológica del nacionalismo en nombre de una  ficticia homogeneidad.

Este libro de Dávila Marichal es una llamada de atención sobre esas carencias en la medida en que suple una de ellas: el papel moral y práctico de la militarización del partido durante la década de 1930. Y lo hace con recursos únicos e insustituibles. Una de las virtudes de ese texto tiene que ver con la forma en que maneja la “Colección Osvaldo García”, al cuidado de la Universidad de Puerto Rico, y la “Colección Ovidio Dávila Dávila”.  La apelación a la “Colección José Enrique Ayoroa Santaliz”, gestor de la conmemoración del centenario de Albizu Campos, y la “Colección Yamila Azize” que permite la pormenorización de algunos asuntos ligados a las mujeres del nacionalismo, completan el panorama de registros archivísticos que personalizan el discurso de Dávila Marichal.

A ello habría que añadir toda una serie de entrevistas ejecutadas a principios del siglo 21 en donde la oralidad, el testimonio y la subjetividad de los participantes en los procesos investigados, aproximan al lector a un conjunto de eventos que se oscurecen con el paso del tiempo. A la memoria fuerte oficial Dávila Marichal contrapone la memoria, hasta ahora débil, de los militantes de la causa nacionalista. La forma en que el autor maneja esos testimonios me parece muy atinada y profesional.

Las ausencias están allí, pero las tesis de grado y los libros de historia también son unidades finitas. Poner a dialogar la obra de Dávila Marichal con dos registros archivísticos que fueron claves para la representación de aquel como un espécimen del fascismo podría abrir la discusión a espacios nuevos. Los registros del Federal Bureau of Investigations (FBI), la “Carta a Irma Solá” (1939) de José Monserrate Toro Nazario y toda una literatura creativa sarcástica antinacionalista que circuló en los medios en Puerto Rico durante las décadas de 1930 y 1940, son ilustrativas de las dificultades que enfrentará cualquier intento de apropiación abierta del Partido Nacionalista, el nacionalismo y Albizu Campos. Esa tarea está sobre la mesa. Emplazo cordialmente a Dávila Marichal a que se aventure ejecutarla. El menú está servido. Este libro de José Manuel Dávila Marichal es el primer curso para un largo banquete intelectual.

Publicado originalmente en Revista Siglo22 (Julio de 2022)

Notas


[1] Refiero al lector a Mario R. Cancel-Sepúlveda (24 de julio de 2013) “José Celso Barbosa: un divertimento y un homenaje” en Puerto Rico: su transformación en el tiempo URL https://historiapr.wordpress.com/2013/07/24/jose-celso-barbosa-un-divertimento-y-un-homenaje/  consultado el 12 de junio de 2020.

[2] Sobre ese momento histórico sugiero Che Paralitci (2017) “La lucha independentista hasta el 1930” en Historia de la lucha por la independencia de Puerto Rico (Río Piedras: Gaviota): 25-71; Rafael Bernabe (1996) Respuestas al colonialismo (Río Piedras: Huracán); Mario R. Cancel (2007) “Espiritismo y modernidad: magia e historia en Puerto Rico a principios del siglo 20” en Historias marginales: otros rostros de Jano  ( Mayagüez: CEPA) :217-256; y Mario R. Cancel (20112) “VI. El plattismo en la política exterior de Estados Unidos: Los casos de Cuba y Puerto Rico” y ”VII. El primer independentismo del siglo XX: la transformación ideológica de Rafael López Landrón” en Anti-figuraciones: bocetos puertorriqueños (San Juan/Santo Domingo: Isla negra): 105-160.

[3] He trabajado el tema en “Albizu y el Nacionalismo: un problema historiográfico” (19 de Septiembre de 2014) en 80 Grados: Columnas-Historia URL: http://www.80grados.net/albizu-y-el-nacionalismo-un-problema-historiografico/  consultado el 12 de junio de 2020; y “Pedro Albizu Campos: Perspectivas para la investigación” (27 de septiembre de 2012) en Puerto Rico entre siglos URL: https://puertoricoentresiglos.wordpress.com/2012/09/27/pedro-albizu-campos-perspectivas-para-la-investigacion/  consultado el 12 de junio de 2020.

[4] Mario R. Cancel-Sepúlveda (1 de enero de 2020) “Luis Muñoz Marín y las Conferencias Godkin (1959)” en Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura URL https://puertoricoentresiglos.wordpress.com/2020/01/21/luis-munoz-marin-y-las-conferencias-godkin-1959-i/  consultado el 12 de junio de 2020.

[5] Para revisar las interioridades de ese proceso recomiendo Félix Tió Malaret y René Jiménez Malaret, ed. (1939 /1953 /1999) Epistolario histórico (San Juan: Sociedad Histórica de Puerto Rico).

[6] Véase Eugenio María de Hostos (1969) Obras completas. Tomo V. Madre Isla (San Juan: Coquí). Los números entre paréntesis corresponden al origen de la cita directa.

junio 18, 2023

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  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Catedrático de Historia

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