Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura

agosto 2, 2015

Ramón E. Betances Alacán: el separatismo y las izquierdas. Cuarta parte

  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Historiador y escritor

La relación de Betances Alacán con los anarquistas ha sido debatida en términos de dos procesos mal conocidos y con toda probabilidad imposibles de aclarar al día de hoy. Por un lado, se apela a un oscuro y bien articulado plan que elaboró con el ingeniero cubano Francisco Cisneros (1836-1898) de provocar un levantamiento republicano en España soliviantando a los anarquistas catalanes. La lógica de conspirador le decía  que una España estable, a pesar de la crisis que la minaba, seguía siendo un enemigo formidable para los cubanos. Por eso estimular la agitación en Barcelona (1895-1896),  incitar la violencia anarquista (1897-1898) o, incluso, promover un desembarco en España (1898) a fin de crearle un frente el interior que desviara el envío de tropas a Cuba no resultaba ser ideas descabelladas. Investigadores cuidadosos como Ojeda Reyes y Estrade reconocen las dificultades de pormenorizar las referidas gestiones.

Michele Angiolillo

Michele Angiolillo

Por otro lado, se encuentra el affaire Angiolillo. Michele Angiolillo (1871-1897),  un anarquista individualista fuertemente influido por el espontaneísmo y el voluntarismo revolucionario e hijo de artesanos de Foggia en las cercanías de Nápoles, ha sido clave en la configuración de la relación entre el separatista independentista y republicano antillano con aquella ideología. El italiano fue quien ejecutó a Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897) en el balneario de Santa Águeda de Mondragón en Guipúzcoa, escándalo político que recorrió el mundo y justificó el ascenso de Práxedes Mateo Sagasta (1825-1903) como primer ministro. Aquella línea de evento condujo a la oferta de autonomía para Cuba y su instauración en Puerto Rico, evento que para mucho inaugura la experiencia soberana bajo España y que otros consideran el modelo a imitar a la hora de revisar  la limitada autonomía que el país posee hasta el presente. La clase política cubana, que se debatía entre la anexión a Estados Unidos o la independencia, no vio la oferta hispana con los mismos ojos que la moderada clase política puertorriqueña. El hecho de que en Cuba hubiese guerra y en Puerto Rico no, parece haber sido determinante en la diferencia.

Tanto las conjuras al lado de los anarquistas como el magnicidio de Santa Águeda se dan independientemente de que Betances Alacán no es un anarquista. Los estudiosos han insistido mucho en el hecho sin necesidad alguna. Se trata de situaciones concretas en la cuales un republicano radical se acerca al enemigo de su enemigo con el fin de adelantar su causa. Entre el diplomático y el conspirador no hay muchas diferencias: en ambos casos el realismo político se impone como una necesidad en el marco de situaciones altamente complejas que requieren menos rigidez ideológica.

La conexión de Betances Alacán con el affaire Angiolillo, un hecho indudable,  ha sido  convertida en un complemento de la imagen romántica y contracultural que el revolucionario puertorriqueño desarrolló desde la década de 1850. Pío Baroja (1872-1956) en su novela Aurora roja (1904), achacaba a la propaganda antiespañola del polemista francés Henri Rochefort (1830-1913), director de L’Intransigeant, y al doctor Betances Alacán, la decisión de Angiolillo de cometer aquel magnicidio. La participación directa de ambos en la conjura no se aseguraba pero se sugería su responsabilidad ideológica en el mismo.

Los liberales autonomistas han manifestado la tendencia a ver en aquel suceso un aliado aleatorio del autonomismo y lo celebran calladamente para evitar que se les asocie con el laborantismo y el terrorismo individual. A fin de que el suceso encaje en su lógica, pasan por alto el hecho de que la autonomía se aprobara de manera atropellada y al margen del debido proceso parlamentario y niegan que  Sagasta estuviese utilizando  la autonomía para aplacar la furia estadounidense y evitar la agresión y la disolución del decadente imperio español. Otros intérpretes ubicados en las variopintas izquierdas revolucionarias del siglo 20,  han manipulado el escenario descrito a fin de inventar un Betances Alacán conspirador más afín con sus ideologías y, a veces, con sus métodos preferidos de combate. El asesinato de Cánovas guarda muchos paralelos con el de Elisha Francis Riggs en 1935: el hecho de que el ejecutor se entregase a las fuerzas policiacas en cuanto terminó el acto es demostrativo de ello. La crítica al carácter suicida de ambos actos, un lugar común en la izquierdas socialistas del siglo 20, es comprensible.

Francesco Tamburini, autor de un ensayo “Betances, los mambises italianos y Michelle Angiolillo” publicado en el 2000 en una antología de temas betancinos editada por  Ojeda Reyes y Estrade bajo el título Pasión por la libertad, aclaró la complejidad de lo que denominaba los “aspectos italianos” de la vida del activista de Cabo Rojo de los cuales el controversial eslabón Angiolillo es parte. Pero como se deducirá de lo que llevo dicho, los “aspectos italianos” son también “aspectos españoles”. Como comenté en otro momento, el abanico radical en el cual se ubicaba el antillano se movía desde el republicanismo convencional hasta el anarquismo extremo colectivista o individualista. Todos aquellos discursos contestatarios eran la expresión del agobio con el liberalismo burgués dominante y habían madurado en el marco del desarrollo del capital financiero y de su expresión política imperialista, considerada por muchos como una forma del colonialismo más cruenta que amenazaba con dejar el mercado internacional a los pies de una burguesía más agresiva.

Tamburini deja claro que la relación de solidaridad de Angiolillo con la cuestión cubana y antillana era contingente y hasta cuestionable. El magnicidio de Cánovas no se realizó con el fin de favorecer a los cubanos los cuales, decía Angiolillo, “no me importan”. El acto se realizaba  para protestar por las torturas a los anarquistas presos en el Castillo de Montjuich en Barcelona. En el fondo no se trataba de un acto de solidaridad lo cual quizá explique la reticencia de Betances Alacán a colaborar con el asunto. El investigador se encuentra ante lo que con toda probabilidad no fue sino una relación que se levantó sobre la base de la utilidad y no sobre una moral revolucionaria o un internacionalismo ideológico bien articulada. Utilizar a los anarquistas catalanes o a un anarquista italiano contra España no requiere mucha afinidad ideológica sino mucho pragmatismo e inteligencia.

Ejecución de Angiolillo

Ejecución de Angiolillo

Betances Alacán cultiva los “aspectos italianos” que Tamburini señala no sólo a través del anarquismo. También se apoyó en otras figuras que, como él, eran republicanos radicales  y manifestaban tendencias democráticas y que provenían de las clases medias y altas de aquel país. La figura de  Francisco Federico Falco (1866-1944), médico como él, nacido en Penne que apoyaba la causa de Cuba libre desde la perspectiva republicana, adquirió un papel protagónico en ese sentido. En 1982, Ojeda Reyes publicó una serie de cartas de Betances Alacán a Falco en la revista Caribe, las cuales permiten darle forma a aquella conexión italiana y ratifican  el sentido republicano que le daba el puertorriqueño a la misma. Toda la colección está estructurada dentro del más formal lenguaje diplomático. Las notas personales son pocas y algunas piezas se reducen a mensajes telegráficos puramente burocráticos, aunque el puertorriqueño se refiere a los “demócratas” italianos como “hermanos”. Desde mi punto de vista lo que le interesaba a Betances Alacán de aquella Italia republicana era ese modelo voluntarista y pasional sintetizado en el lema “Italia fara da se”.  El aislamiento y el silencio en el cual esporádicamente caía el asunto de Cuba y la invisibilidad de  Puerto Rico parecen justificarlo.

Tamburini confirmó, por otro lado, que la opinión de Betances Alacán en torno al apoyo italiano a Cuba que ofrecía Falco y que incluía el envío de voluntarios al frente de combate, lo colocó en una  posición incómoda ante Tomás Estrada Palma y el Directorio del Partido Revolucionario Cubano. El voluntariado italiano apoyado por republicanos radicales como Falco probablemente incluiría anarquistas o socialistas que se movían en las mismas esferas que los denominados demócratas. Dos elemento, según Tamburini, favorecían la decisión de emigrar para combatir en Cuba. No se descarta la atracción que produce la causa nacional cubana. Muchos jóvenes  también veían en el acto una manifestación de protesta contra el gobierno italiano. Pero el autor también aclara que la grave situación económica que se vivía en Italia favorecía la emigración y deja abierta la  puerta para tomar en cuenta el aventurerismo como una motivación más detrás del acto.

La reticencia de Estrada Palma y el Directorio a aceptar voluntarios italianos (o de otras partes) en las filas es un asunto que habría que trabajar con más profundidad. Sobre esa base se daban choques entre Betances Alacán y el Partido Revolucionario. En el proceso se esgrimían cuestiones de contabilidad: transportar y preparar a los extranjeros resultaba costoso. Se esbozaron argumentos propios del determinismo geográfico y climatológico: no están acostumbrados al trópico húmedo y caliente. Pero con toda probabilidad había consideraciones ideológicas y culturales legitimando la oposición: los republicanos radicales podían terminar siendo un estorbo si acababan defendiendo la independencia en lugar de la anexión a Estados Unidos que favorecía la cúpula del partido. Por último la presencia de anarquistas europeos podría producir problemas inéditos que los cubanos querían, con toda probabilidad, evitar en aquel momento. Los cubanos del 1895 manejaban la guerra como una empresa profesional que tenía que ser exitosa. Las pasiones románticas quedaban para la prensa y el consumo popular.

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