Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura

noviembre 30, 2023

Visitando el Laberinto de Mario Cancel-Sepúlveda (1)

  • Gary Gutiérrez
  • Sociólogo

Conversatorio en la Librería El Candil de Ponce, 18 de noviembre 2023

Salud y resistencia para todos y todas.

Hace unas décadas, en medio de una entrevista o conversación sobre el arte de juntar cosas y así rescatar y preservar la memoria histórica, el maestro Quique Ayoroa Santaliz me recordó que, si bien el coleccionar objetos es bueno o importante, mejor es coleccionar amigos. Desde aquel momento he tratado de seguir esa máxima.

Uno de esos amigos coleccionados durante mi paso por este mundo es el compañero Mario Cancel, a quien, si la memoria no me traiciona conocí en la década de los ’80 cuando estudiaba bachillerato y se perfilaba como el académico que es hoy. Aun en la distancia física y temporal, Cancel es uno de los que uno sabe que están disponible para aclarar dudas y arrojar luz sobre nuestros procesos históricos. Así, hace unos 18 meses, el maestro Cancel me convocó a esta Sala, que lleva el nombre del amado Reinaldo Millán Quiñones, para que comentara su publicación: El Laberinto de los Indóciles; Estudios sobre la historiografía puertorriqueña del siglo 19. Maravillosa publicación que me abrió los ojos a la complejidad socio política que definió el siglo 19 en Puerto Rico.

Gracias al trabajo de Cancel, lo que el currículo de historia del Departamento de [des]Educación del país había construido como un periodo simple cuando unos cuantos soñadores descontentos fracasaron en su intentona de independizarse de los abusadores españoles que colonizaron el país, se revela ahora como parte de un complejo proceso y entramado político.

Si bien, esa publicación anterior, El Laberinto de los Indóciles; Estudios sobre la historiografía puertorriqueña del siglo 19, me abrió la mente a esas complejidades, este nuevo libro de Cancel Sepúlveda, no solo nos adentra en la maraña de las tendencias políticas del siglo 19, también va explicando la interacción de esos sectores. Indóciles: Nueva visita al laberinto, actores y sujetos, que cohabitaron el ecosistema político del Puerto Rico del siglo 19 y principios del 20.

En esta nueva publicación, el autor nos lleva a mirar como esos sectores anteriormente detallados, miraron, construyeron y redefinieron los procesos históricos que les forjaron como sujetos políticos y eventualmente históricos. Así, las páginas de Indóciles: Nueva visita al laberinto nos muestra unos prohombres humanizados que durante su vida y sobre todo al final de misma, miraron, reconstruyeron y sobre todo recontextualizaron los eventos y procesos históricos que forjaron sus vidas y sobre todo las narrativas decimonónicas en la Isla y el Caribe.

Así, las páginas de Indóciles: Nueva visita al laberinto documenta, desde la aguda perspectiva de Cancel, como aquellos monocromáticos «próceres» y «prohombres» que nos mencionaron en los salones del Departamento de [Des]Educación del País, en realidad fueron y son seres llenos de matices y colores que miraban sus procesos y los contextualizaban en la corriente histórica que les tocó vivir.

En ese sentido, el trabajo de Cancel nos explica como gigantes, como Betances y Hostos, cumplirán sin saberlo con el llamado que un siglo más tarde hiciera el historiador Fernando Picó, “El Viejo” como amorosamente le llaman sus estudiantes, quien predicaba que cada generación debía recontextualizar su historia.

De esa manera la lectura de Indóciles: Nueva visita al laberinto se convierte en una conversación donde el maestro Cancel, como abuelo sabio que cuenta a sus nietos la vida de sus amigos y compañeros del pasado, nos narra la humanidad de estos personajes, sus penumbras y alegrías, sus aciertos y desencantos. Claro con su narrativa, el autor va igualmente recontextualizando y reconstruyendo su visión sobre las gestas libertarias, y sobre estos protagonistas. Después de todo, la historia siempre es “un proyecto en construcción”.

En fin, como bien detalla la catedrática Mayra Rosario Urrutia, cuya reflexión sobre este trabajo sirve de una especie de prólogo al mismo, Indóciles: Nueva visita al laberinto de Mario Cancel surge como respuesta a la pregunta; ¿Cómo interesar a la gente del presente en un evento ocurrido hace 160 años?

En mi caso, como lego y mal educado por el estado en la historia, esta nueva visita guiada al laberinto decimonónico me ayuda a repensar los procesos políticos actuales. Esfuerzos como como la posible alianza electoral contra el bipartidismo, por ejemplo. Pues esta visita al laberinto durante el final del siglo 19 y comienzo del 20, me ayuda a entender que las realidades y procesos políticos de los pueblos son siempre complejos y rara vez lineales. Igual me recuerda que quienes dirigen esos procesos son humanos con sus buenos y malos matices. Sobre todo, me ayuda a tener presente que caminamos por el mismo laberinto por donde se movieron Hostos y Betances. El mismo laberinto aun cuando parezca estar siempre cambiando.

Para terminar, agradezco el trabajo del maestro Cancel ya que, tanto El Laberinto de los Indóciles; Estudios sobre la historiografía puertorriqueña del siglo 19 como Indóciles: Nueva visita al laberinto me dio la oportunidad de cumplir con la máxima sobre recontextualizar la historia que sentenció el maestro Picó, “el Viejo”.

Pero, precisamente para seguir cumpliendo con esta máxima, y escuchar cómo otra nueva generación reconstruye su historia, convocamos a Guarionex Padilla Marty, maestro de escuela, para que nos comparta sus experiencias visitando el laberinto del Maestro Mario Cancel Sepúlveda.

julio 30, 2023

Nacionalistas. Providencialismo y Nación en Francisco Matos Paoli (notas)

  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Catedrático de Historia

El papel del pensamiento católico en el nacionalismo puertorriqueño es un hecho demostrado. Aquella convicción estaba asociada a su sincera hispanofilia y al esfuerzo de recuperación y afirmación de la cultura latina ante lo que consideraba la amenaza anglosajona, en el contexto de la invasión de 1898. Su conexión con el arielismo ha sido discutida en numerosas ocasiones. La interpretación nacionalista, un virtual choque de civilizaciones, culturas o razas, como se estilaba en la época, ha sido reducida a una expresión más del conservadurismo nacionalista. En ello han coadyuvado las miradas seculares socioeconómicas y materialistas históricas así como las interpretaciones críticas del nacionalismo articuladas en el corazón del posmodernismo criollo. La penetración del asunto no ha sido mucha. La siguiente reflexión es un intento de problematizar el asunto a la luz de uno de sus voceros más notables.

Francisco Matos Paoli (1915-2000) es un poeta-pensador que, por un lado, apoya su interpretación del mundo en los principios del Idealismo Filosófico. Su metodología interpretativa se encuentra en las fronteras entre el Idealismo Trascendental y el Idealismo Absoluto, es decir, entre las posturas de Immanuel Kant y George Friedrich Hegel con mucha comodidad. En ese sentido no está muy lejos del Alejandro Tapia Rivera de las Conferencias sobre estética y literatura (1881).

El idealismo kantiano o trascendental presume que el sujeto cognoscente y el objeto cognoscible son esferas separadas. Sobre esa base establece la capacidad del sujeto para conocer el objeto, pero establece que la misma está mediada por los juicios o formas a priori que expresan el orden de la naturaleza, las leyes universales. Kant concebía el conocimiento como el resultado de la transacción entre la Razón Práctica y la Razón Pura por medio del Imperativo Categórico que hacía posible que la una coincidiera con la otra. En el caso de Matos Paoli se trata de la relación entre la racionalidad humana y la racionalidad divina o entre el ser humano y Dios y sus manifestaciones. La transacción o mediación se apoya en esos mismos signos que carga desde la infancia. El monólogo que se manufactura en el Canto de la locura (1961) en donde el poeta se convierte en intercesor o médium entre Dios y Pedro, con Luzbel como “otro” sugerido, es un excelente modelo de ello (Matos Paoli, Canto… 63). Pero cuando avanza hacia la locura, el médium es Susana, esa poderosa figura materna que le brinda seguridad (Matos Paoli, Canto…90-91). La mirada de Matos Paoli identificó la locura, esa enajenación radical de la materialidad y la racionalidad, con lo Absoluto que es Dios.

Por otro lado, como cristiano convencido y práctico, piensa la historia desde la postura del Providencialismo: la realidad es una teofanía o la manifestación expresa de la divinidad. El sitio que el ser humano ocupa en el tiempo y el espacio, en la historia y en la sociedad, es sólo la materialización de la permisibilidad de Dios. En una conversación con el poeta Manuel de la Puebla en 1985, Matos Paoli decía que “el verdadero cristiano mantiene la fe enhiesta. Sabe que el providencialismo divino existe y se manifiesta en el curso de la historia” (De la Puebla 44). Su Providencialismo reproduce las posturas clásicas del pensador del siglo V y Padre de la Iglesia, Agustín de Hipona, quien las formuló sobre las bases de dualismo maniqueo más elemental en La Ciudad de Dios contra paganos (412-426). En Agustín, Dios es la estructura de la realidad y la autonomía humana ante su voluntad es poca.

Pero en otras ocasiones el poeta se ubica en el territorio incierto en donde el Dios de los teólogos tradicionales y la Razón de los modernos se intersecan, según se significa en la obra de Giambattista Vico, Ciencia Nueva (1725). La necesidad de Vico, un pensador cristiano cuya influencia está presente en numerosos pensadores liberales del Puerto Rico del siglo 19, se justifica por la forma en que aquel introdujo en la discusión providencialista una concepción más secular o moderna de la historia concreta, del acontecer humano. A Agustín y los providencialistas tradicionales del cristianismo primitivo no les interesaba el acontecer humano en realidad, sino la historia como teofanía. La interpretación de Vico, por el contrario, reconocía cierta agencia a la humanidad y alguna autoridad a la racionalidad humana respecto a la voluntad de Dios. A la altura de siglo 18, cuando escribe sus reflexiones, la metáfora de Dios, que es un concepto histórico, se ha transformado de la figura autoritaria e inconmovible propia de la tradición judía, en la figura piadosa y tolerante de los cristianos. El providencialismo de Matos Paoli se apoya en Vico a la hora de tratar de comprender la historia de su Nación. Vico entendía el acontecer como la expresión de una “Historia Ideal” (la Estructura) en una serie de “Historias Concretas” o “Historia Particulares” entre las cuales la historia de una nación era una de ellas. El telos o meta de todas esas “historias” era el “equilibrio”, esa condición de “sosiego” que sugiere en los liberales de los siglos 18 y 19 la idea de la libertad, la igualdad y la fraternidad.

El optimismo filosófico del Providencialismo de Agustín y de Vico es el mismo que anima el nacionalismo católico y místico de Matos Paoli. La seguridad que muestra el nacionalismo en que la libertad es alcanzable no debía ser puesta en duda. La concepción compartida entre Matos Paoli, Pedro Albizu Campos (1893-1965) y tantos otros comprometidos con la lucha por la independencia, tarea que era apropiada como un deber sagrado y un propósito alcanzable, derivan no solo de las concepciones deterministas y causalistas que heredaron de la cultura política liberal del siglo 19, sino también de esa otra herencia -la católica- que reverdece después de la invasión de 1898 ante la amenaza del “otro” cristianismo, el evangélico. La oposición arielista entre latinos y sajones se proyectaba, sin duda, en aquellas consideraciones. El optimismo de Matos Paoli, similar al que manifestó al Partido Nacionalista de 1922 y el de 1930, compartía además la convicción de que la Nación Puertorriqueña, una forma espiritual o cultural madura, era “inasimilable” y sostenían esa postura en el principio de que “la soberanía del pueblo es ínsita…nadie nos puede absorber” (De la Puebla 23).

La seguridad cultural y política que aquella aseveración brindaba estaba acompañada por otro interesante criterio. El catolicismo con el cual se identifica Matos Paoli en los momentos cruciales de Luz de los héroes (1954) y Canto de la Locura (1961), redactados durante sus sucesivas estadías en prisión en 1950 y 1954, apela a los signos de un misticismo de base popular que no puede ser pasado por alto. En Luz de los héroes el poema “Destino de hijo”, dedicado a Albizu Campos, coloca a este “sobre el Tabor de aquella loma” (Matos Paoli, Antología minuto 44). Tabor es el mítico monte galileo de la transfiguración de Jesús, pero también en el signo de igualación social al cual apelaron los adictos al separado o hereje Juan Hus en 1420 cuando este reformista cristiano de base popular intentaba liberar a los bohemios del poder de una Roma que no representaba bien a los pobres. La selección del signo por Hus y Matos Paoli no me parece al azar: la idea de la revolución como transfiguración está presente en Albizu Campos como una constante. Jayuya-Tabor es un símbolo complejo que parece apelar además a la necesidad de castigar a los traidores-pecadores que se oponen a la liberación-salvación.

Las metáforas de Canto de la locura, me dicen que el poeta no se percibe como un cristiano cualquiera. La apelación a Francisco de Asís, el místico del siglo 12, se hace visible en las alusiones a una naturaleza que se apropia como expresión concreta de la divinidad: las aves y las flores pueblan estos versos hermosos y herméticos. En el Canto… el nombre Francisco es un yo que se desdobla en la persona del poeta y en la del monje rebelde. No hay que olvidar que los discípulos de Francisco, considerados también separados o herejes por la Iglesia Católica y conocidos como los “Fraticelli” o “Hermanos Espirituales”, reclamaron en nombre de la “Dama Pobreza” la demolición del poder de Roma y la disolución y redistribución de su riqueza entre los desposeídos. Del mismo modo, el culto a la pobreza evangélica es visible en numerosos lugares del texto: “sin poder, sin aquí (…) y rico de pobreza”, “Estoy con los pobres ahora / los infelices claros, / los mendigos…”, “…vuelvo a mi madre, la mística, / coronada de pobres…” (Matos Paoli, Canto… 64, 68, 88). Al final del poema la pregunta retórica se impone: “¿Cuándo vendrá la florecita / de Francisco de Asís, / el de la fina humillación en las cosas, / a retener la isla jubilosa / en que no moría mamá, / alta, alta…” (Matos Paoli, Canto…114).

Por último, Matos Paoli hizo afirmaciones categóricas en contra del dualismo maniqueo del cual se le podría acusar desde la perspectiva de la teología ortodoxa: “Yo no soy maniqueo. Creo que, a la larga, el bien se impondrá sobre el mal” (De la Puebla 44). Con aquella afirmación reproducía los argumentos de Agustín y Tomás de Aquino, los refutadores medievales del maniqueísmo. Pero ante la imposibilidad de explicar el problema del mal sin presumir que procedía del mismo Dios que significaba el bien, aceptaba que el “mal tiene categoría ontológica”, es decir, existía diferenciado de Dios con lo cual esgrimía un argumento maniqueo.

La cultura religiosa, literaria y política de Matos Paoli caminan por la misma ruta. La elites católicas intelectualizadas del nacionalismo no fueron homogéneas. En su seno convivían una diversidad de propuestas. El estudio sereno de es complejidad está todavía por comenzar.

Fuentes sugeridas
Agustín de Hipona (1964) Obras de San Agustín XVI La Ciudad de Dios. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
—– (1965) Obras de San Agustín XVII La Ciudad de Dios. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
Matos Paoli, Francisco (1954) Luz de los héroes. San Juan.
—– (1976). Canto de la locura. San Juan, P.R.: Instituto de Cultura Puertorriqueña.
—– (1977). Antología minuto. Mayagüez: Colección de Poesía Jardín de Espejos.
—– y Manuel de la Puebla (1985). Francisco Matos Paoli, poeta esencial. Río Piedras, P. R.: Ediciones Mairena.

Tapia y Rivera, Alejandro (1881) Conferencias sobre estética y literatura. San Juan: Tipografía de González y Co.

Vico, Giambattista (1985) Ciencia Nueva. Vol. I. Barcelona: Orbis.

—– (1985) Ciencia Nueva. Vol. II. Barcelona: Orbis.

julio 29, 2023

Nacionalistas: una introducción a la “Carta a Irma” de 1939

  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Historiador

Publicado originalmente en Claridad-En Rojo (28 de junio de 2023)

Un contexto

La “Carta de José Monserrate Toro Nazario a Irma Solá”1 , firmada en Yauco el 31 de mayo de 1939 , fue redactada en medio de un apasionado debate en torno a la situación y el futuro del Partido Nacionalista de Puerto Rico en el marco de una poco comentada lucha por el poder. Es un documento que recoge una versión de la disputa desarrollada al interior de la organización entre 1936 y 1939. El partido parecía dividido en dos bloques intransigentes que se disputaban la “sucesión” del control del partido en aquel nefasto año. No era la primera vez que hechos de aquella naturaleza inestabilizaban un proyecto político. Algo similar había ocurrido con el Partido Autonomista Puertorriqueño en 1889 tras la muerte de Román Baldorioty de Castro (1822-1889).

Los procesos del 1936 y la Masacre de Ponce de 1937, asestaron un duro golpe a una institución que, desde 1934, atravesaba por complejos desafíos ideológicos. Los sectores moderados, herederos del nacionalismo cívico que Pedro Albizu Campos (1891-1965) había condenado una y otra vez, y los sectores exigentes fieles a la doctrina de la “acción inmediata” incluyendo sus aspectos más agresivos, no podían ponerse de acuerdo. El conflicto tenía fuertes implicaciones tácticas. Su persistencia demostraba que, en cierto modo, el asunto planteado durante la asamblea partisana que llevó a Albizu Campos a la presidencia en mayo de 1930 nunca se resolvió del todo. El entusiasmo del triunfo del grupo de Ponce consiguió solamente posponerlo2.

El revisionismo albizuísta de 1930 había sido retado por otros revisionismos. La cuestión de la pertinencia de la “acción inmediata” y la violencia revolucionaria retornaron a partir de 1935. La militarización que condujo a la leva de 1936 con el fin de forjar un “Ejército de Liberación” fue clave para la movilización de las autoridades federales contra el nacionalismo3. La eficacia de la táctica estaba siendo puesta en entredicho. Una parte del liderato trataba de devolver al partido a la legalidad que poseía en 1932, recuperar en alguna medida la tradición dieguista y reinsertarlo en el drama electoral del país. Aquella proposición representaba para sus opositores un retroceso y un acto de acomodo en medio de la aceleración de los choques con las autoridades que la tarea de “crearle una crisis” a Estados Unidos en Puerto Rico requería.

Discurso en el Sixto Escobar

Otro segmento de la militancia comenzaba a mirar hacia la izquierda con la lógica argumental que la Internacional Comunista había desarrollado alrededor de la política de “frentes populares” desde 1935. Aquella táctica innovadora dependía del fortalecimiento de una amplia coalición popular que, a fin de derrotar el fascismo, suponía que los socialistas y los comunistas estrecharan relaciones con los partidos democráticos burgueses contra el adversario común. El capitalismo y el comunismo debían posponer su confrontación y ponerse de acuerdo para derrotar el fascismo. El fascismo, como se sabe, había surgido como una “tercera vía” que fustigaba lo mismo a los defensores del libre mercado y el liberalismo político que a los propulsores del socialismo, la estatificación y el autoritarismo, y responsabilizaba a aquellos programas de acción propios de la modernidad de la decadencia de occidente. Las relaciones del nacionalismo con el comunismo fueron por lo regular inestables y fluctuantes aunque ello no impidió la colaboración en situaciones concretas.

Para el Partido Nacionalista la política de frentes populares representaba un problema. Albizu Campos reclamaba cierta exclusividad o privilegio para su nacionalismo. En una carta de 1930 dirigida a José Lameiro, quien acababa de adherirse a su causa proveniente del unionismo, tras descartar cualquier proyecto de rehabilitación o negociación con Estados Unidos, el líder era enfático: “No hay Nacionalismo fuera del Partido Nacionalista”4. Si su disposición a colaborar con los unionistas, luego liberales, era poca, sus relaciones con los socialistas amarillos a quienes acusaba de dividir la nación, estaban agriadas por el compromiso de aquellos con la estadidad y su alianza con el gran capital azucarero ausentista y el movimiento estadoísta. He discutido la representación de los socialistas del dirigente de Ponce a través de los escritos llenos de sarcasmo de Luis Abella Blanco (1878-1948)5.

De otra parte, las hostilidad con los comunistas aumentó a la luz de conflictos éticos y morales en torno al control de la natalidad representada por el doctor José A. Lanauze Rolón (1893-1951)6 y por el apoyo del Partido Comunista de Puerto Rico en el cual militaba a los programas de Nuevo Trato, recurso que Albizu Campos consideraba un acto indigno y cuya condena pública había solicitado. La fundación del Partido Popular Democrático en 1939, cuyo liderato abogaba por la independencia con justicia social y simpatizaba con el novotratismo y el control de la natalidad, complicó más la situación. Luis Muñoz Marín (1898-1980) era una figura muy popular que había sido solidario con Albizu Campos en el contexto de los procesos de 1936, tanto como lo había sido Rafael Martínez Nadal (1877-1941), por cierto. El impacto de la consolidación de un movimiento populista e independentista como el PPD en los debates internos del Partido Nacionalista no debe ser tomado a la ligera. Una queja de Toro Nazario en la “Carta a Irma…” -la idea de que el Nacionalismo necesitaba un programa económico eficaz- sugiere cierta atracción por las políticas muñocistas cercanas a las recomendaciones del Plan Carlos Chardón y el novotratismo.

La clave filosófica que impedía la mediación o el acuerdo entre los nacionalistas y los populares tocaba el asunto de la validez de las posturas de “principios” inconmovibles e intransigentes defendidas por los primeros, y las actitudes “pragmáticas” posibilistas y flexibles de los segundos. En aquel momento ambos partidos compartían la postura retórica del liberalismo clásico que naturalizaba la libertad y consideraba la independencia como una condición teleológicamente determinada.

Las tensiones con los comunistas iban más allá, según sugiere la “Carta a Irma…”. En 1933 la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) había conseguido el reconocimiento diplomático de Estados Unidos. El nombramiento de Adolph Hitler (1889 – 1945) como Canciller en Alemania en 1933 con el respaldo de los nazis y los conservadores nacionalistas hacía urgente el acercamiento ruso a Estados Unidos. En 1934 la Unión Soviética había sido aceptada como estado miembro de la Liga de Naciones, hecho que facilitó la elaboración de un acuerdo de relaciones comerciales bilaterales con la administración Franklyn D. Roosevelt (1882-1945).

El artífice ruso del acuerdo fue Maxim Maksímovich Livínov (1876-1951), el Comisario de Asuntos Exteriores ruso de origen judío. El acuerdo entre Litvínov y Roosevelt comprometió la política soviética “(to) respect scrupulously the indisputable right of the United States to order its own life within its own jurisdiction in its own way and to refrain from interfering in any manner in the internal affairs of the United States, its territories or possessions7. Albizu Campos traducía el lenguaje aludido como una demostración de la traición de los comunistas en general a la causa de la independencia de Puerto Rico. Los comunistas en Puerto Rico aseguraban que aquella postura de la Rusia Soviética no impedía la articulación de la política de frentes populares de la Internacional Comunista. La representación de Albizu Campos como un anticomunista convencido está sin duda relacionado con aquel hecho, poco discutido en general, según se deriva de las notas de Toro Nazario.

Como podrá verse, las perspectivas teóricas y prácticas del Partido Nacionalista no encajaban en el marco de los frentes populares por el papel de Rusia y Estados Unidos en la propuesta. Cuánto movió hacia la derecha al partido aquella postura es un tema abierto para el debate. Por un lado, el Partido Nacionalista no era una organización socialista que aspirara ser la portavoz de las clases trabajadoras rurales y urbanas en un proceso de lucha de clases. Por el contrario, rechazaba aquella práctica como un elemento de división de la nacionalidad. El providencialismo cristiano que animaba a una parte significativa de su liderato, Albizu Campos en particular, estaba en el lado opuesto del materialismo histórico y el marxismo ateo. Mis investigaciones sugieren que no todos los nacionalistas católicos eran providencialistas cristianos o conservadores. También sugiere que no todos los que rechazaban el novotratismo y el acuerdos de Roosevelt con Litvínov eran pro fascistas. Cualquier generalización en una dirección u otra no representa bien la situación. Una mirada que se ampare en los recursos de la microhistoria ayudará a comprender mejor la ambigüedad de la situación y el excepcionalismo a la vez que ofrecerá una imagen más confiable del escenario.

El liderato católico del Partido Nacionalista, Albizu Campos incluido, se guiaba por los principios paternales del corporativismo cristiano que requería armonía completa entre el capital y el trabajo (los trabajadores y los capitalistas o los obreros y los burgueses) y responsabilizaba de la protección de los humildes, los humillados del mundo social o los pobres, en manos de un estado fuerte, moral y paternal aliado del capital nacional8. La atenuación de la lucha de clases en tiempos de crisis económica y después de la superación de los tiempos de depresión, dependería de poderosos y convincentes argumentos culturales que giraban alrededor del mito de la gran familia puertorriqueña, el valor y la superioridad de la raza latina dentro del marco de un arielismo altamente politizado.

Las quejas del nacionalismo respecto al colonialismo y el capital estadounidense no desdecían su compromiso con el libre mercado. Había (esta retórica me recuerda la de Muñoz Marín cuando legitimaba el nacionalismo cultural ante el político después de 1952) un libre mercado malo en el marco colonial. Pero sin duda era posible y necesario un libre mercado bueno en el marco de la independencia. En la imaginación de Albizu Campos aquel estado de cosas poco tenía que ver con el novotratismo, con el comunismo o el fascismo. Lo que censuraba del estado de cosas el nacionalismo era el poder del capital estadounidense sobre el mercado y el expolio de la riqueza nacional por corporaciones ausentistas: condenaba el enclave agrario en que se había convertido Puerto Rico. Aquel problema solo podría ser superado mediante el fortalecimiento del capital nacional así como de la mediana y pequeña burguesía puertorriqueñas9. La ruta de la modernidad solo se aceleraba en el marco del progresismo occidental según se desenvolvió en el escenario europeo.

En conclusión, Albizu Campos y el Partido Nacionalista no tenían ni la tesitura ideológica ni la voluntad política para compartir la teoría de los frentes populares. En efecto, su liderato desconfiaba del comunismo soviético, del liberalismo económico y político estadounidense, del novotratismo y no estaba dispuesto a participar en un frente común antifascista en el camino hacia la Segunda Guerra Mundial. Aquel espacio vacante lo llenaron los comunistas, el nuevo sindicalismo que retaba al Partido Socialista y la Federación Libre de Trabajadores y el emergente Partido Popular Democrático entre 1936 y 1938. La probabilidad de que el Partido Nacionalista acabara siendo asociado a los sectores fascistas, enemigos declarados tanto del comunismo del liberalismo y el novotratismo, como en efecto sucedió y sucede, era muy alta.

¿Quién fue José Monserrate Toro Nazario?

José Monserrate Toro Nazario (1906-1986), nacido en San Germán, fue un abogado, agnóstico, masón, católico y periodista bilingüe con una amplia cultura que trabajó como redactor de temas internacionales del National Catholic Welfare Council (NCWC) News Service10, organización conocida hoy como U.S. Conference of Catholic Bishops. La entidad se había consolidado en 1919, profesionalizando las labores de la más modesta Catholic Press Association fundada en 1911. Laboró además como redactor del foro católico El Piloto. Su condición de libre pensador y católico, curioso oxímoron, su retórica difería del providencialismo cristiano y del catolicismo tradicional que tantas veces se ha señalado en Albizu Campos. Por el contrario, cuestionaba el clero conservador y estaba comprometido con la defensa de una doctrina social que hiciera del catolicismo un mecanismo modernizador y de justicia social eficaz. Es bien probable, no he hecho una indagación al respecto, que sus postura estuviesen vinculadas al llamado periodo piano de la Doctrina Social de la Iglesia, desarrollada entre 1922 y 1958 alrededor de las posturas de Pío XI (1857-1939) y Pío XII (1876-1958) en particular Quadragesimo anno de 1931.

Toro Nazario había ingresado al Partido nacionalista en 1932; se alejó temporeramente entre 1933 y 1934 y se reintegró a las tareas en la coyuntura de mayor agitación en 1935. En ese sentido, estuvo dispuesto a respaldar a la organización cuando las autoridades estatales y federales cerraban el cerco y el nacionalismo profundizaba su agresividad. Su compromiso con la causa nacionalista no le impedía diferir críticamente de las posturas oficiales o de Albizu Campos. En medio de la crisis desatada por los arrestos de 1936, fungió como director del periódico La palabra en ausencia de Juan Antonio Corretjer (1908- 1985), preso por no cumplir una orden del Gran Jurado, y Secretario Interino del Partido Nacionalista bajo la presidencia también interina del desaparecido Julio Pinto Gandía (1908-1976), otro experto en relaciones internacionales.

Fue uno de los abogados que representó a los nacionalistas en los procesos de 1936 así como en la apelación de la sentencia junto a Pinto Gandía y Gilberto Concepción de Gracia (1909-1968), entre otros. Estuvo muy activo en los contrainterrogatorios de ciertos testigos y fue interrogado a su vez durante el proceso. La razón para ello eran que había fungido como director interino del foro La palabra y su relación con figuras como el director del periódico Armas de Caguas, el poeta Clemente Soto Vélez (1905-1993), Atilano Colón e Isolina Rondón (1913-1990), tesorera del Partido Nacionalista de Río Piedras. También se le inquirió en torno a las condiciones de la residencia de otro de los acusados, Juan Gallardo Santiago (1901-1982), líder de la junta de Mayagüez nacido en Hormigueros11. Durante el informe preliminar de la defensa fue llamado a declarar por Albizu Campos bajo una situación incómoda: la fiscalía y el juez entorpecían el interrogatorio una y otra vez . El abogado René Arrillaga Armendáriz, el primer investigador que ha estudiado las trascripciones disponibles del proceso ha resumido de un modo iluminador el episodio: “El testimonio de Toro Nazario quizás será más recordado por lo que no se le dejó hablar…”12, asunto que habrá que discutir en otra ocasión.

La “Carta a Irma…” estaba dirigida a Irma Solá, una mujer joven de Caguas quien trabajó como secretaria de la familia Albizu-Meneses y, junto a la intelectual dominicana y militante del nacionalismo Thelma Fiallo Henríquez, atendió a sus hijos mientras Albizu Campos estaba preso.13 El documento estaba dirigido, en ese sentido, a Laura Meneses del Carpio (1894-1973) y respondía a ciertas prácticas políticas de aquella que llamaban la atención de Toro Nazario.

Las diferencias ideológicas planteadas en la “Carta a Irma…” fueron tratadas con secretividad por los involucrados. Los señalamientos de Toro Nazario tocaban a figuras de prestigio y poder dentro de la organización.

En ciertos momentos la retórica de Toro Nazario tomó un giro personalista apoyado en la rica retórica del autor propensa a la ironía, la sátira y el sarcasmo bien documentados, actitud similar a los casos de Ramón E. Betances Alacán (1827-1898) o Rosendo Matienzo Cintrón (1855-1913) en otros contextos. El giro socarrón y agresivo es una práctica común en medio de los debates ideológicos en agrupaciones que se encuentran bajo la presión exterior y/o interior. La pugna presentada en la “Carta a Irma…”, como ya se dijo, estaba enraizada en el giro hacia la “acción inmediata” de 1930, maduró entre 1936 y 1937 y llegó a su punto más álgido en 1939 cuando Toro Nazario ordena sus ideas por escrito.

El contenido de los planteamientos centrales de la “Carta a Irma…” es un asunto que discutiré en las próximas columnas.

Notas:

1Es el nombre abreviado del documento Partido Nacionalista. Documentos. “Carta de José Monserrate Toro Nazario a Irma Solá”, 31 de mayo de 1939. Epigrafía, transcripción y edición a cargo del Dr. Rafael Andrés Escribano.
2Amílcar Tirado (1993) “La forja de un líder: Pedro Albizu Campos 1924-1939 en Juan Manuel Carrión, Teresa C. Gracia Ruiz y Carlos Rodríguez Fraticelli, eds. La nación puertorriqueña: Ensayos en torno a Pedro Albizu Campos (San Juan: Ed. de la Universidad de Puerto Rico): 65-81.
3José Manuel Dávila Marichal (2022) “Organizando el Ejército Libertador” en Pedro Albizu Campos y el Ejército Libertador del Partido Nacionalista de Puerto Rico (1930—1939) (San Juan: Ediciones Laberinto): 127-169.
4Mario R. Cancel Sepúlveda (28 de enero de 2010) “Albizu Campos: dos cartas” en Puerto Rico entre siglos
URL: https://puertoricoentresiglos.wordpress.com/2010/01/28/albizu-dos-cartas/
5Mario R. Cancel Sepúlveda (2023) “Nacionalistas: la retórica antinacionalista en una muestra de la narrativa literaria de la primera parte del siglo 20” en Academia URL: https://www.academia.edu/103400387/Nacionalistas_la_ret%C3%B3rica_antinacionalista_en_una_muestra_de_la_narrativa_literaria_de_la_primera_parte_del_siglo_20
6José Lanauze Rolón (1926) El mal de los muchos hijos (Ponce) URL: https://documentaliablog.files.wordpress.com/2016/05/huigens-berntsen-lanauze-1926-el-mal-de-los-muchos-hijos.pdf
7CNN.com Cold War. Declassified Top Secret (November 16,1933) “Exchange of Communications between President Franklin Roosevelt and Maxim Litvinov of the USSR” URL: https://nsarchive2.gwu.edu/coldwar/documents/episode-1/fdr-ml.htm
8Ernesto Sánchez Huertas (1997) “Algunas ideas tentativas del pensamiento social cristiano en Albizu campos” en Carrión et.al. : 139-160. Las similitudes con el Positivismo Clásico de Auguste Comte, Henri de Saint Simon, Eugenio María de Hostos y las vertientes del Krausismo y el Krausopositivismo son notables.
9Mario R. Cancel Sepúlveda (1ro de mayo de 2010) “El Partido Nacionalista y las Elecciones de 1932” en Puerto Rico entre siglos URL: https://puertoricoentresiglos.wordpress.com/2010/05/01/partido-nacionalista-elecciones-1932/ ; y Varios autores (1922 /1930 / 1979) “El Partido Nacionalista en 1922 y en 1930: programas” en Reece B. Bothwell González (1979)Puerto Rico: cien años de lucha política. Vol. I-2 (Río Piedras: Editorial Universitaria) URL: https://puertoricoentresiglos.files.wordpress.com/2014/08/cea_1158_nac_1922_1930_docs.pdf .
10Maria Mazzenga (April 19, 2018) “The Archivist’s Nook: YOU Should Read the Catholic Press – Why?” URL: https://www.lib.cua.edu/wordpress/newsevents/10361/
11Información detallada en la tesis inédita de René Arrillaga Armendáriz (2023) “Antecedentes y celebración de los juicios contra Pedro Albizu Campos y el liderato nacionalista en el 1936” (Ph. D. Historia) Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y El Caribe, San Juan, Puerto Rico.
12Ibid, 491.
13Luis A. Ferrao (1990) Pedro Albizu campos y el nacionalismo puertorriqueño (San Juan: Cultural): 351.

junio 21, 2023

Memoria de un asesinato: un texto de Enrique Ramírez Brau

  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Catedrático de Historia

Notas al documento Enrique Ramírez Brau (Febrero 2023) “El asesinato de Riggs y el de Beauchamp y Rosado, sus matadores” en Revista Siglo 22

El texto, tres personajes y su ubicación

El escrito que me ocupa es “El asesinato de Riggs y el de Beauchamp y Rosado, sus matadores”, tomado de las Memorias de un periodista de Enrique Ramírez Brau (1894-1970) publicadas en 1968. Ramírez Brau fue un periodista educado en San Juan y Nueva York, poeta caracterizado por la retórica neorromántica con notas modernistas que reflejaba bien el estilo de sus modelos José De Diego Martínez (1866-1918), Gaspar Núñez de Arce (1832-1903), Amado Nervo (1870-1919) y Rubén Darío (1867-1916), entre otros. Como periodista laboró para El Boletín Mercantil, primero en su librería y luego en la redacción, así como El Imparcial, La Democracia, El Mundo, todos de San Juan, y El Día de Ponce para el cual escribía cuando ocurrieron los hechos aludidos. Aquel foro era propiedad desde 1928 de Guillermo Vivas Valdivieso (1881-1965) abogado, periodista, empresario y exalcalde de Ponce (1925-1928), figura de pasado autonomista que fue testigo de la Masacre de Ponce el Domingo de Ramos de 1937.

Desde mediados de la década de 1930 Ramírez Brau se interesó por la genealogía histórica y por figuras como el pirata Roberto Cofresí (1791-1825), bandido romántico puertorriqueño, de quien produjo una genealogía, así como por la época colonial hispana y el escudo de armas de Puerto Rico[1]. La personalidad de su abuelo materno Salvador Brau Asencio (1842-1912) y la preocupación de los intelectuales del 1930 por la identidad, debate abierto por la revista Índice (1929-1931) uno de cuyos editores era Antonio S. Pedreira Pizarro (1899-1939), explican el giro en sus intereses intelectuales. Sobre su abuelo escribió un valioso testimonio publicado en 1957. Ramírez Brau fue un creador y pensador híbrido que arrastró consigo pautas de la mirada romántica y modernista a las corrientes regeneracionistas de la llamada Generación del 1930.

Durante aquella década, según el  sociólogo Ángel G. Quintero Rivera, “dos vertientes del nacionalismo” germinaron en Puerto Rico [2]. El tránsito del nacionalismo ateneísta al revolucionario, y del liberalismo al populismo o de “bolero” como le designa Quintero, fueron su expresión más acabada. En aquella década la Gran Depresión, una fuerza exógena, empeoró la ya golpeaba la sociedad puertorriqueña desde la década del 1920. Ramírez Brau no militó en ninguno de las dos vertientes. Sin embargo, como muchos intelectuales de su tiempo, compartió cierta veneración por el pasado señorial hispano de su país.

Ramírez Brau fue capaz de elaborar curiosos retos al sistema. Durante las elecciones del 6 de noviembre de 1928, tras emitir su voto en el colegio número 16 del Precinto Primero de Ponce, “se negó a entintarse la punta del dedo pulgar de su mano derecha con la solución química” según indicaba la ley electoral,  por considerarlo una indignidad.[3] Su representante legal en el pleito del cual luego fue absuelto, fue José Tous Soto (1874-1933), legislador del Partido Republicano Puertorriqueño entre 1917 y 1924 y uno de los fundadores de la Alianza Puertorriqueña.

Tous Soto llama la atención por otra disonancia: su condición de estadoísta marginal. El abogado, admirador de l Pedro Albizu Campos (1891-1965), tuvo el valor de abandonar el estadoísmo republicano para proponer la defensa de una suerte de “Estado Especial” autónomo, cercano al lenguaje del proyecto del representante republicano de Kansas, Phillip P. Campbell (1862-1941) en 1922. Con ello ratificaba el reconocimiento de que la estadidad no sería concedida al país en mucho tiempo. En aquel momento la estadidad y la autonomía del siglo 19 eran propuestas que, para las mentes de algunos intelectuales estadoístas, eran difíciles de diferenciar. La idea del “Estado Especial” fue pensada para sustituir el “Estado Pleno” que el Congreso, al no incorporar el país en 1900 a pesar de la anexión, ni en 1917 a pesar de la ciudadanía estadounidense, le negaba a los puertorriqueños que la pedían. Uno de los comentaristas más valiosos del concepto fue el líder republicano Luis Sánchez Morales (1867-1934)[4].

La crisis material de la década de 1930 provocó en la intelectualidad expresiones contradictorias en torno al pasado y el futuro del país. Distintos grados de nostalgia por la hispanidad y sus valores, salvo contadas excepciones, marcaron el discurso de intelectuales de todas las tendencias. El hecho es importante porque demuestra que la hispanofilia no fue el pecado sólo de los nacionalistas y de los populistas moderados o radicales. Aquella actitud fue compartida por un segmento de las elites intelectuales estadoístas desde la década de 1910 como respuesta al colapso de las expectativas que se tenían desde 1900 con respecto al compromiso estadounidense con incorporar a Puerto Rico a la unión en igualdad de condiciones con los demás estados. Los viejos separatistas independentistas confederacionistas y los anexionistas, así como los nuevos nacionalistas y los estadoístas, habían visto traicionada su confianza. La promesa de libertad, progreso y democracia, interpretada como estadidad o independencia, no estaba en los planes estadounidenses para el territorio.

Dadas aquellas condiciones la invención de un relato histórico colectivo regido por el imaginario del progreso y el optimismo resultaba problemático. Puerto Rico era un país que en 1898 había visto rota la culminación de la promesa española de modernización en la Carta Autonómica de 1897; y desde antes de 1929 y de la Gran Depresión, resultaba innegable que la promesa de progreso, democracia y libertad expresada en una proclama tampoco se cumpliría. Puerto Rico poseía dos historias incompletas y truncas, dos progresiones amputadas que la colocaban, si uso la metáfora del progresismo, al margen de la historia.  El problema no era el acontecer o el polvo de la historia, sino la excesiva confianza depositada por muchos en el ensueño del progreso como una fuerza ínsita u orgánica cuyos rasgos, buenos para explicar el desarrollo de las potencias europeas, no servían para aclarar la nuestra.

Elisha Francis Riggs (1887-1936), nació en Georgetown, Distrito de Columbia en una poderosa familia ligada a la banca y las finanzas y estudió en la Universidad de Yale.  Su padre Elisha Francis Riggs, Sr. (1851-1910), fue socio del banco “Riggs & Co.” (1876-1896) incorporado luego al “Riggs National Bank”. Durante la Gran Guerra (1914-1918), Riggs Jr. fungió como Attaché (agregado) Militar Auxiliar del Consulado de Estados Unidos en Petrogrado de 1916 a 1918 con rango de Capitán. Desde aquella posición colaboró en la campaña contra la emergente Unión Soviética y el comunismo rojo en medio de la guerra civil entre rojos y blancos iniciada en 1917 y culminada en 1923, esfuerzo que animó el “red scare” de los años 1920 que también tocó a Puerto Rico.

Estuvo Riggs activo en la concertación de las paces en el frente del este de Europa de cara a lo que luego sería la Unión Soviética, y trabajó en el Departamento de Inteligencia Militar en Washington. En 1920 abandonó las Fuerzas Armadas, con rango de Teniente Coronel, e invirtió en Prince George County, Maryland. Poco después fue nombrado Jefe de la Insular Police de Puerto Rico por Blanton Winship (1869-1947) quien gobernó con mano dura entre 1934 y 1939 durante lo peor de la crisis económica. Al momento de su arribo a la isla era presidente de la junta de la “Arundel Mortgage Company”, entidad asociada al “Federal Land Bank of Baltimore”, ambas presentes en el mercado crediticio agrario en Puerto Rico.[5]

Riggs, como Winship, era una figura emblemática del nacionalismo estadounidense para el cual ideologías como el comunismo o el nacionalismo, que en Puerto Rico avanzaron durante la década de 1930 a 1939 en las entidades del Partido Nacionalista (1930), Afirmación Socialista (1934) y el Partido Comunista Puertorriqueño (1936), resultaban amenazantes. Ni Riggs ni Winship eran funcionarios de poca monta o escasos de talento que viniesen a Puerto Rico a cobrar un favor político. La presencia de personalidades de su rango en el gobierno territorial ratificaba la relevancia que tenía el mercado insular para el capital y el valor geopolítico que representaba para la Marina de Guerra estadounidense. La preservación de su enclave en el Caribe bajo la condición de territorio no incorporado y sujeto a los poderes plenos del Congreso era fundamental. El patente desprecio cultural a la cultura hispano-puertorriqueña no negaba el valor de la posesión de este país.

La memoria de Ramírez Brau

La notas de Ramírez Brau abren con una interpretación convencional de la historia puertorriqueña entre el 1898 y el magnicidio del 23 de febrero de 1936. Los 38 años de presencia estadounidense han redundado en un “cambio radical” que no ha sido producto de azar sino expresión de las «señales del destino». Lo que el autor sugería era que nada hubiese podido evitar que Puerto Rico se convirtiera en posesión de Estados Unidos.  El autor validaba su afirmación citando a De Diego Martínez en un poema de 1916 que, mirando el 1898,  remitía al lector a otro arribo, el de Juan Ponce de León (¿?-1521) en 1508 también por Guánica. “Por el mismo sitio y en opuesto bando, / entraron los exóticos riendo, / salieron los nativos sollozando”[6]

Cada arribo o invasión había sido un acto providencial, es decir, producto de la permisividad de Dios y, en consecuencia, benéfico para los encontrados o los invadidos. El texto del poeta estaba alterado: “¡Por allí mismo, y en opuesto bando, / entraron los exóticos riendo / y salen los nativos sollozando!” La emoción, el tiempo verbal y el lenguaje, fueron revisados porque Ramírez Brau probablemente escribía de memoria. La cita provenía de un poema en seis sonetos endecasílabos que rememoraban el evento del 1898 como obra de Dios, actitud propia del nacionalismo providencialista y moderado que postulaba el poeta de Aguadilla. Estados Unidos era “un pueblo poderoso y justo”, que ofrecía “otra luz, otra patria, otros altares” pero, a la vez, impedía que “el derecho” y “la ley” desembarcasen con sus fuerzas armadas. Desde 1913 la esperanza del 1898 se había trocado para de Diego en desilusión por la negación de la independencia.

Ramírez Brau añadía sal a la herida: aceptaba que las libertades se habían conseguido a “jalones” y por la fuerza, es decir, contra la resistencia del “otro”. Sin embargo, a pesar de todo, aquellos logros eran una experiencia que “nunca el pueblo había conocido” en tiempos de España, argumento que los comentaristas estadounidenses habían reiterado una y otra vez desde el 1898 en el Congreso, la prensa y sus libros en torno a la expansión ultramarina.

La evocación del 1898 como un acto de liberación era un lugar común entre los sectores comprometidos en perpetuar la relación entre Puerto Rico y Estados Unidos. En cierto modo, constituía la base de una historia oficial en proceso de construcción que puede intuirse en historias de Puerto Rico como la de Rudolph A. Van Middeldyk (1903) o la de Salvador Brau Asencio (1904)[7]. Un educador de Guayanilla Francisco Rodríguez López (1881-1958)[8], autor del prólogo a un libro de Juan B. Huyke, Comisionado de Instrucción, invitaba a la lectura de la colección de relatos para niños con la siguiente afirmación: “Desde el 1898 (…) los habitantes de esta isla querida tenemos la doble personalidad de puertorriqueños y americanos”[9]. La teoría del trauma o la ruptura no representaba un problema para la intelectualidad colaboracionista con el nuevo poder y, por el contrario, el doppelganger o la duplicidad identitaria era celebrado con una retórica que adelantaba el nacionalismo cultural del populismo moderado del 1950 y el 1960.

Ramírez Brau veía en la Carta Autonómica de 1897 desde la perspectiva de los asimilistas del siglo 19 como los nacionalistas: el decreto equivalía a “la realización de(l) ansiado ideal” de los autonomistas moderados de ser reconocidos como “provincia de España”. Sobre aquella base acusaba a Luis Muñoz Rivera (1859-1916) de que como “premier (ministro de gobierno) no hizo un gesto para que los invasores respetaran la recién adquirida autonomía.” Se equivocaba, en efecto el premier lo negoció pero no fue escuchado por la autoridades militares. Su síntesis histórica continuaba con la evaluación del panorama partidario en el cual el peso de la retórica del siglo 19 era visible. La nominación de “separatistas” a los “independentistas” era un remedo del lenguaje que se usó para designar a los sureños secesionistas durante la Guerra Civil (1861-1864) y a los movimientos antiespañoles antillanos durante el siglo 19.

El magnicidio de Riggs y el asesinato de sus ejecutores Elías Beauchamp de Utuado e Hiram Rosado de Ciales, ocurrió en la calle Allen “a una cuadra del Correo de San Juan” cerca de la entrada del Callejón del Gámbaro y terminó  “en el cuartel de la calle San Francisco”. Era el domingo 23 de febrero de 1936 y Riggs salía de la misa de la catedral. Ramírez Brau se aseguró de demostrar el carácter personal de su relación con el funcionario quien vivía en los apartamentos San Cristóbal en la zona de Escambrón:  “Me llamó”, dice, “como acostumbraba”. La familiaridad articulada por la narrativa, el detalle de la gallinita y la alusión a María la hija del periodista, servirían para producir un fuerte contraste con el cruento episodio.

De vuelta de su casa al correo de Recinto Sur, Ramírez Brau escuchó las detonaciones, se acercó de prisa a la escena la cual describe del siguiente modo: “en el asiento posterior del vehículo, se hallaba (Riggs) con la cabeza reclinada sobre el espaldar del asiento anterior. De la cabeza le salía un borbotón de sangre y de masa encefálica. Tenía a los pies el libro de misa”. El detalle entre morboso y piadoso trataba de reforzar la sevicia del acto cometido por los matadores. La escena descrita, sin embargo, no coincide con la narrada por la historiadora Marisa Rosado en un volumen sobre el tema. Esta investigadora, amiga inseparable del detalle, colocaba a Riggs en el asiento delantero del pasajero de un Packard descapotado que guiaba el policía Ángel Álvarez.[10]

De acuerdo con el relato de Ramírez Brau, Beauchamp e Rosado fueron trasladados al “Negociado de La Detective” ubicado en el cuartel de la calle San Francisco. Aquella división fue trasladada entre 1937 y 1938 a Puerta de Tierra al edificio en el cual ubicaba el “San Juan Stadium”. El local fue remodelado para esos efectos con fondos legislativos y de la Puerto Rico Reconstruction Administration (PRRA). Aseguraba haber sido testigo del momento en que el “policía (Francisco) Velázquez quien traía preso a Beauchamp” y venía detrás de él,  “sentaba a Beauchamp en una silla, junto a otra silla que ocupaba Rosado”. Como aquel “prolongaba su conversación con los dos asesinos”, desde la sala del retén alguien le pidió que saliera. Entonces ocurrió la tragedia: “Yo me había parado sobre una mesa y por el enrejillado vi la ejecución de Beauchamp y Rosado”. En el acto tomaron parte cuatro policías.

Ramírez Brau reconocía lo complicado de su situación y, cuando bajaba de la mesa, “uno de los guardias se colocó de rodillas y con la escopeta o tercerola me apuntó para matarme. Lo único que le dije fueron estas palabras: Lo único que te falta es matarme, y así habrás concluido tu obra, dándole muerte a un periodista. Bajó el agente la tercerola y corrió hacia la calle disparándola contra una guagua”.

Los acusados por el asesinato de Beauchamp y Rosado fueron el jefe José Ramón Vázquez, el cabo Federico Cabán y los guardias Jacinto Barbosa, Américo Ortiz, Fernando Losada y el citado Velázquez. El Capitán (Ramón) Martínez Chapel y el cabo José Escobar fueron acusados de negligencia.[11] Alfonso Lastra Chárriez (1887-1946), abogado vinculado al Partido Unión y luego al Partido Liberal Puertorriqueño, fue el defensor de los 4 acusados. El juicio comenzó el 19 de enero de 1937. Lastra Charriez fue una figura clave en el retorno de los restos de Betances Alacán a Puerto Rico en 1920, cuando era vicepresidente de la Cámara de Representantes y un ideólogo cuya creciente moderación política entre 1920 y 1940 merecería una investigación cuidadosa.[12]

En su memoria Ramírez Brau confiesa que se negó a identificarlos porque temía por su vida: “se habían transfigurado y todos parecían gemelos”, alegó metafóricamente. Aparte de ello aseguraba que tenía una “deuda” con Lastra Chárriez quien había defendido a una prima suya «que dio muerte a su esposo” de apellido García de Quevedo también primo suyo. Lo único claro es que el instinto de supervivencia lo forzó a no delatar a los asesinos. La escena demuestra que Puerto Rico vivía bajo un orden del miedo en el cual la coerción policiaca silenciaba a los testigos.

Su testimonio en el juicio no coincide con la versión de las memorias. Rosado detalla que durante su interrogatorio Ramírez Brau alegó que llegó al cuartel cuando escuchó el primer disparo, y que vio por la rejilla como “se profanaban los cuerpos de los heridos, que fueron golpeados con los pies por una persona vestida de paisano”[13]. Al preguntársele si podía señalar a alguno de los acusados del crimen como responsable de ello indicó que “…ninguno de ellos estaba dándole a los heridos. Era una persona alta, vestida de paisano”. Ramírez Brau no exculpaba a los policías con su versión. Sólo confirmaba que aquellos no profanaron los cuerpos de Beauchamp y Rosado. Sus declaraciones fueron eliminadas del expediente del caso.

La ejecución de Riggs escandalizó al poder colonial y a sus colaboradores en el territorio y todo sugiere que aceleró la citación del liderato nacionalista por un Gran Jurado. De igual forma, preocupó a algunos sectores defensores de la independencia de Puerto Rico que consideraban que el acto no favorecía sus luchas. Ejemplo de ello es la opinión de José Lanauze Rolón (1893-1951) médico negro y militante comunista, que favoreció la colaboración de los comunistas con el Partido Nacionalista mientras la política de los “frentes populares” de la III Internacional Comunista, diseñada para enfrentar el ascenso del fascismo, lo permitió. A la luz del magnicidio de Riggs, Lanauze Rolón, citando a Lenin y ajustándolo a la situación puertorriqueña,  afirmaba que “por el camino del terror anarquista, no podría realizarse la obra emancipadora”, expresiones que incomodaron sobremanera a los nacionalistas.

En la poco estudiada “Carta…a Irma Solá” José Monserrate Toro Nazario, abogado, militante nacionalista y favorecedor como Lanauze Rolón de la colaboración con los socialistas y los comunistas, citaba dos artículos del 25 y el 26 de febrero de 1936 tomados del foro comunista Daily Worker. En aquellos se denunciaba “el régimen de terror” iniciado por la policía como respuesta al magnicidio y añadía que la Marina de Guerra se movía “hacia Puerto Rico para respaldar el terrorismo oficial”.[14] Para los comunistas la “muerte del coronel Riggs, Jefe de la policía en Puerto Rico, no ayuda en nada al movimiento de liberación”. Si el magnicidio no adelantaba el levantamiento popular, las posibilidades de que se generalizara su imagen como un acto de terror aumentaban.

Para los comunistas el acto era, siguiendo a Lenin, una expresión de “terrorismo individual” y un “asesinato político”. Con ello lo equiparaban a una conjura propia de ácratas.  Su preocupación era que se iba a usar el hecho para “para pedir la disolución del Partido nacionalista de Puerto Rico” como en efecto sucedió. Estados Unidos vacilaba: “¿Buen Vecino? Buenos linchadores…”. Ramírez Brau solo mereció un comentario de Toro Nazario: “Por lo que pueda hacer al caso, en el curso de esta carta, es bueno que sepa que Ramírez Brau es fascista, por confesión propia. Es uno de los más fervientes admiradores con que cuenta Mussolini en Puerto Rico”[15]. La ejecución, según Ramírez Brau, había retrasado además la salida de Winship de Puerto Rico para mal de todos.

El propósito de esta lectura cruzada no es otro que plantear viejo y nuevos problemas interpretativos a la luz de un hecho criminal o revolucionario que, como todos, posee muchos rostros. El debate ha sido planteado. Espero anime a otros a evaluar de manera innovadora  estos lugares por el bien de la historiografía puertorriqueña.

Publicado originalmente en Revista Siglo 22 (Febrero de 2023)

Notas


[1] Josefina Rivera de Álvarez (1972) “Ramírez Brau, Enrique” en Diccionario de literatura puertorriqueña. Tomo II. Vol. 2 (San Juan: ICP) 1293-1295.

[2] Ángel G. Quintero Rivera (2022) Bases sociales de la transformación ideológica del Partido Popular Democrático en la década de 1940-50: Economía política de Puerto Rico en la primera mitad del siglo XX (San Juan: Callejón) 158-172.

[3] Pueblo v. Ramírez Brau, 42 P.R. Dec. 80 (1931)March 31, 1931 · Supreme Court of Puerto Rico · No. 4129

42 P.R. Dec. 8 en Caselaw Access Project. Harvard Law School. URL: https://cite.case.law/pr-dec/42/80/

[4] Gonzalo F. Córdova (1991) Luis Sánchez Morales servidor ejemplar (San Juan: Editorial Académica): 128, 145, 148.

[5] “Col. Elisha Francis Riggs Jr.” en Find a Grave URL : https://es.findagrave.com/memorial/3241210/elisha-francis-riggs . Ver también Guillermo Iranzo Berrocal (2016) E.F. Riggs, la revolución Bolchevique y el nacionalismo revolucionario puertorriqueño: ajustician al capitán (Veracruz: Letras de Pasto Verde) 11-13. 

[6] El poema publicado en Cantos de rebeldía (1916) puede consultarse en José de Diego, “Ante la Historia”

[Poema – Texto completo.] Ciudad Seva URL: https://ciudadseva.com/texto/ante-la-historia/

[7] R. A. van Middeldyk (1903) The History of Puerto Rico. (New York: D. Appleton and Company); y Salvador Brau (1904) Historia de Puerto Rico (New York: D. Appleton and Company).

[8] Debo el dato a la gestión del doctorando en historia y amigo José Edgardo Velázquez Ruiz. Más información en Otto Sievens (1994) Catálogo biográfico de hijos de Guayanilla (Guayanilla: Guaynía) 162-166.

[9] Francisco Rodríguez López, “Prólogo” en Juan B. Huyke (1926) Cuentos de Puerto Rico (Chicago/Nueva York: Rand McNally y Compañía) v.

[10] Marisa Rosado (2007) El nacionalismo y la violencia en la década de 1930 (San Juan: Puerto) 58.

[11] Ibid, 85.

[12] Mario R. Cancel Sepúlveda (2021) “Otros Betances: representaciones de un revolucionario en la prensa de principios del siglo 20” en Puerto Rico entre siglos. URL:  https://puertoricoentresiglos.wordpress.com/2021/09/24/otros-betances-representaciones-de-un-revolucionario-en-la-prensa-de-principios-del-siglo-20/ ; y  Claridad-En Rojo URL: https://claridadpuertorico.com/otros-betances-representaciones-de-un-revolucionario-en-la-prensa-de-principios-del-siglo-20/

[13] Rosado, Op. Cit. 88.

[14] José Monserrate Toro Nazario (1939) “Carta de José Monserrate Toro Nazario a Irma Solá”. Colección Puertorriqueña. UPR-Río Piedras. Partido Nacionalista. Documentos. Epigrafía, transcripción y edición a cargo de Rafael Andrés Escribano: 100-101.

URL: https://documentaliablog.files.wordpress.com/2016/05/albizu_carta_irma_escribano.pdf

[15] Loc. Cit. 3.

Fuentes

Brau, Salvador (1904) Historia de Puerto Rico. New York: D. Appleton and Company.

“Col. Elisha Francis Riggs Jr.” en Find a Grave URL : https://es.findagrave.com/memorial/3241210/elisha-francis-riggs .

Córdova, Gonzalo F. (1991) Luis Sánchez Morales servidor ejemplar. San Juan: Editorial Académica.

De Diego, José “Ante la Historia” [Poema – Texto completo.] Ciudad Seva URL: https://ciudadseva.com/texto/ante-la-historia/

Iranzo Berrocal, Guillermo (2016) E.F. Riggs, la revolución Bolchevique y el nacionalismo revolucionario puertorriqueño: ajustician al capitán. Veracruz: Letras de Pasto Verde. 

Pueblo v. Ramírez Brau, 42 P.R. Dec. 80 (1931)March 31, 1931 · Supreme Court of Puerto Rico · No. 4129 42 P.R. Dec. 8 en Caselaw Access Project. Harvard Law School. URL: https://cite.case.law/pr-dec/42/80/

Quintero Rivera, Ángel G. (2022) Bases sociales de la transformación ideológica del Partido Popular Democrático en la década de 1940-50: Economía política de Puerto Rico en la primera mitad del siglo XX. San Juan: Callejón.

Rodríguez López, Francisco. “Prólogo” en Juan B. Huyke (1926) Cuentos de Puerto Rico. Chicago/Nueva York: Rand McNally y Compañía: v -x

Ramírez Brau, Enrique (1968) Memorias de un periodista. San Juan y Luis A. Ferrao (2009) Puertorriqueños en la Guerra Civil española. San Juan: EDUPR. URL:  https://puertoricoentresiglos.files.wordpress.com/2014/08/1158_pac_prensa_episodios.pdf

Rivera de Álvarez, Josefina (1974) “Ramírez Brau, Enrique” en Diccionario de literatura puertorriqueña. Tomo II. Vol. 2. San Juan: ICP: 1293-1295.

Rosado, Marisa (2007) El nacionalismo y la violencia en la década de 1930. San Juan: Puerto.

Sievens, Otto (1994) Catálogo biográfico de hijos de Guayanilla. Guayanilla: Guaynía: 162-166.

Toro Nazario, José Monserrate (1939) “Carta de José Monserrate Toro Nazario a Irma Solá”. Colección Puertorriqueña. UPR-Río Piedras. Partido Nacionalista. Documentos. Epigrafía, transcripción y edición a cargo de Rafael Andrés Escribano. URL: https://documentaliablog.files.wordpress.com/2016/05/albizu_carta_irma_escribano.pdf

Van Middeldyk, R. A. (1903) The History of Puerto Rico. New York: D. Appleton and Company.

junio 20, 2023

Volver a pensar el nacionalismo en un libro de José Manuel Dávila Marichal

  • Mario R. Cancel-Sepúlveda
  • Catedrático de Historia

José Manuel Dávila Marichal (2022) Pedro Albizu Campos y el Ejército Libertador del Partido Nacionalista de Puerto Rico (1930—1939). San Juan: Ediciones Laberinto: 307 págs.

Un comentario historiográfico

Lo primero que debo destacar es el carácter innovador de este libro de José Manuel Dávila Marichal. La transformación del Partido Nacionalista en una fuerza política agresiva a la luz de la reorganización de sus juventudes no había sido evaluada antes con tanta precisión antes. El hecho de que esa metamorfosis correspondiese con la militarización de sus estructuras ha constituido un tabú. El peso que tuvieron las confrontaciones entre los comandos nacionalistas y la Policía Insular durante la década de 1930, junto a la campaña de descrédito articulada por el Partido Popular Democrático y su líder Luis Muñoz Marín, en especial a partir de 1947, explica el rechazo a ese rostro del nacionalismo.

La investigación sosegada de su militarización ha estado llena de escollos que han confluido en el callejón sin salida de un maniqueísmo interpretativo que no abona a su comprensión. Desde un extremo, el hecho ha sido la espina dorsal de una leyenda heroica; desde el otro, ha sido censurado con una retórica pacifista pontificadora. El libro de Dávila Marichal es un intento de producir una mirada balanceada entre los dos extremos.

Lo segundo que debo destacar es que el Partido Nacionalista fue el mayor desafío interpuesto a Estados Unidos y a la cultura política puertorriqueña como respuesta a un siglo repleto de ilusiones y promesas quebrantadas. En eso Dávila Marichal no se equivoca. Tanto el siglo 20 como el siglo 21 cronológicos, abrieron con una “promesa” incumplida. El sabor amargo que ello dejó en una parte de la comunidad puertorriqueña es innegable. La desazón, aclaro, no fue privativa de independentistas y autonomistas. También los estadoístas tuvieron que ajustarse al rechazo hacia sus aspiraciones de incorporación a la unión.[1] La vulneración de la polisémica “promesa” de libertad aplanó a las elites políticas coloniales que, en general, habían celebrado el 1898 como la ventana hacia un futuro mejor.

La revalorización del Partido Nacionalista, una aporía en medio del ambiente intelectual de fines del siglo 20 y principios del 21, sirve bien a la hora de justipreciar dos momentos emblemáticos de aquella organización: el 1922 y el 1930. En 1922, cuando la Alianza Puertorriqueña maduró como resultado de las componendas entre el Partido Unión y el Partido Republicano Puertorriqueño en favor de la autonomía, el nacionalismo insistió en la independencia “en pelo”, es decir, sin el protectorado de Estados Unidos que predominaba en el discurso unionista.

Dos factores propiciaron el entendido entre sectores del unionismo y el estadoismo. Uno fue la imposibilidad de culminar la anexión del 1898 incorporando Puerto Rico como el futuro Estado 49. El territorio poseía una cultura que lo excluía del proceso y, entre 1912 y 1959, la incorporación e integración de estados se lentificó evitando la incorporación de miembros a la unión. Otro fue que la República con Protectorado, el plan de José de Diego desde el Partido Unión (1904-1922); o “en pelo”, el plan de Rosendo Matienzo Cintrón desde el Partido de la Independencia (1911-1914), tampoco se materializaron. La liberación de territorios no incorporados también se frenó desde 1902, cuando se fundó la Cuba plattista a pesar del reclamo de anexión de los cubanos, hasta 1946 cuando se admite la soberanía de Filipinas.

El Partido Nacionalista de 1922 surgió en un escenario paradójico: un “tiempo muerto” para la descolonización que coincidía con la formalización del principio de autodeterminación en el marco de las paces de la Gran Guerra (1914-1918). Cuando la organización adopta la independencia “en pelo” matienzista abandona la lógica unionista y dieguista. Matienzo Cintrón Con ello impugnaba el coloniaje desde el antillanismo cultural decimonónico con la lógica dieguista, a la vez que dejaba a un lado el lenguaje socialista moderado que caracterizó al Partido de la Independencia.[2]  

La revolución ejecutada fue doble. De un lado, rompió con el discurso de Luis Muñoz Rivera que apelaba a la independencia como “refugio” último de la dignidad. De otro lado, rompió con el independentismo de De Diego que negociaba una República con Protectorado o plattista marcada por mito de “Cuba y Puerto Rico son…” disfuncional tras los hechos del 1898.  A pesar de ello el Partido Nacionalista de 1922 rechazó la impugnación al coloniaje desde el socialismo moderado y profundizó la conexión con el antillanismo cultural decimonónico y la tradición geopolítica de las paces de la Gran Guerra. En esa dirección es que mira la investigación de Dávila Marichal en este volumen.

En 1930 la originalidad del Partido Nacionalista radicó en su antiimperialismo y su voluntad de autodeterminación, en el espíritu de Woodrow Wilson y Vladimir Lenin. Pero también en su liberalismo filosófico radical que veía la libertad como un derecho natural, teleológico o inevitable sobre la base de lo que el Zygmund Bauman llamaría una retrotopía:  la revaloración del pasado hispano.

La táctica discursiva no fue inventada por el nacionalismo. El clisé de la hispanofilia, un hijo putativo del regeneracionismo español de 1898, sirvió a pensadores como José Luis González, entre otros, para tildar al nacionalismo de reaccionario. El discurso de Dávila Marichal es una refutación directa a ese pensamiento. El rechazo a la hispanofilia de figuras canónicas como González dificulta la apropiación serena de la experiencia nacionalista: en aquel discurso lo cultural y lo político se superpusieron de manera incómoda. Los que vieron en la hispanofilia una tendencia retrógrada, partían de una concepción convencional del “progreso”, artefacto interpretativo puesto en entredicho desde 1920 por intelectuales como John B. Bury. Aquellos detractores asumían que el “progreso” solo podía tener una cara en Puerto Rico y que el nacionalismo hispanófilo se equivocaba al mitificar el pasado alrededor de la retrotopía de la “gran familia” rota por el “trauma” del 1898.

La originalidad del Partido Nacionalista en 1930 en medio de la Gran Depresión, y aquí se detiene Dávila Marichal en su reflexión, radicó en la retórica de la “acción inmediata”, es decir, en el sentido de urgencia que adjudicó a la independencia, actitud ausente en el unionismo y el dieguismo. El reclamo de dejar atrás el retoricismo ateneísta del nacionalismo de 1922, una herencia del romanticismo tardío y el modernismo literario, fue clave del nuevo nacionalismo. En este renglón es donde el libro de Dávila Marichal hace su mayor aportación. La militarización animada por Albizu Campos, entendida como un proceso disciplinar, era una de las zapatas del nuevo nacionalismo.  

Tanto 1922 como en 1930 el nacionalismo respondió a amenazas políticas concretas. En 1922, fue al auge del autonomismo negociador de la Alianza Puertorriqueña y del proyecto Phillip Campbell de 1921. En 1930, el estadoísmo nucleado alrededor de la Coalición Puertorriqueña, emanación de la Alianza disuelta entre 1929 y 1932. Entre 1922 y 1930, no cabe duda, la representación de Estados Unidos dentro de los nacionalismos cambia de potencial aliado a la de enemigo franco de Puerto Rico libre. El desenvolvimiento de la Asociación Patriótica de Jóvenes Puertorriqueños (1931) y su transformación en Ejército Libertador (1936), el tema mayor de Dávila Marichal, es el mejor laboratorio para entender aquel proceso. Como he sugerido antes, Albizu Campos es un “desencaje” y el Partido Nacionalista un “disloque” difíciles de ensamblar en el relato histórico dominante.[3]

Lo tercero que debo destacar tiene que ver con el presente. El libro de Dávila Marichal traduce el interés en la recuperación crítica del nacionalismo más allá del Partido Nacionalista en el siglo 21 tras el visible retroceso de esa ideología a nivel global. El desprestigio del nacionalismo tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), así como el debate sobre el posfascismo en medio de la crisis del orden neoliberal desde 2015, imponen un reto intelectual formidable. El efecto de la vinculación, asumida como forzosa, entre esa ideología y extremismos como el fascismo y el nazismo, no son fáciles de evadir. Dávila Marichal lo sabe, pero confía en la posibilidad de una comprensión abierta del tema.

Debo señalar que el telos del nacionalismo como objeto de estudio convergió con el del socialismo (realmente existente) a fines del siglo 20: ambas experiencias fueron demonizadas en el proceso de maduración del orden neoliberal. Ese no ha sido el único obstáculo. En Puerto Rico, los prejuicios en torno al nacionalismo desarrollados durante la era del Nuevo Trato, el dominio del Partido Popular Democrático y el ascenso del movimiento estadoísta (1933-1968), funcionaron como una censura tácita para la discusión serena del tema cuya cima no fue otra que las Conferencias Godkin en la residencia oficial de Muñoz Marín en 1959.[4]

Un libro y un tema

El libro de Dávila Marichal abre con una introducción en la cual establece los parámetros de la discusión. Su meta es problematizar de forma menos unidireccional la relación entre el militarismo nacionalista y el fascismo europeo en el contexto del siglo 20. El autor está consciente de que las interpretaciones desde el estadoismo y el autonomismo, así como aquellas elaboradas desde la historia social y económica y el materialismo histórico, han dependido mucho de insistir en un connubio que, desde mi punto de vista, está lleno de puntos ciegos.

El capítulo 1 ofrece un panorama de la transformación del nacionalismo bajo el dominio estadounidense centrado en la figura jurídica del partido en sus dos fases (1922 y 1930) y en su líder Albizu Campos. El autor se encarga de llamar la atención en torno a la relación de aquel con el nacionalismo irlandés, un modelo de resistencia social y política que también había influido al autonomismo radical y las sociedades del boicot desarrolladas en el Puerto Rico español a partir de la crisis económica de 1886. Se trata de una relación ideológica entre la matriz autonomista radical y la nacionalista en general poco discutida.[5]

En el núcleo del libro, los capítulos segundo, tercero y cuarto, Dávila Marichal revisa la transformación promovida por una criatura de Albizu Campos: la militarización fue la impronta más significativa que dejó el abogado en el partido que comenzó a dirigir en mayo de 1930. El desplazamiento del liderato ateneísta durante la asamblea que lo eligió presidente puede ser interpretada como una expulsión simbólica de los otros mercaderes del templo, como en el texto evangélico.

La reorganización marcial de la juventud, universitaria y preuniversitaria, cumplió la función de semillero para el nuevo nacionalismo en el marco de la “acción inmediata”, pero tenía sus antecedentes en la imaginación de otro puertorriqueño del cambio de siglo: Eugenio María de Hostos.[6] Una lectura de los documentos de Madre Isla que describen las bases de la “Liga de Patriotas” y los que pormenorizan la petición de la “Primera Comisión de Puerto Rico en Washington”, ratifican la afirmación. Dado que Puerto Rico era “un pueblo enfermo” (26), Hostos sugería programas de educación física en los cuales los “ejercicios corporales (…) culminen en una enseñanza militar completa” (37). Los “ejercicios militares” serían parte de la “Enseñanza intuitiva” (39) de la “Liga…”. El respeto a la disciplina militar como una actividad sanadora y el organicismo positivista que veía a Puerto Rico como una expresión de los “pueblos niños” (76), justificó que la “Comisión…” negociadora pidiera una “Reducción de la guarnición militar de la isla (…) y (la) formación de la milicia indígena” (85) que actuara durante el proceso posinvasión. Dávila Marichal afirma que esa era una las virtudes que Albizu Campos reconocía a la militarización del nacionalismo.

El gran tema del volumen de Dávila Marichal es la transformación de la Asociación Patriótica de Jóvenes puertorriqueños, el Cuerpo de Cadetes de la República, las Hijas de la libertad, el Cuerpo de Enfermeras de la República y el Ejército Libertador en el fundamento de una milicia nacional disciplinada capaz de la tarea de la libertad según la soñó Hostos en 1899 y Albizu Campos desde su regreso a Puerto Rico en 1921.

La capacidad de producir otra mirada

Los estudios de este tipo han navegado contra viento y marea. Reprimidos por los vientos de los tiempos, la memoria oficial y el discurso del poder, la historiografía pertinente ha adoptado una retórica defensiva. En una serie de seminarios subgraduados y graduados sobre esos temas que dicté entre el 2007 y el 2019, hice hincapié en que la problematización del Partido Nacionalista, el nacionalismo y Albizu Campos se debía practicar con el fin de comprenderlos en el sentido que Marc Bloch dio a ese concepto:  no salvarlos ni condenarlos. Siempre me pareció que el diálogo académico lleno de tensiones entre las perspectivas nacionalistas y las socioeconómicas, materialistas históricas y culturales sobre la base de un terreno común era posible y enriquecería la elucidación del fenómeno. 

Las miradas al nacionalismo, Dávila Marichal lo reconoce, han tendido al proceratismo. La historiografía ha privilegiado la figura y el discurso público, siempre capturado de manera oblicua, de Albizu Campos. Con ello se han oscurecido las fisuras ideológicas comunes en toda organización militante, manifiestas en este caso en 1927, 1930, 1934 y 1939. Cuando se mira hacia los nudos de conflictividad que atravesaron al nacionalismo, se llama la atención sobre las confrontaciones que tuvo con el orden colonial e imperial tales como el proceso del Gran Jurado de 1936, la Masacre de Ponce de 1937 y la Insurrección de 1950, entre otros. Aquellos eran episodios cónsonos con la concepción heroica y el martirologio animados por el nacionalismo tradicional.

El compromiso de Albizu Campos con la defensa de la gran y mediana burguesía puertorriqueña a la luz de la inserción del capital estadounidense bajo condiciones de privilegio, me refiero a un pleito contra el capital azucarero ausentista y otro contra Sears Roebuck y sus ventas por catálogo, no han llamado la atención de los investigadores al presente. Otros aspectos cruciales para la apropiación de un Albizu Campos “total” tales como su juventud en Ponce, Vermont y Harvard, su vida privada, su vida militar en el seno del ejército de Estados Unidos, su breve vida política en el Partido Unión y la Alianza Puertorriqueña antes de ingresar al Partido Nacionalista, el periodo carcelario en Atlanta, su vida en Nueva York tras su liberación, han sido poco investigados.

De igual forma, seducidos por los esplendores de su vida pública en el contexto de la “acción inmediata”, asuntos como la historia electoral y las políticas de alianzas del Partido Nacionalista antes y después de las elecciones del 1932, tampoco han llamado la atención. Un asunto medular ligado a la trabazón con el autonomismo radical decimonónico como la percepción albizuísta del papel libertador que podían cumplir los poderes municipales soberanos en el marco del Proyecto Myllard Tydings de 1936 pasa inadvertido. Las afinidades de los nacionalistas con los demócratas liberales en Estados Unidos, el caso más conocido es el de Vito Marcantonio, o con el otro adversario devaluado por los avances del liberalismo novotratista, el movimiento estadoísta, a la luz de la contienda electoral de 1932, tampoco se han abordado con propiedad. Con ello lo único que se ha conseguido es suprimir la rica heterogeneidad ideológica del nacionalismo en nombre de una  ficticia homogeneidad.

Este libro de Dávila Marichal es una llamada de atención sobre esas carencias en la medida en que suple una de ellas: el papel moral y práctico de la militarización del partido durante la década de 1930. Y lo hace con recursos únicos e insustituibles. Una de las virtudes de ese texto tiene que ver con la forma en que maneja la “Colección Osvaldo García”, al cuidado de la Universidad de Puerto Rico, y la “Colección Ovidio Dávila Dávila”.  La apelación a la “Colección José Enrique Ayoroa Santaliz”, gestor de la conmemoración del centenario de Albizu Campos, y la “Colección Yamila Azize” que permite la pormenorización de algunos asuntos ligados a las mujeres del nacionalismo, completan el panorama de registros archivísticos que personalizan el discurso de Dávila Marichal.

A ello habría que añadir toda una serie de entrevistas ejecutadas a principios del siglo 21 en donde la oralidad, el testimonio y la subjetividad de los participantes en los procesos investigados, aproximan al lector a un conjunto de eventos que se oscurecen con el paso del tiempo. A la memoria fuerte oficial Dávila Marichal contrapone la memoria, hasta ahora débil, de los militantes de la causa nacionalista. La forma en que el autor maneja esos testimonios me parece muy atinada y profesional.

Las ausencias están allí, pero las tesis de grado y los libros de historia también son unidades finitas. Poner a dialogar la obra de Dávila Marichal con dos registros archivísticos que fueron claves para la representación de aquel como un espécimen del fascismo podría abrir la discusión a espacios nuevos. Los registros del Federal Bureau of Investigations (FBI), la “Carta a Irma Solá” (1939) de José Monserrate Toro Nazario y toda una literatura creativa sarcástica antinacionalista que circuló en los medios en Puerto Rico durante las décadas de 1930 y 1940, son ilustrativas de las dificultades que enfrentará cualquier intento de apropiación abierta del Partido Nacionalista, el nacionalismo y Albizu Campos. Esa tarea está sobre la mesa. Emplazo cordialmente a Dávila Marichal a que se aventure ejecutarla. El menú está servido. Este libro de José Manuel Dávila Marichal es el primer curso para un largo banquete intelectual.

Publicado originalmente en Revista Siglo22 (Julio de 2022)

Notas


[1] Refiero al lector a Mario R. Cancel-Sepúlveda (24 de julio de 2013) “José Celso Barbosa: un divertimento y un homenaje” en Puerto Rico: su transformación en el tiempo URL https://historiapr.wordpress.com/2013/07/24/jose-celso-barbosa-un-divertimento-y-un-homenaje/  consultado el 12 de junio de 2020.

[2] Sobre ese momento histórico sugiero Che Paralitci (2017) “La lucha independentista hasta el 1930” en Historia de la lucha por la independencia de Puerto Rico (Río Piedras: Gaviota): 25-71; Rafael Bernabe (1996) Respuestas al colonialismo (Río Piedras: Huracán); Mario R. Cancel (2007) “Espiritismo y modernidad: magia e historia en Puerto Rico a principios del siglo 20” en Historias marginales: otros rostros de Jano  ( Mayagüez: CEPA) :217-256; y Mario R. Cancel (20112) “VI. El plattismo en la política exterior de Estados Unidos: Los casos de Cuba y Puerto Rico” y ”VII. El primer independentismo del siglo XX: la transformación ideológica de Rafael López Landrón” en Anti-figuraciones: bocetos puertorriqueños (San Juan/Santo Domingo: Isla negra): 105-160.

[3] He trabajado el tema en “Albizu y el Nacionalismo: un problema historiográfico” (19 de Septiembre de 2014) en 80 Grados: Columnas-Historia URL: http://www.80grados.net/albizu-y-el-nacionalismo-un-problema-historiografico/  consultado el 12 de junio de 2020; y “Pedro Albizu Campos: Perspectivas para la investigación” (27 de septiembre de 2012) en Puerto Rico entre siglos URL: https://puertoricoentresiglos.wordpress.com/2012/09/27/pedro-albizu-campos-perspectivas-para-la-investigacion/  consultado el 12 de junio de 2020.

[4] Mario R. Cancel-Sepúlveda (1 de enero de 2020) “Luis Muñoz Marín y las Conferencias Godkin (1959)” en Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura URL https://puertoricoentresiglos.wordpress.com/2020/01/21/luis-munoz-marin-y-las-conferencias-godkin-1959-i/  consultado el 12 de junio de 2020.

[5] Para revisar las interioridades de ese proceso recomiendo Félix Tió Malaret y René Jiménez Malaret, ed. (1939 /1953 /1999) Epistolario histórico (San Juan: Sociedad Histórica de Puerto Rico).

[6] Véase Eugenio María de Hostos (1969) Obras completas. Tomo V. Madre Isla (San Juan: Coquí). Los números entre paréntesis corresponden al origen de la cita directa.

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