- Mario R. Cancel Sepúlveda
- Historiador y escritor
El historiador José Manuel García Leduc ha dejado a los lectores dos valiosas aportaciones investigativas. Ellas son el volumen Betances heterodoxo: contextos y pensamientos (Ediciones Puerto, 2007), e Intolerancia y heterodoxias en Puerto Rico (Siglo XIX) (Isla Negra, 2009). Se trata de dos volúmenes que, por su contenido, destacan en el panorama de la creación histórica nacional. Las búsquedas serias en estos espacios poco convencionales y alternativos, podrían animar una historiografía que languidece desde hace más de una década y colaborar en el proceso de renovación de la disciplina.
En estos volúmenes García Leduc observa a las heterodoxias y los heterodoxos desde una posición privilegiada. El autor es experto en temas de la ortodoxia católica y uno de los más respetables conocedores del papel de la Iglesia Católica en la historia política y social del siglo 19, y de la inflexión del Catolicismo durante las primeras décadas del siglo 20 a la luz del 1898 y de la expansión Evangelismo de los invasores.
La obra de García Leduc sobre la Iglesia Católica ha ampliado la discusión de la historiografía puertorriqueña de la religión. La historiografía tradicional de la la religión en Puerto Rico se había reducida a la crónica y de su introducción y a la epopeya de su transformación en un código distintivo de la Nacionalidad. Durante mucho tiempo, según se sabe, la discusión se centró en el entre juego contradictorio del Catolicismo y Evangelismo, bien o mal comprendidos, en la gente y en el papel del segundo como instrumento de asimilación, americanización y/o modernización. La progresiva criollización del Evangelismo, su re-traducción y nacionalización, proceso que puso a distinguidos evangélicos al servicio del Nacionalismo puertorriqueño hacia la década del 1930, también ha llamado la atención de algunos investigadores.
Lo que García Leduc adiciona es la mirada del Evangelismo como una manifestación de las heterodoxias en el siglo 19, y su nivelación con el Espiritismo Kardeciano y la Masonería. El procedimiento evade conscientemente las numerosas contradicciones y choques que existían entre esos tres sistemas de ideas, asunto que, por otro lado, apenas despunta como tema de investigación en años recientes. La introducción del Liberalismo como una heterodoxia análoga a aquellas completa el cuadro. De hecho, lo único que autoriza al autor a mantener esas cuatro propuestas ideológicas interconectadas bajo el ámbito de las heterodoxias, es el hecho de que todas fueron víctimas del prejuicio de un Catolicismo rancio en retroceso durante el denominado Siglo de la Ciencia dominado por un anticlericalismo audaz.
Un historiador
García Leduc es un Positivista Crítico con una fuerte influencia de la Nueva Historia Social, componentes que no impiden que traduzca algunos procedimientos típicos de la más tradicional Historiografía Liberal y Nacionalista . El trato reverencial que le da a la figura de Betances en el tomo que le dedica es evidente, hecho que no atenta contra la confiabilidad del tratado. Se trata por lo tanto de un historiador ecléctico, cercano por su metodología a la producción historiográfica tardía de la década del 1970, sin que ello signifique una ruptura total con los estilos del 1950 que tuvieron en Arturo Morales Carrión y en la tradición universitaria, sus modelos más acabados. Ese carácter híbrido que ha dominado las discursividad de la disciplina durante los últimos treinta años del siglo 20, convierte a la obra de García Leduc es un tema de estudio en sí misma. Tanto él como numerosos historiadores de calibre, aguardan el diagnóstico de un evaluador puntilloso que los evalúe y los ubique en el contexto de una Historia de la Historia. En Puerto Rico se padece el mal de que al Historiador no se percibe como un Escritor, probablemente porque se quiere evitar la apropiación de la Historiografía como una expresión Literaria. La ausencia de estudios sobre la producción historiográfica y sobre los productores de historiografía, parece un mal insuperable en momentos en que, insisto, la disciplina necesita reevaluar su situación en el territorio de la producción académica y literaria en general.
Dos libros
Lo más notable de la escritura de García Leduc en estos dos títulos tiene que ver con la selección de tema y con la mirada que impone al mismo. Se trata de un espacio marginal que apenas comenzó a convertirse en tema de exposiciones serias muy recientemente: las heterodoxias. Llámense de ese modo o ya bien se les denomine ideologías o sistemas ideológicos alternativos, las pesquisas en estas zonas pueden interpretarse como la manifestación del cansancio con muchas de las convenciones de la historia política, cultural, social y económica al uso. Las posibilidades de inventar una versión inédita del país, de sus procesos colectivos o de sus figuras públicas, son cada vez más seductoras.
En el caso de estos libros, una lectura lleva a la otra: la imbricación de ambas narrativas historiográficas es notable tal y como si se tratara de un solo libro. De hecho, Betances… e Intolerancia… se elaboran sobre el mismo edificio interpretativo. La discusión de la heterodoxia ostensible en la figura de Betances, bien podría haber sido uno de los capítulos del panorama más amplio que se incluye en el volumen de Intolerancia…
El otro elemento interesante del tratamiento que da García Leduc al asunto es que el historiador privilegia en su investigación a los heterodoxos sobre las heterodoxias. Lo que le interesa es la presencia concreta del heterodoxo en la red social, no la forma en que su condición de heterodoxo lo moldea y, a la vez, se funde en su praxis social. Me parece que esto tiene que ver con su condición de Positivista Crítico y su vinculación con la Nueva Historia Social. Por eso la discusión más exitosa la halla el lector cuando García Leduc se enfrenta al asunto del Liberalismo. En ese caso se trata de una heterodoxia social que ha sido desde el siglo 19 un tema común a los historiadores de la Modernidad y a los Modernos o, bien sea, el Liberalismo es un lugar común para positivistas y novohistoriadores.
Con esos antecedentes y preconcepciones, una aproximación al cuerpo discursivo del Espiritismo Kardeciano, la Masonería, el Evangelismo o el Libre Pensamiento resultaría problemática. El investigador caminaría por un territorio incierto en donde la argumentación positivista se vería tentada a ceder el paso a la interpretación literaria más cercana a la especulación. Otros autores deberán elaborar ese acercamiento que falta en estos libros con el fin de desmantelar los discursos heterodoxos o alternativos, como prefiero denominarlos, desde su propia discursividad, ya sea revisitando estas mismas manifestaciones u otras como el Libre Pensamiento, la Teosofía o la Antroposofía, según sea el caso.
Yo he hecho el ejercicio en varios ensayos desde una postura no-positivista, discursiva y literaria. El reclamo de evidencia y la prueba positiva que se hace a ese tipo de indagación evidencia un desconocimiento de las diferencias metodológicas entre uno y otro procedimiento. La interpretación no-positivista, discursiva y literaria no pretende negar la positivista crítica sino simplemente complementarla. Me consta que otros investigadores realizan esfuerzos análogos al mío que pronto verán la luz pública.
Lo que quiero decir es que el trabajo de García Leduc con el tema de la heterodoxias amplía las posibilidades abiertas por contados eruditos y curiosos del siglo 20 como Néstor Rodríguez Escudero o Teresa Yañez, a la vez que confirma el excelente trabajo de Nancy Herzyg con el espiritismo. Pero adolece del problema de que no penetra el contenido de los sistemas de pensamiento que ha objetivizado en el hacer social de los heterodoxos.
También debo apuntar que la concepción de la heterodoxia de García Leduc la encapsula dentro de los márgenes que impone la ortodoxia católica: teísmo, espiritualismo, sacralidad, autoridad, racionalidad. Se trata por ello de una heterodoxia intelectualizada y elitista, apropiable por una minoría culta e ilustrada. Hubiese sido saludable un comentario detenido sobre la multiplicidad de las heterodoxias que florecieron ante el celo enfermizo y monopolizador de la Iglesia Católica. Lo que quiero decir es que Puerto Rico tuvo sus Galileos, pero también sus Menocchios: los yerbateros, los santeros, las brujas y brujos negros son ejemplo vivo de ello. El problema es que su lugar social se pareció más al del espiritismo y al del catolicismo popular que al de los heterodoxos tratados en estos libros. Por lo demás, es claro que nunca se transformaron en una ortodoxia como fue el caso del Liberalismo o la Ciencia a la que tanto se apeló durante el siglo 19.
Por último y como una comprensible deuda con la Historiografía Liberal y Nacionalista, el autor apoya su discusión en torno a los heterodoxos sobre las zapatas de un análisis eminentemente juridicista y legal. En la práctica escribe una historia política de los conflictos entre la heterodoxia y la ortodoxia, en cuyos momentos de choque, la primera se hace visible en la medida en que se le criminaliza y se le condena. Si bien ello le permite vincular las heterodoxias con el movimiento liberal, reduce la expresión alternativa a una mera lucha por la libertad de pensamiento, expresión, reunión o prensa. La conciencia heterodoxa es una forma de la identidad que juega, a veces con ventaja y otras sin ella, con la idea de la conciencia sacralizada por occidente: la Nacional. Las tensiones entre ambas formas de la conciencia, y las demás que parecen en el camino, todavía aguardan por un estudio detenido.
Bibliografía
José Manuel García Leduc. Betances heterodoxo. Contextos y pensamientos. San Juan: Ediciones Puerto, 2007. 154 págs.
—–. Intolerancia y heterodoxias en Puerto Rico (Siglo XIX). Protestantes, Masones y espiritistas-kardecianos reclaman su espacio social. San Juan / Santo Domingo: Isla Negra editores, 2009. 174 págs.