Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura

marzo 21, 2019

La insurrección de 1868 en la memoria: Lares en la retórica nacionalista y un centenario

  • Mario Cancel Sepúlveda
  • Historiador

De la memoria/historia al culto

En 1967, previo al centenario de la insurrección de Lares, el Partido Nacionalista publicó el panfleto Lares 6 proclamas del nacionalismo 1930-1935. [Descargar documento] ¿Qué papel podría adjudicarse hoy a una publicación tan poco difundida como aquella?  El esfuerzo editorial de los nacionalistas apareció un medio de una situación conflictiva. El hecho de que se difundiera el año del plebiscito, tema del interés del nacionalismo, no debe pasar inadvertido. Con aquella consulta se intentaba refrendar una relación colonial que sufría una crisis de legitimidad por los señalamientos de vestigios coloniales, junto a una del liderato dado el caso de que Luis Muñoz Marín envejecía e iba en pleno retroceso. Después de la contienda, presumían los populares, el estatus dejaría de ser un “problema”.  El proceso no condujo donde los populares esperaban y, en 1968, el PPD sufrió su primera derrota electoral desde 1940 ante un partido estadoísta de reciente fundación: el Partido Nuevo Progresista (PNP).

La conmemoración de Lares de 1968 se dio, por lo tanto, en el contexto de una inflexión política predecible. El retorno de un partido estadoísta al poder desde 1940 debió sorprender al independentismo tradicional y de nuevo cuño. La situación tuvo un efecto inmediato en la consolidación de una “nueva lucha por la independencia” cuyos antecedentes más remotos podrían trazarse hasta la segunda posguerra y las experiencias rebeldes de Guatemala y Cuba durante la década del 1950. En aquellas instancias, la retórica populista y la izquierdista convivieron según se desprende del estudio del discurso público del Movimiento Pro-Independencia (MPI) y la Federación de Universitarios Pro-Independencia (FUPI). La incapacidad de convertirse en movimientos de masas de aquellas organizaciones rebeldes podría atribuirse a la presencia directa de Estados Unidos bajo el palio una relación jurídica que la oficialidad y el derecho internacional habían validado como no-colonial: el Estado Libre Asociado.

Con la publicación de las proclamas el Partido Nacionalista se insertaba en un proceso de reflexión del cual Lares era uno de los temas centrales. La innovación del independentismo no sólo tenía que tratar el tema del ocaso de los populares y el ascenso de los estadoístas sino que, dado que se miraba desde la “izquierda”, también debía reflexionar sobre el nacionalismo. El Partido Nacionalista poseía un pasado de lucha que no podía obviarse. La meditación sobre Lares, o al menos los parámetros generales en la cual esta se inscribió en el nuevo independentismo, fueron los del nacionalismo treintista. Pedro Albizu Campos, voz principal tras la redacción de las seis proclamas, según aseguraba Juan Antonio Corretjer Montes, legaba en aquellos pliegos una teoría nacionalista del 1868 que penetraría la retórica del independentismo hasta el presente.

La reflexión científica y académica sobre la insurrección de 1868 correspondió a algunos intelectuales vinculados a la generación del 1950 y a la nueva historia social de los 1970. En su conjunto aquella búsqueda sistemática problematizó y profesionalizó la imagen que se poseía del siglo 19. Los grandes temas del 1920 y el 1930 acreedores del tema de la hispanidad, abrieron paso a la pasión por comprender las condiciones materiales y espirituales de la maduración y fractura de aquella rebelión. La oscilación entre las miradas positivistas, el sociologismo y la cliometría puntillosa en la muestra de la obras que discutieron el tema es por demás interesante y merecería una revisión más profunda. De un modo u otro, un dejo de romanticismo nostálgico respecto a los significados atribuibles al 1868 siempre estuvo presente.

La conmemoración del centenario de Lares en 1968, por su carácter contestatario, no tuvo tanto efecto en la renovación de la discusión como el que se puede adjudicar a la conmemoración de la abolición de la esclavitud que sí gozó del apoyo oficial. En cierto modo, entre 1968 y 1973 los liberales reformistas y autonomistas volvieron a ganarle la partida a los separatistas independentistas asegurando la “posesión” del “logro” abolicionista de 1873, un asunto del cual Ramón E. Betances Alacán se había quejado a fines del siglo 19.

El folleto aludido contiene una “Proclama” del Partido Nacionalista firmada por Jacinto Rivera Pérez, Presidente, y Wm. Valentín Cancel, Secretario General, fechada en marzo de 1967. El lenguaje ha sido adecuado al de Albizu Campos de manera premeditada insertando citas directas de aquel al principio y al final del hilo discursivo. Por eso el texto es capaz de reproducir el tono general de las proclamas de Albizu Campos emitidas en la década de 1930. El 23 de septiembre se proyecta como “día máximo de la gesta patria” y punto de partida de la “cronología de la República independiente”. La penetración del lenguaje místico religioso, la alusión a Lares como “Altar de la Patria”, “tierra privilegiada y consagrada”, la homologación del rebelde y el “mártir” y la independencia con la “redención”, le da cierto patetismo anacrónico. La invitación estaba servida: “el reto…no es para los políticos, es para los patriotas, únicos salvadores de los pueblos”.

Una introducción que es un eslabón

El documento oficial está acompañado de un breve texto prologal firmado por  Corretjer Montes, titulado “Un recuerdo y un punto de partida”. El hecho me parece significativo porque Corretjer, Secretario General de la organización en 1936, había transitado hacia el marxismo o comunismo en el marco de la experiencia carcelaria en Atlanta, Georgia, desde la década del 1940 sin que esa transición minara el respeto que exhibió siempre por el nacionalismo y Albizu Campos.

En otra investigación que publiqué en 2011 llegué a la conclusión de que sus antecedentes cerca de las izquierdas socialistas podían trazarse a su experiencia con la vanguardia noísta que se desarrolló alrededor de los poetas Vicente Palés Matos y Emilio R. Delgado hacia el año 1925. El noísmo articuló una protesta radical contra el modernismo, el utilitarismo y la sociedad burguesa en general, con las armas del irracionalismo y el irrealismo en un sentido innovador. Es probable que el nacionalismo de Corretjer desde 1930 haya sido una decisión táctica o un intermedio consciente a la que lo condujo la ausencia de instrumentos partidarios estables a través de los cuales expresar sus aspiraciones radicales. En 1936, cuando se fundó el Partido Comunista Puertorriqueño, tampoco vio en aquel una opción viable a pesar de que los lazos de cooperación entre los nacionalistas y los comunistas sobre la base de la común defensa de la independencia parecen haber sido intensos por lo menos hasta 1938.

El Corretjer que escribía “Un recuerdo…” era, desde 1962, el dirigente de la Liga Socialista Puertorriqueña (LSP) y un innovador en el marco del socialismo en este país. Por eso al final del texto introductorio se define como marxista revolucionario. Para los que conocemos las tensiones vividas entre comunistas y nacionalistas a partir del año 1938, la afirmación no deja de ser un acto de valentía. En este breve texto el papel de Albizu Campos en la historia de Puerto Rico se elabora desde una perspectiva materialista y geopolítica incisiva por demás interesante. Para definirlo Corretjer llamaba la atención sobre las tres vertientes que, según su juicio, convergían en el abogado de Ponce. El nacionalismo “pugnaz”, “concéntrico” apoyado en la “fraternidad”; el iberoamericanismo de “fibra histórica y cultural”; y el internacionalismo basado en el “respeto” a la diversidad ideológica.

Convertir a Albizu Campos en un signo apropiado para “todos” era su meta principal: eso reclamaba el centenario que se conmemoraba. El “todos” aludía a las nuevas generaciones independentistas que estaban haciendo suyos los postulados de las izquierdas en el contexto complicado de la Guerra Fría. Por ello la sintonía simbólica entre Lares 1868/1968, el acto rebelde remoto y su centenario, debía servir de punto de giro o eslabón en dos direcciones. Por una parte cómo “síntesis” (al modo de la culminación de una reflexión histórica) y, por otro lado, como “punto de partida hacia el futuro” (al modo de resorte para la acción). La reverencia a Albizu Campos no excluía la afirmación de una saludable distancia respecto de aquel, sostenida sobre las bases de la argumentación histórica. La conmemoración del acto rebelde, que había adoptado el carácter de la peregrinación a una tierra sagrada en el marco de la retórica nacionalista de 1930, fue cuidadosamente secularizada por el poeta y teórico cialeño.

Las proclamas y la inserción de un pasado en un presente

Las seis proclamas de Albizu Campos elaboraban una red compleja de tesis políticas que hablando de Lares -el pasado-, se pronunciaban sobre el nacionalismo -el presente-. El encabalgamiento o imbricación de las dos temporalidades era necesario para que la discursividad fluyera y consiguiera sus objetivos. La sincronía entre la conmemoración del 1868 y la Asamblea Nacional de 1930 serviría para ratificar la continuidad pasado/presente.

La proclama de 1930 estaba firmada por Corretjer quien admite en su introducción la responsabilidad autoral de Albizu Campos. El documento gira alrededor de una tesis que el nacionalismo reiteró desde entonces: el 1868 era el punto de partida de cronología de la República de Puerto Rico. En ese sentido, al fijar “la voluntad a ser libre” se podía argumentar que la independencia “no ha fracasado” y que la tarea que restaba por completar era “restaurarla”. El fundamento filosófico es que la “libertad” es el estado “natural” de las cosas e irrumpe como un “destino”. El calendario revolucionario, 1868 era el año 1, no contradecía el tradicional o gregoriano propio de la Europa cristiana sino que, como en el caso de revoluciones como la francesa o la rusa, se insertaba en aquel.

El elogio a la Asamblea Municipal de Lares de 1930 que declaró el día 23 feriado, se presenta como un modelo a seguir por otras municipalidades. Albizu Campos insistía en que los gobiernos municipales eran “representación legítima de la soberanía popular”, argumento que volvió a esgrimir en 1936 en el contexto de la discusión del proyecto Millard Tydings a la hora de la posible convocatoria a una Asamblea Constituyente.  En aquella fecha, desilusionado con la actitud del poder legislativo y los partidos políticos, insistió en que el único valor del plan Tydings era que reconocía el hecho de la independencia y que lo que procedía de allí en adelante era articularla y no aprobarla en un referéndum. De acuerdo con Albizu Campos, los gobiernos municipales poseían las condiciones necesarias para citar una Convención Constituyente que representara a la Nación en la negociación de los términos de la soberanía. La afirmación confirmaba el respeto del jurista al autonomismo, rasgo que caracterizó al independentismo emanado de la tradición unionista.

Albizu Campos, al mirar hacia el periodo colonial hispano, identificaba autonomía, soberanía e independencia, aspecto en el cual difería del separatismo independentista betanciano, hostosiano y martiano. Su respeto a la Carta Autonómica de 1897 así lo corrobora. Se trata de una contradicción interesante a la cual valdría la pena retornar en algún momento. El texto de 1930 está dominado por un lenguaje jurídico limpio y preciso, y exterioriza un tono místico moderado que equipara a los rebeldes con los mártires a la vez que da un sentido de “urgencia” a la lucha por la independencia en el marco de la “acción inmediata” que impuso desde la presidencia de la organización. Aquella actitud no había sido parte de la discursividad dominante en las primeras dos décadas del siglo 20.

La proclama de 1931, reiteraba la tesis de la independencia como un acto de “restauración” e insiste en la “urgencia”: se trata de un deber “inaplazable”. El lenguaje místico se profundiza: Lares es “tabernáculo augusto” y conmemorarlo “depurará (…) la conciencia colectiva” revitalizándola. Ese proceso de purga de las “profanaciones”, combinado con un escenario internacional que reconocía la relevancia del caso colonial de Puerto Rico, se conjugarían para adelantar la meta deseada. Albizu Campos era, sin embargo, cuidadoso. Las condiciones internacionales por sí solas no lograrían “restaurar” la independencia:  todo “depende exclusivamente de la voluntad nacional que llegue al sacrificio”.

El internacionalismo albizuista que señalaba Corretjer se significaba en el Iberoamericanismo Bolivariano en cuya culminación “los próceres del 68, (…) encendieron en Puerto Rico, antes que los cubanos en Yara” el fuego de la libertad. La continuidad iberoamericanismo/antillanismo que sugiere Albizu Campos es otro tema polémico. Desde mi punto de vista, el antillanismo pugnaba por completar un proyecto iberoamericano que las generaciones posteriores a la de Bolívar habían olvidado. El fracaso de las gestiones de Segundo Ruiz Belvis en Chile o las críticas de Eugenio María de Hostos Bonilla al orden dominante en el cono sur me parecen cruciales para volver sobre el tema de las relaciones político-culturales entre el “sur”, como le denominaba Hostos Bonilla, y las Antillas.

El 1932 la crisis material iniciada en 1929 alcanzó unos niveles ominosos. El Partido Nacionalista participó en la convocatoria electoral confiado en las posibilidades de una victoria. Algunas de las grandes polémicas de la organización con el orden colonial se dieron en aquel contexto en el cual, además, una parte significativa de las mujeres puertorriqueñas advenían al derecho al sufragio. Para la historia del nacionalismo, aquel momento representó un giro radical. En la proclama de 1932 el lenguaje místico se impone: “algo de perfumada veste recorre nuestras recordaciones, semejante a una clarinada de fe religiosa”. Para Albizu Campos, Puerto Rico era “el único país de América que ha producido la santidad”. La referencia era a Rosa de Lima, santa reclamada como puertorriqueña por el nacionalismo y numerosos intelectuales de la sangermeñidad no precisamente nacionalistas.

El asunto me parece relevante. En cierto modo, el sentimiento patriótico y el éxtasis religioso, el libertador y el inmortal, el patriota y el mártir, son de buenas a primeras equiparados. Luchar por la independencia es apropiado como un deber ante Dios. La memoria de Lares había fructificado en una imagen altamente cuestionable: los rebeldes de 1868 “se inspiraron en Dios”. Con aquella afirmación las corrientes seculares que convergieron en el acto de la mano de Betances y Ruiz Belvis tales como la masonería, el anticlericalismo y el librepensamiento, calificado como materialismo y ateísmo por comentaristas como José Pérez Moris, no eran tomados en cuenta. De manera análoga, el respeto a los actores del pasado se adopta como un acto de “devoción” propio de un acto de la memoria o la emoción, y no como el resultado de un acto reflexivo propio de la historia o la reflexión. En 1932 se celebraba Lares para confirmar una promesa y ejecutar un voto de fe que compelería a la acción revolucionaria. Sin proponérselo y tal vez con toda la buena fe posible, la retórica invertida en el rescate de acto rebelde actuaba también como un acto de censura en nombre de un presente-la década del 1930- que reclama una versión peculiar del pasado.

La proclama de 1933 poseía un valor incalculable porque coincidía con el 150 aniversario del nacimiento de Bolívar. El tema del iberoamericanismo, al cual se aludió en la proclama de 1931, retornó con nuevos bríos. Para Albizu Campos, Bolívar era la raíz de la cual partía el 1868: “Lares es la repercusión bolivariana de Ayacucho en las Antillas”. La conmemoración se ejecuta para reafirmar “la fe en los ideales de Bolívar” y, reiterando la retórica de su concepción de la “Raza”, para renovar la confianza en la posibilidad de una “unión de las naciones de nuestra raza para imponer su hegemonía para la difusión de la civilización que el mundo necesita”, es decir, la latina.

La proclama para el 1934 fue la más densamente dirigida al presente y estaba dominada por el lenguaje incendiario. En la misma se enunciaba con diafanidad la tesis radical del nacionalismo:  los partidos políticos, la legislatura y el sufragio coloniales son una farsa. La ruptura con el orden colonial con el cual aún se podía transar en 1932, se profundiza. La crítica agresiva al imperialismo, que Albizu Campos había hecho suya desde mediados de la década de 1920 adquiere forma definitiva. Para Albizu Campos, Estados Unidos mantiene a la Coalición Puertorriqueña, una organización estadoísta, en el poder pero prefiere gobernar con el Partido Liberal Puertorriqueño, partido que defiende la independencia en buenos términos con el invasor del 1898. Con aquel argumento reconocía que el liberalismo era parte del problema en la medida en que se había aliado con el enemigo. Las posibilidades de un frente amplio popular e independentista eran nulas.

Las injusticias jurídicas del orden colonial eran señaladas con precisión meridiana:  el “veto absoluto” pende sobre toda legislación, la Ley Electoral que el nacionalismo presionó para que se enmendara antes y después de los comicios de 1932 desfavorece a los partidos políticos pequeños, la “Rehabilitadora” o el “novotratismo” debilitan la “fibra viril” del “pueblo proletario” y las fuerzas políticas locales han sido reducidas a la condición de instrumento del imperio. “Y este orden es deber patriótico reversar pero, para ello hay que suprimir toda intervención extranjera”. El escenario de confrontación que marcó la historia del nacionalismo entre 1935 y 1938 estaba abonado. Las guías tácticas concretas eran la política de no participación electoral y la no cooperación con el régimen

La breve proclama de 1935 cierra un ciclo y abre otro. El documento reitera la tesis de la independencia como “restauración” y hace un llamado concreto a las armas: “Lares es la consagración de la nación a la revolución armada, la trayectoria fija de todos los pueblos libres”. La hora cero del nacionalismo había llegado.

Publicado originalmente en 80 Grados-Historia el 8 de marzo de 2019

marzo 30, 2013

Reformas económicas y cambio social: el papel de la Guerra Fría

  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Catedrático de Historia y escritor

La “Operación Manos a la Obra” inició formalmente bajo la gobernación de Luis Muñoz Marín, una vez este fue electo por voto popular en 1948. Aquellas prácticas marcaron el modelo de desarrollo económico de Puerto Rico hasta 1964, cuando el veterano líder abandona el poder y señala como sucesor al ingeniero  Roberto Sánchez Vilella (1913-1997). “Operación Manos a la Obra” se desarrolló en el contexto peculiar: el capitalismo acababa de salir de salir de una crisis económica enorme que había desembocado en la debacle política de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) mientras en el horizonte maduraba la Guerra Fría (1947-1991). La Gran Depresión había conducido a la conflagración mundial pero la paz no había impedido la división del mundo de la posguerra entre socialistas y capitalistas. En verdad, la competencia por el control de los mercados coloniales y el capital internacional seguía siendo la orden del día en la posguerra.

En el campo socialista dominaba una aparente seguridad con respecto a la función del Estado como agente protagónico de los procesos económicos. En el campo capitalista, el momento era apropiado para revisar algunos artículos de fe de la economía liberal tal y como se había conducido hasta aquel momento. Los cuestionamientos al capitalismo clásico miraban hacia sus fundamentos teóricos. La idea de que el Mercado se autorregulaba por obra de la “mano invisible” y la “ley de oferta y demanda”, comenzó a parecer una ilusión y fue dejada atrás.

Del mismo modo, la confianza en que el avance del capitalismo garantizaría acceso igual a la riqueza a todos y eliminaría las carencias sobre la base de la libre competencia ya no resultaba convincente. Los espasmos producidos por la Gran Depresión y la profundización de la desigualdad, fenómenos que se repiten en la crisis del presente, minaban la confianza en el capitalismo liberal y estimulaban la oposición a ese orden social a nivel global. Después de la guerra el socialismo internacional encontró el terreno preparado para su difusión como una opción real. Incluso los teóricos del capitalismo reconocían la validez de ciertos razonamientos del socialismo teórico: la experiencia concreta de aquel orden social podía palparse en la Unión Soviética desde 1917.

Earl Browder, dirigente de Partido Comunista de Estados Unidos

Earl Browder, dirigente de Partido Comunista de Estados Unidos

Para Estados Unidos y  Puerto Rico aquello significaba que se penetraba en una nueva era económica. El Estado no sería un observador ajeno de la actividad económica y el mercado sino que intervendría como un agente activo en ambas e incluso competiría como un agente más en igualdad de condiciones y, por aquel entonces, con numerosas ventajas. Con ello se consolidaba lo que se ha denominado el Estado Interventor. La implicación era que el Estado fungiría como un árbitro o mediador que representaría los intereses del Pueblo en aquel juego de lucha de clases e intereses contradictorios. Su arbitraje iría dirigido a reducir o  podar los desequilibrios y las injusticias del mercado capitalista, a la vez que estimularía una justa distribución de la riqueza a la vez que adelantaba la igualdad y la justicia social. Para ello articularía políticas que favorecieran a los parados o desempleados, los pobres y los marginados.

El parentesco intelectual de aquella propuesta con los movimientos asociacionistas, mutualistas y cooperativistas del siglo 19 era  evidente. En cierto modo, los capitalistas clásicos podían ver con resentimiento un esfuerzo público que parecía atentar contra la libre competencia a favor de un sistema menos competitivo pero más eficaz y estable. Al día de hoy se sabe, ya se reconocíaen aquel entonces, que la intención  era estimular la descomprensión de las contradicciones sociales existentes que, en el contexto de la Guerra Fría, podían estimular las respuestas socialistas al problema. Se trataba de una bien articulada campaña para salvar el capitalismo con un nuevo rostro más humano. El producto neto de ello fue lo que se ha denominado el Estado Providencial o Benefactor. La justicia social sería planificada y administrada desde arriba.

La Revolución Socialista era una “amenaza” real después de 1945.  La Unión Soviética no abandonó los territorios ocupados durante la guerra tras su avance hacia Europa. Aquellos territorios comenzaron a adoptar bajo la presión interna y externa, el modelo socialista de producción. En 1946 lo hicieron Albania y Bulgaria, aquel  mismo año en China y Filipinas los comunistas presionaban militarmente. Ya para el 1947,  las tensiones entre Estados Unidos y Unión Soviética llegaron al extremo de la confrontación en Berlín. Y en 1948, Checoslovaquia y Corea del Norte proclamaron el socialismo con apoyo soviético. Para esa fecha ya se hablaba de la existencia de un “Telón de Acero” que separaba las dos Europas, la occidental y la oriental, el  “Bloque Socialista” comenzaba a consolidarse y el bipolarismo de la era de la Guerra Fría estaba por madurar.

Norman Thomas, dirgente del Partido Socialista de Estados Unidos

Norman Thomas, dirigente del Partido Socialista de Estados Unidos

El Estado Interventor, Providencial y Benefactor se instituyó para frenar aquella tendencia y el Puerto Rico el “Nuevo Trato”, el Partido Popular Democrático, Rexford G. Tugwell, Luis Muñoz Marín, la Ley 600 y el Estado Libre Asociado, representaban cabalmente la situación. La meta de aquel esfuerzo reformista y racionalizador era estimular el crecimiento  y evitar una crisis que podría facilitar la expansión de los movimientos socialistas.

Una pregunta que se cae del tintero es si Puerto Rico corría peligro de “caer en manos de los comunistas” en los años 1940 y 1950. En la isla existía un Partido Comunista desde 1934. Se trataba de una organización  prosoviética pequeña que, en 1938 recomendó a su militancia que apoyara al Partido Popular Democrático a la luz de la política de “frentes populares” auspiciadas por el Comunismo Internacional. También existía desde 1915 un Partido Socialista. Pero se trataba de una organización amarilla y no roja, es decir, no respaldaba la revolución proletaria y tendía al reformismo y al obrerismo. Por otro lado, su dirección era estadoísta y se reconocía que estaba asociada al capital puertorriqueño y extranjero por lo que  no era para nada amenazante. Aliados con el Partido Republicano, habían estado en el poder entre 1933 y 1940 en la denominada Coalición Puertorriqueña. Una vez ganó el PPD, su influencia en el movimiento obrero quedó en entredicho. Ninguno de ellos era un agente capaz de hacer una revolución socialista en el país.

Mirando hacia fuera del país, el Partido Comunista de Estados Unidos, dirigido por Earl Browder (1891-1973) hasta 1945, apoyaba abiertamente a la independencia para Puerto Rico. Las relaciones entre aquella organización y el Partido Nacionalista se habían profundizado por los contactos entre prisioneros políticos de ambas tendencias en la cárcel de Atlanta entre los años 1937 y 1943. Una vez los presos comenzaron a salir de la penitenciaría, las mismas se hicieron más profundas. En Nueva York, militantes nacionalistas bona fide como Juan Antonio Corretjer, Clemente Soto Vélez, Juan Gallardo Santiago, José Enamorado Cuesta, entre otros, se afiliaron al comunismo. Sin embargo, las relaciones entre las comunistas y nacionalistas se rompieron cuando Estados Unidos intervino en la Segunda Guerra Mundial como un aliado de la Unión Soviética.

Por último, el Partido Socialista de Estados Unidos dirigido por Norman Thomas (1884-1968), apoyaba las políticas del “Nuevo Trato” y prefería mayor autonomía para Puerto Rico y no la independencia ni la estadidad. En realidad, la amenaza socialista en Puerto Rico era un fantasma y una invención de la histeria anticomunista estadounidense. La única revuelta política violenta, la Insurrección Nacionalista de 1950, no respondía a reclamos socialistas o de igualdad social en el sentido que las izquierdas adjudican a esos principios. Lo cierto es que el Partido Nacionalista no encajaba en el lenguaje de la Guerra Fría sino más bien en el discurso antifascista de la Segunda Guerra Mundial.  La tendencia de las autoridades federales y estatales a asociarlos al fascismo, al nazismo e incluso a la Cosa Nostra o mafia fue muy común. A pesar de ello se les arrastró hacia las invectivas propias de las Guerra Fría y se les asoció al comunismo y al socialismo si mucho recato.

Conclusiones

El Puerto Rico contemporáneo, como se habrá podido palpar, se configuró en el contexto de complejas crisis globales y nacionales. La Gran Depresión de 1929 y la Segunda Guerra Mundial de 1939 a 1945, la Guerra Fría y el anticomunismo exhibicionista de la Doctrina Truman de 1947 impactaron, sin quitarle toda su autonomía de acción, a la clase política puertorriqueña dominada por el Partido Popular Democrático. Pero es importante recordar que Puerto Rico pasó por aquel proceso sin soberanía política, lo que significa que siempre alguna fuerza externa decidió en su nombre hacia dónde debía dirigirse y cuál discurso era legítimo esgrimir desde la oficialidad y cuál no. La transfiguración de la Ley Smith en Ley de la Mordaza (1947-1948) es la prueba más dramática de ello. Fue en aquel contexto complejo que las reformas se aplicaron al país.

septiembre 27, 2012

Pedro Albizu Campos: Perspectivas para la investigación

  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Historiador y escritor

El documento que sigue es un resumen anotado  del conversatorio celebrado el 27 de septiembre de 2012 en el Recinto Universitario de Mayagüez, auspiciado por la Asociación de Estudiantes de Historia.

Introducción al estudio de Pedro Albizu Campos y el nacionalismo político puertorriqueño

Enfrentar el tema  de Pedro Albizu Campos y el nacionalismo puertorriqueño a través de los libros puede resultar problemático. A pesar de lo abultado de su bibliografía, los títulos críticos escasean. Varios de ellos, sin embargo,  me parecen imprescindibles para obtener una imagen panorámica de los problemas historiográficos que plantea el tema.

Pedro Albizu Campos

Para una aproximación biográfica recomiendo la lectura de dos volúmenes:

  • Marisa Rosado (2006). Las llamas de la aurora: Acercamiento a una biografía de Pedro Albizu Campos. Biblioteca del Caribe. San Juan, Puerto Rico: Ediciones Puerto.

Se trata de un esfuerzo biográfico abarcador y un texto bien documentado redactado por una escritora filo-nacionalista. La erudición que despliega la autora le permite incluso plantear los asuntos más polémicos del líder nacionalista, elemento que da margen al lector a para que  desarrolle su propia interpretación respecto a esas polémicas

  • Luis A. Ferrao (1990). Pedro Albizu Campos y el nacionalismo puertorriqueño. [San Juan]: Editorial Cultural.

Se trata de un estudio cuyas conclusiones resultaron escandalosas en 1990  por el hecho de que  llevaba a sus extremos interpretativos las ideas revisionistas de fuerte contenido materialista del intelectual  dominico-puertorriqueño José Luis González. El volumen, revisaba los paralelos teóricos y prácticos entre el nacionalismo y el fascismo de una manera documentada y sobria. En general, abrió una discusión que ya estaba presente desde 1930 y que aún no ha cesado del todo.

En el campo de la interpretación teórica me parece que todavía hoy, el mejor esfuerzo sigue siendo:

  • Juan Manuel Carrión, Teresa C. Gracia Ruiz, T. C., y Carlos Rodríguez Fraticelli (1993). La nación puertorriqueña: Ensayos en torno a Pedro Albizu Campos. San Juan: Ed. de la Universidad de Puerto Rico.

Es una colección de ensayos crítica e ideológicamente diversa que se puede apropiar como una respuesta intelectual al reto representado por el volumen de Ferrao. El volumen trabaja los temas de raza y nación en el nacionalismo, ofrece estudios detallados de la praxis nacionalista apuntando  la diversidad de sus tácticas con el fin de alejarlo del fantasma de la violencia, y trabaja el asunto de Albizu Campos y su formación en Derecho y sus choques con el Derecho en la colonia. El volumen cierra con una búsqueda en torno a su presencia en la literatura puertorriqueña.

Para introducir al lector en el pensamiento nacionalista recomiendo una antología.

  • Laura Esperanza Albizu [Campos] Meneses y Fray Mario Rodríguez León , editores (2007). Escritos. Hato Rey: Publicaciones Puertorriqueñas.

Se trata de una selección de textos con un prólogo político breve de Fidel Castro Ruz que intenta conectar la tradición de aquel líder con la actualidad y poner al día su pensamiento reafirmando su utilidad en el presente. La trabazón con la tradición se garantiza por el hecho de que una descendiente del líder, y un respetado fraile y académico, estén a cargo de la selección.

Pertinencia de la investigación del tema de Pedro Albizu Campos y el Nacionalismo Político

Estudiar a Albizu Campos y el nacionalismo puertorriqueño podría justificarse sobre una serie de bases concretas. La primera tiene que ver con el proceso de devaluación que ha sufrido el nacionalismo político en el marco de la economía neoliberal y la globalización, particularmente en el territorio de la expresión cultural posmodernista que dominó la academia desde 1990. El hecho de que el nacionalismo político no sea una clave cultural y política del presente, como lo fue en el siglo 19 americano y europeo o en el siglo 20 puertorriqueño por lo menos hasta el 1950, no significa que no se deba investigar el asunto. Tampoco se puede presumir que aquellas propuestas no tengan nada que decirle al presente.

Dado que, como se sabe, desde 1940 y el ascenso del populismo primero y el popularismo después, se cuestiona la pertinencia del nacionalismo político para Puerto Rico en nombre de un nacionalismo cultural tolerable, me parece que una forma legítima de responder a esa pregunta es visitando el tema desde una perspectiva crítica fresca. Por último, la presencia del nacionalismo político  por medio de uno de sus emblemas más tradicionales, el Partido Nacionalista, en la prensa en los últimos años amerita una revisión del tema. La crisis política que se desató tras la muerte de Lolita Lebrón y la disposición de su herencia, y los conflictos que se debaten en las redes sociales desde la conmemoración de la Insurrección de Lares de 2012, son una argumento más que suficiente para mirar hacia las tradiciones a las que apelan uno y otro bando en conflicto.

 

Fuentes documentales internas accesibles en línea

La fuente mayor impacto desde su re-descubrimiento en 1990 sigue siendo la siguiente:

  • Partido Nacionalista de Puerto Rico. Documentos. Carta de José Monserrate Toro Nazario a Irma Solá, 31 de mayo de 1939. Epigrafía, transcripción y edición del Dr. Rafael Andrés Escribano. CPR 324.27295 T686c. Colección Puertorriqueña. Universidad de Puerto Rico en Carta a Irma

La  “Carta a Irma” fue redactada en mayo de 1938 en medio de un intenso debate en el Partido Nacionalista. Su autor fue José Monserrate Toro Nazario, un abogado de San Germán que fungió como director del panfleto  La palabra en ausencia de Juan Antonio Corretjer, preso por aquel entonces en Atlanta, Georgia. También laboró como Secretario Interino bajo la Presidencia Interina del desaparecido abogado Julio Pinto Gandía. El autor era una figura de la confianza de Albizu Campos, sin duda. La destinataria  fue Irma Solá, secretaria personal de Albizu Campos quien, por su cercanía a este,  tenía una relación personal con su esposa, Laura Meneses del Carpio. El documento resume la postura de aquellos que se oponían al giro violento derivado de la táctica de la “Acción inmediata”,  era la praxis dominante en la organización desde mayo de 1930 cuando Albizu Campos alcanzó la presidencia de la misma.

La crisis de 1938 parece haber sido consecuencia, por un lado, del vacío de poder producido por el encarcelamiento del liderato tras el juicio por conspiración sediciosa de 1936. Aquella situación agitó una serie de contradicciones ideológicas que nunca se habían superado desde 1930. El texto manifiesta el choque de diversos proyectos dentro de la organización

Las cuestiones centrales de aquellos debates fueron varias:

  • La contradicción entre un proyecto democrático y uno autoritario
  • La contradicción que planteaba la cuestión del capitalismo ante el Novotratismo, programa que tendía a confundirse con una forma de socialismo por los republicanos,  y como un acto de mendicidad por los nacionalistas
  • La contradicción entre  socialismo y el comunismo ante el fascismo en el partido
  • La contradicción entre  el populismo y el nacionalismo político

“La carta…”  documenta los debates más álgidos del momento pre-guerra, ratifica la volatilidad del alto liderato del  Partido Nacionalista y la fragilidad de la organización ante el embate represivo. Toro Nazario era un intelectual de gran formación, muy informado de la situación internacional. La anotación erudita de su texto es, por lo tanto, una prioridad. La “Carta …”deja la impresión de que incluso personas que reconocían a Albizu Campos como su líder, consideraban su autoritarismo un problema y ratifican la idea de que el partido se había convertido en un caldo de cultivo para los filofascistas. El  temor era que aquellos sectores tomaran la organización, y  la transformaran en una organización  anticomunista.

Dejo en lo inmediato una serie de recursos que preparé sobre el tema para un seminario que dicté hace varios años. Los comentarios y las críticas son bienvenidas.

Fuentes documentales externas accesibles en línea

Se trata de un archivo digital organizado y cuidado  por el Centro de Estudios Puertorriqueños de Hunter College (CUNY). El mismo contiene archivos en formato Pdf descargables, procedentes  del  Federal Bureau of Investigation (FBI) y elaborados desde las década del 1930 hasta la del 1990. Esta fuente es útil para documentar la vigilancia y las actividades de contra inteligencia auspiciadas por el FBI contra una diversidad de organizaciones políticas e individuos dentro y fuera de Puerto Rico.

Los archivos fueron liberados como producto de un esfuerzo del Congresista (D-NY) José E. Serrano (2000) y se dejaron al cuidado del Centro para su catalogación y difusión. Los primeros expedientes en hacerse públicos fueron los de Pedro Albizu Campos y Luis Muñoz Marín, dos protagonistas de las décadas del 1930 al 1950. El sitio tiene buscadores especializados que permiten la investigación por individuos, programas y organizaciones. También posee instrumentos de investigaciones muy útiles, y apoyo bibliográfico en línea que facilita su manejo

Dos  recursos alternos que puede ser consultados para ampliar la indagación y contextualizar la actitud del poder ante el nacionalismo puertorriqueño son:

Estos archivos fuero abiertos desde el 11 de enero de 1999 por autorización de Bill Clinton en acuerdo con el Nazi War Criminal Records Interagency Working Group (IWG). La meta era localizar, inventariar y recomendar la desclasificación de los archivos de los criminales de guerra nazis que fuera posible y facilitar que esas fuentes estuviesen a disposición del público en un año de ser posible. El 23 de mayo de 2000 se anunció que iniciaría una labor similar con las fuentes respecto crímenes de guerra  japoneses.

Political Research Associates  es un think tank que apoya movimientos progresistas en Estados Unidos, cuyos derechos humanos han sido violados por las agencias de seguridad del estado

Fuentes literarias

Otra forma original de aproximarse al asunto de la imagen del nacionalismo puertorriqueño y Albizu Campos en los medios de comunicación, es la indagación en la literatura de la época. Dejo dos recomendaciones específicas que llaman poderosamente mi atención.

  • Luis Abella Blanco. La República de Puerto Rico. Novela histórica de actualidad política. San Juan: Editorial Real Hermanos, 19–. 123 págs.

Es una novela que ofrece pistas sobre la imagen del Nacionalismo Político y Albizu Campos mediante la voz narrativa de un socialista amarillo. Abella Blanco militaba en el  Partido Socialista, fundado en 1915, organización que no tenía el asunto del estatus en su agenda o programa político. Aquel partido evolucionó hasta convertirse en proyecto estadoísta que estrechó relaciones organizativas con el Partido Republicano Puertorriqueño hasta 1960. El contencioso del nacionalismo con el socialismo debe interpretarse a la luz de esa contradicción primero.

Luis Abella Blanco

Lo cierto es que, desde 1934, el Partido Nacionalista se había hundido  en una crisis que parecía no tener solución. Un resorte fue el choque cada vez más visible entre los Cadetes de la República y la Policía Insular quienes mantenían una virtual guerra civil al margen de la nación. El otro fueron los cuestionamientos a la táctica de “Acción inmediata” que Albizu Campos introdujo en el 1930 desde la presidencia.

La narración de Abella Blanco se inserta en la tradición de la sátira política panfletaria.  Pedro Albozo del Campo, Libertador de Puerto Rico y Primer Presidente de la República en 1932, es el personaje central. La República es una anomalía: es una República con el Protectorado de Estados Unidos, como la soñó José De Diego. Sin embargo el “protectorado” es utilizado por el gobierno de la nación ación para succionar fondos federales para proyectos cuestionables.

La arquitectura del libro también recuerda ciertos  textos clásicos del pensamiento socialista del siglo 19 europeo. El tono magisterial y racionalista me remite a la “Parábola” (1819) de Henri de Saint-Simon, el teórico de la Sociedad de los Industriales. Una larga escena de la narración prácticamente reescribe el texto “Los enemigos de la Libertad y de la felicidad del Pueblo” (1832), de Augusto Blanqui. Se trata de un interrogatorio jurídico que se aplica a Albozo del Campo tras el fracaso de la República y previo a su suicidio.

La novela informa sobre una imagen de Pedro Albizu Campos que se ha ido emborronando tras la leyenda de “El Maestro”. Su lectura permite establecer un balance sobre la percepción contradictoria del líder político en su tiempo y manifiesta con claridad meridiana los argumentos de sus adversarios: su vesania o su enajenación. Su lectura ratifica que Albizu Campos tenía enemigos a la derecha, en el centro y a la izquierda y que su adversario no fue solo el yanqui. El texto está disponible en la Sala Manuel María Sama y su Colección Puertorriqueña, bajo la codificación  PQ7439.A24 R4 1900Z

Dejo en lo inmediato una serie de recursos que preparé sobre el tema para varios proyectos periodísticos. Los comentarios y las críticas son bienvenidas.

  • Wenzell Brown. Dynamite on our Doorstep. Puerto Rican Paradox. New York: Greenberg Publisher, 1945. Illustrations by Jack Crane. 302 págs.

Debo el conocimiento de este texto al colega César Salgado de la Universidad de Austin en Texas quien también me ha facilitado un archivo sobre el autor de la misma cuyo contenido me reservo. La novela es una diatriba libelosa contra Puerto Rico, el nacionalismo político y Pedro Albizu Campos.

Wenzell Brown (1911-1981)

La lectura ofrece un panorama de la representación que se hizo un sector visible de la intelectualidad y los medios de aquel país sobre nosotros. Llama la atención la persistencia de prejuicios culturales que ya hemos señalado José Anazagasty Rodríguez y yo en dos libros: We the People (2008)  y Porto Rico: hecho en Estados Unidos (2011). La conclusión obvia es que la forma en que se figuraba al puertorriqueño en 1945, no difería de los modelos maniqueos dominantes entre 1898 y 1926: no se había avanzado nada en un entendimiento entre las partes si es que esa era la meta de la relación colonial impuesta en 1900.

Dejo para finalizar varios fragmentos que pueden orientar al investigador en torno a la imagen de este país caribeño dominante en el texto. Las preguntas que se pueden formular a ese texto son numerosas, como se verá de inmediato:

Puerto Rico y los puertorriqueños eran vistos como:

  • “…frustrated neurotic people” p. 5
  • “…frightened people, a hungry people, a dissatisfied people” p. 31
  • “…towns unbelievably dirty” p. 12

Albizu Campos es resaltado por el color de su piel, su hispanofilia y su odio al sajón:

  • “…the coloured leader” p. 18
  • “…Albizu was a coloured man who aped the mannerisms of Spanish grandee” p. 69
  • “On his round face there was always an expression of gracious condescension, save when he talked about the Americans. Then the face was a mask of hate” p. 69

El nacionalismo politico es interpretado de una modo avieso en diversos sentidos:

  • Su fin era “set up a black dictatorship in the Island” p. 70
  • Vincula los Cadetes de la república con las partidas fascistas:  “black shirted thugs who walks the streets in gangs”

La búsqueda del lenguaje del crítico y del adversario, puede ser de gran utilidad para recuperar una imagen más humana de Pedro Albizu Campos y el nacionalismo puertorriqueño.

agosto 9, 2010

El Partido Nacionalista, los obreros y Mayagüez (1934)

  • Mario R. Cancel
  • Historiador y escritor

La Gran Depresión y la inclusión de Puerto Rico en los programas de transferencias federales del Nuevo Trato, alteraron el panorama político local. La crisis económica fue un espacio que favoreció la inserción del Partido Nacionalista y de la carismática figura de Pedro Albizu Campos en las luchas obreras.

La tesis dominante entre los investigadores de izquierda y la tradición de la Nueva Historia Social y Económica, ha sido que el Partido Nacionalismo fue incapaz de aprovechar la oportunidad que tuvo para vincular a la clase trabajadora con las luchas nacionales. En cierto modo, lo que sugieren es que esa situación garantizó el fracaso del Proyecto Nacionalista, y allanó el camino al triunfo del Proyecto Populista.

Huelga de estibadores en Ponce (1938)

La interpretación aludida se consideró legítima en una época en que la confianza en una concepción progresista de la historia  dominaba el panorama interpretativo. La situación condujo a que se generalizara la evaluación del Nacionalismo como una ideología anquilosada, actitud que se volvió más radical en el marco de la interpretación Postmodernista y el Giro Lingüístico. La fragilidad de la concepción radica en que nada garantiza que, si el Partico Nacionalista hubiese aprovechado la coyuntura del 1934, la situación del país hubiese sido otra. Tampoco evalúa con propiedad la debilidad ideológica y material de las izquierdas, socialistas, comunistas y anarcosindicalistas, en aquel momento crucial de la historia social puertorriqueña.

Contextos de una relación

La relación de las clases trabajadoras con sus representantes, con el Capital y el Estado presentaban entonces una situación única. Primero, la desconfianza de los sectores en sus representantes políticos había decaído. El Partido Nacionalista, como se sabe, había insistido mucho en cuestionar la sinceridad tanto del Partido Socialista, como de la Federación Libre de Trabajadores con argumentos económicos, culturales y jurídicos. A muchos trabajadores lo que más les molestaba era la trabazón de aquellas organizaciones con el partido homónimo de Estados Unidos y con la  American Federation of Labor. A ello se unía el compromiso abierto del liderato socialista y federacionista con los grandes intereses azucareros y tabacaleros, y la condición del Partido Socialista como  “partido de gobierno” y su alianza con el Partido Unión Republicana en la Coalición Puertorriqueña.

Segundo, y no menos importante, muchos socialistas críticos reconocían la notable incapacidad de liderato obrero tradicional para enfrentar la crisis económica y resentían la renuencia de la Coalición Puertorriqueña a apoyar los proyectos de reconstrucción económico-social promovidos por la administración de Franklyn D. Roosevelt. En ese renglón, sin embargo, Nacionalistas y Coalicionistas coincidían aunque sobre la base de argumentos diferentes. En aquella situación, tanto el Partido Socialista como la Federación Libre de Trabajadores, entraron en un proceso de fragmentación y reorganización ampliamente investigado por la historia social y económica y la historiografía del Populismo.

Las fisuras del socialismo y el sindicalismo

En 1934 tres líderes socialistas, Tadeo Rodríguez, Florencio Cabello y Luis Pino, organizaron Afirmación Socialista. Se trató del primer reto al liderato de la organización con un discurso que sugería la necesidad de recuperar una tradición de militancia que se había dejado atrás. Paralelamente, el Dr. Eugenio Vera, líder nacionalista asociado a Albizu Campos, impulsaba desde Guayama la creación de una Asociación de Trabajadores que retara al liderato de la Federación Libre de Trabajadores. Albizu Campos manifestó su optimismo respecto a las posibilidades de crecimiento de aquel proyecto organizativo.

Por otro lado, en septiembre de 1934 se fundó el Partido Comunista Puertorriqueño en Ponce, bajo la dirección de Alberto Sánchez, Secretario General. El partido tuvo entre sus fundadores a los señores Juan Sáez Corrales, Juan Santos Rivera, y los ex nacionalistas Luis Vergne y Eugenio Font Suárez. Se trataba de una organización pro-soviética de férrea postura estalinista que aspiraba crear la República Soviética de Puerto Rico. En 1935, como era de esperarse, se afilió a la III Internacional Comunista y articuló en la colonia la conocida política de los Frentes Populares. Un segmento del Partido Nacionalista siempre miró con reserva aquel proyecto político y llegaron a considerarla como una propuesta amenazante para la personalidad puertorriqueña, como se podrá deducir de una lectura cuidadosa de la Carta a Irma de 1939. Aquellas fisuras iniciaron una era nueva en la historia social y política de Puerto Rico que todavía debe investigarse con cuidado.

Las respuestas del Estado

La respuesta del estado como se sabe, fue en dos direcciones: transferencias federales para paliar la crisis; y mano dura para reprimir la oposición radical. Por eso, entre los años 1933 y 1934,  bajo las gobernaciones sucesivas de Robert H. Gore y Blanton Winship, la Policía Insular aumentó sus efectivos y fue reentrenada. Parte de la reforma consistió en rearmar la fuerza con tercerolas, subametralladoras Thompson conocidas como las tommyboy. Aquella AK-47 de la década del 1930 era la favorita de los gansters y arma básica del British Army. Además de eso, se creó una Fuerza Antimotines con 150 agentes especiales, tarea que se inició desde diciembre de 1933.

Pedro Albizu campos (1934)

La otra novedad fue que se refinaron los protocolos de cooperación entre la Policía Insular, la Guardia Nacional y el Regimiento 65 de Infantería. Todo parece indicar que el temor a la violencia social y/o política era enorme en aquel entonces. En la práctica se equiparaba la violencia civil de los consumidores, desempleados y obreros con la violencia política de los Cadetes Nacionalistas. Hacia el 1935, en efecto, había 9,474 obreros en huelga. La apelación al sabotaje de los obreros y al macaneo policiaco era común. El Estado favoreció el uso de rompehuelgas protegidos por la Policía Insular y la alianza defensiva entre el Capital, el Estado y las fuerzas del orden público nunca fue más evidente.

En ese momento tan grave, Albizu Campos y el Partido Nacionalista entraron en las luchas obreras en un momento difícil no solo por la actitud de potencialmente agresiva de las fuerzas del orden, sino por que la organización atravesaba por una crisis que tenía sus raíces en la derrota electoral de 1932. Los viejos dilemas aparentemente vencidos en la Asamblea de mayo de 1930 habían retornado. Volvía a cuestionarse el lenguaje agresivo y la apelación a la “Acción Inmediata” que Albizu Campos había impuesto.

La fisuras políticas: la división de Mayagüez

El foco de la crítica y de la crisis fue la Junta Municipal de Mayagüez, por cierto, una de las más grandes e influyentes. Y la piedra de toque fue la visita del Presidente Roosevelt a la isla en el contexto concreto del Nuevo Trato. Roosevelt atracaría en el puerto de Mayagüez en agosto de 1934 para una visita a la región oeste. La Junta Nacional del partido, órgano supremo del mismo, lo proclamó persona non grata para la Nación puertorriqueña. Lo que nadie esperaba era que la Junta Municipal de Mayagüez se resistiera a la decisión y se opusiera a distribuir una propaganda que consideraban insultante y ofensiva para el Presidente. El alegato de los mayagüezanos fue que se trataba de una imposición: la Junta Municipal no había sido consultada democráticamente respecto al asunto y devolvieron al mensajero, Juan A. Corretjer Montes, con las hojas para San Juan. Se trataba de un acto de indisciplina y rebelión que un carácter como el de Corretjer, a quien conocí en la ancianidad, no podía tolerar. Lo que aquella situación demostraba era que el liderato de Albizu Campos no era tan monolítico: la Junta de Mayagüez había puesto en entredicho el mismo, acusándolo de falta de democracia y autoritarismo.

Los cabecillas de aquella revuelta fueron los historiadores y juristas Juan A. y Salvador Perea, el mulato y luego coleccionista Regino Cabassa, y Emilio Soler López descendiente de cafetaleros catalanes. No sólo encabezaron la resistencia sino que fundaron una Junta Independiente en la ciudad. Cabassa recibió la visita de Roosevelt con una bandera de Estados Unidos en su casa. La amenaza de que los desobedientes serían “castigados físicamente” no se hizo esperar. La actitud de la Junta de Mayagüez tenía que ver con que no todos los Nacionalistas rechazaban el Nuevo Trato como un acto de limosna, tal y como sugería la política oficial del partido.

El Partido Nacionalista y su Junta Nacional, enviaron otra vez a Corretjer y Ulises Pabón a Mayagüez y crearon una Junta Provisional que el propio Albizu Campos inauguró con un discurso el 19 de agosto de 1934. La Junta Nacional favoreció que se eligiera a Juan Gallardo Santiago, alias  El Indio y natural de Hormigueros, como Presidente. Gallardo Santiago fue luego reclutador del Ejército de Liberación o los Cadetes de la República con oficina en la calle San Vicente y acompañó a la prisión de Atlanta, Georgia a Albizu Campos y Corretjer, entre otros, tras los procesos de 1936. Los disidentes fundaron la Junta de Mayagüez Pro Independencia de Puerto Rico, luego  Partido Independentista Puertorriqueño.

Esta debilidad organizativa del Partido Nacionalista me parece crucial en su incapacidad de enfrentar el problema obrero de un modo más inteligente y eficaz. En todo caso, la prioridad del Nacionalismo no es el conflicto entre las clases sino el conflicto que atañe a la Nación como un todo imaginario. Es en el contexto de esa contradicción que las luchas obreras deben insertarse para que sean eficaces para la Nación.

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