- Mario R. Cancel Sepúlveda
- Catedrático de Historia
Segundo Ruiz Belvis: una lectura desde el presente
Ruiz Belvis nació en 1829 en el barrio Hormigueros de San Germán. Provenía de una familia, los Belvis, que cargaba un pasado venezolano y había estado vinculada al Patronato y Mayordomía de Fábrica del Santuario de Monserrate en Hormigueros, uno de los focos de fe más poderosos de la isla a principios del siglo 19. La relación de Ruiz Belvis con esa institución hispano católica que no encajaba del todo en el engranaje de la iglesia institucional por sus fuertes raíces populares, fue determinante para algunos de sus proyectos civiles, sociales y culturales al final de su vida.
El ciudadano Ruiz Belvis se desarrolló al interior de los sectores privilegiados de la colonia. Era hijo de hacendados azucareros con propiedades en toda la región, su padre José Antonio Ruiz Gandía (1810-1868) había estado activo en la política municipal de Mayagüez y fungió como alcalde casual de la ciudad. Ruiz Belvis y sus hermanos tuvieron acceso al capital cultural que, por aquel entonces, aseguraban las carreras profesionales dado su origen de clase. Como se sabe, estudió la preparatoria en Caracas y completó Derecho Canónico y Civil, como lo requería la educación jurídica de la época, en la Universidad Central de Madrid, espacio en el cual desarrolló una red de relaciones con otros inmigrantes de la colonia que marcaron su vida para siempre.
A su regreso a Puerto Rico en 1857, según la tradición familiar, se insertó en la vida política de Mayagüez. Desde esa fecha y hasta 1867 fungió como Síndico Procurador (1857-1858), administró una oficina legal privada ubicada en La Marina Meridional en la calle de la Aduana y, luego, en la Candelaria (1862 y 1863), y actuó como Juez de Paz (1866) de la ciudad. Su labor como Síndico puntilloso molestó a algunos. El Síndico era, en el derecho clásico, el “abogado y defensor de una ciudad”, el depositario y responsable de los bienes públicos que también representaba los intereses de los esclavos registrados en caso de que sus derechos fuesen violados.
Un síndico cuidadoso podía ser un dolor de cabeza para quienes pretendían usar el servicio público en el Ayuntamiento para su beneficio personal, como solía suceder. Por eso cuando se postuló para la posición en 1862 y 1863, no obtuvo los votos suficientes para ocuparla otra vez. Los colaboradores más cercanos de Ruiz Belvis en aquel periodo parecen haber sido José García de la Torre, ex-síndico de la ciudad y a quien consideraba un modelo o un maestro dado que manifestaba preocupaciones jurídicas similares a las suyas; y los médicos Betances Alacán y José Francisco Basora, con quienes compartía las ansiedades abolicionistas y separatistas.
El Puerto Rico al cual retornó Ruiz Belvis en 1857 atravesaba por una situación complicada. Junto a los viejos problemas que emanaban de la relación colonial con una monarquía autoritaria y católica, asomaban otros enormes retos. El monopolio hispano del mercado, la centralización del poder, la fragilidad de los ayuntamientos y la intención hispana de perpetuar el esclavismo y el trabajo servil que tendía a desaparecer del panorama internacional, eran algunos de ellos. El fin de la esclavitud en Estados Unidos al cabo de una guerra civil en 1864, representó un punto de giro para muchos antillanos. Lo cierto era que, terminados los tiempos de gloria de la economía de hacienda azucarera, la industria atravesaba por una situación deprimente. Las condiciones del mercado internacional le exigían entrar en un proceso de modernización del mercado de capital y laboral, y en una revolución tecnológica que la hiciese competitiva otra vez. El régimen hispano le ponía frenos a aquel proceso por miedo a perder su poder sobre el territorio.
A los imperativos materiales se sumaban los humanitarios y sociales. El espíritu filantrópico y fraterno del cual Ruiz Belvis participaba, se traducía en el reclamo de abolición de la esclavitud y de la libreta de jornaleros y la institucionalización de un mercado laboral libre más justo. Las relaciones coloniales estaban en crisis y los sectores inteligentes del país responsabilizaban al esclavismo, al trabajo servil y a la Monarquía Española que los justificaban, de una parte significativa de la crisis.
Ruiz Belvis era parte de aquella ofensiva crítica de activistas que, apoyados en el liberalismo clásico, el republicanismo y las ideas democráticas, favorecían la descentralización del poder ya fuese en el marco del federalismo o del municipalismo, y señalaban con insistencia los males de su tiempo. El sólo hecho de articular un discurso de esa naturaleza lo convirtió en una persona “sospechosa” e “inconveniente”. El panorama era más complejo. Las ideas antisistémicas que comenzaban a penetrar a la Europa avanzada a mediados del siglo 19, cuando Ruiz Belvis se formó en Madrid, también son evidentes.
A todo ello el abogado de Hormigueros añadió el componente del separatismo, el independentismo y el antillanismo emergente. Buena parte de su grandeza tiene que ver con esa concepción de que siempre se puede ser un poco más radical y contestatario si así las circunstancias lo requieren. El discurso de los activistas como Ruiz Belvis, sin ser un masón activo, estaba impregnado de ideas filantrópicas, fraternas y antisistémicas que encontraban un eco en el ideal masónico. Por ello a nadie debe extrañar que, durante el año 1866, fuese ordenado masón, como se verá más adelante. En su caso, aquel conjunto de principios se combinó con una fuerte dosis de secularismo y el anticlericalismo como protesta ante la alianza que existía entre la Monarquía Española y la Iglesia Católica para justificar el expolio del país.
Aquel conjunto de ideas filantrópicas, fraternas y antisistémicas, traducían la protesta universal contra los efectos deshumanizadores que derivaron del desarrollo del capitalismo moderno en Europa, y de la inserción del Puerto Rico en los circuitos del mismo en una condición asimétrica por colonial, durante la primera mitad del siglo 19. No todos aquellos grupos ideológicos desembocaron en el anticapitalismo, como fue el caso de una diversidad de tendencias antisistémicas. Pero la voluntad de re-humanizar el mercado y la sociedad a fin de crear un orden más educado, justo y e igualitario era moneda común.
Es importante llamar la atención, sin embargo, sobre un hecho incontestable. No todos los activistas siguieron el modelo de Ruiz Belvis y no todos los masones articularon una praxis activista como la de aquel. Cualquier generalización en esa dirección siempre será cuestionable. Las formas que tomó el activismo político social y masónico, en especial los debates al interior de los grupos que se pueden documentar en Europa y Puerto Rico no dejan dudas al respecto. El activismo político social y la Masonería mostraron una originalidad extraordinaria a la hora de enfrentar los conflictos de su tiempo. Pero el hecho de que ambas vías representaban una protesta contra un orden considerado inicuo y retrógrado por su identificación con los valores del Antiguo Régimen también es irrefutable. La Racionalidad, la Libertad y el Progreso al que aspiraban era el mismo. La pregunta que hay que responder es cómo el activismo político social y el masónico se compenetraron en la figura del abogado de Hormigueros.
Ruiz Belvis y Betances Alacán masones
De acuerdo con el investigador Oscar Gerardo Dávila del Valle, en 1866 existían en Puerto Rico tres grupos de obediencias masónicas: los orientes españoles, las adscritas a la Gran Logia de Colón de Cuba fundada en 1859, y las adscritas a la Gran Logia de Santo Domingo surgida de un proyecto de rehabilitación de la hermandad iniciado en 1858. Aquellas convivían con una masonería de filiación estadounidense que algunas vinculan a Filadelfia. Fue en la logia Unión Germana número 8, fundada acorde con esta fuente el 26 de julio de 1866 en San Germán, de oriente dominicano, donde se ordenó. La afinidad política con la causa dominica y su lucha por restaurar la independencia frente a España durante los años 1861 a 1863 culminó en afinidad masónica.
Acorde con algunas fuentes, allí laboró hasta 1867 y alcanzó el grado de Gran Maestro lo cual es poco probable dada la complejidad de los requerimientos de este tipo de órdenes para un ascenso de esa naturaleza. Otras fuentes sugieren que Ruiz Belvis auxilió a Betances Alacán en la fundación de la Logia Yagüez número 10 también de oriente dominicano. Los comentaristas sugieren que esa logia “nunca tuvo solar”, se reunía en “templo abierto” y practicaba la “masonería forestal” propia de los “carbonarios”. Aparte de Ruiz Belvis y Betances, componían la misma algunos de los expulsados a raíz del “Motín de los Artilleros”, que ingresaron al “Comité Revolucionario de Puerto Rico” en Santo Domingo y promovieron la creación de “Sociedades Secretas” camino de la insurrección de 1868 incluyendo a “Capá Prieto” de Mayagüez.
Aquel proceso nos informa sobre la diversidad ideológica en el seno de la Masonería. Si bien la filosofía masónica exigía profesión de tolerancia y neutralidad en temas religiosos y políticos, la reflexión sobre esos temas siempre estuvo presente. La diversidad es patente. Los investigadores han confirmado la orientación integrista, conservadora y asimilista de los orientes españoles, las afinidades separatistas anexionistas de algunas logias de oriente estadounidense y la orientación liberal, separatista independentista y antillanista de las logias dominicanas de aquellos años. Las tendencias no derivaban de la filosofía masónica sino de la heterogeneidad de las preferencias político-ideológicas de los hermanos masones.
¿Qué tipo de masones fueron Ruiz Belvis y Betances Alacán? A fin de comprender la situación de Ruiz Belvis y Betances Alacán en la Masonería voy a depender de un argumento de Dávila del Valle en un artículo de 1998. Este autor sugiere la existencia en la Masonería de una Masonería radical. Si uso el lenguaje de otro investigador del tema, José Antonio Ayala en un texto de 1989, las diferencias entre ambas eran obvias. A pesar de que coincidían en la “profesión de progresismo, tolerancia y amor al género humano”, en temas como la neutralidad en religión y política diferían.
La excepcionalidad de Ruiz Belvis y Betances Alacán como masones se relacionaba con ello. Su activismo entre 1856 y 1866 no dejaba duda de que fueron “masones radicales”. El “radicalismo” tenía que ver con lo que Dávila del Valle denomina la “herencia carbonaria” y “jacobina” que tuvo en Louis Blanc (1811-1882) y Giuseppe Mazzini (1805-1872) dos iconos. Es su conjunto, los tonos dominantes eran su republicanismo antimonárquico, el anticlericalismo feroz, su predisposición por la acción revolucionaria, su proximidad al “asociacionismo”, el “cooperativismo” y la “filantropía” y por su ansiedad por construir la “fraternidad universal” o “Liga de la Naciones” en el modelo de la “Anfictionía” kantiana.
Debo destacar dos asuntos de relevancia. No es difícil descubrir en ese conjunto coincidencias con el separatismo independentista, abolicionismo radical y la idea de la unión o confederación de las Antillas en una nación colectiva de pequeñas naciones. Tampoco es difícil percibir ciertas coincidencias con el pensamiento antisistémico que develaba las injusticias del capitalismo ascendente. Ruiz Belvis, si uso un argumento del investigador francés Paul Estrade en una conferencia de 2007 era un “masón inconforme” o un “heterodoxo dentro de la heterodoxia” como señalaba Dávila del Valle. Su actitud demostraba que siempre se podía ser más radical si la situación lo exigía.

Ramón E. Betances Alacán
La imagen del orden hispano-católico de la masonería
La imagen de Ruiz Belvis y Betances Alacán ante el orden colonial no era buena antes de 1866. Cuando se ordenaron en la Unión Germana número 8 y fundaron la Yagüez número 10, la misma empeoró. Un funcionario de telégrafos, periodista e historiador adicto al dominio español, José Pérez Moris, ha dejado en un libro de 1872 un interesante perfil que se ajusta a la representación conservadora del masón radical a la altura del 1867. A Ruiz Belvis lo catalogaba como el “jefe de los separatistas desde antes de ir a Madrid”, poseedor de un temperamento dominado por la “audacia”, el “mal carácter” que se expresaba en un “lenguaje mordaz y atrevido”. Era un ser humano “agrio y agresivo”, “intratable y altanero” que expresaba sin pudor su “desprecio a la sociedad respetable”. Afirmaba que Ruiz Belvis era una de esas personas que “no se hacen amar, pero se imponen”.
Pérez Moris, acorde con datos suplidos por informantes de la “sociedad respetable” de Mayagüez, lo calificaba como un librepensador, materialista, partidario de la ciencia, anticatólico y ateo. Los calificativos iban in crescendo como una ola. Un libre pensador no hacía otra cosa que afirmar que las ideas respecto a la verdad debían formarse sobre la base de la lógica, la razón y la experimentación. Esa postura sugería un rechazo franco a toda autoridad sacralizada, tradición o dogma. Entre librepensamiento y agnosticismo había numerosos puntos de conexión que el catolicismo rechazaba. Aquellas prácticas habían sido condenadas en el Syllabus Errorum de Papa Pío IX en 1864, documento que recomendaba la excomunión del masón por cuenta de su supuesto ateísmo. No hace falta aclarar que Pérez Moris era integrista y católico. Por eso los signos de fortaleza de “carácter” de Ruiz Belvis son leídos como un “defecto”.
El perfil de Pérez Moris sobre Ruiz Belvis, el masón radical, desemboca en una impresionante caricatura de la “crueldad”. De las anécdotas que adjudica al abogado de Hormigueros, la que lo describe como un “don Juan Tenorio” y un cínico que negaba la nacionalidad española mientras se regocijaba por la ejecución de dos soldados españoles desertores es poca cosa. Lo que realmente le preocupaba era el lenguaje ofensivo y sarcásticos que usaba al referirse a los “misterios de la religión” y las “continuas burlas y sarcasmos” contra la Iglesia y el clero, en presencia de numerosas “señoras y señoritas” de “familias honradas y cristianas”. Pérez Moris proyecta un Ruiz Belvis fieramente anticlerical que afirmaba que “no había Dios, que la Religión era un mito ideado por los hombres para mantener al género humano en la ignorancia y en el despotismo”. De acuerdo con la fuente, aquellas aserciones hicieron que el Obispo Fray Benigno Carrión lo citara para solicitarle una rectificación. Lo cierto es que Ruiz Belvis tenía una relación profesional con el Obispo en el contexto de su proyecto de colegio se segunda enseñanza para la ciudad de Mayagüez en 1866. Si el “regaño” fue cierto, hasta donde se sabe, no afectó el respaldo del Obispo para el plan educativo de Ruiz Belvis.
El retrato demoledor culmina con una acusación de que hipotecó la Hacienda Josefa de su padre y la echó perder y que personalidades como la suya y la de Betances Alacán, “empequeñecen y calumnian a Cortés y a Pizarro” por lo que no merecen la hispanidad. El acento de la diatriba estaba puesto en cómo ofendían los valores hispanos y cristianos. Exageradas o no estas afirmaciones, la imagen de un revolucionario político y social que también era masón radical no era simpática para el régimen colonial. (…)
Una tarea por hacer
En julio de 1867, Ruiz Belvis y Betances Alacán tuvieron que tomar una decisión que los afectaría el resto sus vidas. La razón fue el “Motín de los Artilleros” de la capital. Las acusaciones de conspiración del gobierno español encabezado por el gobernador militar José María Marchessi y Oleaga, los dejaron ante dos opciones. O se sometían ante una autoridad que no respetaban, o tomaban la ruta del exilio y organizaban un proyecto revolucionario. Ruiz Belvis y Betances Alacán no tenían nada que ver con la conjura de la guarnición militar de la capital. El momento de romper con España que, según Betances Alacán, no podía dar lo que no tenía, libertad, había llegado. El 10 de julio era la fecha límite para presentarse o ser buscados bajo partida de arresto. (…) Santo Domingo, New York y Saint Thomas se convirtieron desde el verano de 1867 en refugio temporero de los dos perseguidos.
Desde Saint Thomas, Ruiz Belvis partió a cumplir una importante “misión política” ante las autoridades chilenas. Betances se mantuvo en el Caribe a fin de continuar agitando la cuestión de Puerto Rico. Se sabe que, en la travesía al sur, Ruiz Belvis pisó suelo colombiano y peruano antes de arribar a Valparaíso, Chile. Se presume que en los distintos puertos estableció contactos con aliados del proyecto libertario de las Antillas. Ruiz Belvis se convirtió en el primer “peregrino de la libertad” que buscó en la América Hispana respaldo material para la separación e independencia de Puerto Rico como preámbulo a una futura unión de las Antillas. (…) Al cabo de una poco elucidada travesía arribó al cono sur.
Sólo siete días sobrevivió Ruiz Belvis en Chile. El 5 de noviembre el periódico El mercurio informó que el enviado puertorriqueño en cumplimiento de una «misión política» cerca de aquel gobierno, había fallecido. El 30 de noviembre de 1867 el periódico Los Andes de Guayaquil, Ecuador, publicó un editorial en donde comentó su muerte. Ruiz Belvis no era un desconocido en el continente. La masonería aprovechó, al parecer, la situación para agitar la cuestión antillana. El editorial en cuestión hacía un sucinto resumen de las actividades políticas de Ruiz Belvis a partir de la Junta Informativa de Reformas de 1867 y de la persecución y los destierros que sucedieron a la referida junta. El autor ubicó a Ruiz Belvis al lado de los grandes libertadores de América, Santiago Mariño y Francisco de Miranda, y resaltó el espíritu hispanoamericanista de la empresa que desempeñaba en Chile. El anónimo editorialista afirmaba que Ruiz Belvis “desde su sepultura en Valparaíso seguirá sirviendo a su país; seguirá siendo el promotor invisible de la independencia borinqueña.” (…)
La vida de Ruiz Belvis, el masón radical, comenzó en San Germán en julio de 1866 y terminó en Valparaíso en noviembre de 1867. Ruiz Belvis tenía apenas 38 años. Falleció en la plenitud de su vida y en condiciones en extremo difíciles. En los libros de la Parroquia Matriz del Salvador en Valparaíso se anota que su deceso ocurrió el día 3 de noviembre de 1867 y que su entierro se celebró el día siguiente “con oficio menor en el Cementerio de esta ciudad.” No recibió los sacramentos “por no haberlos pedido,” según informes del Vicario Jorge Montes. El día 4 fue trasladado al Cementerio número uno, tras el pago de $8.50 por un féretro de segunda clase y el derecho de enterramiento, suma saldada por un tal Antonio Cruz, posiblemente masón como el fenecido. No consta si se realizó autopsia en el cadáver. Queda claro que Cruz sólo pagó sepultura por un año.
Cuando la noticia llegó a las Antillas, Betances Alacán estaba inmerso en los preparativos de la insurrección. De inmediato difundió una proclama fechada el 22 de diciembre de 1867 firmada por el “Comité del Oeste del Comité Revolucionario de Puerto Rico”. Ruiz Belvis fue proyectado como un modelo a seguir cuando decía que “los hombres pasan, pero los principios quedan y triunfan.” Lo calificaba como un “mártir de la santa causa de nuestra libertad” y atesoraba la esperanza de que su muerte motivara a los puertorriqueños a entablar una guerra frontal contra el dominio español.
En 1873 Eugenio María de Hostos Bonilla se acercó a su tumba: iba a “visitar al olvidado”. Había realizado alguna investigación antes de lanzarse a la tarea de buscar aquel sepulcro. Sus pesquisas le llevaron a concluir que Ruiz Belvis había llegado enfermo a Valparaíso. Hostos Bonilla no se limitó a tratar de desentrañar aquella muerte y ese mismo año envió a Antonio Ruiz Quiñones, su hermano, un “voluminoso paquete” de documentos recibidos de manos del señor Juan de Dios Arlegui, Gran Maestro de las logias chilenas, quien se había hecho cargo de los mismos a la muerte de Segundo Ruiz Belvis. Nada se sabe del destino de esos pliegos.
Cuando Betances Alacán murió en 1898, Hostos Bonilla volvió a reflexionar sobre la muerte. Para el mayagüezano, Betances y él eran dos “enfermos del ideal”: esas personas que “entran a la vida como a un desierto; están en la vida como en un mar sin playas; salen de la vida como naves, como nubes, como sombras. Mal entrar, mal estar y mal pasar.” Ruiz Belvis también encajaba en esa metáfora. Celebremos su memoria con las armas del conocimiento.
Fragmento de una conferencia dictada en la Logia Amor Fraternal número 1, Mayagüez, PR, 20 de mayo de 2018.
Enlaces de apoyo:
- Mario R. Cancel Sepúlveda (14 de junio de 2012) Documento: Informe sobre los restos simbólicos de Segundo Ruiz Belvis (2005) en Horomicos: microhistorias
- Luis Armando Cordero (6 de junio de 2015) “Sobre la causa de la muerte de Segundo Ruiz Belvis en Chile” en Fundación Encuentro Hispanoamericano.