Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura

septiembre 27, 2012

Pedro Albizu Campos: Perspectivas para la investigación

  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Historiador y escritor

El documento que sigue es un resumen anotado  del conversatorio celebrado el 27 de septiembre de 2012 en el Recinto Universitario de Mayagüez, auspiciado por la Asociación de Estudiantes de Historia.

Introducción al estudio de Pedro Albizu Campos y el nacionalismo político puertorriqueño

Enfrentar el tema  de Pedro Albizu Campos y el nacionalismo puertorriqueño a través de los libros puede resultar problemático. A pesar de lo abultado de su bibliografía, los títulos críticos escasean. Varios de ellos, sin embargo,  me parecen imprescindibles para obtener una imagen panorámica de los problemas historiográficos que plantea el tema.

Pedro Albizu Campos

Para una aproximación biográfica recomiendo la lectura de dos volúmenes:

  • Marisa Rosado (2006). Las llamas de la aurora: Acercamiento a una biografía de Pedro Albizu Campos. Biblioteca del Caribe. San Juan, Puerto Rico: Ediciones Puerto.

Se trata de un esfuerzo biográfico abarcador y un texto bien documentado redactado por una escritora filo-nacionalista. La erudición que despliega la autora le permite incluso plantear los asuntos más polémicos del líder nacionalista, elemento que da margen al lector a para que  desarrolle su propia interpretación respecto a esas polémicas

  • Luis A. Ferrao (1990). Pedro Albizu Campos y el nacionalismo puertorriqueño. [San Juan]: Editorial Cultural.

Se trata de un estudio cuyas conclusiones resultaron escandalosas en 1990  por el hecho de que  llevaba a sus extremos interpretativos las ideas revisionistas de fuerte contenido materialista del intelectual  dominico-puertorriqueño José Luis González. El volumen, revisaba los paralelos teóricos y prácticos entre el nacionalismo y el fascismo de una manera documentada y sobria. En general, abrió una discusión que ya estaba presente desde 1930 y que aún no ha cesado del todo.

En el campo de la interpretación teórica me parece que todavía hoy, el mejor esfuerzo sigue siendo:

  • Juan Manuel Carrión, Teresa C. Gracia Ruiz, T. C., y Carlos Rodríguez Fraticelli (1993). La nación puertorriqueña: Ensayos en torno a Pedro Albizu Campos. San Juan: Ed. de la Universidad de Puerto Rico.

Es una colección de ensayos crítica e ideológicamente diversa que se puede apropiar como una respuesta intelectual al reto representado por el volumen de Ferrao. El volumen trabaja los temas de raza y nación en el nacionalismo, ofrece estudios detallados de la praxis nacionalista apuntando  la diversidad de sus tácticas con el fin de alejarlo del fantasma de la violencia, y trabaja el asunto de Albizu Campos y su formación en Derecho y sus choques con el Derecho en la colonia. El volumen cierra con una búsqueda en torno a su presencia en la literatura puertorriqueña.

Para introducir al lector en el pensamiento nacionalista recomiendo una antología.

  • Laura Esperanza Albizu [Campos] Meneses y Fray Mario Rodríguez León , editores (2007). Escritos. Hato Rey: Publicaciones Puertorriqueñas.

Se trata de una selección de textos con un prólogo político breve de Fidel Castro Ruz que intenta conectar la tradición de aquel líder con la actualidad y poner al día su pensamiento reafirmando su utilidad en el presente. La trabazón con la tradición se garantiza por el hecho de que una descendiente del líder, y un respetado fraile y académico, estén a cargo de la selección.

Pertinencia de la investigación del tema de Pedro Albizu Campos y el Nacionalismo Político

Estudiar a Albizu Campos y el nacionalismo puertorriqueño podría justificarse sobre una serie de bases concretas. La primera tiene que ver con el proceso de devaluación que ha sufrido el nacionalismo político en el marco de la economía neoliberal y la globalización, particularmente en el territorio de la expresión cultural posmodernista que dominó la academia desde 1990. El hecho de que el nacionalismo político no sea una clave cultural y política del presente, como lo fue en el siglo 19 americano y europeo o en el siglo 20 puertorriqueño por lo menos hasta el 1950, no significa que no se deba investigar el asunto. Tampoco se puede presumir que aquellas propuestas no tengan nada que decirle al presente.

Dado que, como se sabe, desde 1940 y el ascenso del populismo primero y el popularismo después, se cuestiona la pertinencia del nacionalismo político para Puerto Rico en nombre de un nacionalismo cultural tolerable, me parece que una forma legítima de responder a esa pregunta es visitando el tema desde una perspectiva crítica fresca. Por último, la presencia del nacionalismo político  por medio de uno de sus emblemas más tradicionales, el Partido Nacionalista, en la prensa en los últimos años amerita una revisión del tema. La crisis política que se desató tras la muerte de Lolita Lebrón y la disposición de su herencia, y los conflictos que se debaten en las redes sociales desde la conmemoración de la Insurrección de Lares de 2012, son una argumento más que suficiente para mirar hacia las tradiciones a las que apelan uno y otro bando en conflicto.

 

Fuentes documentales internas accesibles en línea

La fuente mayor impacto desde su re-descubrimiento en 1990 sigue siendo la siguiente:

  • Partido Nacionalista de Puerto Rico. Documentos. Carta de José Monserrate Toro Nazario a Irma Solá, 31 de mayo de 1939. Epigrafía, transcripción y edición del Dr. Rafael Andrés Escribano. CPR 324.27295 T686c. Colección Puertorriqueña. Universidad de Puerto Rico en Carta a Irma

La  “Carta a Irma” fue redactada en mayo de 1938 en medio de un intenso debate en el Partido Nacionalista. Su autor fue José Monserrate Toro Nazario, un abogado de San Germán que fungió como director del panfleto  La palabra en ausencia de Juan Antonio Corretjer, preso por aquel entonces en Atlanta, Georgia. También laboró como Secretario Interino bajo la Presidencia Interina del desaparecido abogado Julio Pinto Gandía. El autor era una figura de la confianza de Albizu Campos, sin duda. La destinataria  fue Irma Solá, secretaria personal de Albizu Campos quien, por su cercanía a este,  tenía una relación personal con su esposa, Laura Meneses del Carpio. El documento resume la postura de aquellos que se oponían al giro violento derivado de la táctica de la “Acción inmediata”,  era la praxis dominante en la organización desde mayo de 1930 cuando Albizu Campos alcanzó la presidencia de la misma.

La crisis de 1938 parece haber sido consecuencia, por un lado, del vacío de poder producido por el encarcelamiento del liderato tras el juicio por conspiración sediciosa de 1936. Aquella situación agitó una serie de contradicciones ideológicas que nunca se habían superado desde 1930. El texto manifiesta el choque de diversos proyectos dentro de la organización

Las cuestiones centrales de aquellos debates fueron varias:

  • La contradicción entre un proyecto democrático y uno autoritario
  • La contradicción que planteaba la cuestión del capitalismo ante el Novotratismo, programa que tendía a confundirse con una forma de socialismo por los republicanos,  y como un acto de mendicidad por los nacionalistas
  • La contradicción entre  socialismo y el comunismo ante el fascismo en el partido
  • La contradicción entre  el populismo y el nacionalismo político

“La carta…”  documenta los debates más álgidos del momento pre-guerra, ratifica la volatilidad del alto liderato del  Partido Nacionalista y la fragilidad de la organización ante el embate represivo. Toro Nazario era un intelectual de gran formación, muy informado de la situación internacional. La anotación erudita de su texto es, por lo tanto, una prioridad. La “Carta …”deja la impresión de que incluso personas que reconocían a Albizu Campos como su líder, consideraban su autoritarismo un problema y ratifican la idea de que el partido se había convertido en un caldo de cultivo para los filofascistas. El  temor era que aquellos sectores tomaran la organización, y  la transformaran en una organización  anticomunista.

Dejo en lo inmediato una serie de recursos que preparé sobre el tema para un seminario que dicté hace varios años. Los comentarios y las críticas son bienvenidas.

Fuentes documentales externas accesibles en línea

Se trata de un archivo digital organizado y cuidado  por el Centro de Estudios Puertorriqueños de Hunter College (CUNY). El mismo contiene archivos en formato Pdf descargables, procedentes  del  Federal Bureau of Investigation (FBI) y elaborados desde las década del 1930 hasta la del 1990. Esta fuente es útil para documentar la vigilancia y las actividades de contra inteligencia auspiciadas por el FBI contra una diversidad de organizaciones políticas e individuos dentro y fuera de Puerto Rico.

Los archivos fueron liberados como producto de un esfuerzo del Congresista (D-NY) José E. Serrano (2000) y se dejaron al cuidado del Centro para su catalogación y difusión. Los primeros expedientes en hacerse públicos fueron los de Pedro Albizu Campos y Luis Muñoz Marín, dos protagonistas de las décadas del 1930 al 1950. El sitio tiene buscadores especializados que permiten la investigación por individuos, programas y organizaciones. También posee instrumentos de investigaciones muy útiles, y apoyo bibliográfico en línea que facilita su manejo

Dos  recursos alternos que puede ser consultados para ampliar la indagación y contextualizar la actitud del poder ante el nacionalismo puertorriqueño son:

Estos archivos fuero abiertos desde el 11 de enero de 1999 por autorización de Bill Clinton en acuerdo con el Nazi War Criminal Records Interagency Working Group (IWG). La meta era localizar, inventariar y recomendar la desclasificación de los archivos de los criminales de guerra nazis que fuera posible y facilitar que esas fuentes estuviesen a disposición del público en un año de ser posible. El 23 de mayo de 2000 se anunció que iniciaría una labor similar con las fuentes respecto crímenes de guerra  japoneses.

Political Research Associates  es un think tank que apoya movimientos progresistas en Estados Unidos, cuyos derechos humanos han sido violados por las agencias de seguridad del estado

Fuentes literarias

Otra forma original de aproximarse al asunto de la imagen del nacionalismo puertorriqueño y Albizu Campos en los medios de comunicación, es la indagación en la literatura de la época. Dejo dos recomendaciones específicas que llaman poderosamente mi atención.

  • Luis Abella Blanco. La República de Puerto Rico. Novela histórica de actualidad política. San Juan: Editorial Real Hermanos, 19–. 123 págs.

Es una novela que ofrece pistas sobre la imagen del Nacionalismo Político y Albizu Campos mediante la voz narrativa de un socialista amarillo. Abella Blanco militaba en el  Partido Socialista, fundado en 1915, organización que no tenía el asunto del estatus en su agenda o programa político. Aquel partido evolucionó hasta convertirse en proyecto estadoísta que estrechó relaciones organizativas con el Partido Republicano Puertorriqueño hasta 1960. El contencioso del nacionalismo con el socialismo debe interpretarse a la luz de esa contradicción primero.

Luis Abella Blanco

Lo cierto es que, desde 1934, el Partido Nacionalista se había hundido  en una crisis que parecía no tener solución. Un resorte fue el choque cada vez más visible entre los Cadetes de la República y la Policía Insular quienes mantenían una virtual guerra civil al margen de la nación. El otro fueron los cuestionamientos a la táctica de “Acción inmediata” que Albizu Campos introdujo en el 1930 desde la presidencia.

La narración de Abella Blanco se inserta en la tradición de la sátira política panfletaria.  Pedro Albozo del Campo, Libertador de Puerto Rico y Primer Presidente de la República en 1932, es el personaje central. La República es una anomalía: es una República con el Protectorado de Estados Unidos, como la soñó José De Diego. Sin embargo el “protectorado” es utilizado por el gobierno de la nación ación para succionar fondos federales para proyectos cuestionables.

La arquitectura del libro también recuerda ciertos  textos clásicos del pensamiento socialista del siglo 19 europeo. El tono magisterial y racionalista me remite a la “Parábola” (1819) de Henri de Saint-Simon, el teórico de la Sociedad de los Industriales. Una larga escena de la narración prácticamente reescribe el texto “Los enemigos de la Libertad y de la felicidad del Pueblo” (1832), de Augusto Blanqui. Se trata de un interrogatorio jurídico que se aplica a Albozo del Campo tras el fracaso de la República y previo a su suicidio.

La novela informa sobre una imagen de Pedro Albizu Campos que se ha ido emborronando tras la leyenda de “El Maestro”. Su lectura permite establecer un balance sobre la percepción contradictoria del líder político en su tiempo y manifiesta con claridad meridiana los argumentos de sus adversarios: su vesania o su enajenación. Su lectura ratifica que Albizu Campos tenía enemigos a la derecha, en el centro y a la izquierda y que su adversario no fue solo el yanqui. El texto está disponible en la Sala Manuel María Sama y su Colección Puertorriqueña, bajo la codificación  PQ7439.A24 R4 1900Z

Dejo en lo inmediato una serie de recursos que preparé sobre el tema para varios proyectos periodísticos. Los comentarios y las críticas son bienvenidas.

  • Wenzell Brown. Dynamite on our Doorstep. Puerto Rican Paradox. New York: Greenberg Publisher, 1945. Illustrations by Jack Crane. 302 págs.

Debo el conocimiento de este texto al colega César Salgado de la Universidad de Austin en Texas quien también me ha facilitado un archivo sobre el autor de la misma cuyo contenido me reservo. La novela es una diatriba libelosa contra Puerto Rico, el nacionalismo político y Pedro Albizu Campos.

Wenzell Brown (1911-1981)

La lectura ofrece un panorama de la representación que se hizo un sector visible de la intelectualidad y los medios de aquel país sobre nosotros. Llama la atención la persistencia de prejuicios culturales que ya hemos señalado José Anazagasty Rodríguez y yo en dos libros: We the People (2008)  y Porto Rico: hecho en Estados Unidos (2011). La conclusión obvia es que la forma en que se figuraba al puertorriqueño en 1945, no difería de los modelos maniqueos dominantes entre 1898 y 1926: no se había avanzado nada en un entendimiento entre las partes si es que esa era la meta de la relación colonial impuesta en 1900.

Dejo para finalizar varios fragmentos que pueden orientar al investigador en torno a la imagen de este país caribeño dominante en el texto. Las preguntas que se pueden formular a ese texto son numerosas, como se verá de inmediato:

Puerto Rico y los puertorriqueños eran vistos como:

  • “…frustrated neurotic people” p. 5
  • “…frightened people, a hungry people, a dissatisfied people” p. 31
  • “…towns unbelievably dirty” p. 12

Albizu Campos es resaltado por el color de su piel, su hispanofilia y su odio al sajón:

  • “…the coloured leader” p. 18
  • “…Albizu was a coloured man who aped the mannerisms of Spanish grandee” p. 69
  • “On his round face there was always an expression of gracious condescension, save when he talked about the Americans. Then the face was a mask of hate” p. 69

El nacionalismo politico es interpretado de una modo avieso en diversos sentidos:

  • Su fin era “set up a black dictatorship in the Island” p. 70
  • Vincula los Cadetes de la república con las partidas fascistas:  “black shirted thugs who walks the streets in gangs”

La búsqueda del lenguaje del crítico y del adversario, puede ser de gran utilidad para recuperar una imagen más humana de Pedro Albizu Campos y el nacionalismo puertorriqueño.

mayo 17, 2010

“Carta a Irma” (1939): Winship

Partido Nacionalista de Puerto Rico. Documentos. Carta de José Monserrate Toro Nazario a Irma Solá, 31 de mayo de 1939. Epigrafía, transcripción y edición del Dr. Rafael Andrés Escribano. CPR 324.27295 T686c. Colección Puertorriqueña. Universidad de Puerto Rico: pág. 3-4

Fragmento 1:  La destitución de Winship

Advierto de antemano que esta no es precisamente una contestación a la carta de Cuba. Ciertamente, no es la mejor contestación. Mejor es la que ha dado el propio señor Roosevelt. Winship hubiera sido destituido mucho antes –si no hubiera sido por la onerosa disyuntiva que estúpidamente le impuso el Partido nacionalista.

El propio general Winship ha admitido, en un banquete que le dieron los periodistas de San Juan, con posterioridad a su destitución, que sabía hace más de un año que tenía que retirarse de la gobernación de la isla.

Por lo que pueda hacer al caso, en el marco de esta carta, es bueno que sepa, Irma, que La Democracia declinó estar representada en el referido banquete.

Blanton Winship, Lawrence Cramer y Myllard Tydings

Por lo que pueda hacer al caso, en el curso de esta carta, es bueno que sepa que la referida admisión aparece en un despacho cursado a El Día por su corresponsal en San Juan, Ramírez Brau.

Por lo que pueda hacer al caso, en el curso de esta carta, es bueno que sepa que Ramírez Brau es fascista, por confesión propia. Es uno de los más fervientes admiradores con que cuenta Mussolini en Puerto Rico.

Esta no es la única contestación del señor Roosevelt.

El coronel Wright ha sido virtualmente destituído. Su virtual destitución vino inmediatamente después del ascenso de un portorriqueño. Para disimular la destitución, en esta tierra de eufemismos, se ha apelado al protocolo militar y a la anomalía de que un militar de alto rango –yanqui– no debería permanecer bajo las órdenes de un portorriqueño de rango superior.

La legislatura se ha dado cuenta de que se trata, en efecto, de una contestación de Roosevelt, y no sólo ha declarado hijo adoptivo al gobernador, sino al coronel.

Vendrán más contestaciones.

No extrañe, Irma, de que McLeod sea honrado también con una adopción reaccionaria. El señor McLeod está en turno. De un momento a otro será virtualmente destituído.

En esta tierra del alambicamiento, nadie parece darse cuenta de la responsabilidad que comparte McLeod con relación al desbarajuste reaccionario. Hasta el Partido nacionalista ha adoptado la voz auditor, en su bárbara acepción, sin pensar en los poderes fiscalizadores de un auditor. McLeod no ha fiscalizado debidamente la militarización de la policía, el auge del turismo y otros menesteres coloniales. Dentro del esqueleto colonial, él solo hubiera podido detener la locura de Winship.

Vendrá también la virtual destitución de Gruening, el exdirector de The Nation, que más acá del castillo del Morro se olvidó de su militancia liberal.

Nadie espera, sin embargo, un milenio de Roosevelt. Roosevelt no es la Providencia. La sucesión de un almirante, por grandes que sean sus méritos navales, detiene el optimismo.

El verdadero optimismo deber ser inteligente. Con Winship se van las locuras del presupuesto, los indultos de la colonia y uno y mil reveces de la fortuna. No se irán todos de una vez. El mismo Dios no hizo el mundo en un día. Yo no pienso exclusivamente en la matanza de Ponce. No olvido que solamente en San Germán, mi pueblo natal, Winship indultó cinco criminales. Es posible que alguno de estos indultos –y hasta todos, por amor al argumento– hayan sido merecidos. Subsiste, no obstante, el recuerdo de que García Méndez, el pretenso sucesor de Winship, es también un hijo adoptivo -esta vez de mi pueblo. El compueblano adoptivo fué el defensor de casi todos estos indultados. La relación entre los indultos de Winship y las intercesiones de García Méndez, por ejemplo, son, por supuesto, ajenas a esta carta. Habré de conformarme con recordarle que uno de estos indultados fué uno de los testigos estrellas del fiscal Pierluissi, a quien habré de referirme más adelante.

Con Winship se van, pues, unos indultos –y pueden venir otros más preciosos. Se van los sainetes de Martínez Nadal, tan capitalizados por Hitler. Se va la presencia del coronel Wright en un Te Déum por el triunfo de Franco. Se van tantas cosas, Irma, que debo confiarlas al buen sentido de usted.

Comentario:

La llamada “Carta a Irma” fue redactada en mayo de 1939 en medio de un intenso debate en el seno del Partido Nacionalista de Puerto Rico. José Monserrate Toro Nazario, abogado de San Germán, director del periódico La palabra en ausencia de Juan Antonio Corretjer y Secretario Interino del Partodo Nacionalista bajo la Presidencia Interina de Julio Pinto Gandía, sintetiza en el texto una postura similar a la de aquellos que se oponían al giro violento derivado de la “acción inmediata” a la organización desde el ascenso  de Pedro Albizu Campos a la presidencia en mayo de 1930. La destinataria, Irma Solá, había sido la secretaria personal de Albizu Campos por lo que tenía una relación íntima con el líder y con su esposa, Laura Meneses del Carpio, cuyas prácticas políticas y sus expresiones resultan ser uno de los grandes temas del texto.

La crisis a la que se alude parece haber sido producto directo del vacío de poder producido a raíz del encarcelamiento del liderato como consecuencia del juicio por conspiración sediciosa de 1936. El descabezamiento del partido agitó una serie de contradicciones ideológicas que nunca se habían superado del todo después de la Asamblea de mayo de 1930.  Lo que manifiesta el texto es el  choque de ideas en torno a la actitud que debía adoptar en nacionalismo ante una serie de asuntos que se debatíanen el escenario público, a saber, el capitalismo, el novotratismo, el socialismo, el comunismo, el fascismo, el falangismo, el populismo, la violencia o terrorismo, entre otros.  El documento refleja el ambiente cargado y complejo de los días previos a la guerra y comó el mismo  afectó un partido que se había caracterizado por su carácter contencioso.

La impresión que queda es que dentro de la organizacion militante había una serie de personas que, si bien admiraban y respetaban a Albizu Campos, consideraban su gestión autoritaria un foco potencial apropiado para que los filofascistas tomaran la organización por asalto y la transformaran en una organización anticomunista Una de las consideraciónes para caminar en esa dirección era, por cierto, el reinicio de las relaciones Washington- Moscu desde 1933 de cara a la amenaza alemana. Como verá el lector, también hay mucho de vendetta personal en los argumentos de Toro Nazario, pero ello parece inevitable y comprensible en un ambiente tan volátil como el de 1939. No hay que pasar por alto que muchos adversarios del «Nuevo Trato» en la isla y en el continente, los republicacnos en particular, confundían aquellas políticas de justicia social con las prácticas estatistas del régimen estalinista ruso.

El fragmento que antecede comenta la dictadura impuesta por el Mayor General Blanton C. Winship (1869-1947), gobernador de Puerto Rico entre el 5 de febero de 1934 y el 26 de junio de 1939. El New York Times de ese día reseñó  su salida del país en los siguientes términos:

“PUERTO RICANS BID WINSHIP FAREWELL; Thousands Give the Retiring Governor Ovation Without Parallel Under U.S. Rule. HE HOPES FOR STATEHOOD (…) Governor Blanton Winship left by plane for Miami today as bands played «Auld Lang Syne» («Por los viejos tiempos» o «Canción de la despedida», pieza  tradicional escocesa con letra de un poema de Rober Burns de 1788) and thousands gathered at the airport waved in farewell. The demonstration at his departure was unparalleled in the more than forty years of American rule.”

Toro Nazario alega que fue precisamente, la violencia nacionalista lo que justificó que el Presidente Franklyn D. Roosevelt lo retuviera tanto tiempo en el país. El comentario sugiere una crítica abierta a la campaña agresiva que desató el Partido Nacionalista desde 1932 y que llegó a su cenit en los días de la Masacre de Río Piedras el 24 de octubre de 1935. El proceso culminó con una declaración de guerra por la independencia y la conversión de los Cadetes de la República en el  Ejército Libertador.

Por último, el texto indica que la amenaza fascista en Puerto Rico también era visible  en otros lugares fuera del Partido Nacionalista. El autor, por ejemplo, acusa a Enrique Ramírez Brau, nieto de Salvador Brau, periodista de El Mundo y testigo silencioso del asesinato de Elías Beauchamp e Hiram Rosado, los ejecutores del jefe de la Policía Insular E. F. Riggs el 23 de ferbrero de 1936, de fascista. No exageraba en cuanto a ese punto, por cierto. Pero también resalta la vinculación del Gobernador Winship con una derecha anexionista fronteriza con el fascismo, caracterizada por su oposición a las políticas del «Nuevo Trato» por considerarlas un atentado contra el mercado libre. Entre esos fascistas que militaban en el estadoísmo o pertenecían a la burocracia colonial incluía, entre otros, a Miguel A. García Méndez, a Rafael  Martínez Nadal, el Coronel Wright, y el Auditor Mc Leod.

Es importante recordar que los  únicos investigadores en ocuparse de una manera bastante limitada de este importante texto ha sido Luis Ángel Ferrao en su libro Pedro Albizu Campos y el nacionalismo puertorriqueño (1990) y el Taller de Formación Política. Pero también tengo que apuntar que la investigación en torno al fascismo en Puerto Rico se ha limitado a mirar hacia Albizu Campos, como lo hicieron las autoridades estadounidenses sobre la base de los informes de espionaje del Buró Federal de Investigaciones (FBI) y los ideólogos populares como Luis Muñoz Marín. En general, los investigadores poco se han ocupado de documentar el fascismo que permeaba a anexionistas, republicanos e, incluso,  a numerosos populares moderados en aquel contexto histórico.

  • Mario R. Cancel-Sepúlveda
  • Historiador y escritor

diciembre 23, 2009

Albizu: De la admiración a la reflexión

  • Mario R. Cancel
  • Historiador y escritor

Pedro  Albizu  Campos  y  el  nacionalismo   puertorriqueño del Dr. Luis Ángel Ferrao, es un libro inquietante que nos conduce, invariablemente, a revisar muchas de las ideas que tradicionalmente habíamos sostenido en torno al fenónemo histórico del albizuismo en Puerto Rico. Como texto es un modelo de fina investigación que precisa una lectura sosegada y desapasionada. Libro desmitificador, sobre todo, su mayor virtud reside precisamente en que la ruptura con el mito de Albizu se cimenta en una sólida base documental inédita, y en un contexto ideológico que lejos de tratar de explicar la evolución del nacionalismo puertorriqueño de los años 1930 a 1938 en el marco meramente insular, ubica dicho proceso de evolución en el escenario mayor de la política internacional y sus efectos en el activismo puertorriqueño.

Es cierto que buena parte de los planteamientos del Dr. Ferrao habían sido debatidos en privado y en público por investigadores puertorriqueños y aún en el seno de las organizaciones de izquierda en las últimas dos décadas. Sin embargo, la sistematización  de dichas dudas, la organización del referido debate tiene en el Dr. Ferrao y su libro un alcance mucho mayor.

Este libro es lectura obligada para los estudiosos del siglo XX aparte de las convicciones políticas que atesoren cada uno y que puedan ser conflictivas con el contenido del texto. El Dr. Ferrao abre ahora un nuevo ciclo dentro de la historia revisionista y crítica que, por fortuna, hemos visto desarrollarse en Puerto Rico en los últimos veinte años. Su valor peculiar es que ese espíritu revisionista ahonda, a pie firme, en la praxis de una de las figuras más veneradas de este siglo XX nuestro: Albizu Campos.

La interpretación socio-racial del pasado puertorriqueño desde el siglo XVIII al XX tiene parentescos obvios con los juicios del Dr. José Luis González, deudas indirectas con los trabajos investigativos de los Dres. Sued Badillo y López Cantos o los trabajos lingüísticos del Dr. Álvarez Nazario. Ahora el Dr. Ferrao le da sentido a ese juicio y nos permite entroncarlo diáfanamente con el siglo XX en su contexto político-social. Puerto Rico aparece como un pueblo cuyo cimiento nacional se ofrece a lo largo de un siglo XVIII eminentemente mulato o negro. Pero al momento de cristalizar esa nacionalidad, elementos como la inmigración extranjera y el blanqueamiento progresivo del país, la tuercen hacia rumbos distintos. La mutilación de la clase criolla nacional durante el siglo XIX y su fragilidad ante los extranjeros privilegiados, explica en cierto modo la perpetuación del estado colonial en nuestro país. En ese ámbito, la figura de Albizu es una gran   paradoja.

Estamos    ante    un   mulato   descendiente   de esclavos por la vía materna cuya visión política recoge las inquietudes de ese sector blanco extranjerizante y autoritario de mediados y fines del siglo XIX. Estamos ante lo que César Andréu Iglesias hubiese llamado «un hombre acorralado por la historia». En ese contexto el juicio del Dr. Ferrao en torno al liderato nacionalista es aclarador. Un segmento de la cúpula nacionalista descendía de migrantes privilegiado en el siglo XIX y había venido a menos a raíz de la invasión de 1898. Sus problemas con el estatus colonial de Puerto Rico eran explicables, en parte, a partir de esa premisa. Ya hemos visto como el Dr. Ricardo Camuñas interpretó las inquietudes de los Revolucionarios de Lares de 1868 en términos parecidos; y como la Dra. Olga Jiménez ahondó en dicho asunto en su estudio en torno a los hombres de dicha Revolución. El patrón de análisis es objetivamente novedoso en lo que concierne al fenómeno nacionalista del siglo XX y eso es un valor incuestionable del texto que enjuiciamos.

Es cierto que ello no explica la relativa masificación del nacionalismo en los primeros años de la década del ’30, pero abre un camino sumamente interesante para los investigadores en el campo que permitirá la dilucidación de la variedad de causas para la vinculación de sectores de las masas populares, marginados y mulatos con la causa independentista. Hispanofilia y antiamericanismo, elementos eminentemente subjetivos; miseria y explotación, elementos eminentemente concretos y objetivos, nos parece están en la base de la explicación de esa masificación del nacionalismo albizuista del primer quinquenio de la década del ’30.

Los problemas políticos de esa masificación, la poca estabilidad del control del Albizu, lo perecedero de su influencia en las masas populares, se aclaran en la medida en que consideramos tres asuntos cardinales: la espiral autoritaria según la denomina el Dr. Ferrao, el programa social del Partido y lo que podríamos llamar el sectarismo nacionalista, la idea preconcebida de que sólo el Partido era un medio castizo para conseguir la independencia. De un modo o de otro, todos esos elementos están discutidos por José Monserrate Toro Nazario en su «Carta a Irma» (1939) y en la nota cursada por Antonio Pacheco Padró al Partido Nacionalista en 1933.

La concentración del poder en manos de Albizu, nos dice el Dr. Ferrao, y la tolerancia que hacia ese fenómeno mostró la cúpula partidaria, permitió que se abriera un proceso de resquebrajamiento organizativo entre 1932 y 1938. Ese fue un proceso continuo pero diverso, como veremos inmediatamente. La proyección de ese autoritarismo se hizo más patente entrada la década del 1940 (1946-47), cuando buena parte de los comunistas fueron separados de la organización sobreviviendo   una   significativa minoría  entre los cuales se hallaba Juan Gallardo Santiago, dirigente sindical, nacionalista militante y comunista convencido desde mediados de la década del ’30. Esto lo sabemos por testimonio de Gallardo Santiago cuyas memorias, reveladoras por demás y de extrema importancia para la interpretación de la tesis del Dr. Ferrao, conservamos en nuestro archivo particular.

Personas como Gallardo, que no debieron ser pocas, tuvieron que sentir disgusto con un programa social que pretendía restituir una pequeña burguesía terrateniente en el poder y crear las condiciones para el desarrollo de una clase burguesa y administradora que manejara la futura república. El caso de Antonio Pacheco Padró y su rechazado programa de reivindicación obrera, es claro en este sentido (p. 182-3, 345-7). El asunto es que Gallardo, como Albizu, era otra paradoja histórica porque si bien era de ascendencia asturiana, como señala el Dr. Ferrao, no estaba dentro de las filas conservadoras y anti-revolucionarias en el seno del Partido Nacionalista ni era un privilegiado. Por el contrario, estando preso tomó conciencia de que Albizu no era el dirigente para la Revolución bajo la influencia de cubanos revolucionarios. Para ellos, y para Gallardo los importantes eran aquellos que como él, eran obreros. Gallardo, pues, entendía la problemática desde la perspectiva de que a una Revolución Nacional había que anteponer una Revolución de contenido social. Consciente de ello, a pesar de su filiación Nacionalista, había colaborado con el Partido Comunista desde su fundación en 1934.

Hay que decir que Gallardo permaneció fiel a Albizu hasta que la práctica lo sacó de aquellas estructuras anquilosadas para sus aspiraciones. Los nacionalistas que conocieron a Gallardo dicen que él se dio cuenta de que lo más importante en ese momento (1930-1940) era ser nacionalista y no socialista, pero la praxis desmiente a los que sostienen esa probabilidad. Las memorias y papeles de Gallardo son un testimonio claro de un comunista convencido fiel a Albizu que aguarda pacientemente un cambio ideológico que nunca se daría en el Partido.

Gallardo apoyó totalmente la gestión armada militar de Albizu que fue el ápice de las divisiones internas de 1935, y nos tememos, por testimonio de sus memorias, que los explosivos colocados en el local del Partido Independentista de Puerto Rico en noviembre de 1934, los colocó él y no Claudio Vázquez Santiago como decía El Imparcial de la época (p. 204). Por eso Vázquez Santiago salió absuelto. Para Gallardo, quien a la sazón era el vice-presidente de la Junta Nacionalista de Mayagüez, aquello era un escarmiento a los de línea blanda que, encabezados por los hermanos Perea y Regino Cabassa, separaron la Junta de Mayagüez en 1934 en abierta disidencia.

Decimos esto porque entendemos que Gallardo no era conservador. Era sólo tolerante con el «albizuismo», según lo define el Dr. Ferrao, aunque su origen dijera lo contrario. Por eso   en   sus   memorias   se hacen patentes  toda una serie de recelos atípicos en esta generación de luchadores. Con su natural humor Gallardo cuestiona que siempre al referirse a su persona lo señalaban como un nacionalista que había estado preso con Albizu, cuando también podía decirse: «Albizu fue preso con Juan Gallardo. Las acusaciones y las sentencias eran igual(es)». En el fondo Gallardo se quejaba del caudillismo albizuista y de la visión errada por demás de que la lucha era producto del esfuerzo de un solo hombre.

Lo interesante es que cuando se planifica el ataque al Congreso de los Estados Unidos, Gallardo recibió instrucciones para que formara parte del comando, pero no pudo o no lo dejaron participar. Las razones no están claras, pero a esa altura el comunismo de Gallardo pesaba más que su nacionalismo y fidelidad absoluta a Albizu.

Juan Santiago Santiago, ex-preso político nacionalista

Narramos este caso porque el de Juan Gallardo pudo ser uno de muchos otros en el seno de la organización. Y esto empalma con el tercer criterio mencionado: la idea de que el nacionalismo era la única alternativa viable política y éticamente para hacer la República de Puerto Rico. Gallardo y otros muchos no pensaban eso. Ese podía ser el criterio de un sector de la cúpula, pero la historia se encargó de demostrar que había que dejar espacio a otras alternativas pacíficas, diplomáticas y sociales. En todo caso la confrontación causada por el radicalismo albizuista podía ser «ingenua» y «temeraria» (p. 161), pero no dejaba de ser heroica y ejemplar.

Volviendo, por último, al modelo autoritario albizuista Y su proyección en la futura república, el asunto merece consideración aparte. Resulta obvio que Albizu era autoritario y de mano dura. La tesis del Dr. Ferrao no deja lugar a dudas. También queda claro que la militarización del partido tuvo mucho que ver con ello. El caso del dictador Trujillo es dramático a este respecto. Por eso la preocupación de José M. Toro Nazario en su Carta a Irma.

En Puerto Rico la prensa independentista tuvo un criterio dividido en cuanto a cómo enjuiciar el régimen trujillista. El silencio de la oficialidad del Partido Nacionalista y la censura del periódico La Palabra a la discusión de ese tipo de temas (p. 241), tuvo que alejar a muchos demócratas de la organización. Particular es el caso de la poeta María López de Victoria de Reus, mejor conocida    por el seudónimo de Martha Lomar.

Desde las páginas de El Imparcial y Alma Latina, Lomar desplegó una amplia tarea literaria. Junto a ello se convirtió en una propagandista de la oposición al trujillismo y todo lo que ello implicaba en términos de la violación de los principios democráticos. A fines del año 1931, Lomar fue invitada a visitar la República Dominicana por el propio dictador a través del poeta Noel Henríquez para que corroborara sus opiniones sobre el terreno.

De más está decir que el viaje, de apenas 15 días, cambió dramáticamente las   opiniones   de Lomar  transformando toda la inquina en admiración al alma caballeresca y tenoria del dictador Trujillo. El diario de ese viaje, titulado Trujillo y yo, redactado en 1931 y publicado en 1959, es toda una alabanza romántica a Rafael Leónidas Trujillo y demuestra cuán proclives eran los independentistas puertorriqueños a la admiración de modelos autoritarios.

La poeta es sincera en su rechazo a las ideas democráticas cuando dice: «Cada vez estoy más convencida del fracaso de nuestra democracia…», y claramente justifica los autoritarismos incluso como un mecanismo divino o místico inexplicable: «Los poderosos -dice- son elegidos del Señor, quien los utiliza para fines que ignoramos…». Ello era una clara alusión a la función histórica de Trujillo, y una defensa nada velada a los regímenes de mano dura. La cuestión es clara: si en manos como éstas estaba la construcción de la independencia, no podíamos esperar otra cosa que gobiernos autoritarios en caso de concretarla.

Lomar estuvo cerca del Partido Nacionalista y en 1936 fue parte del nutrido grupo de intelectuales puertorriqueños que reclamaron el sobreseimiento de los cargos contra Albizu y sus compañeros. Albizu y su gente, respondían al espíritu de la época cargado de caudillismos y autoritarismos por el rumbo de la derecha, y de estalinismos férreos por la ruta de la izquierda.

Pedro Albizu Campos y el nacionalismo puertorriqueño desdobla muy responsablemente el proceso de análisis   en torno a la figura de Albizu. Con este criterio modelo del Dr. Ferrao tenemos que volver sobre el nacionalismo de los años 1938-1947 y sobre la experiencia revolucionaria de 1948-1954. Con ello tendremos a un Albizu completo y podremos, como decía Hostos, transformar la admiración en reflexión sosegada. Ese es el tuétano de la historia y no otro. El Dr. Ferrao ha colocado una primera piedra en ese dramático proceso.

En Hormigueros, P.R. a 11 de septiembre de 1991.

Publicado en Cupey. Revista de la Universidad Metropolitana. Vol VIII (1991) 156-164.

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