Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura

agosto 9, 2010

El Partido Nacionalista, los obreros y Mayagüez (1934)

  • Mario R. Cancel
  • Historiador y escritor

La Gran Depresión y la inclusión de Puerto Rico en los programas de transferencias federales del Nuevo Trato, alteraron el panorama político local. La crisis económica fue un espacio que favoreció la inserción del Partido Nacionalista y de la carismática figura de Pedro Albizu Campos en las luchas obreras.

La tesis dominante entre los investigadores de izquierda y la tradición de la Nueva Historia Social y Económica, ha sido que el Partido Nacionalismo fue incapaz de aprovechar la oportunidad que tuvo para vincular a la clase trabajadora con las luchas nacionales. En cierto modo, lo que sugieren es que esa situación garantizó el fracaso del Proyecto Nacionalista, y allanó el camino al triunfo del Proyecto Populista.

Huelga de estibadores en Ponce (1938)

La interpretación aludida se consideró legítima en una época en que la confianza en una concepción progresista de la historia  dominaba el panorama interpretativo. La situación condujo a que se generalizara la evaluación del Nacionalismo como una ideología anquilosada, actitud que se volvió más radical en el marco de la interpretación Postmodernista y el Giro Lingüístico. La fragilidad de la concepción radica en que nada garantiza que, si el Partico Nacionalista hubiese aprovechado la coyuntura del 1934, la situación del país hubiese sido otra. Tampoco evalúa con propiedad la debilidad ideológica y material de las izquierdas, socialistas, comunistas y anarcosindicalistas, en aquel momento crucial de la historia social puertorriqueña.

Contextos de una relación

La relación de las clases trabajadoras con sus representantes, con el Capital y el Estado presentaban entonces una situación única. Primero, la desconfianza de los sectores en sus representantes políticos había decaído. El Partido Nacionalista, como se sabe, había insistido mucho en cuestionar la sinceridad tanto del Partido Socialista, como de la Federación Libre de Trabajadores con argumentos económicos, culturales y jurídicos. A muchos trabajadores lo que más les molestaba era la trabazón de aquellas organizaciones con el partido homónimo de Estados Unidos y con la  American Federation of Labor. A ello se unía el compromiso abierto del liderato socialista y federacionista con los grandes intereses azucareros y tabacaleros, y la condición del Partido Socialista como  “partido de gobierno” y su alianza con el Partido Unión Republicana en la Coalición Puertorriqueña.

Segundo, y no menos importante, muchos socialistas críticos reconocían la notable incapacidad de liderato obrero tradicional para enfrentar la crisis económica y resentían la renuencia de la Coalición Puertorriqueña a apoyar los proyectos de reconstrucción económico-social promovidos por la administración de Franklyn D. Roosevelt. En ese renglón, sin embargo, Nacionalistas y Coalicionistas coincidían aunque sobre la base de argumentos diferentes. En aquella situación, tanto el Partido Socialista como la Federación Libre de Trabajadores, entraron en un proceso de fragmentación y reorganización ampliamente investigado por la historia social y económica y la historiografía del Populismo.

Las fisuras del socialismo y el sindicalismo

En 1934 tres líderes socialistas, Tadeo Rodríguez, Florencio Cabello y Luis Pino, organizaron Afirmación Socialista. Se trató del primer reto al liderato de la organización con un discurso que sugería la necesidad de recuperar una tradición de militancia que se había dejado atrás. Paralelamente, el Dr. Eugenio Vera, líder nacionalista asociado a Albizu Campos, impulsaba desde Guayama la creación de una Asociación de Trabajadores que retara al liderato de la Federación Libre de Trabajadores. Albizu Campos manifestó su optimismo respecto a las posibilidades de crecimiento de aquel proyecto organizativo.

Por otro lado, en septiembre de 1934 se fundó el Partido Comunista Puertorriqueño en Ponce, bajo la dirección de Alberto Sánchez, Secretario General. El partido tuvo entre sus fundadores a los señores Juan Sáez Corrales, Juan Santos Rivera, y los ex nacionalistas Luis Vergne y Eugenio Font Suárez. Se trataba de una organización pro-soviética de férrea postura estalinista que aspiraba crear la República Soviética de Puerto Rico. En 1935, como era de esperarse, se afilió a la III Internacional Comunista y articuló en la colonia la conocida política de los Frentes Populares. Un segmento del Partido Nacionalista siempre miró con reserva aquel proyecto político y llegaron a considerarla como una propuesta amenazante para la personalidad puertorriqueña, como se podrá deducir de una lectura cuidadosa de la Carta a Irma de 1939. Aquellas fisuras iniciaron una era nueva en la historia social y política de Puerto Rico que todavía debe investigarse con cuidado.

Las respuestas del Estado

La respuesta del estado como se sabe, fue en dos direcciones: transferencias federales para paliar la crisis; y mano dura para reprimir la oposición radical. Por eso, entre los años 1933 y 1934,  bajo las gobernaciones sucesivas de Robert H. Gore y Blanton Winship, la Policía Insular aumentó sus efectivos y fue reentrenada. Parte de la reforma consistió en rearmar la fuerza con tercerolas, subametralladoras Thompson conocidas como las tommyboy. Aquella AK-47 de la década del 1930 era la favorita de los gansters y arma básica del British Army. Además de eso, se creó una Fuerza Antimotines con 150 agentes especiales, tarea que se inició desde diciembre de 1933.

Pedro Albizu campos (1934)

La otra novedad fue que se refinaron los protocolos de cooperación entre la Policía Insular, la Guardia Nacional y el Regimiento 65 de Infantería. Todo parece indicar que el temor a la violencia social y/o política era enorme en aquel entonces. En la práctica se equiparaba la violencia civil de los consumidores, desempleados y obreros con la violencia política de los Cadetes Nacionalistas. Hacia el 1935, en efecto, había 9,474 obreros en huelga. La apelación al sabotaje de los obreros y al macaneo policiaco era común. El Estado favoreció el uso de rompehuelgas protegidos por la Policía Insular y la alianza defensiva entre el Capital, el Estado y las fuerzas del orden público nunca fue más evidente.

En ese momento tan grave, Albizu Campos y el Partido Nacionalista entraron en las luchas obreras en un momento difícil no solo por la actitud de potencialmente agresiva de las fuerzas del orden, sino por que la organización atravesaba por una crisis que tenía sus raíces en la derrota electoral de 1932. Los viejos dilemas aparentemente vencidos en la Asamblea de mayo de 1930 habían retornado. Volvía a cuestionarse el lenguaje agresivo y la apelación a la “Acción Inmediata” que Albizu Campos había impuesto.

La fisuras políticas: la división de Mayagüez

El foco de la crítica y de la crisis fue la Junta Municipal de Mayagüez, por cierto, una de las más grandes e influyentes. Y la piedra de toque fue la visita del Presidente Roosevelt a la isla en el contexto concreto del Nuevo Trato. Roosevelt atracaría en el puerto de Mayagüez en agosto de 1934 para una visita a la región oeste. La Junta Nacional del partido, órgano supremo del mismo, lo proclamó persona non grata para la Nación puertorriqueña. Lo que nadie esperaba era que la Junta Municipal de Mayagüez se resistiera a la decisión y se opusiera a distribuir una propaganda que consideraban insultante y ofensiva para el Presidente. El alegato de los mayagüezanos fue que se trataba de una imposición: la Junta Municipal no había sido consultada democráticamente respecto al asunto y devolvieron al mensajero, Juan A. Corretjer Montes, con las hojas para San Juan. Se trataba de un acto de indisciplina y rebelión que un carácter como el de Corretjer, a quien conocí en la ancianidad, no podía tolerar. Lo que aquella situación demostraba era que el liderato de Albizu Campos no era tan monolítico: la Junta de Mayagüez había puesto en entredicho el mismo, acusándolo de falta de democracia y autoritarismo.

Los cabecillas de aquella revuelta fueron los historiadores y juristas Juan A. y Salvador Perea, el mulato y luego coleccionista Regino Cabassa, y Emilio Soler López descendiente de cafetaleros catalanes. No sólo encabezaron la resistencia sino que fundaron una Junta Independiente en la ciudad. Cabassa recibió la visita de Roosevelt con una bandera de Estados Unidos en su casa. La amenaza de que los desobedientes serían “castigados físicamente” no se hizo esperar. La actitud de la Junta de Mayagüez tenía que ver con que no todos los Nacionalistas rechazaban el Nuevo Trato como un acto de limosna, tal y como sugería la política oficial del partido.

El Partido Nacionalista y su Junta Nacional, enviaron otra vez a Corretjer y Ulises Pabón a Mayagüez y crearon una Junta Provisional que el propio Albizu Campos inauguró con un discurso el 19 de agosto de 1934. La Junta Nacional favoreció que se eligiera a Juan Gallardo Santiago, alias  El Indio y natural de Hormigueros, como Presidente. Gallardo Santiago fue luego reclutador del Ejército de Liberación o los Cadetes de la República con oficina en la calle San Vicente y acompañó a la prisión de Atlanta, Georgia a Albizu Campos y Corretjer, entre otros, tras los procesos de 1936. Los disidentes fundaron la Junta de Mayagüez Pro Independencia de Puerto Rico, luego  Partido Independentista Puertorriqueño.

Esta debilidad organizativa del Partido Nacionalista me parece crucial en su incapacidad de enfrentar el problema obrero de un modo más inteligente y eficaz. En todo caso, la prioridad del Nacionalismo no es el conflicto entre las clases sino el conflicto que atañe a la Nación como un todo imaginario. Es en el contexto de esa contradicción que las luchas obreras deben insertarse para que sean eficaces para la Nación.

May 1, 2010

El Partido Nacionalista y las Elecciones de 1932

  • Mario R. Cancel-Sepúlveda
  • Historiador y escritor

El programa electoral del Partido Nacionalista insistía en que el estatus sí estaba en issue en las elecciones de 1932. El contraste con la actitud del Partido Popular Democrático ante los comicios de 1940 es notable. La organización desarrolló una campaña que, por lo atrevida, los condujo por una ruta riesgosa para sus aspiraciones electorales.

Aspectos de una campaña radical

Lo primero fue una campaña contra lo que Pedro Albizu Campos denominó la prensa colonial, sintetizada en su controversia con El Mundo iniciada en noviembre de 1931. El 24 de septiembre había estallado una huelga como respuesta por la suspensión de 138 universitarios que criticaron en la prensa el despido injustificado de empleados del sistema por motivaciones políticas. El líder nacionalista acusó al periódico de estar al servicio del Gobierno sobre la base de que en sus páginas se había condenado las actuaciones de dos líderes estudiantiles que militaban en el Partido nacionalista: Eugenio Font Suárez y Gilberto Concepción de Gracia. Sin embargo, lo que más molestó a los directivos del diario, Antonio Coll y Vidal y Ángel Ramos, fue la acusación de que ello no tenían capacidad económica para sostener esa empresa. La implicación de que la empresa periodística era financiada por el Gobierno Colonial era clara. Lo cierto es que El Mundo representaba las posiciones de un segmento de la derecha colonial pero ello no necesariamente significaba que fuera un proyecto mediático sostenido por el Estado. El Mundo, que era uno de los diarios más leídos del país, respondió con una campaña anti nacionalista que afectó la imagen pública de Albizu Campos ante las elecciones. No sólo eso, el rotativo cerró sus páginas para el Partido Nacionalista durante meses. Los efectos de enfrentar los medios masivos de comunicación con argumentos de esa naturaleza son bien conocidos.

Lo segundo fue una polémica que involucró al poderoso Instituto Rockefeller fundado en Manhattan en 1901, y el Dr. Cornelius P. Rhoads, investigador de enfermedades tropicales y médico con rango de coronel en el ejército de Estados Unidos que laboraba en el Hospital Presbiteriano. El debate giró en torno a una carta comprometedora en donde Rhoads manifestaba su desprecio a los puertorriqueños y, de paso, alegaba, que había matado varios de ellos e inoculado células cancerosas a otros más. El documento llegó a manos de Luis Baldoni, empleado y nacionalista, quien la reportó ala autoridades hospitalarias. Ante la inercia de la institución, la puso en manos del Partido Nacionalista. El texto completo de la nota se encuentra en una Informe del FBI fechado el 26 de febrero de 1936 en Washington en la página 9.

El Partido Nacionalista la hizo pública y la utilizó para argumentar que se trataba de un “plan genocida” o “de exterminio” contra la Nación. Rhoads se fue del país impune y alegó que la carta era “una composición fantástica escrita en broma como entretenimiento personal”. Independientemente de ello, la nota era de mal gusto y resumía prejuicios étnicos y culturales reales que se pueden documentar en la bibliografía de numerosos estadounidenses de la época con respecto a los puertorriqueños. Por ello provocó la indignación general, el escándalo se difundió en estados Unidos y animó una investigación oficial del gobierno colonial al respecto. Broma o no, dio municiones al Partido Nacionalista justificar sus argumentos en torno a la realidad de una Guerra entre Civilizaciones y criminalizar el coloniaje muy eficaz entre los meses de  enero y febrero de 1932.

El 16 de abril de 1932, en la conmemoración del Natalicio de José De Diego con un mitin en la Plaza Baldorioty, los ánimos nacionalistas estaban bastante caldeados. El Caso Rhoads se combinó con una propuesta del líder anexionista Celestino Iriarte. En medio de su discurso Albizu Campos invitó a la multitud a que le acompañara al Capitolio con el fin de evitar la aprobación de una Ley que convertía la Bandera del partido nacionalista en Bandera Oficial de la colonia. Cerca de 800 personas, de acuerdo con los informes de la prensa, caminaron de la Plaza Baldorioty al Capitolio –como si se tratase de una nueva Bastilla- pasando frente a donde hoy se encuentra el edificio de Hacienda, el Ateneo, la Casa de España y la actual Biblioteca Carnegie. En el tránsito se armaron con palos y piedras y penetraron al recibidor del Capitolio por la banda sur. El edificio, que estaba en reparaciones y el forcejeo entre nacionalistas y elementos de la Policía Insular, produjeron el derrumbe de una baranda y la muerte  del joven Manuel Rafael Suárez Díaz. Las consecuencias de ello fueron dos: el acto produjo el primer arresto contra Albizu Campos y el primer mártir proclamado por el nacionalismo. Las consecuencias del mismo pueden considerarse un triunfo político: el proyecto no se aprobó y Manuel G. García Méndez y Antonio R. Barceló, liberales, celebraron el acto como uno heroico. Por lo demás, Albizu Campos fue encontrado posteriormente no culpable del delito de incitación a motín de que se le acusó. El episodio generó brotes esporádicos de violencia durante los días siguientes.

Dr. Cornelius P. Rhoads en su uniforme

El Proyecto de la Bandera era un asunto delicado y complejo. La bandera había sido creada en 1896 por la Sección de Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano. Aquella había sido una alianza entre independentistas, confederacionistas y anexionistas, distinta por completo al Partido Nacionalista. En ese sentido, cualquiera de los tres sectores ideológicos podía reclamar la insignia como suya. El  único argumento que legitimaba el reclamo de Albizu Campos era que el mítico creador de la misma -Antonio Vélez Alvarado- militaba en el Partido Nacionalista desde su fundación. El reclamo de exclusividad también provenía del hecho de que el partido la usaba como distintivo electora y aspiraba que ella fuese la bandera de la república.

Uno de los actos agresivos más difundido fue, por último, la agresión de Luis F. Velázquez, nacionalista de Ponce, al Juez Presidente del Tribunal Supremo Emilio del Toro y Cuebas el 15 de junio de 1932. Toro Cuevas era anexionista y sería el Juez Presidente que el 25 de junio de 1937 autorizó el desaforo de Albizu Campos después de su condena a la cárcel de Atlanta, Georgia. Parte de su obra se recogió en 1950 en el volumen Patria. Artículos, discursos, informes y entrevistas, edición que estuvo a cargo de la conocida Biblioteca de Autores Puertorriqueños, dirigida por Manuel García Cabrera. Las leyendas sobre la polémica son múltiples. Algunas fuentes alegan que fue un acto premeditado entre Albizu Campos y Velázquez, otros lo usan para demostrar la capacidad jurídica del abogado e incluso se alude al mismo como la demostración de la ilegalidad del sistema colonial por el resultado del pleito en los tribunales estatales.

Mitología aparte, la acción consistió en que Velázquez «abofetea» a Toro y Cuebas en terrenos del Tribunal Federal por una afrenta a la bandera nacional y lo reta a duelo en el campo del honor: una acción muy de acuerdo con el hispanismo dominante entre los nacionalistas. Velázquez era una figura prominente de su tiempo: no se trataba del “tipo común” de la reciente agresión al gobernador Luis Fortuño Burset. Velázquez había sido miembro de Partido Autonomista Puertorriqueño en el siglo 19, periodista destacado, colaborador de Luis Muñoz Rivera en sus campañas y masón activo, además de ser un empresario destacado. Albizu Campos consiguió su absolución sobre la base de “falta de jurisdicción” al momento del arresto. Velázquez fue arrestado por la Policía Insular y procesado por los Tribunales de Puerto Rico, por un delito  que había sido cometido en la Jurisdicción Federal por lo que debió ser arrestado y procesado por el sistema de Tribunales de Estados Unidos. El impacto mediático de la decisión debió ser mucho, pero el efecto político pudo haber sido reducido.

Un antecedente de todo ello fue la conferencia de la Asociación Republicana de Puerto Rico celebrada en el Ateneo Puertorriqueño para discutir y celebrar la Segunda República Española el 14 de junio de 1931 en el Teatro Tapia de San Juan Antiguo. El choque ideológico con la juventud liberal representada por Antonio J. Colorado; y el socialismo amarillo, encabezado por Santiago Iglesias Pantín, desemboca en tumulto que condujo a la intervención de la Policía Insular con el fin de aplacar los ánimos. La diferencia radicó en que mientras los dos citados celebraban la República como el nacimiento de la España Nueva Laica y Moderna, Albizu Campos lamentaba la muerte de la  España Tradicional Romántica y Monárquica y le reconocía el papel de Gestora de la Hispanidad y la Nacionalidad. El ambiente no era apropiado para celebrar la Monarquía y podía interpretarse como un atrevimiento o una arrogancia intelectual. Su conclusión resulta magistral para comprender el hispanofilismo de los nacionalistas:

“Todo eso lo lloro yo, la última romántica del siglo XX tal vez; y por eso yo me pregunto, si en este movimiento republicano socialista español, se piensa copiar los principios de la Constitución americana, para implantar el régimen actual; ¿Podrá la ardiente España, implantar con fortuna cánones de un frío pueblo sajón, incapaz de emociones, responderán estos a su psicología? (El imparcial, 25 de abril de 1931)

Albizu Campos representaba el extraño caso de un abogado liberal, hegeliano en cuanto al destino de libertad de la Nación que incluso apela a una campaña electoral científica como un Hostosiano positivista, pero percibe la República Laica Moderna como un sistema inhumano  y negativo para España por su racionalidad e incapacidad de emocionarse.

La apelación a la violencia en el contexto electoral

Entre los años 1930 y 1932 la apelación a la violencia se reitera de diversos modos. La más notable es la promesa de recurrir a las armas si no son escuchados. La toma del Capitolio con una turba nacionalista y la asociación del partido y su líder a varios tumultos y agresiones físicas fueron parte de ello como el del Teatro Tapia en el verano de 1931. Pero debo aclarar que la violencia–sindical, criminal y doméstica-, política –revolucionaria y electoral- no era una novedad.Como se verá en los enlaces de referencia al calce de este comentario, sus índices se habían  multiplicado en la década de 1930. A sabiendas de ese hecho, la historiografía oficial moderada ha concentrado en la discusión de la violencia nacionalista, la ha visto con el “ojo del caballo” y la ha “demonizado” de una manera muy eficaz

A pesar o por razón de su campaña, en las elecciones de 1932 el Partido Nacionalista de Puerto Rico solo obtuvo 5,257 votos: Albizu Campos marcó 11,882 para Senador por Acumulación. La Coalición Puertorriqueña ganó 6 de 7 Distritos Electorales; 28 de 35 Distritos Representativos, y 51 de 72 Municipios. Iglesias Pantín obtuvo a la Comisaría Residente y Antonio R .Barceló y Luis Muñoz Marín, liberales e independentistas obtuvieron su pase al Senado. El Anexionismo estaba en el poder por primera vez desde 1904. La crisis económica favoreció un auge anexionista en el país, sector que mantuvo en el poder hasta 1940.

Albizu Campos atrajo independentistas del Partido Liberal Puertorriqueño y no afiliado en la papeleta: Muñoz Marín, en entrevista con Ángeles Mendoza (El Mundo, junio de 1931) alegó que votaría por él para Senador por Acumulación. El nacionalismo de Muñoz Marín estaba entroncado en la tradición de la New Left –roja- de Estados Unidos; y en la experiencia al lado del Partido Socialista e Iglesias Pantín entre 1920 y1922. Pero ello no fue suficiente para obtener el escaño. El giro a la violencia no fue el resultado de una derrota electoral sino consecuencia del fracaso del experimento electoralista. La necesidad de hacer la República en lo inmediato, por las armas si fuese necesario, se impuso.

(more…)

marzo 31, 2010

La invasión de la American Federation of Labor

  • Pedro Albizu Campos (1926)

¿Quién es Santiago Iglesias Pantín?

Con las tropas invasoras norteamericanas en el 98, llegaron organizadores de la American Federation of Labor, con el mismo propósito del General Miles de ayudarnos a adquirir «libertades» yankis. Se establecieron gremios de oficios y pronto empezaron a surgir huelgas a granel. El obrero nuestro aprendió la lección de odiar al patrono, y éste a desconfiar de aquél. Surgió el primer cisma social que se conoce en la historia de Puerto Rico y que dio al traste con la organización económica que existía en tiempo de España y bajo cuya égida la población puertorriqueña era feliz, y nunca supo lo que era el azote del hambre y de la miseria que ahora impera.

Santiago Iglesias Pantín se dirige al pueblo trabajador

Más tarde se destruyeron las uniones de oficios y se levantó un partido político en su lugar que ha llevado el nombre de Socialista, pero que es todo menos socialista. Han sostenido sin embargo en pie el esqueleto de la American Federation of Labor de Puerto Rico, creada a raíz de la invasión. A pesar de la enemistad profunda que siente el gobierno imperial norteamericano hacia todo lo que lleve el nombre de socialista, en Washington se ha visto con buenos ojos la creación de un partido con ese nombre en Puerto Rico, ya que por ese medio se crea una división más entre nosotros. Aunque se ha simulado cierta oposición a su crecimiento, lo cierto es que Washington ve con beneplácito su incondicionalismo nunca desmentido.

El organizador de la American Federation of Labor en Puerto Rico, ha sido Santiago Iglesias Pantín, de origen español, que vino a Puerto Rico pocos años después de la invasión norteamericana, y ostentando con gran orgullo la ciudadanía adquirida por naturalización en Norte América, y convertido en apóstol de todo lo yanki. Queremos decir bien claro que Santiago Iglesias no es puertorriqueño y que al pueblo de Puerto Rico no se le debe acusar por los actos que actualmente está realizando este hombre en Ibero América en su carácter de Secretario General Español de la American Federation of Labor. Con la bandera americana en la mano y apoyado con el dinero de la American Federation of Labor, y señalando males económicos creados por las corporaciones norteamericanas en Puerto Rico, consiguió levantar este partido pseudo socialista, a base de odio del puertorriqueño, contra el puertorriqueño y haciendo creer a las multitudes incautas que la bandera yanki es símbolo de redención para nuestro pueblo.

Ha contribuido eficazmente a la obra de desorientación colectiva necesaria a la demolición de nuestra personalidad para facilitar el establecimiento aquí de los intereses económicos, culturales y políticos de Estados Unidos.

Sobre Puerto Rico pesa una carga enorme: la ciudadanía yanqui impuesta a este pueblo en el 1917 con el propósito de movilizarnos para defender en los campos de Francia los intereses de Norte América. La alternativa que se le ofreció dentro de la ley que imponía esa ciudadanía a este país, era perder todos los derechos políticos en su propia patria y por tanto, no hubiera sido posible ninguna lucha para la reivindicación de nuestros derechos a menos que no hubiera sido por medio de la revolución armada. El apóstol De Diego así lo indicó en memorable discurso pronunciado en el 1917 en la legislatura colonial, y su consejo fue que siguiésemos luchando bajo la nueva imposición. Disentimos de aquel consejo del prócer porque era preferible cualquiera alternativa a tener que pasar por la condición dolorosa de aparecer como renegados de nuestra propia personalidad y confundibles con aquellos hombres oriundos de nuestra raza que voluntariamente han aceptado la ciudadanía norteamericana y se han convertido en renegados que sirven actualmente de puente a la penetración política y económica de Estados Unidos en Hispano América.

Santiago Iglesias es uno de estos renegados.

Su contribución al desbarajuste y desorganización de nuestra patria le ha servido de credencial para ser nombrado secretario general de la American Federation of Labor, para llevar a cabo en Ibero América la misma obra que ha realizado en Puerto Rico. En Méjico se presenta como socialista. Con esa misma representación se hace simpático a los grandes movimientos reivindicatorios populares de la actualidad, pero en Estados Unidos ni siquiera traduce la palabra socialista por el término correspondiente inglés «socialist», sino que traduce el nombre de partido Socialista de Puerto Rico en Estados Unidos por el término norteamericano «Labor Party», que quiere decir, partido del trabajo. Aquí es radical, en Estados Unidos, conservador, en ambas partes más norteamericano que Jorge Washington. Preguntado ante el Congreso de Estados Unidos por el nombre de su partido en Puerto Rico ha dicho que se trata solamente de una organización obrera dentro de la American Federation of Labor. Eso ha sido sancionado en Washington.

Este hombre está realizando una obra de duplicidad que debe ser desenmascarada a tiempo. En Puerto Rico donde existe el verdadero campo para manifestarse los hombres que aspiran a un régimen de libertad y justicia, este hombre que pretende ir a redimir a las clases obreras de Hispano-América, ha sido el porta-estandarte más conspicuo de la bandera norteamericana, a cuya sombra se extingue de miseria y de enfermedad un pueblo civilizado como Puerto Rico, ya que aquí es símbolo de la explotación más vergonzosa de la historia.

Protesta (1900)

Dentro de la American Federation of Labor ha gozado siempre de una posición privilegiada. Todos los observadores de la vida política norteamericana saben que esta institución es sumamente conservadora y afiliada a los grandes intereses corporativos de aquella nación. El trabajador norteamericano rechaza sus pretensiones para redimirlo. Y esa es la institución capitaneada por Santiago Iglesias que pretende redimir a los obreros de Ibero América.

Sea cual fuere la condición en que se hallaren las masas obreras de la América Ibérica, su redención no ha de venir de una institución imperialista como es la American Federation of Labor. A todas las naciones de la raza irán sus organizaciones a desorganizar a esos países como han hecho con Puerto Rico, sembrando en ellos un cisma social con el objeto de hacerlos presa fácil del imperialismo norteamericano.

La American Federation of Labor tiene en los labios el vocabulario meloso del imperialismo washingtoniano: «Tenemos que intervenir en Sud-América por razones de humanidad, en interés de la democracia, de la justicia y del derecho, etc.».

Escritores como Fabra Rivas, creen en la buena fe de Santiago Iglesias. A los hombres que estén en esa misma actitud los invitamos a hacer un estudio de la obra nefasta de Santiago Iglesias en Puerto Rico.

Todo lo que venga de Norte América hay que seleccionarlo después de muy serio análisis. Tienen sus cosas buenas los yankis, pero esas se las reservan para ellos. Su presencia en Puerto Rico y en Ibero América indica sin duda un plan perverso para destruir lo nativo y suplantarlo con lo suyo. Tenemos que defendernos y no podemos tolerar la propaganda de insidia que quiere realizar en nuestra América la American Federation of Labor, por conducto de sus agentes como Santiago Iglesias Pantín; y para que ningún escritor hispánico le eche encima a Puerto Rico la responsabilidad de que uno de sus hijos sea el propagandista de ideas tan insidiosas y perversas, queremos hacer claro que Santiago Iglesias Pantín es español, de Galicia, un renegado de la raza, que voluntariamente se hizo ciudadano de Estados Unidos, en Estados Unidos, y que de lo único que se vanagloria es de su ciudadanía norteamericana.

Ese es el secretario español de la American Federation of Labor para la obra que se propone realizar en Sud América.

Tomado de El Nacionalista de Ponce, Puerto Rico, 14 de marzo de 1926, p. 1.

Comentario:

Los alegatos respecto al carácter fascista y el anticomunismo del Partido Nacionalista, subrayan la relevancia de documentos como el que antecede. En la pieza el joven Albizu Campos enjuicia a Santiago Iglesias Pantín y al socialismo amarillo y pro-anexionista que representaba. La intención es convencer al lector de que Iglesias Pantín no representa los intereses de la Nación y que no tiene derecho a hablar en su nombre.

Albizu Campos considera a la American Federation of Labor como un colaborador más de la invasión de 1898 y un agente del Imperialismo por su vinculación con las grandes corporaciones, los monopolios o los trusts. Me parece que con ello coincidiría cualquier interprete no-nacionalista sin mayores problemas.

Pero Albizu Campos parte de la premisa, errada para los socialistas, de que las contradicciones de clase son en Puerto Rico un resultado artificial de la organización sindical por oficios promovida por la central sindical y su representante y sucesor en Puerto Rico, el Partido Socialista después del 1898. Ello constituyó uno de los ingredientes cruciales en la desintegración del “Puerto Rico feliz” del siglo 19. Se trata de una interpretación que no reconoce el principio dialéctico de la “universalidad de la contradicción” cuando se trata del orden económico-social.

Albizu Campos sostiene que el PS no es un partido socialista y llama la atención en torno a que, a pesar del “Red Scare” o “Miedo Rojo” dominante en Estados Unidos, sus autoridades toleran su activismo porque divide a la Nación Puertorriqueña ante el Imperio. La crítica a la retórica del PS apunta al hecho de que, ante las autoridades de Estados Unidos, se denomina como un “Labor Party” o “partido del trabajo”, mientras que ante el Congreso se presenta como “una organización obrera dentro de la American Federation of Labor”. Según Albizu Campos,  una organización  que tolera la agresión cultural, política y económica del Otro y favorece la integración al Imperio no es confiable ni tiene derecho a hablar en nombre de la Nación.

El apunte de que “Santiago Iglesias no es puertorriqueño”, demuestra que la Hispanofilia del líder nacionalista tiene sus fisuras. Su crítica a la política de José de Diego ante la Ciudadanía Americana en 1917 lo confirma. Albizu Campos piensa que aceptar la Ciudadanía Americana con el propósito de garantizar un espacio legal de lucha por la independencia en la colonia, constituyó un error de juicio. El señalamiento crítico a De Diego es interesante para comprender como Albizu Campos se afirma como dirigente.

La impresión que queda es que el cuestionamiento al socialismo en Albizu Campos es, a la altura de 1925, puramente contextual. Las circunstancias serían otras en el momento de la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial

  • Mario R. Cancel
  • Historiador y escritor

Crea un blog o un sitio web gratuitos con WordPress.com.