Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura

junio 13, 2015

Ramón E. Betances Alacán literato: las heterodoxias

  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Historiador y escritor

Ramón E. Betances es un pensador poroso y abierto. El estudio de su literatura demuestra que siempre estuvo dispuesto a apropiar y amoldar las innovaciones y los atrevimientos de su siglo. Se trata de una actitud de apertura que expresa lo mismo como científico, médico, cirujano y farmacólogo, pero también como intelectual creativo y pensador político. En esa predisposición juiciosa a comprender, apropiar y reformular el cambio se encuentra, sin duda, su más radical modernidad. Las circunstancias que vive y su a veces atropellada biografía así lo justifica.

La pasión por la diversidad de los mundos habitados

En el contexto de la crisis y el duelo por la muerte de su sobrina y prometida, María del Carmen Henry, el puertorriqueño se siente atraído por el denominado espiritismo científico. La confrontación con la muerte de la prometida lo agobia según se desprende de la correspondencia recopilada en la colección titulada Epistolario íntimo. Durante las década de 1850 a 1870, las figuras de  Allan Kardec, Camilo Flammarion y León Denis dominaban el panorama de aquel proyecto ideo-religiosos en Francia y a aquel saber, filtrado por medio del sistema kardeciano, parece apelar Betances.

El espiritismo o la experimentación con la “pluralidad de los mundos habitados”, una frase acuñada por  Flammarion, era sin embargo un asunto más remoto que ya había llamado la atención de uno de los modelos literarios del médico de Cabo Rojo. Edgar Allan Poe se había aficionado a las actividades paranormales ejecutadas por las hermanas Leah, Catherine y Margaret Fox en Nueva York como tantos otros intelectuales de su tiempo. El romanticismo literario, movimiento que surgió como una reacción al racionalismo radical de una cultura que parecía aspirar a volcarse sobre la realidad material, fue una de las primeras formas de resistencia a aquel pilar de la cultura occidental.

Tomado de Carmen Ana Romeu Toro, Espiritismo, trnasformación y compromiso social (2015)

Tomado de Carmen Ana Romeu Toro, Espiritismo, transformación y compromiso social (2015)

En el relato “La Virgen de Borinquen” (1859), la muerte de Lita le deja ante el problema de la relación de la vida y la  muerte, por lo que en el proceso, comienza a cuestionar la legitimidad de las fronteras entre la una y la otra es decir, entre lo vivo y lo no vivo. No hay que olvidar que ese es el mismo problema que se planteaba el vitalismo filosófico de fines del siglo 18 y principios del siglo 19 en el cual se había formado el médico. En el tenso relato de Betances el personaje del “loco suicida”, figura literaria imposible de separar con el Betances doliente, se aproxima al espiritismo a la luz de las enseñanzas de Kardec. El libro de los espíritus, pieza clave de la arquitectura ideológica de aquella teoría, acababa de ser publicado en 1857 con algún éxito. El relato lo que hace es emborronar la frontera entre la vida y la muerte con el propósito de facultar la comunicación entre el acá y allá, de un modo análogo en el cual las hermanas Fox alegaban haber hecho en su casa de Nueva York. Las pistas ofrecidas sobre este asunto en la narración de Betances son numerosas: el doliente  “se dedicará, como yo, al estudio de las ciencias que revelan los mundos del más allá”, dice, para luego insistir en que “todavía debo estudiar ciencias desconocidas y descubrir el mundo que ELLA habita”.

La actitud de Betances ante la muerte de la sobrina según se materializa en el Epistolario íntimo  y su leyenda mayagüezana, según la recoge el historiador Salvador Brau,  presenta a un Betances ansioso por transformarse en un médium capaz de mantener una relación con la muerta. Se trata de un momento confuso y contradictorio en el cual las metáforas espiritualistas y religiosas se reiteran. La referencia a Lita como un  “espíritu de luz” que significa a la “Patria” es una de ellas. La voz del revolucionario secular, anticlerical y sarcástico que se manifestará más tarde no está por ninguna parte. La fijación extrema de Betances con los ojos de la chica,  los cuáles resultan imposibles de reproducir  en toda su vitalidad en una estatuilla de terracota o de mármol que pide que elaboren, recuerdan por otro lado la compulsión de Poe con ese lugar del rostro que muchos espiritistas consideran el punto de acceso o el espejo del alma.  En el caso de Betances la compulsión con los ojos de Lita radicalizan su encono: a pesar de la arquitectura precisa de la imagen de terracota o de mármol nada sugiere la vida tanto como los ojos que faltan. Sin los ojos, si veo el problema desde la perspectiva del vitalismo filosófico, el elán vital no está allí.

Betances, como se habrá podido deducir,  no se encuentra solo en el territorio de las  pasiones espiritistas: Charles Dickens, Víctor Hugo, Charles Baudelaire y Alejandro Tapia y Rivera, entre otros, también se sintieron atraídos por aquel problema filosófico por una diversidad de razones. Del mismo modo que la crisis de los valores occidentales condujo a algunos por el camino del pensamiento antisistémico, a otros los llevó  por el camino de laos sistemas ideo-religiosos alternativos como es el caso del espiritismo científico.  En Betances ambos extremos se encuentran: todo lo que cuestione un orden que resiente resulta útil a este pensador atormentado y pasional. La historia de esta figura con el espiritismo todavía esté escribirse. En 1921 se había fundado en Aguadilla un Club de Estudios Psicológicos Ramón Emeterio Betances; y en  1972 había una Cátedra Ciudadana Ramón Emeterio Betances en Carolina. La primera estaba asociada al espiritismo kardeciano y la segunda a la tradición trincadista argentina. Betances está presente en la tradición que había tocado en medio de su crisis de 1858.

 

Fraternidad, heterodoxia y modernidad

La apertura no termina en el territorio del espiritismo. Betances fue un masón activo en un siglo que en occidente la oficialidad de la Iglesia Católica todavía resentía y condenaba las propuestas que, apoyadas en el manto del anticlericalismo, ponían en entredicho los fundamentos del cristianismo que se había convertido en uno de los signos de identidad de  la personalidad europea moderna. El activismo masónico en Betances, creo que se debe insistir en este hecho, es posterior a  su compromiso político y lo complementa. No se trata de un masón que se transforma en revolucionario sino de un revolucionario que se hace masón por cuestiones que desconozco, sin que ello deba interpretarse como un menosprecio a los valores fraternales, filantrópicos y potencialmente progresistas intrínsecos del pensamiento masónico.

En 1857, Betances y Segundo Ruiz Belvis organizan la “Sociedad Abolicionista Secreta” en la región oeste de Puerto Rico. Los comentaristas insisten en las similitudes organizacionales entre aquel club semi-clandestino y las sociedades masónicas.  Sobre aquella base experimental y otras que no podría precisar en este momento, diseña en 1867 las “Sociedades Secretas” tipo “célula” que organizarán y conducirán a la Insurrección de 1868 y en las cuáles las fuentes del siglo 19, José Pérez Moris por ejemplo, sugerían paralelos con la masonería. Pero lo cierto es que, aunque su padre había sido masón y el joven Betances debió estar en contacto con masones durante el periodo de estudios en Francia, no fue hasta 1866 cuando se inició en la orden en  la Logia “Unión Germana No. 8” cuyo templo ubicaba en San Germán.

En aquel club, además del pensador y escritor abolicionista y autonomista Francisco Mariano Quiñones, estaba su amigo Ruiz Belvis con quien fundará la “Logia Yagüez” de Mayagüez  durante el complicado año de 1867. La lógica de aquella década no deja lugar a duda de que ambas logias tenían orientes dominicanos y, según se sabe, los contactos más intensos de la generación revolucionaria de aquella década, eran precisamente con la República Dominica, cuya independencia y soberanía había sido objeto de amenazas cada vez más intensas por España y por Estados Unidos. Es probable que para Betances y Ruiz Belvis las relaciones entre masonería y revolución fuesen evidentes, pero ello no significa que para todos los masones organizados en la “Unión Germana No. 8” y la “Logia Yagüez”, la conexión fuese igual de obvia. En el caso del Puerto Rico 19 la masonería y el separatismo independentista compartían, eso sí, un fuerte componente contracultural y antisistémico que los hacía ver como una amenaza mayor y una combinación de fuerzas peligrosa.

La relación de Betances y Ruiz Belvis con la masonería resultó instrumental para sus proyectos políticos. Ruiz Belvis dependió de sus contactos dentro de esa afiliación cuando realizó su viaje a Valparaíso, Chile buscando apoyo para la causa antillana durante el año 1867.  En 1874, cuando Betances viajo a Europa con planes concretos de  radicarse en París, fue invitado a  integrar  “El Templo de los Amigos del Honor Francés” (Temple des Amis de l’Honneur Français) como Miembro Honorario Grado 18. Durante la etapa  masónica francesa, el caborrojeño escribió en los foros masónicos sobre temas de actualidad, a la vez que exigió de la orden un compromiso más concreto con los proyectos progresistas y de cambio que defendía. La masonería en Puerto Rico y en Francia no poseía una opinión homogénea ni unitaria con respecto a la solución idónea para los problemas que Betances y Ruiz Belvis encontraba en la relación de Puerto Rico con España.

El investigador francés Paul Estrade ha categorizado la labor de Betances como la de un “masón inconforme”: aún dentro de espacio de inconformidad que significaba la masonería en una Europa cristiana que se acomodaba al giro de sus tiempos, Betances desesperaba. Las causas de la “inconformidad” dentro de la “inconformidad” respondían a que el puertorriqueño era un filántropo radical y exigente que abogaba por la abolición de la esclavitud en las Antillas y favorecía abiertamente la separación de Cuba de la Monarquía Española durante la llamada Guerra Grande (1868-1874). No se podía esperar una opinión uniforme respecto a problemas tan complejos como aquellos que, por otro lado, no representaban con toda probabilidad una prioridad para los masones franceses. Las contradicciones afloraban porque muchos de los hermanos masones poseían esclavos o no sentían afinidad alguna por las luchas políticas de los antillanos. La táctica discursiva de Betances, no siempre exitosa, era apelar a los valores fundamentales de la masonería con el propósito expreso de politizarlos y moverlos en la dirección de un propósito que él considera legítimo.

La presencia de la experiencia masónica en la discursividad literaria betancina me parece obvia. Como recurso literario la condición masónica los preparó para dominar un lenguaje hierático o esotérico complejo cargado de simbolismos y sugerencias de enorme plasticidad. Aquel lenguaje innovador del pensamiento alternativo masónico tenía su origen en la misma cultura ilustrada y neoclásica que desembocó en la experiencia de la Revolución de 1789. Se trata de una discursividad compartida por el pensamiento antisistémico del siglo 19 que, como el 1789, desdice de la cultura y la canonicidad heredada y la cuestiona. El renacer de los Estudios Clásicos y los Estudios Orientales durante el periodo final del siglo 18 y buena parte del siglo 19 y su capacidad para penetrar la discusión cultural que se ofrecía en la universidad europea moderna resultó determinante en aquel proceso. Betances se ha formado en esa universidad y en esa efervescencia cultural y es un buen discípulo de todo ello, sin duda. El efecto de aquel giro no se limita, en un contexto puertorriqueño, a la figura de Betances. También impactó al ya citado Maestro Masón y “Caballero Kadosh” de San Germán, Francisco M. Quiñones, autor de una compleja trilogía novelesca inacabada titulada Nadir Sha en la cual la cultura persa y la masónica le sirven de escudo protector para evaluar desde una perspectiva moderna el problema de la historia y el de la libertad.

Los estudios sobre este tema en la obra literaria de Betances no se han hecho todavía. Un modelo es la forma que este autor reinvierte el saber de la  numerología del 12 y el 13, un asunto vital para la Astrología Fiduciaria, en el antes referido relato de “La Virgen de Borinquen” (1859). En el mismo el “loco suicida” que ya he identificado con la figura de Betances, se imagina prisionero en una habitación de 13 pies y 13 paredes. De igual modo, en el relato satírico-político “Viajes de Escaldado” (1888), el viajero venezolano que en este caso representa la voz del autor, regresa  después de su trágico periplo al “bosque” y significa en un interesante discurso en 12 animales las 12 virtudes humanas. En este caso Betances evade la 13 que es, la inalcanzable justicia: occidente moderno no está preparado para la justicia.

Según el mitólogo Juan Eduardo Cirlot: el número 12  significa el orden cósmico y la salvación, mientras que el 13 sugiere la muerte y el renacimiento, el cambio y la reanudación, la revolución en su sentido más estricto. En alguna tradición masónica,  el 13 recuerda la muerte del Caballero Templario el viernes 13 de octubre de 1307 a manos de la Santa Inquisición; y en la cristiana, los 13 comensales de la última cena significan en este la condición del traidor. La magia de este número no termina allí: en el capítulo 13 del “Apocalipsis” se manifiesta el Anticristo (666); y en la “Cábala” judía son 13 los espíritus malignos que amenazan a la humanidad y 13 son los años que marcan “Bar Mitzvah” o ceremonia de la adultez del varón y la edad casamentera de la hembra. El 12 y el 13 también fueron apropiados por los discursos antisistémicos del siglo 19, si es que se prefiere una interpretación mágica pero secular de este juego.

Charles Gide (1847-1922) uno de los padres franceses del cooperativismo y el asociacionismo que está en base del filantropismo y los primeros socialismos decimonónicos, codificó las 12 virtudes del cooperativismo que Betances debió conocer. El lenguaje simbólico de la literatura de Betances es complejo en extremo. En algún momento habrá que volver a mirar a este bohemio, revolucionario antillano que tan bien representa la síntesis entre la pasión y la ciencia, entra la ciencia y la emoción en aquel siglo 19 cambiante.

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